lunes, 24 de septiembre de 2012

San antonio 25

El cura, como no podía esperar, para la compra de la megafonía de la iglesia, a que las limosnas aportaran la cantidad necesaria al ritmo de misas de domingo, había sacado de su bolsillo la cantidad del banco, y en "coruña ", realizó la compra de la amplificación y los altavoces, y encargo a una empresa de instalación de sonido su colocación.
Los obreros, tres hombres, llegaron de sorpresa una mañana. Vinieron en una furgoneta azul con grandes letras amarillas que anunciaban el nombre de la empresa. Después de descargar sus herramientas y el equipo, uno de ellos se acercó hasta su casa y llamó a la puerta para que le abriera la iglesia. 
 Arcadia no tardó en ir a abrirles el portón de la iglesia, para que pudieran realizar su trabajo irremediable. Después de darles paso se sentó en un banco enfrente de la imagen del san antonio, mientras los operarios empezaban a correr de un lado para otro con su material. Por un rato estuvo en silencio con su mente en blanco, hasta que se acordó de su sempiterno novio, un amor que tuviera hace tiempo, que se había caído por la borda de un barco pesquero en las costas de namibia, y desaparecido en el océano, porque cuando tenía alguna preocupación siempre se acordaba de él y aunque no lo aparentase, " como se dice en nuestra tierra la procesión se lleva por dentro ", Arcadia estaba muy, muy, muy preocupada con el tema de las campanas, el órgano y la megafonía de la iglesia. Estuvo pensando un rato viendose asimisma ella perdida en el océano, zozobrando con su pesadumbre, sintiéndose acosada por fuerzas inexorables y desconocidas que la querían ahogar, hasta que un ruido de una herramienta que había caído, la hizo volver a tierra seca.
Entonces se decidió a pedirle favor al santo. Arrodillándose, juntó sus manos, y levantando la cabeza hacia la imagen, habló en murmullos : - San antonio, patrón de albañiles, panaderos y papeleros; patrón de mujeres estériles, y pobres. A ti que se te invoca para pedir buen esposo y para encontrar los objetos perdidos ... tu que eres santo milagrero, te pido que hagas desaparecer la megafonía y estos hombres de la iglesia y que vuelva ser feliz todas las noches ... amen.
Al terminar se levantó, y al sentarse de nuevo tropezó con algo que no había visto antes en el banco. Un bolso, como un pequeño petate, que alguien había dejado extraviado.
Considerando que era una señal del santo, abrió el bolso y empezó a curiosear en su interior colocando en el banco ordenadamente los objetos que contenía, a medida que los iba sacando: un cepillo del pelo, un espejo, unas monedas, un pequeño frasco de pintar las uñas de laca rosa ... y entre otras cosas diminutas. un libro amarillo, del tamaño de las ediciones de bolsillo, que se titulaba " Como enamorar un hombre rico".*
Arcadia miró para la estatua del santo, y pensó que le sonreía. Sin lugar a dudas se había producido un milagro.
Después de hablar con el trabajador que había ido a su casa a pedirle que les abriese la iglesia, para entrar y hacer su trabajo, y que parecía el encargado de los operarios, quedó de marchar y venir, a la hora en que terminaban, para cerrar la iglesia.
Ya en su casa, se sirvió un café de agua chirla* muy flojito, de una pota pequeña que tenía en la cocina, se sentó en la mesa ,donde comían en la cocina, abrió el libro y lo leyó de un tirón, antes de que los operarios terminasen. Era una mujer muy inteligente, que pasaba desapercibida y que a menudo se ocultan a las personas, como un emigrante que a veces trabaja al jornal, en las casas y en las huertas de los vecinos del pueblo, que era licenciado y no decía nada, para que lo contratasen.
Arcadía tenía la inteligencia, que permite a las manos de los pianistas, ir una mano por un lado, haciendo los bajos y preparando el contrapunto, y la otra mano ir tocando melodías diferentes, en la parte alta del teclado, mientras ella misma cantaba.
- ! Que tontería ¡. ¿ Y donde rayos iba encontrar un rico en el pueblo ?, como no fuera una cosa de comer – se dijo mientras recogía los cosas de tomar el café de la mesa y las depositaba en el fregadero.
Cuando por la tarde volvió a la iglesia para cerrar al terminar los operarios, regresó con el libro para dejarlo con el petate en la sacristía, por si alguien aparecía para reclamarlo .
Los hombres hicieron su trabajo en apenas dos días, incluyendo las pruebas de sonido con la megafonía instalada en el campanario, asustando debidamente a los pájaros del vecindario .
Pasó los días siguientes, de muy mal humor, hasta llegar al próximo domingo, exasperándose por cualquier cosa sin tontería, llegando a enfadarse consigo misma como cuando, aún con vida, le reñía su madre.
Llegado el domingo, salió de su casa para abrir el portón y que entraran los feligreses para la misa. Caminaba taciturna en dirección a la iglesia, dirigiendo en silencio su odio contra todas las personas mezquinas que hacen este mundo insoportable. Y entre ellas estaba el nuevo cura.
En su cabeza iban tañendo sus campanas, dando el toque fúnebre, con la edad y el genero y las señas, todas ellas coincidentes con las del nuevo padre.




