martes, 29 de noviembre de 2016

no son como nosotros 1º


Las zarzas esperaban a la salida de misa, sentadas en el banco que hay frente a uno de los lados del crucero de la iglesia,  y según iban pasando las vecinas iban sacando algo de la vida de cada una.

 Está, que si no se hablaba con la vecina porque es sobrina de la otra, que una hija de la otra se había acostado con el novio de su hija.
La otra que había heredado cuando falleció la mujer que cuidaba en su casa y la hija de Madrid la ponía a caldo por haberla dejado sin herencia, pues que se creía con más derecho por ser la hija.
Aquella que su padre le había dado un ictus y tuvo que dejar de trabajar, y su marido la dejó sola en la estacada, con el padre y tres hijos.

y así la gente que pasaba entre el banco de las zarzas y el crucero del campo de la iglesia, regresaban con su responso, que cada semana se actualizaba con algún dato nuevo o algún cambio de la situación, en la memoria colectiva de las tres ancianas.

Un día la gente acordó regresar por el otro lado del crucero.

Pero el banco no tardó ni dos misas en cambiar de sitio y fue trasladado al nuevo lado por el que se regresaba ahora al salir de la iglesia

- ¡Es que aquí da mejor el sol! - dijo una de ellas.

La gente pudo haber vuelto a tomar el otro lado del crucero,  despejado de los comentarios de las zarzas.

¿Pero y si después las zarzas, que eran capaces de todo, volvían a molestar al alcalde para que le cambiaran de nuevo el banco del crucero?

Entonces vino la luz: no es que las zarzas fueran cotillas, es que de alguna manera "nosotros" tenemos que enterarnos de lo que pasa en el pueblo, y las zarzas nunca hablaron ni mal ni bien de nadie, solo registraban en su memoria y daban fe de la vida singular de cada cual en el pueblo para aprendizaje de los demás, aunque a veces hubiera errores.

Así que los vecinos no hicieron más que aceptar la nueva posición del tiradero de las zarzas:

- Es que las ancianitas, donde está el banco ahora, les pega el sol y están mucho mejor.




miércoles, 16 de noviembre de 2016

Final de la tia la rica 3

Los lobos obligados por el hambre recurrieron a la siguiente estrategía: la loba, que estaba en celo, aprovechando la luz de la Luna llena, había bajado del monte a beber al rio y después se paseó alrededor de la granja hasta que su olor llegó al  mastín que guardaba el rebaño, haciendo que este abandonase su custodía para ir tras el fuerte olor de la hembra. Cuando el rebaño quedó sin  vigilancia; los tres lobos, un macho y sus dos hijos, que aún no habían cumplido los dos años para alcanzar su mayoría de edad; entraron en la hacienda y mataron seis ovejas y un potro recien nacido. Al saciar su voraz apetito, volviendo de regreso al monte, en plena noche, les atropelló un coche, dejando malherido al jefe de la camada y matando a uno de los hijos.
Por la mañana corrió la noticia de los lobos, junto a la muerte del Xan, un hombre que vivía solo y que apenas recibía la visita de un sobrino que tenía en la ciudad. 
A Xan lo descubrió muerto, a primeras horas del dia, una vecina que le llevaba el pan; una barrita pequeña que le compraba cuando llegaba el panadero con la furgoneta dando bocinazos a la entrada de las casas, y que le lavaba la ropa una vez a la semana. La señora dijo que durante la noche el difunto se había afeitado y aseado; se había cambiado su ropa interior, poniendose una muda limpia y había dejado al lado de su cama, colocado en una silla, para que lo vistieran, el traje negro que guardaba en el armario para las ocasiones, como si estuviese avisado de antemano que le iba a visitar pronto la muerte.

Trás el accidente en que falleció el sobrino de don Sebastián, a traves de la exhumacion de los restos de sus progenitores, se pudieron hacer las pruebas de ADN con las que se demostró la paternidad del sisa.
 La tia la rica tuvo que darle parte de la herencia de su marido; y con las pocas propiedades que le quedó, y la pensión de viudedad se fue sumiendo en deudas. 

