lunes, 30 de julio de 2012

Escaleras al cielo 19




En el pueblo Llevaban varios dias las cosas tranquilas. Los únicos visitantes que habiamos tenido eran unos estirados que decían que venían de madrid y que trabajaban en  el laboratorio cientifico de la policia nacional o algo así. Y que no pararon de hacer preguntas sobre el robo de los motores de la planeadora, ... Solo sacaron en claro que los aparejos rotos que aparecían en la lancha planeadora eran para la pesca del congrio, pero aunque se empecinaron en ello
tratando de relacionar los aparejos con la desaparición de aproximadamente dos metros del tubo de ventilación del local, que tuvieron que desmontar con gran difiultad los asaltantes, y el robo de los motores de la planeadora; no lograron descubrir que mensaje querían dejar y que significaba eso para las bandas del contrabando que operaban en el lugar.


 Al final se marcharon no sin regalarnos unos recuerdos que por un tiempo agitaron nuestra imaginación llenandonos de fantasías.

Así por ejemplo Xil de los cañones del rio de la ribera
se veía recogiendo una semilla del suelo y diciendo que esa era la pepita de una uva , y además que la uva era blanca y además que por el tamaño era uva de toledo y que había sido traida aquí en un trailer …


Quasimodo se apuntó a un curso de bandas latinas, a nosotros nos extrañaba mucho esa afición de repente por las bandas de musica, porque lo único que sabía hacer quasimodo al bailar era pisar los pies. - lo hacía hasta sin querer y siempre se estaba disculpando; daba tanta pena que supongo que por eso nadie quería bailar con él - . Más tarde se aclararía que no se refería a eso lo de las bandas latinas.

La abuela de los de la labrada que siempre se olvidaba de todo, pensó que si estuviesen los de la policía científica podría pedirles que le encontrase aquellas gafas que había perdido y que habían sido sus primeras gafas con las que había dicho que si a su marido, el abuelo de los de la labrada, y que siempre que las ponía le hacían ver las cosas diferentes por muy aciagas que fuesen. Pero después pensó que si alguien se daba cuenta de lo que habían cambiado las medidas de una finca que tenía cerca del rio, podían ser ellos y se olvidó de todo.

Y hasta yo, cuando se marcharon los de la policía científica, recuperé un novela vieja de agatha cristie para ser la reina de las pesquisas y por un cabo roto enterarme de todo lo ocurrido.

Arcadia era como la mama de madres and de padres, de aquella banda californíana, pero su pelo largo era negro y tenía más rizos, y sus pechos eran más generosos. Cuando tocaba el organo de la iglesia, en una boda o en una misa por un difunto rico como don Sebastían el cacique, que con sus noventa y seis años no paraba de protestar: – ¡ Que yo no me quiero morir ! - *
En las misas de difuntos siempre cobraba , porque era de mal gusto tocar gratis en las misas por difuntos. La voz de Arcadia se elevaba por las alturas mientras el sonido del organo, como subiendo por unas escaleras al cielo la trataba de alcanzar.

Los que iban a misa cuando la oian quedaban boquiabiertos escuchandola hasta que decian: - ya está, ya la alcanzó - , y en ese momento que parecía que los dos, musica y voz iban ir al mismo ritmo - el cura levantaba las manos y continuaba con la misa -

lunes, 23 de julio de 2012

La pesadilla 18 ( cuento para un niño triste )


