viernes, 22 de noviembre de 2024

La casa del rio susurrante 3 FINAL

 Cuando finalmente despertó, Mamadour se encontró en una habitación oscura y fría. Las paredes estaban cubiertas de sombras y el silencio era abrumador. El pánico lo invadió al darse cuenta de que había caído en una trampa. Intentó moverse, pero pronto se dio cuenta de que estaba atado a una silla y comprendió que debía mantener la calma si quería salir de esa situación. Respiró hondo para serenarse y trató de recordar cómo había llegado allí y quiénes eran sus captores.

Recordó como se había desviado de su ruta habitual  y que había tenido que parar al empezar a echar humo el motor de la furgoneta del reparto del pan. Como empezó a andar, y se adentró en el camino del rio que apareció ante él, tratando de encontrar un atajo para acercarse al pueblo en busca de un mecánico.  Recordó la casa cercana con la puerta entreabierta. La mujer de aspecto amigable que le sonrió cálidamente y le invitó a entrar, para usar el teléfono ...

 —¿Te gustaría tomar un café mientras esperas? preguntó con una sonrisa que le era familiar.

A pesar del polvo y las telarañas el interior de la casa era acogedor, decorado con mueble cómodos y el aroma agradable que provenía de la cocina. Mientras esperaba para hacer la llamada la mujer le ofreció un café.

Mamadour asintió, pensando que no había nada de malo en disfrutar de una bebida caliente antes de hacer su llamada. La mujer se movió rápidamente hacia la cocina y regresó con una taza humeante. Tomó un sorbo y notó que el sabor era extraño, pero no le dio mayor importancia. Entonces comenzó a sentirse mareado. El rostro afable de la mujer se desdibujaba en su mente. Comenzó a sentirse mareado y pronto todo se volvió borroso. Antes de darse cuenta, la oscuridad lo envolvió y perdió el conocimiento.

 Cuando Valería se despertó su madre la llevó a la habitación del sótano donde tenía secuestrado a Mamadour

—¿Quién es este? —preguntó Valeria, sorprendida, al encontrarse con una sorpresa inesperada: un hombre desconocido dormía atado en una silla

—No tengo idea —respondió la bruja con una sonrisa maligna —. Pero parece que ha encontrado un lugar cómodo para descansar

—Es negro como el color de las raíces del nogal —dijo Valeria a su madre.

 —¿Y si lo secuestramos? —sugirió la bruja en tono juguetón—.

Valeria se rió ante la idea absurda, pero pronto se dejó llevar por la locura del momento.

—¡Vamos a hacerlo! —exclamó.—Podríamos hacerlo vivir con nosotras y así tendríamos compañía

Así que, cuando el hombre despertó confundido y desorientado, se encontró rodeado por las dos mujeres con sonrisas traviesas.

—¡Buenos días! —dijo Valeria—. Bienvenido a tu nuevo hogar. Te hemos secuestrado.

 Mamadour, al ver la chispa en los ojos de las mujeres y sentir su energía contagiosa, decidió seguirles la corriente y no llevarles la contraria

 Por la noche la bruja se introdujo en la habitación del sótano, donde dormia Marmadour, para satisfacer su apetito carnal.

 Con un hechizo antiguo, la bruja se transformó en la imagen de la mujer que Mamadour había dejado atrás en su pueblo natal, una figura que había habitado sus sueños y recuerdos durante años. Era hermosa, dulce y llena de vida; era la misma mujer que tanto anhelaba. Se acercó a él sigilosamente y, con un suave susurro, lo envolvió en un profundo sueño placentero.

Cuando Mamadour despertó, se encontró en un mundo onírico donde todo era posible. Allí estaba Mariama: la mujer de sus sueños, sonriendo con ternura. Sin saber que era una ilusión creada, sintió una oleada de felicidad al verla nuevamente. La bruja lo miraba con ojos llenos de complicidad mientras le rodeaba con sus brazos.

“Te he estado esperando”, le dijo ella con una voz suave como el murmullo del viento entre los alamos.

Mamadour sintió cómo su corazón latía con fuerza. Mientras respondía a las caricias de la bruja sintiendo momentos de intimidad que nunca había imaginado volver a experimentar. En ese mundo de ensueño, todo parecía perfecto; las risas resonaban como música y cada caricia era un recordatorio del amor perdido.

A medida que pasaba el tiempo en ese mundo onírico, Mamadour empezó a notar pequeños detalles que no encajaban: gestos sutiles que no pertenecían a la mujer que recordaba. P

“Este es nuestro momento”, le dijo ella al oido.

Mamadour sintió una mezcla de confusión y deseo; quería creer que estaba realmente con la mujer que tanto amaba. Sin embargo, algo dentro de él le decía que debía despertar antes de perderse por completo en esta ilusión.