La tia la rica acabó atribuyendo el reconocimiento de la paternidad de don Sebastián, del Sisa, a una venganza del santo. Las malas lenguas decían que San Antonio se había enfadado con ella molesto con los pufos que le metía por que siempre andaba empufada con él, con deudas de dinero de cirios y misas de favores que le pedía que nunca le pagaba.

 - ¿No se como voy hacer para pagar las misas que le debo a San Antonio por que este mes viene el recibo de la luz?
  
En sus últimos años la tia la rica dejó de ir a misa y de ser devota de San Antonio. Las amistades no duran eternamente.



¿Y para que quería el sisa el dinero?. Bueno, el sisa es la persona del pueblo menos indicada para ser rico, y así, mientras todos en la comarca fueron llevados a la ruina por el director de un banco sin escrúpulos, que les vendió un producto financiero ideado para quitarles sus ahorros, él se volvió más rico por falta de codicia.





                                       colorin colorado este cuento se ha acabado.



mvf.


martes, 8 de noviembre de 2016

La mancha





Me levanté temprano porque me esperaba un día aterrador. Mi madre está de viaje y yo he quedado encargada de la casa y de mi padre.



Me vestí; me puse dos trapitos y un bolso grande de mano, tapa-defectos y salí de compras.
Cuando regresé mi padre se estaba levantando.
Aprovecho que se levanta:
- ¡Pa!, ¿porque no sales y me vas comprar algo de fiambre para la noche?
Se lo digo para quitármelo de delante y no verlo en toda la mañana mientras hago la limpieza de la casa, que el fiambre ya lo pude haber traído yo con la compra.
Mi padre desayuna y sale. Regresa al cabo de una hora.
 Me fijo en su camisa:
 - ¿Y esa mancha?
Pone cara de asombro mirándo de reojo para la camisa.
El caso fue como sigue:
Que en la charcutería le dieron, para elegir, a probar el chorizo, y claro no le pusieron vasito con la tapa. Así que tuvo que pararse a tomar un vino antes de regresar y calmar la langrina*  mareo o sensación de vacío del estomago cuando se abre el apetito, no figura en ningún diccionario.


que le produjo en el estomago la tapa de chorizo, a palo seco, de la charcutería. De ahí, a las once de la mañana, su aparición en casa con la manchita de una gota vino tinto que le cayó encima de la camisa .
 - ¡Quita la camisa, que te limpio esa mancha!
Gruñe. Desaparece. Al cabo de un rato regresa vestido unicamente con la camiseta de debajo y me da su camisa.
-Toma. No es para tanto - me dice.

Le hecho quitamanchas, paro la lavadora que estaba en marcha con las sabanas de las camas, y cuelo la camisa dentro. Las mujeres entienden perfectamente lo que digo, la otra parte del genero humano no.


La lavadora termina con un centrifugado, se para y empieza a pitar que ya acabó. Cuelgo la ropa en el tendedero de la huerta. 


Después quedo un rato en la huerta, cojo una lechuga y unos tomates; de regreso a casa la camisa ya está seca, como es verano la ropa colgada seca en un santiamén, la recojo y la traigo conmigo para casa.


Dejo las hortalizas en la cocina y la camisa la pongo encima de una silla que mi padre tiene en su habitación, utilizando su respaldo de perchero. Cuando aparece, de no se sabe que estaba haciendo, sube a su habitación y baja con ella puesta para salir de nuevo.



Me hace el peloteo antes de salir :
 - ¿Marise como hiciste con la mancha para que desapareciera en un santiamén?



Menos mal. Podría suponer que las manchas desaparecen per se, por que  la camisa que compró en la feria esta hecha de tejido plástico come-manchas.

El ruido de la puerta de la casa al cerrar da fe de que acaba de salir.
 