* Por si alguna pudiera tener necesidad de una mayor información sobre el libro encontrado por nuestra amiga, se hace un resumen aquí de los principales consejos para conseguir un hombre rico.
1- Para conquistar a un rico se necesita dedicación, compromiso y disciplina.
  - estas y otras ideas pululan y se pueden confirmar por la red-.
2- La belleza no garantiza la fama ni la riqueza, pero si la hace bonita.
3- A los hombres les gusta una mujer misteriosa. No hable de tu pasado ni de tus problemas si no quieres estropearlo.
4- Los hombres ricos son como los pavos : permítale que hable de sí mismo y nunca le hagas preguntas complejas.
5- Generosidad y felicidad van juntas. Cuanto más gaste él en usted, mejor para los dos .
6- No tenga miedo a la edad , siempre que cumpla años consiga que le regalen objetos de oro así a medida que pasan los años, él la valorara más.
- o en el peor de los casos ud. tendrá con que consolarse.
Y por último
7- Mantenga el  poder psicosexual sobre el hombre y deje que se rebele dejando que él haga siempre lo que ud. quiere.
8- Y consiga que él sienta que lamentará toda la vida haber conocido a otra.



miércoles, 19 de septiembre de 2012

A santiago carrillo.


Murió don Santiago carillo.
Me lo imagino feliz, echándose una siesta después de fumar un puro, o igual aquel cigarrillo escondido del que no le dejan, como si estuviese para que alguien le prohibiese algo, no sé. Si, me lo imagino feliz con los suyos, después de leer el periódico o escuchar la radio, o ver la tele... y enterarse que Esperanza aguirre dimitía. A mi no me importa sus motivos . ella no es la estrella, La estrella es don Santiago Carrillo, es una estrella grande que brilla en el cielo, o igual de grande como la estrella pequeñita que se lleva en una gorra * así pasa como con los pueblos y las personas. Y Roja como la sangre del pueblo hermano que está siempre en lucha .

- ¡ Carmén ! * carmén mendez * su mujer, ! llaman a la puerta ¡ - , grita don santiago, despertando al oír el timbre de la casa.
- Ya voy , ya voy - , va carmen abrir la puerta
- ¿ Quien es? , - pregunta Don santiago
- Es Enrique dice carmén
- ¿ que enrique ? - Se oye a Don santiago
- Es enrique lister. - responde Carmen
- Como dices , ese gallego cabezón- , grita don santiago, - con lo enfadados que estabamos, pues dile que pase
- Hay más gente - , añade de nuevo carmén
- ¿ Quien dices que está ? -
, - Está también dolores , tu amiga la pasionaria -
- ! Imposible ¡ - , exclama sorprendido Don santiago
-  viene con miguel hernandez - dice carmén de nuevo, - y con marcelino camacho.
- Que pasen – Se oye ya a Don santiago todo contento.
- Tambien está alberti y un granaíno que se llama federico, que te vienen a recitar unas poesías -, dice carmen ...
- Pero hay más gente, también hay más gente. - continua carmén sin parar
- Pues diles que pasen todos que en está casa siempre estuvo la puerta abierta para el pueblo .- le responde Don santiago - que hace una tarde maravillosa y después de tomar un café, podemos ir todos juntos a ver el cielo de madrid .

lunes, 17 de septiembre de 2012

el 15 de septiembre - marise en madrid .