El sisa, apartado de los demás, jugaba bajo la atenta mirada de marise, con un palo haciendo hoyos en la tierra de las jardineras que adornaban la plaza; mientras los demás niños jugaban con la pelota en la plazoleta del pueblo.
Su mama decía que su papa no quería ser marinero y que emigró, para hacer dinero en las minas de valencia * venezuela. Un día trabajando en la mina un derrumbe lo dejó enterrado a él, junto a ochenta mineros más. Y el sisa con la punta de un palo hacía huecos en la tierra, para enterrar las hormigas. Las hormigas a duras penas conseguían desenterrarse, pero él con el palo revolvía la tierra y las volvía a enterrar. Apareció una señora mayor, probablemente la abuela o la tía, o vete a saber, de algunos de los niños, el juego se detuvo, y después de hablar con ellos, finalmente les dio una peseta para golosinas y la señora marchó; no tardó en organizarse una expedición para la compra de caramelos.
En la plazoleta desembocaban tres calles, en el centro de la plaza había un crucero de piedra y trás el, por unas escalinatas separadas por unos durillos, se ascendía hasta un camino que conducía a la vieja ermita.
Los niños que quedaron sin sus compañeros se aburrieron de jugar a la pelota y empezaron a jugar al pilla, corriendo unos detrás de otros. 
Las golondrinas, queriendo imitarles, surcaban el aire por la plazoleta y se lanzaban por las callejas que terminaban en la plaza calle arriba, haciendo carreras como si fueran en pistas aéreas en el aire. entre las callejas las que recorrían volando haciendo carreras como si fueran en pistas aéreas en el aire.
 
Marise se acercó al sisa y le limpió un poco la tierra de los pantalones mientras le preguntaba porque no jugaba con los demás niños. El sisa con sus ojos grandes no paraba de mover el chupete queriendo decirle algo, y marise volvió a preguntarle porque un niño tan mayor andaba aún con chupete.
Fue entonces cuando el sisa se quitó el chupete y le enseñó el diente que se le movía,
Marise cogió de la mano al sisa y con su dedo comprobó el diente que se movía le tocó el diente que se le movía y contestó al mudo silencio :
- No te preocupes, a mi cuando me cayó un diente, mi abuela me mandó que lo dejara debajo de la almohada y a la mañana siguiente descubrí que la sirena de los dientes lo llevó por la noche dejándome  a cambio un lazito azul y un peine anacarado de regalo.
El sisa nunca había oído hablar del hada de los dientes ni tampoco del ratoncito perez y escuchó asombrado la historia de la señora blanca con pelo largo que venía del océano por las noches a recoger los dientes de los niños para hacer collares igual que nosotros hacemos collares con las conchas y las caracolas de la playa.
Y para calmar la agitación interior de ese niño preocupado, marise le dijo que prontamente le volvería salir otro diente más grande ia la vez que le insistió de manera especial en que no extraviase el diente cuando le cayera  - cuando te caiga el diente lo guardas en el pañuelo y por la noche lo metes debajo de la almohada y no te arrepentirás , ya veras como por la mañana te encuentras un regalo.
Al terminar marise lo llevó cogido de la mano para correr al pilla con los demás niños. Después de un rato corriendo, el sisa jadeaba y tuvo que guardar el chupete en el bolsillo para poder respirar. Se pasó lo que quedaba de tarde saltando y riendo, sin que nadie corriese detrás de él; soñando que volaba dando largos pasos como si fuera el gato con botas.
De regreso para casa se dio de cuenta que el diente ya no le molestaba. A la noche, el sisa estaba feliz, tenía de cena huevos fritos con patatas. Su madre se extrañó de la espontanea felicidad de su hijo después de lo callado que estuvo durante los días anteriores. 
Cuando le ponían el plato con los huevos y las patatas fritas en la mesa, el sisa levantó la mirada hacia su madre y le regaló una amplia sonrisa, entonces su madre exclamó - !Te ha caído un diente¡ -
El Sisa comprendió de repente que a pesar de sus esfuerzos para que no se supiese que un diente había empezado a moversele, no solo le había caído el diente sino que lo había perdido y no iba tener su regalo por lo que se puso a llorar desconsoladamente .