Mediodía:
El reloj aún no ha dado las dos y media y mi padre regresa con la mancha para comer. No es la misma, pero igual que los chinos se parecen todos, las manchas son todas iguales.

- ¿Y esa manchaaaaaaaaaaaaa .... ? - prolongo la a para que se entienda el tonillo con que lo dije.


Mi padre se explica:

Esta vez fue la tapita de callos que tomó con su amigo el médico antes de regresar a casa.
Hablaron de la viuda del que fuera conserje del ayuntamiento; y la mujer, como estuvo casada dos veces no se explica por que no puede cobrar dos pagas de viudedad. Una injusticia; con lo que tenemos que aguantar nosotras.  
 
Mi padre no sabe como fue que le cayó la gota de aceite de los callos en la camisa mientras comentaban el caso.
 El pimentón debía de ser de la Vera. Mi padre al darse de cuenta de que le había caído una gota de aceite trató de limpiarla con la mano y la extendió más.
- Total, una manchita de nada es igual - dijo mi padre
- ¡Trae para aquí. Quitate la camisa para que la lave de nuevo!. ¿O quieres que piensen mal de nosotras?

Como tengo más ropa pongo otra lavadora y lavo la camisa de nuevo, y al terminar de comer cuelgo la colada en el tendedero de la huerta. Es verano y tal...

Después de la siesta la camisa ya está seca.



  - el trabajo que nadie valora de las mujeres. 



Son las seis y terminó la roncada que salía desde la habitación de mi padre.

Se oye el timbre de la casa. Vienen a buscar a mi padre por que van...


No se sabe donde van que van, porque cada vez que pregunto me responden, él y sus amigos, con evasivas y  lisonjas.


-  Marise. que buena moza estas echa, y tal ...


Mi padre acaba la conversación con un:


 -Bueno Marise, hasta la noche no vuelvo - me dice.

¿Y donde habrán ido? -  me quedo con la duda toda la tarde.


Suena el teléfono. Lo cojo. Al otro lado se oye que hablan:

- ¿Si?- digo. Espero respuesta - ¿SI?
Al otro lado continua la conversación, miro el número de quien llama. Es mi padre que debió de llamar sin querer. Pego el oído para escuchar mejor lo que dicen entre ellos; mi padre se oye mejor lo que dice puesto que él lleva el teléfono en el bolsillo.

- Yo en mi casa, soy como el ordenador "IBM" - se oyen risas.

- " y ve me" a comprar el fiambre , "y ve me" a cambiar la bombilla del cuarto de baño, que se fundió, "y ve me" ...  Se siguen oyendo risas.
 Sonrio y sigo con el oido puesto.
- Y mi hija Marise igualita que la madre. Solo se parece en mi que a los dos no nos gustan los hombres.

Que gracioso mi padre. Cuelgo el teléfono, no vaya oír de más.


Continuo con mis cosas. Osea, las de la casa, que no son mías pero las mujeres, incluidas las que no quieren ser mujeres, hablamos así desde que nacemos - aclarado para que se entienda que no me gusta.


Llegado el anochecer he terminado todo y la casa está como una patena. *
Plato pequeño de oro u otro metal en el que se coloca la hostia durante la misa.



Cuando me siento en el salón para ver la televisión oigo que que alguien llama en la puerta.

Me levanto y voy abrir la puerta - Algo pasó, que no es normal que alguien venga a llamar a estas horas.


Abro la puerta y está mi padre que se olvidó las llaves.


- Pasar - les digo. Regresan juntos mi padre y la mancha.


Cenamos todos en armonía.


Después de recoger la cocina y antes de irme a la cama, lavo la camisa a mano para que este seca por la mañana.




Al levantarse mi padre, ni se sorprende ya de tener la camisa limpia, ni se preocupa de decir nada más, ni yo pienso en mostrarle que me preocupa.


Se pone la camisa y  entra en la cocina para desayunar.