El viaje a madrid

Como sabemos de otras historias que hemos escrito aquí, marise hizo algunos amigos en una organización sindical estatal, después de participar en un piquete de huelga. El día 15 de septiembre iban todos a Madrid para manifestarse y sus amigos se acordaron que se habían divertido un montón con ella, y la llamaron por si quería apuntarse en unos autobuses que tenían preparados para la gente que quisieran ir a madrid  a la manifestación. Marise se apuntó. Salieron de Santiago de Compostela a las doce de la noche, se manifestaron y regresaron. La manifestación fue todo un éxito, aunque la lucha sigue.
En el autobus, después de tanto trasnochar, y contar y oir un montón de chistes, en el largo y agotador viaje en autobus. Marise, de regreso a Galicia, logró hilar una cabezada . Y esto fue lo que pasó por el mundo interior de sus sueños:
La doctora marise.
Una de las cosas que más me gusta es hacer reír a la gente. Me gustaría hasta poder vivir de hacer reir. Ser Risologa o risotologa, o como sea,  y trabajar para conseguir que la gente tenga una una risa sana, limpia, sonora … . una risa como la que regala un niño a su madre, cuando se siente feliz.
Sería una buena profesional, con diván y todo. El divan seria uno de esos divanes de cuero negro grande y mullido, en los que te tiras y enseguida te quedas relajada, - para que una se ria bien no puede estar tensa, sino sale una risa estirada e histérica que confunde a la gente -.
A mi puerta llamarían todo tipo de personas, y mi teléfono no pararía de sonar.
- ! Rinnnnnnnnnnnnnnnn... ¡-, suena, el teléfono. Mi secretaria minimiza precipitadamente la ventana del trabajo que tiene en el monitor del ordenador,  “ estaba haciendo un solitario “ . Se pone el teléfono en la oreja y dice : - Aquí la consulta de Risología, o como sea,  de la doctora marise.  ! Digame ¡.

Se escucha una voz del otro lado del teléfono : 
- Holaaaaaaaaaaaaaa  ... soy la secretaria de Mariano Rajoy. Llamaba para pedir cita para la doctora marise.

Y mi secretaria, - todos las profesionales las tienen- , miraría la agenda buscando un hueco :
- A ver ...  aquí hay un jubilado que hace tiempo que no se ríe, después de toda una vida de trabajo había visto como su hijo había logrado un buen empleo. No un empleo de esos de hacer mucho dinero, solo era un empleo humilde, en el que trabajaba con otras personas humildes, y se acaba de quedar sin trabajo.
Mi secretaria, con el teléfono en la oreja, sigue pasando las hojas de la agenda:
-Un funcionario amargado para el martes, era interino .  Tengo una chica de un supermercado que han despedido, porque tiene un niño y no puede trabajar 10 horas al día.
La voz del otro lado del teléfono se desespera
- Pero por favor que es para mariano rajoy, ¿no sabe quien es ?.
Mi secretaria sigue sin inmutarse, está advertida que podría llamar gente muy tirante, con problemas de reir : -Aquí hay una chica, su marido está en el paro, y ella en su empresa se rumorea que va haber un ere y no sabe si perderá el trabajo también. Eran felices hasta ahora, pero ahora hace tiempo que no se rie.
Al ver la agenda llena, mi secretaria , le dice a la voz del teléfono : - Me resulta imposible realmente, hacerle un hueco. Solo podría darle una cita para dentro de dos años.
Después, tomándose confianzas, mi secretaria con su homologa del otro lado del teléfono, añade:
- Pero debería hablar ud con Mariano, porque no lo ha pensado seriamente, Miren uds que la risa es sumamente contagiosa, y además prepara a los demás para desternillarse y a la mínima que pueden , así esta todo el mundo desternillándose también.
Se figura que se rieran con Mariano Rajoy todas las personas que le rodean.
¿ Que pensarían los españoles viendo reírse a todo el gobierno ? ,
¿ o si viesen , en el hemiciclo, riéndose a todos los parlamentarios populares , con las  intervenciones de Mariano ? .
 ¿ Y que pasaría si todos los españoles nos echáramos a reir con las carcajadas de ud y su gobierno ? .
Mi secretaria se toma un respiro y añade a continuación: - además para reírse sanamente hace falta tener corazón y uds. se ve que no lo tienen.
  Después de respirar un poco, mi secretaria, apurada por el trabajo pendiente en el ordenador,  termina respondiendo a la voz del otro lado:
 - Pero ya que me dice para quien es, puedo recomendarte la consulta de un asesor de imagen. Estuvo con nosotros un tiempo porque había perdido su risa. Una persona gris y mediocre como uds.
-clic ... -  se oyó al otro lado del telefono. 
 - que no conseguimos ayudar - terminó diciendo.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Los números - 24

El sisa permanecía a buen recaudo en su casa después de la última azaña, en que había quedado atascado dentro de un conducto del aire y tuviera que ser rescatado por sus amistades, no por el cariño que le profesaba, sino porque al descubrirlo, aún sin la colaboración del sisa, la guardia civil podría llegar a deducirlo todo.