Le contó todo a su madre. Como hacía días había empezado a moversele el diente y como lo había estado ocultando por miedo a que le riñese... Al acabar de oir la historia de su hijo, la madre del sisa, enfadada, le dio unos azotes por tonto y lo mandó a la cama sin cenar.
En su habitación el sisa se tiró encima de la cama y como no tenía su chupete se metió el pulgar en la boca para buscar consuelo, y se quedó dormido
En algún momento de la noche cuando soñaba que su cama se levantaba volando y caía encima de un camión de bomberos y que los bomberos lo llevan a apagar un incendio dejándole tocar las sirenas del camión; las hormigas se vengaron de él y lo llevaron con ellas al interior de la tierra en donde se asfixiaban enterradas sin poder salir.
 
 mvf
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lunes, 16 de julio de 2012

el castigo de las brujas 17




Pasaban las dos de la noche y sus compinches, después de dejarlo a él, estaban en el otro extremo del recinto vallado apagando las farolas que alumbraban la parte posterior para poder entrar si ser vistos en el almacén donde se guardaba la planeadora que había decomisado la guardía civil y que ahora utilizaban para patrullar por la ria. El sisa, mientras tanto, aguardaba donde remataba el muro de la entrada y comenzaba la alambrada que rodeaba el almacén; se había escondido detrás de un camión esperando que los perros dejaran de ladrar. Los perros callaron y así que pasaron unos minutos desde el ultimo ladrido, `pudo ver que se apagó el último de los focos. Entonces salió de detras del camión arrastrando una escalera.  Se acercó a la valla métalica y la pasó sobre ella,  y usandola  subió hasta lo alto de la valla quedando sentado con sus pies suspendidos en el aire. La patrulla de la guardia civil, que con frecuencia rondaba con el coche alrededor del recinto, había desaparecido media hora antes después  de que una voz anónima por télefono denunciara al cuartelillo de la guardia civil que se estaban robando caballos en el monte y fue llamada para que fueran a investigar. 
Los perros seguían sin ladrar, entonces tiró de la escalera para arriba y la deslizó por el otro lado de la valla; después descendió hasta el interior del recinto.
Dejó la escalera acostada en el suelo, pegada a la alambrada de la valla y como una sombra sigilosa. encorvada, saltando sobre las puntas de los pies, corrió hasta el almacén  y al llegar se adosó a ella con la espalda y los brazos pegados la pared escondido por la obscuridad. Su respiración entrecortada era el unico ruido. Descansó un poco mientras el silencio llenaba la noche, después ayudandose de unas cajas subió hacia un ventana,  por la que pudo ver la planeadora en el interior.  La ventana tenía un enrrejado de hierro que la protegía, trató de quitarlo pero era imposible. Entonces, un poco más lejos, se fijo en que había una rejilla que protegía la entrada de una conducción del aire. Se acercó hasta allí tiró y tiró de la rejilla hasta que salió con un leve crujido. No tardó en estar dentro del tubo arrastrándose lentamente buscando otra rejilla por la que salir al interior del almacén y abrir a sus amigos la puerta del almacén. De repente el tubo se estrechó mientras descendía suavemente.  El calor empezó a ir en aumento. Trató de volver para atrás pero la superficie era demasiado lisa y empezó a resbalar hasta que  finalmente se quedó atascado. El sisa comenzó a sudar, no podía respirar y poco a poco  empezó a sentir como la presión se hacía insoportable.  El corazón le latía agitadamente, pensó que estaba en el interior del horno de una cocina y trató de gritar, de pedir socorro pero su voz se ahogaba en su garganta.  Sintió como le latían las sienes. Había fallado a sus amigos, y entonces se desmayó.

