martes, 30 de septiembre de 2014

Que haces en mi cabeza 3








       - ¿Bueno, entrando en materia, tu sabes algo de mi marido y sus andanzas misteriosas de estos días?

       - ¿Que lleva unos días de salidas misteriosas?. ¡Dolores de Marise, que cada una tiene que aguantar al suyo!  Si pensé que no lo iba echar de mi casa. Esos dos chapuceros – refiriéndose a mi padre y al herrero – estuvieron estos últimos días sin salir de mi casa, haciendo de mecánicos, y dejaron la huerta hecha una cacharrería.


       - ¿Como?

       -  Por lo visto como decidimos comprar un coche nuevo y mi marido tenía que entregar el suyo para el desguace, y como los coches son iguales hasta de color, decidieron antes desnudar a un santo para vestir a otro, y pasaron media semana encerrados en mi casa para quitarle las cuatro puertas y el capó del coche que íbamos entregar para ponérselas al coche de tu marido.



A mi madre se le fueron encendiendo los ojos de ira acorde con lo colorada que se iba poniendo  mientras iba escuchando toda la historia que le contaba la herrera.



        - A punto estuve de llamar a tu casa para que vinieras a recoger a tu marido y lo vieras tu, que tuvieron las puertas de los coches durante varios días plantadas en la huerta que parecía que iban enraizar en la tierra como las calabazas...



Se resolvió el misterio y llegó el final de la película.



La hora de la cena no fue como la de la comida, cargada de misterio, el ambiente estaba frío, y la sopa hirviendo. Con la primera cucharada de sopa mi padre se abraso por dentro la boca y se le subieron los colores de la cara llegando el ardor hasta las cejas. La cena continuo rápidamente, entre un tenso silencio que cantaba de plano que se había descubierto todo el percal del coche, y nosotras dos, enmorradas,  mirando si había alguna mosca para atizarle con el matamoscas. Y mi padre cenando sin levantar la cabeza del plato, mostrando un obligado arrepentimiento sin cuartel, con una expresión de dolor en la cara y lagrimas asomándole a los ojos.

Viéndole dudaba si además de la sopa hirviendo, a mi madre se le habría caído el salero en los calamares del mediodía que le habíamos recalentado para la cena.



Al terminar de recogerse el último plato, mi madre le espetó a mi padre: - Pues ahora si quieres eso por la noche – mi madre siempre se refiere a eso así –, vas tener que ir a buscarlo fuera de casa durante una buena temporada.



        - Vaya cosa que tienes, ahora voy ir a pagar fuera teniendo en casa.

 Mi madre escuchó a mi padre sin decir nada y le respondió:

       - Ya estás mirando para hacer un viaje a Italia, que tengo que hacer unas compras.

Después de decir esto salió de la cocina. 

Entonces mi padre levantó la cabeza y me dijo:
- Marise, ya se que estáis disgustadas conmigo por lo del coche pero lo hice por que tenía pensado comprar otro coche, como el de mi amigo el herrero, y tenía pensado poner a tu nombre el coche viejo para ti.

 
 Al guardarse la sartén debajo del mueble de la cocina se dio por terminada la hora de la cena:


¡Oye, Marise!  ¿Y tu que haces dentro de mi cabeza?.



mvf.

martes, 23 de septiembre de 2014

Que haces en mi cabeza marise 2




La pista del herrero obtenida en el guiso de los calamares quedó en el aire durante la tarde.
 - ¿Qué, mama, y si vamos a dar un paseo y de regreso a ver si pillamos a la mujer del herrero para preguntarle si sabe algo?
 Mi madre asintió y dijo que para encontrarnos con la mujer del herrero lo mejor era que fuéramos cerca del río, que estos días la herrera llevaba a pastar las ovejas a una finca próxima a una nuestra.
No tardamos en arreglarnos para salir. Estábamos inquietas y nerviosas como esas detectivas de las novelas que no paran de dar vueltas por la casa hasta que encuentran un hilo con el que desmadejar el ovillo. Nosotras teníamos el hilo: la pista del guiso de los calamares, y no íbamos a parar hasta que quedara todo al descubierto. 
Lo otro, como quien no quiere la cosa, fue apostarse en el camino y allí sentadas las dos sobre unas piedras, oyendo a los pájaros alborotar con sus trinos y disputas entre los árboles, madre e hija esperamos el regreso del campo de la mujer del herrero para interrogarla.
Al cabo de un rato vimos aparecer el rebaño de ovejas de pastar la hierba y un viejo perro que vigilaba que no se dispersaran en el camino; detrás de ellos venía un coche, un cuatro latas de color blanco, destartalado, conducido por la mujer del herrero, empujando la comitiva.
Le hicimos unas señas dándole el saludo con la mano que era igual que darle el alto.
Ella nos vio y paró al llegar a nuestro lado. Asomó la cabeza por la ventanilla:
- ¡Qué, dando un paseo las señoras !
- Si. Por aquí vamos dando un paseo y nos hemos parado un poco a descansar. Después de tener todas las cosas de la casa hechas nos dijimos: habrá que dar una vuelta. Los días están muy bonitos pero se ve que ya disminuyen y se hace antes de noche. Estamos a mediados de septiembre …
- ¿No querréis comprar un cordero para un asado?
El perro, un chucho de media altura con pelo largo, rudo, de color pajizo, y protector de sus ovejas, que se había detenido para olisquear nos, al oír esto mostró su enfado y empezó a correr alrededor del rebaño, dando ladridos para que no se parasen  las ovejas y llegasen a casa lo antes posible.
-¡No!. Solo queríamos hablar de nuestros respectos.
- ¿De nuestros respectos, o de ellos?.
- "De ambos los dos".