La madre del sisa, bajo quien nuestro amigo estaba bajo guardia y custodia en su arresto domiciliario, como estaba todo el día en casa aprovecho para meterlo al cuidado de las tomateras y las lechugas de la huerta, y así a veces, cuando venía el pescadero con su furgoneta acompañado de gatos, o el panadero, bajaba con una bolsa de tomates o lechugas para regalar a sus amistades, a las que decía toda orgullosa, aludiendo a su hijo: - Como está todo el día en casa, ¿ que va hacer ?.
El sisa, al terminar de cenar se levantó de la mesa, y bajó a la huerta para regar las plantas al caer el sol.
Las plantas agradecieron el agua después de una tarde de altas temperaturas. Al terminar de regar, volvió para la casa. Le dio las buenas noches a su madre, diciéndole que se iba a dormir. Y subió para su habitación. Se desnudó y se tiró encima de la cama.
Desde allí oía los anuncios de la tele. Su madre estaba un poco sorda y tenía la tele siempre encendida en un pequeño televisor que tenía encima de la nevera de la cocina.
Fuera, en la calle, la noche iba cayendo dando paso a un cielo negro moteado de brillantes estrellas que se veía desde su habitación. Miró el reloj, apenas eran las doce de la noche,  y mientras miraba por la ventana cesaron los gritos de los anuncios. Al cabo de un rato comenzó el ronquido de su madre desde su habitación.
Era la una de la noche y hacia un calor pesado.
Las dos de la noche y él sisa no paraba de dar vueltas en su cama de dormir, Se había desvelado .  Se levantó y dio vueltas por la habitación hasta que decidió vestirse, y aprovechar que su madre estaba durmiendo, para salir a la calle y echar un pitillo, sin que ella se enterase.
En la plaza, se abre el portal de la casa del sisa. Después de cerrar el portón se pone a andar. Mientras anda, el ruido de los pasos le acompañan. Camina hasta llegar a puente. Allí se sienta en la barandilla de piedra del malecón del rio,  Saca su cigarro, lo enciende y se pone a fumar .
Al terminar, regresa del rio por una calleja empedrada, quizás más antigua que el pueblo mismo. Camina lentamente de regreso, cobijado entre las sombras, bajo la atenta mirada de juvenil, el gato de marise. Juvenil es un felino adolescente, de unos doce años de edad, que protege la casa de  su ama de los fantasmas y los malos espíritus que pueblan las noches de luna negra; aburrido de la mirada de la luna llena arquea su lomo, terminando en un gran bostezo, después, deja escapar un quejumbroso maullido.
A veces el ruido de los pasos se retrasan, pero regresan a los pies del sisa convertidos en ecos. Van jugando, produciendo ecos entre las paredes de la calleja y el empedrado del suelo.  Llegado un momento, los pasos se dan cuenta que se han despistado y han quedado demasiado lejos de las suelas de los zapatos de su dueño. Acobardados al sentirse en solitario echan a correr para esconderse de nuevo debajo de las suelas de los zapatos de su dueño. Entonces este, el sisa, sobresaltado al oír aproximarse el correr de los pasos que habían quedados retrasados, piensa que alguien le persigue y huye despavoridamente, inundándose el silencio de la noche con pisadas precipitadas.
El sisa, acalorado por la carrera, al llegar a su casa abre el portón y entra. En el interior se descalza y le tira los zapatos a su hipotético persecutor, en el medio de la noche, para asustarle. Después cierra el portón quedando fuera el ruido de las pisadas en la calle.