El sisa llevaba varios dias aterrorizado porque había empezado a moversele un diente y no se atrevía a decirselo a su madre porque tenía miedo a que le riñese.
Necesitaba decirselo a alguien y pedir ayuda , por desgracia al verlo tan taciturno su madre, una señora superprotectora, decidió que no fuera al colegio pensando en que estaría enfermo. Los dias iban pasando y el terror del sisa fue en aumento. Solo había encontrado refugio en su chupete que le servía de escudo improvisado a toda cuanta hostilidad le pudiera venir del mundo en que vivía.
Estaba en su habitación sentado en la cama cuando oyó los niños, que todas las tardes bajaban a la calle en la plaza del pueblo; había niños incluso más pequeños que él y veía como corrían a traves de la ventana del castillo en que vivía protegido : una vieja casa de pueblo, con su portalon de doble hoja, y un balcón de barrotes de madera cubierto por el tejado.
De repente se produjo un tremendo ruido de cristales y una pelota entró por la ventana rompiendo el silencio del castillo. El sisa se escondió detras de la cama pensando en que un ejercito de su madre no tardaría en llegar para enviar toda una sarta de improperios por la ventana rota contra el enemigo. Se hizó el silencio de nuevo, esta vez en la calle también, ni siquiera los pajaros osaban piar en el aire. Su madre no aparecía. El sisa sudaba agitando visiblemente su chupete y como nada pasaba oyó al cabo de un rato que el enemigo osaba volver a atacar de nuevo. Fuera, en la calle, alguien usando la aldaba, una vieja mano de bronce, golpeaba en la puerta.
Oyó a su madre y el crujir de los peldaños de madera cuando bajaba al portal.
Si no había venido a ver la ventana rota de su habitación que estaría tramando su madre – se preguntó el sisa -
El portón se abrió y asomando la cabeza por la puerta de su habitación oyó a su madre y a una niña hablando sin entender lo que decían. Mientras se mantenía la conversación el sisa repasaba mentalmente todas las iniquidades que su madre por la noche le había contado que los ogros y las brujas le podían hacer a los niños: encerrarlos sin comer hasta que mueran de hambre en una jaula tan grande como la de los grillos para después moler sus huesos y utilizarlos en sus pociones, asarlos en un horno de una casa de chocolate para comerlos y usar su grasa para sus pomadas, chuparle y extraerle la sangre desde el ombligo o el dedo gordo del pie, despellejarlos vivos porque los ogros como son medios sordos les encantan los gritos de los niños ... Sus ojos abiertos y su chupete balanceandose mostraban su estado de agitación y alarma. Finalmente oyó a su madre que desde la puerta de la calle le gritaba llamandole. 
Ese día su madre, como el sisa llevaba varios dias atemorizado y esquivo, aprovechò que la pelota de los niños había entrado por la ventana, y cuando fueron a pedirsela chantajeo a los niños diciendoles que les devolvería la pelota si llevaban a su hijo con ellos y lo cuidaban durante toda la tarde.
Marise que era la capitana fue la encargada del rescate de la pelota y bajo la atenta mirada de los demás niños que aguardaban escondidos, que un ningún momento había dejado de defenderla, regresó de nuevo al improvisado campo de futbol en la plaza, llevando la pelota debajo de un brazo y la cabeza del sisa, arrastrado a salir al mundo, cogida del otro. 


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miércoles, 11 de julio de 2012

Esperando a Godó.




Tengo una compañera que el marido es interino. Ahora su marido está en el paro, al acabar el verano no sabe si lo contrataran.
En la empresa se rumorea que en algún momento tendrán que hacer un ERE.
      y ella no sabe si le tocará.  
Tienen un niño y hasta ahora eran felices.





La gente empieza estar, muy muy muy enfadada y me pregunto:
¿ Cuando abriremos las puertas, para que toda esa indignación corra libre como la crecida del rio que limpia y arrastra al fondo del mar toda la basura acumulada ? .
PD. -  por favor  copiarlo y enviarlo, de manera anónima a vuestras amistades. - 

lunes, 9 de julio de 2012

la misa 16


El caso es que el marido de una vecina que no creía en la oración entró de repente en el dormitorio de su casa, y el cura, como el armario estaba lleno, salió por la ventana con tan mala fortuna que resbaló y cayó rompiéndose el cuello. Deja cuatro desconsoladas viudas y cinco sobrinos y un montón de deudas desatendidas.
La sagrado,  fue una de las primeras en enterarse de la nueva situación. Llamó a quasimodo y le dijo: - Tu tío a muerto -.
- ¿ y como fue ?- , preguntó quasimodo.
- Parece ser que estaba corriendo detrás de una gallina y tuvo una mala caída -