Lo dejo solo desayunando; le oigo desde mi habitación y enseguida regreso para ver lo que está haciendo y la mancha sigue ahí en la camisa de mi padre.

La mancha fue ahora que revolviendo con la cucharilla en la taza, el café se derramó en el platillo y claro al coger la taza con el culo mojado,  pinga  ...  

         
Le grito:
 - ¡A ver. Si quieres llevar una mancha te coso una codera en el pecho!

 Amigas, el producto de limpieza, quitamanchas Dalmata, el que tiene un perrito blanco en la etiqueta, lo recomiendo para que elimineis de la ropa todo tipo de manchas pero tener en cuenta que en vez de durar para un mes, se termina en dos días.
 Un asco de obsolescencia.



mvf.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

La Santa compaña - final de la tia la rica 2



Al oir estás palabras don Sebastián, desafiante y orgulloso, gritó a las animas del cementerio:


 - ¿Y quien de vosotros se atreve a presentar a don Sebastián de la casa grande, el cacique de toda la comarca?

Una anciana, que encabeza la procesión de las animas portando una lampara con luz mortecina, le respondió:

- Todas las animas han de venir acompañadas por alguien de la Santa Compaña que la presente y diga una buena obra suya, para que votemos si lo aceptamos en la procesión. ¿Donde está la tuya?.

Se hizo el silencio; el mismo aire, que apenas movía las ramas de los cipreses, se detuvo un instante, para oir que alguien dijese alguna buen acción.

Entonces don Sebastián señaló al anima de un hombre que en vida había había trabajado para él al cuidado de sus ovejas.
- ¡Tu, llevabas mis ovejas al monte. ¿No tienes nada que decir de mi?


- Solo recuerdo cuando iba a cobrar el excaso jornal que me pagabas, con el que apenas podía alimentar a mi familia, y excusándote en que te faltaba alguna oveja  me echabas de tu casa amenazándome con hacerme prender por ladrón por la guardia civil.

- Tu vivias en una casa de mi propiedad y trabajabas mis tierras - señalo a otra anima de la procesión - ¿ no te acuerdas de las veces que iba a verte a tu casa?

- Solo recuerdo cuando venias para llevar todo lo curado de la matanza y solo dejabas para nosotros el tocino con el que hacer las gachas para matar el hambre yo y mi familia.

-¿Tu eres Antonio el del reloj de piedra?
-Si, yo soy Antonio. Perseguido por la guardía civil, a quien les mentiste para que me prendieran, entré en el campo santo y  me escondí en el pozo, y ahí me ahogue.

-¿Antonio, tu me podrás perdonar y hablaras alguna cosa buena de mi?
Tu me hiciste matar por que yo que era el mayoral de tu hacienda y quería que cada familia del pueblo recibiese una parte a partes iguales, en el reparto del monte comunal; y tu querías que el monte fuese para los que tenían capital y hacienda.


Volvió a señalar don Sebastián, ahora era a la mujer de la procesión:
 - ¿Tu serviste toda la vida en mi casa, alguna cosa buena podrás contar?


- Solo recuerdo todas las veces que nos gritabas desahogándote de tu mal humor y las burlas hacia mi persona, cuando me volví torpe y vieja, para provocar las risas de las visitas- ¿No recuerdas que después de servir toda una vida en tu casa, al final me echaste a la calle y estuve mendigando por las calles, hasta que fui recogida por unas monjitas que me llevaron a morir en paz en el asilo de la caridad? 

Y así las animas rehusaron aceptar en la procesión, a don Sebastián, el cacique que no se quería morir, y le obligaron a darse media
vuelta, para regresar al fondo del océano donde, ordenado por la tia la rica su viuda para que nadie pudiera hacer el análisis de sangre que determinara la paternidad de algún hijo bastardo, los ladrones que robaron en su tumba en el cementerio tiraron el feretro con su cuerpo.





mvf.