Cuando sube sin hacer ruido por los escalones, para ira a su habitación , oye la voz de su madre que dice su nombre en sueños, para comprobar si está.
El responde: - nada, mama.
De regreso a su habitación, se tiró encima de la cama nuevamente.
Finalmente el sisa se quedó dormido y no tardó en empezar a soñar.
Soñaba que estaba en un supermercado, con sus estanterías abarrotadas de cosas que iba cogiendo libremente mientras llenaba un carrito de ruedas.
Al doblar un pasillo se encontró en la sección de embutidos, donde había una chica alta, rubia, delgada, de ojos azules. Era la chica de sus sueños.
La clientela, todos hombres, se peleaban por ser atendida por la joven ya para ello solo había que coger un numero.
El sisa se acercó y tiró de una pequeña lengua de papel que salía de una maquinilla roja, colgando en una columna,  próxima al mostrador.
La chica viste de blanco. Lleva una falda blanca y una blusa blanca, protegidas por un mandil blanco. En la cabeza llevaba el pelo rubio recogido bajo un gorro blanco, rematado en una línea roja que iba de delante a atrás como una cresta roja,  que recordaba a las antiguas azafatas.
La blusa tenía un pequeño bolsillo, al lado del corazón, donde guardaba varios lápices ya mordidos.
Iba pidiendo número, y cortando fiambre, mientras los clientes esperaban su turno.
Cien gramos de salchichón por aquí, doscientos gramos de morcilla por aca…
Terminado un cliente, pulsaba un interruptor y miraba para el marcador que colgaba de la pared; leía el numero en voz alta y daba turno el siguiente.
- ¡ Sesenta y uno!
Una mano levantaba acompañaba una voz:  - ¡  Soy yo  !.
Y volvía la rutina:
Cien gramos de chorizo, doscientos gramos de mantequilla …
- ! Sesenta y dos ¡
Otra mano , desde otro extremo, como sorprendida de que le hubiese tocado turno .
-    ¡Yo!.
Vuelta a empezar, y la chica va corriendo de un lado para otro, detrás del mostrador, acristalado, cogiendo y metiendo embutidos en la vitrina, después de trocearlos en rodajas finas y menos finas,  en cantidades centenarias de gramos; a veces …
Pulsa el interruptor, mira al marcador de la pared:
- ! El sesenta y tres – grita el número la chica.
Unos segundos sin respuesta. A veces la gente coge el número y marcha para continuar con la compra y les pasa la vez.
- ! El  sesenta y cuatro¡ , !sesenta y cinco¡, ! sesenta y seis ¡  - continua la chica mientras va pulsando el interruptor que hace cambiar los números.
Se ha roto el ritmo; la gente se pone nerviosa y comienzan a mirarse unos a otros .La chica pulsa una y otra vez el interruptor .
! Sesenta y siete¡ , ! sesenta y ocho¡ .
Y aparece en la pared  el número 69 . Se asoma por encima de la vitrina
De su blusa asoma el canalillo por el escote, dejando entrever sus exuberantes senos.
- ! el sesenta y nueve ¡ -, grita la chica confundida, mirando para uno y otro lado.
 - !Yo¡ -. Entonces dirige su vista, al oir la voz, hacia una figura esmirriada que comienza a saltar entre en medio de los clientes.
-! Soy yo , soy yo ¡ - , grita  el sisa, mientras salta agitando los dos brazos levantados. Mostrando su ristra de números, cogida de una mano, ante la indignación de la clientela.