El día del entierro, aunque hacia frio, vinieron un número importante de vecinos a dar la última despedida . También de otros lugares porque la misa la iban oficiar siete curas que se encargaban de las parroquias vecinas y que conforman lo que ellos llaman la tabla para oficiar cuando despiden a uno de los suyos.
Como es habitual los vecinos comenzaron a llegar media hora antes de la misa . Porque entre los saludos de los asistentes se hacen los intercambios de pareceres, contando todo lo que había ocurrido en los distintos lugares, fuera interesante o no, desde la ultima vez que nos vimos.

No podían faltar las autoridades, no por ser creyentes, que sus obras lo aclaran de inmediato, sino por pura hipocresía para que los viéramos los asistentes al entierro . Y allí estaba la concejala haciendo alarde de su cinismo, rodeada de los vecinos más necesitados , quienes aprovechaban para reclamarle sus necesidades de alumbrado publico, alcantarillado, cuidado de los caminos ... o un hijo que es tonto y que hay que buscarle trabajo.

Ya el vocerío parecía competir con el lento tañir de la campana a difunto, cuando llegaron los siete curas que se encargaban de las parroquias de la comarca, a oficiar misa. Entraron a la iglesia, y con ellos los vecinos. La iglesia se abarrotó enseguida. Fuera quedaron , los que aún les faltaba por contar y los fumadores.

Cuando estaban los oficiantes en el altar llegó don jesus. Se abrió un sendero por entre la gente intransitable, y entró por el pasillo central y se situó en los primeros bancos donde enseguida le hicieron sitio,. Un silencio se hizo en la iglesia, tal era su condición y el respeto que le tenían.
Don jesús era cura también , pero no vestía los hábitos. Vivía como un ermitaño en una casa vieja, con tierras, lejos de aquí, y se acompañaba de gente de malvivir y de drogadictos que la gente no quería tener cerca, y mientras ellos , sus invitados como el les llamaba, le atendían la huerta y los animales, don jesús les ayudaba a salir adelante y les enseñaba a comulgar con el pan de la tierra y el sol de la montaña.

Comenzó la misa de cuerpo presente y llegó el momento de hablar del muerto, que como según se dijo: tenía un largo oficio con el que atendía a la feligresía - , Y fue en ese momento en el que más lloraron quienes le conocían.
El difunto, cruzaba sus brazos juntando sus manos en el pecho, debajo de las que había un rosario.
En la cabecera habían puesto un gran cirio pascual, con un lazo morado y con el calor empezó a exudar un liquido lechoso y pegajoso de la cera. La feligresía al percatarse del hecho, lloraron más desconsoladamente.
Bajo del dintel de la entrada a la iglesia el humo del tabaco de fuera se mezclaba con el del incienso.
Los otros detalles fueron los comunes de cualquier entierro.
El día pasó y todos los asistentes marcharon pendientes de lo que se pudiera saber, porque después de treinta días de luto vendría un nuevo cura y como el entierro había sido en jueves solo quedaban tres días para que enviasen a alguien a oficiar la misa del domingo y circularan nuevas noticias.