Con un esfuerzo monumental, logró abrir los ojos justo cuando se vaciaba en el interior de la bruja.

Al dia siguiente Valeria y su madre estaban absortas en una conversación animada, en la cocina

—¿Dónde está Mamadour? —preguntó Valeria con preocupación.

Ambas miraron hacia el patio trasero y vieron la ventana del sótano abierta. Corrieron hacia el sotano y encontraron que Mamadour había desaparecido.

 —¡No puede ser! ¡Se nos escapó! —exclamó Valeria riendo nerviosamente.

 Madre e hija salieron fuera de la casa y vieron a Mamadour

 —¡Mamadour, no te vayas!  —grito Valeria.

 Mamadour miró hacia ellas, con una mezcla de sorpresa y un toque de incredulidad. 

 —¡Mamadour, no te vayas! ¡Yo te quiero! — Pero él, en su mente, pensó: "¿Quieren que me quede? ¡Claro, y también puedo quedarme a hacer galletas!"

Sin pensarlo dos veces, echó a correr, poniendo pies en polvorosa en dirección a la carretera del río. --¡Hasta nunca!— gritó mientras se alejaba. El sonido del agua del rio de la casa susurrante fluyendo le sonaba como una melodía de escape, en su cabeza a medida que se iba olvidando de todo lo ocurrido: --¡Vamos, Mamadour! ¡Más rápido! ¡Que no te atrapen!

 

Y así fue como la bruja le dio compañía a su hija Valeria, para que pudiera vivir junto a ella en el mundo del sótano de la casa del rio susurrante, incluso cuando llegara el momento de marchar de este mundo.



jueves, 24 de octubre de 2024

The witch's house

 The witch's house was situated on the outskirts of the village, in a secluded corner, on the bank where the river gently meandered at the foot of the talking stones. There the air was filled with the scent of damp earth and the oldest trees in the forest stood. The village children often came to the river to play, but they always kept a safe distance from the house, which was made of dark, weathered wood. They often spoke of it in whispers, telling stories about the figure of the old woman who lived there. They said that dancing shadows could be seen inside through the heavy, dusty curtains of the house's windows, and they claimed to have heard children's laughter coming from within. Some even claimed to have heard the house itself singing to attract them to it. However, despite the gossip, everyone was unaware of the true secret that was jealously guarded inside the river house. Hidden in one of the basement rooms lived Valeria, the witch's daughter. Valeria was born under mysterious circumstances and had deformities that made her different from the others. For this reason, the witch decided to hide her in the basement, away from the prying eyes of the town. When the witch's daughter reached an age, she began to feel her loneliness and long for something more: company and love. And over time, loneliness became a more difficult weight to bear. She began to regret her single life and complain about her mother's lack of support. One night, after wandering around the house and looking through the window curtains at the starry sky, she faced her mother. "Mom," Valeria began, in a firm voice, "I feel like an overwhelming emptiness is my only company. I want to meet a man and have children, but it seems like there is no one." "Don't be discouraged, dear," the witch replied with a smile. "Love can come at the most unexpected times." Valeria frowned, doubting her mother's words. "Do you really believe that?" Sometimes I feel so alone," she said, letting out a sigh. "Every day that passes, I become more convinced that my destiny is to be trapped in this darkness." The mother nodded. "I heard something fascinating about a nun. After forty-three years of religious life, she left her habits and ran away with the convent gardener." Valeria's eyes widened in surprise. "Really? That sounds incredible. How could that happen?" The mother smiled and began to tell the story of the nun. "Love can arise in the most unexpected places." The nun always felt affection for the gardener and in the end, she could not ignore her feelings. So she made the brave decision to follow her heart. She left her habits and one night she kidnapped the gardener. "Mother," she said with a trembling voice. "What will I do when you are gone? I need to get out." I want to see the outside world and find someone to keep me company. I can't hide here any longer. The witch looked at her daughter with sadness in her eyes. She knew that the world is very cruel to those who are different. However, she also understood Valeria's burning desire to meet a man who would turn her into a woman and give her a granddaughter to whom she could teach everything she knew, as they had done to her before. "My daughter," she replied softly, "men can be very cruel. But if you really want to find one to keep you company, I will help you. So be prepared. In two days, at the full moon, you will perform a ritual in the village church so that you will have the companion you so desire. It was a dark and mysterious night, the full moon had long since risen and shone brightly in the sky, illuminating the landscape with its silver light. The witch, wrapped in her long black cloak, looked around cautiously. Her eyes shone in the darkness. At her side, Valeria, marked by her deformity, followed her mother, with difficulty, with determination. Both had to act with caution; in order not to be discovered, they moved stealthily to avoid being seen. Upon reaching the village church, a sacred place that contrasted with the dark intentions they had, the mother stopped at the entrance. With a gentle but firm gesture, she indicated to her daughter to enter the church. The young woman nodded, feeling the weight of the rite she had to perform. “Remember,” the mother whispered, as the shadows danced between the trees, creating an atmosphere of unease and magic, “stay hidden and don’t stray too far. What you are going to do tonight is crucial.”