El sisa es reducido por la vigilante de seguridad del supermercado:  una mujer hombruna, de unos cincuenta centímetros  de estatura, y es expulsado del supermercado.


 
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lunes, 3 de septiembre de 2012

el soplo 23







Arcadia estaba entre los 30 y los 40 años, aunque su edad daba para más.
Era alta y delgada. Con una cabellera rizada, negra, larga, que le caía por detrás de los hombros dejando descubiertas unas enormes orejas fenicias, de las que habitualmente colgaban unos pendientes parabólicos dorados gigantescos, que se quitaba para ir a misa por un poco de recato.
Su cara alargada remataba en un mentón afilado decorado con un hermoso hoyuelo, y de ella sobresalía una nariz curva con la que apuntaba a distancia su mirada aguileña en el horizonte, donde se escondía cuando se sentía atacada, de la misma manera que el avestruz mete la cabeza en la tierra cuando se siente en peligro.

Arcadia, una mujer solitaria, acostumbraba a subirse al campanario, al que accedía por unas pequeñas escaleras anexas a la pared lateral de la iglesia, por su lado izquierdo
. - del otro lado estaba un muro de piedra vieja, - granito moteado por líquenes blancos y amarillos - , con un puerta enrejada por la que se accedía al cementerio.- y desde allí perdía la mirada en el horizonte y en el amplio dominio del tañido de sus campanas.
-Cuando el viento frío la abrazaba, se sentía como una isla rodeada de aire por todas partes menos por una que se llama pies -.
Era la hora de la misa y allí estaban esperando los feligreses la llegada del párroco.
Pasados unos cuarenta minutos, por el camino que conducía a la iglesia, se vio llegar un turismo de color negro, con la pintura ya ajada por el tiempo, que aparcó a la entrada del cementerio, y del coche bajó el nuevo párroco.
Después de cerrar el coche el padre, acercándose, saludó a los presentes y empezaron entrar dentro de la iglesia. Mientras iban entrando y se iban sentando, Arcadia se acercó al cura y le dijo que iba a tocar y cantar en la iglesia acompañándole en el rito litúrgico para que escuchara alguna canción religiosa de su repertorio. Y se sentó al lado del órgano, un viejo hammond que si paramos a pensar no sabemos como acabó en el lugar. Retiró un tapete blanco de encaje, que cubría el teclado, y chasqueó los dedos.

Antes de empezar la misa el cura subió al altar y visiblemente se puso a contar la gente que había:
total entre unos, los fieles, y otros curiosos, pues algunos iban como el que va el primer día a clase, llegaban a ser unos 14.

Y entonces aclaró, con su acento raro : - doy misa para 14 -, y después de unos segundos de silencio y perplejidad, mientras el cura entraba en la sacristía para vestir los hábitos litúrgicos, los catorce asistentes se empezaron a rascar el bolsillo, preparando la minuta para cuando pasaran la canastita de la limosna.

El cura no tardó en salir vestido de blanco, con una estola morada que le cruzaba como una bandolera el pecho, se enrollaba en su cadera y dejaba caer sus puntas, pegada a su lado derecho, hasta terminar a unos quince centímetros del suelo.
Después de poner en el altar el cáliz, las vinajeras y las hostias para consagrar, empezó el rito sagrado de la misa. Al llegar el momento de la homilía se acercó al púlpito. Leyó un pasaje de los padres de biblia. y después se puso hablar del reino de los cielos, aunque los feligreses preferían que les hablasen porque la vida se había puesto tan cara.

Al terminar el párroco con la homilía, Arcadia se abalanzó sobre el teclado del órgano :
- …. ta ta taaaaaaaaaaaaaaaaaa -,
arrancó un sonido del interior del instrumento, que empezó a subir por las paredes de la iglesia lentamente, y justo cuando arrancaba su voz para darle alcance y echarle cuentas... oyó carraspear una voz que la interrumpió.
Mientras pensaba en que había ocurrido, el cura en el púlpito empezó a decir que se iba poner una megafonía en el campanario que tendría mayor alcance que el tañido de las campanas y que de pasó podría ponerse música sacra los días de semana santa: el réquiem de mozart , en navidad: el oratorio de J.S. Bach y otras bellas obras para deleite de los vecinos, además de hacerse oír la misa en el exterior por los feligreses que no pudiesen abandonar su trabajo para asistir a la iglesia el día que tocaba.
Una vez que terminó de hablar, mientras arcadia, estupefacta, pensaba que nunca se le había ocurrido que pudiera ser sustituida por la deutschegrammophon y su filarmónica de berlín, el párroco se acercó al altar de nuevo, levantó brazos con las dos manos en forma de cruz y continuó con la misa....

Al terminar la misa, marcharon los feligreses, y se despidió del cura excusándose en que ella quedaba para recoger los cirios, reponer el agua a las flores, barrer la iglesia antes de marchar.

Al Terminar sacó las llaves y cerró el portón de la iglesia.
- Mis campanas, mis queridísimas campanas … - dijo. Al terminar siempre subía al campanario y desde allí tomaba un descanso y oteaba el horizonte viendo el vuelo de las golondrinas, las alondras o las cigüeñas, pero hoy, disgustada, no lo hizo .

Mientras regresaba para su casa, Arcadia iba pensando que si estuviese la policía científica de madrid que anduviera preguntando por aquí, les diría que investigasen al padre nuevo porque ella había llegado a la conclusión que el que decía ser el párroco nuevo no era realmente un cura sino cualquier extraño que había suplantado los hábitos y estaba practicando intrusismo profesional.