mvf.

martes, 9 de septiembre de 2014

Que haces en mi cabeza marise.





- ¡Pum. Pum. Pum!
- ¿Quién es?
...
 Ah, Marise...  pasa, pasa...
 - Como te va?
 - Estaba por aquí y me dije, ahora que te has sentado delante mía te voy a contar una historia.

Tras unos días de salidas misteriosas mi padre apareció una mañana con el coche limpio; tanto que en un primer momento de sorpresa de los que vivimos con él, pensamos que había hecho un derroche de dinero y había ido al lavadero de los coches de la gasolinera y no al que hay al lado de la fuente del rio, donde se junta de cháchara;  en los días anteriores a fechas significadas como las fiestas del santo de algún pueblo, o a la misa del cabo de año de algún difunto; cuando hay más gente lavando el coche en el rio ...  y cuando está próximo el turno a su coche marcha diciendo que se le ha hecho tarde o que le acaba de surgir un imprevisto.
Nosotras no preguntamos nada por las salidas misteriosas que había estado haciendo esos días y hasta nos alegramos que saliera, por la tranquilidad que queda en la casa durante su ausencia, pero al ver el estado de limpieza del coche, que por lo menos se compró antes de que naciera yo, nos dejó bastante mosca.
- ¿Y ese coche que hay ahí fuera, de quien es?
- ¡Vaya, que milagro lavar el coche!
- ¿No nos estarás escondiendo algo?
Mi padre nos miró, y respondió -  Va haber que cerrar las ventanas de la calle que parece que comienza a hacer frio.
La cosa no quedó ahí y las preguntas continuaron, mientras improvisábamos una limpieza sorpresa alrededor de él.
 - ¿Y ese lavado de coche... es que vas de faena, o es que tienes pensado darnos una sorpresa?
- ¿Es que hay fiesta en algún sitio?

           - Voy a tener que ponerme un abrigo de invierno para estar en casa - respondió mi  padre ignorandonos.

A la hora de la comida mi madre volvió de nuevo al ataque:
- ¿Qué, nos vas... llevar a algún sitio?
- ¡Si vamos ir algún sitio avisa con tiempo que nos tenemos que arreglar!

 Nuestro acoso parecía ir haciendo mella en mi padre que ya se veía un poco aburrido 
 - ¡Dejaros las dos de pamplinas que la comida va estar fría!
  - ¿A la noche hay que prepararte la cena o tienes pensado salir tu solo... ?

Sorbiendo la cuchara de sopa - ¡Ya está fría la sopa!

La cuchara de mi madre le apuntó amenazadoramente  - Pues te levantas y calientas la sopa en el microondas y no metas el plato con la cuchara dentro, que tú ya se sabe.

Mi padre es muy obediente y por no levantarse a meter en el microondas el plato con la cuchara dentro, se termina de comer la sopa. El último sorbo de la cuchara nos avisa de que ya terminó.
Se hacen unos minutos de silencio que da tiempo a que todos acabemos nuestro plato de sopa.

Me levanto para recoger los platos hondos de la sopa y servir el segundo plato. Hay guiso de calamares con patatas cocidas, que prepara exquisitamente mi madre.
- Seguro que a ti te pico el coche de segunda mano que compró el ferreiro* herrero.
- ¿Y qué hizo con el coche que tenía que era igual que el tuyo?
- ¿No le habréis cambiado las matriculas a los coches?
-¡Otro qué es como tú!
- Menos mal que el guiso está más caliente que la sopa, ya creí que iba comer frio hoy. 
 Al oír esto, las dos quedamos pensativas y la comida discurrió sin más incidentes.
Ya sabíamos que íbamos por buen camino.