With those words echoing in her mind, the daughter entered the dimness of the church. The door creaked open and closed behind her with an ominous echo. Inside, the air was filled with the scent of melted wax and the smell of incense, a reminder of the ritual that took place in that sacred place. And while the young woman remained silent, looking around, surrounded by the shadows that the flickering candles on the altars cast on the cold stone walls. - the image of Saint Anthony whispered to the image of the Virgin, —It is the witch and her deformed daughter. What do they want at this hour? Does the witch not know that they are forbidden to enter the church? and the Virgin answered, —You keep quiet and do nothing. The one you call deformed is still pure and has not known any man. Let's see what the two of them want? After a few minutes of silence, the young woman, seeing where the man she was looking for was, walked determinedly towards the altar where the image of Saint Anthony rested, the saint known for helping those seeking to find a partner. With a bold gesture, without him protesting or showing resistance, she grabbed the saint and turned him around, facing her face down; and after grabbing him by his private parts with a trembling but firm voice, she began to murmur her plea. “Saint Anthony,” she said, “I ask you to grant me a man to keep me company. Someone who sees beyond my appearance and quells the heat I carry within.” As she said these words, the flames of the candles lit on the altar began to dance with greater intensity, as if responding to her call. Seeing the flames move with such vigor, she felt a current of energy run through her body and understood that her request had been heard. With gratitude in her heart, she returned the image of St. Anthony to its original position, making sure everything was as it was before. A slight glow lit up her eyes as she smiled; she felt that something had changed in the air. With a determined step, she left the church to join her mother. The witch was waiting for her at the entrance, her eyes shining in the darkness, full of curiosity and concern at the same time. “Did you get it?” the mother asked, seeing the glow on her daughter’s face. “Yes,” she replied. “I asked for company and I feel that I have been heard.” The two women looked at each other with complicity and understanding. As they walked under the cover of the starry night sky, back along the forest path, illuminated by the cold light of the full moon, the trees with their threatening shadows, and their twisted branches that reached out towards them like claws, seemed to whisper ancient stories about lost loves and fateful encounters. When she got home, Valeria, exhausted from her walk - she rarely went out into the outside world - returned to her room in the dark basement of the house. Before going to bed, the witch lit several candles and prepared some potions for the next day, mixing ingredients with a purpose that only she knew. Thus, mother and daughter sank into the darkness of dreams, anxiously awaiting the result of the spell they had performed. Mamadour was a young Senegalese man from the Casamance region. From a very young age he dreamed of going to Europe, the land of opportunity, with the desire to help his family and achieve a better future he decided to undertake the risky journey to Spain. After months of preparation and saving, Mamadour joined a group of migrants who, like him, were looking for a new life. Together, they boarded a boat on the coast of Morocco, facing the danger of the open sea. The journey was hard; The weather worsened, the waves battered the fragile boat and fear gripped everyone. However, the hope of reaching the promised land kept Mamadour and his companions together. Finally, after days of uncertainty, they reached the Spanish shores. Exhausted but grateful for having survived and without knowing the language or having any contacts, Mamadour had reached Almeria.