Al cabo de un mes y como los que llevaban las parroquías vecinas no estaban interesados,  llegó el nuevo cura . Era un hombre alto y delgado con una gran sonrisa y unos ojos grises.
Venía en una viejo citroen y bajaba saludando a los vecinos,
estiraba su mano para saludar y decía: - encantado de conocerle , espero verle por la iglesia el próximo domingo - con un acento extraño y argentino: - hola... tu eres ... encantado de conocerles , espero verles por la iglesia el próximo domingo -
- hola ... tu eres ... próximo domingo - insistía.
Pero para sorpresa de los vecinos , unos días después, también aparecieron unos carteles pegados por los árboles y en algunas puertas de cuadras viejas que llevaban tiempo sin abrir,
que decían :

El próximo domingo se oficiará una misa en memoria del anterior párroco. Realizará el rito sagrado el nuevo cura párroco: - con letras grandes y en negrilla - . " don pelayo ",  quien se dará a conocer en ese día a todos los vecinos.

Llegó el domingo.  El nuevo cura, después de decir la misa y salir las ancianas de la iglesia, y las cuatro viudas y los cinco sobrinos, salió a  despedirse de los asistentes en el atrio de la iglesia .  Mientras la gente se alejaba por el camino, decidió que había que cambiar la vieja campana del campanario y sustituirla por una campana eléctrica con megafonía ,  que de paso, ya que el pueblo era sordo, haría oír la misa por altavoces a todos los vecinos.




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lunes, 2 de julio de 2012

los recados 15





El sisa se estaba mirando en el espejo.Cogió el peine y comenzó a estirar el pelo de un lado de la cabeza para el otro para cubrir así la calva, que brillaba desde la frente al cogote.

Después cogió el tubo de laca de su madre y comenzó a girarlo como un satélite, alrededor de su cabeza despoblada, apretando el pulverizador.
Una espesa y pegajosa niebla se convirtió en la momentánea atmósfera de ese planeta inhóspito.
Cuando terminó soltó el tubo de laca depositándolo en la repisa del lavabo. Miró para el espejo de nuevo y empezó a atusarse, comprimiendo esmeradamente el escaso pelo que tenía a los lados de la cabeza, mientras el planeta en clara rebeldía con su atmosfera invasora empezaba a despejarse poco a poco.
 
Finalizada  toda la operación se abrochó la camisa rosa que había puesto, y se arremango cuidadosamente las mangas destapando sus brazos delgados y peludos.
Mirándose para el espejo empezó a danzar ladeando su cuerpo para los lados para verse mejor como había quedado; detrás de él se veía desde el espejo la toalla sobre la bañera y la cortina de la ducha.
 Juzgó que ya estaba lo suficientemente bien para salir de casa e ir a ver a sus amistades. Entonces se abrió la puerta del cuarto de baño y entró su madre.

Llamaron los de la batea-, Le dijo - Dijeron que estas castigado en casa sin salir y que estoy encargada de custodiarte y vigilar que cumplas su recado –
La madre esperó que su hijo la mirase y después arrancó de nuevo - Otra cosa. También dijeron que de parte de “ tu Madrina “, que quiere verte- añadiendo - Y de paso que vas, le lleves unos tomates y unas ramitas de orégano; que va hacer unos macarrones -.


y ya que su hijo había quedado paralizado al oír el recado, la madre aprovechó la ocasión y continuó, llena de orgullo por su encargo de vigilancia encomendado: - No marches sin hacer la cama y dejar la ropa sucia recogida para poner una lavadora, y cuando vuelvas te cambias que hay que matar una gallina y desplumarla - .

Por la mañana mi padre decidió llevarme al pueblo en coche y darme una lección.
Así que llegamos a un semáforo en rojo mi padre me dijo silenciosamente, echándome una amplia sonrisa: - Te vas enterar como se conduce por el mundo adelante-

Se metió por la acera derecha y mientras los adelantaba con el coche dejó a todos pasmados, haciendo la cola, esperando que cambiara el semáforo a verde.

Yo abrí los ojos con asombro al ver lo que hacia mi padre y al ladear la cabeza, mirando para otro lado para no cruzarme con las miradas de los atonitos vecinos, desde la ventanilla divise al sisa cumpliendo su encargo, que al verme saludaba con la mano a lo lejos.