He spent the first few days in hiding for fear of being discovered until he was discovered by a local NGO that was dedicated to helping migrants like him. This organisation had been looking for him after receiving news of his arrival from other compatriots. From Almería he moved to Madrid, the capital. There, he attended Spanish classes at an NGO that offered him support: a place to stay and food. In the bustling streets of Malasaña and Chueca, he met other migrants and locals who helped him adapt. Mamadour began to learn the language and decided to get his driving licence; he wanted to be a truck driver. The NGO supported him in this process, helping him prepare for the theoretical and practical exams. After spending almost a year in Madrid, he decided to explore the north of the country. He travelled by train to Bilbao, from there he went to Barcelona, ​​where he worked as a street vendor on the Ramblas. In Barcelona he heard about Galicia, its coasts and its estuaries and the hospitality and kindness of its people. And moved by these stories or perhaps by his adventurous soul, he came from Catalonia to Galicia. After several weeks of fruitless job searching, through an advertisement in a newspaper, he found work in a small bakery and one day Mamadour was the bread delivery man for the bakery in our village. Every morning he got up early to help knead and bake the flour. Once the fresh bread came out of the oven, he would load the bakery's white van and set off with the bread ready to deliver to the customers. Mamadour soon won the hearts of the women of the village. He always had a kind word and a friendly gesture, accompanied by a wide smile that showed off his pearly teeth, which made his presence highly valued. The customers eagerly awaited his arrival, not only for the fresh bread he brought with him, but also for the warmth and joy he radiated. His natural charm transformed the simple purchase of bread into one of the best moments of the day. It was a quiet morning and the delivery van, with its characteristic white colour and the aroma of freshly baked bread accompanying it, was moving along the road. Mamadour was thinking about sending money to his family in Senegal so that he could bring his sister to Spain so that she could study. In the midst of his thoughts, he had deviated from the usual route to the village and taken the route that runs along the river. Suddenly the engine began to fail, making a strange noise and, after a few seconds of hesitation, the van stopped dead at the side of the road. Mamadour frowned when he realised that he would not be able to continue his route. With a resigned sigh, he got out of the vehicle and looked around. There was no choice but to seek help. In the distance, he saw an old house, with dark wooden walls and sloping roofs covered in moss. The windows, framed by yellowish lace curtains, seemed to watch him with curiosity. Determined, he began to walk towards it. As he approached, he thought about how inconvenient this situation was; He had to deliver fresh bread to his customers before the day began. When he arrived at the house, he knocked on the wood with the rusty door knocker. A kind old lady opened the door and smiled when she saw Mamadour. “Good morning! How can I help you?” she asked curiously. “Good morning,” he replied, smiling nervously. “Unfortunately, my van has broken down and I need to make a call to ask for someone to come and pick me up. Could I use your phone?” “Sure, dear,” she said in a friendly tone that belied any preconceived ideas about her appearance. “Come in, no problem. Here is a phone so you can call whoever you need.” The old lady nodded understandingly and let him in, offering him a coffee as well. Mamadour accepted the invitation without suspecting that, when boiling the water for the coffee, the old lady had added a handful of dried herbs, among which were feverfew and poppy. The atmosphere in the house was welcoming, but a shadow of uneasiness was beginning to loom over him without his knowing it. After drinking coffee, he began to feel the weight of his eyelids. He sat down on a chair and, little by little, in a matter of minutes, drowsiness enveloped him and he fell asleep on the kitchen table, oblivious to the dark plans the witch had in her mind. When Marmadour fell asleep, the witch told her daughter to leave the basement room and go up to the kitchen. "Look, look, it's the result of our spell, a man like you wanted and he's black as the devil himself," said the witch pointing to Mamadour who was sleeping with his head resting on the kitchen table. "Valeria," the witch whispered, "I think it's the result of our spell. We have to take advantage of this opportunity." Valeria looked at her mother curiously. "What do you mean?"
—We have to kidnap him. Not to hurt him, but to tell us his story. Maybe he's an adventurer or someone who's lived through extraordinary things. Imagine the nightmares he could tell us! Valeria hesitated for a moment, but what her mother suggested began to shine in her eyes. —Okay, Mom. But how do we do it? The witch smiled slyly and together they came up with a plan. The next morning, when Mamadour woke up confused and disoriented, tied to an armchair in the basement, he found himself surrounded by the two women. —Good morning! —Valeria said with a wide smile—. Welcome to our house. We've been waiting for you. Mamadour blinked several times before answering: —What... what's going on? —We've kidnapped you —Valeria said in a playful tone—. But don't worry; we're not going to hurt you. Mamadour laughed nervously at first, but soon realized that they weren't joking. However, there was something about their looks that scared him. So he decided to play along.

MVF

miércoles, 16 de octubre de 2024

La casa del rio susurrante 2

Las casas se abrazaban entre sí, como viejas amigas, buscando calor en la fría y gris mañana que envolvía al pueblo. El aroma del pan recién horneado emanaba de la furgoneta de la panadera para mezclarse con el aire fresco de la mañana. La panadera había estacionado su vehículo en la plaza, frente a la farmacia, para vender el pan con su delantal manchado de harina. Mientras atendía a sus clientes, un grupo de mujeres se acercó, visiblemente preocupadas.

 —¡Buenos días, señora Panadera! —saludó una de ellas—. ¿Que pasó ayer con el pan? Y, por cierto, ¿qué ha pasado con Mamadour?

La panadera frunció el ceño y sacudió la cabeza.

—No sé nada, chicas. Su desaparición no es por falta de papeles —respondió con firmeza—. Sus documentos están en regla y tiene un contrato como Dios manda.

—Pero… —interrumpió otra mujer— no habrá tenido algún problema con tu marido, el panadero.

—¡Que ganas de hablar tiene la gente! —negó con un gesto de la mano— Mi marido esta muy contento con él. Siempre cumplía con su trabajo.

Las mujeres intercambiaron miradas confusas.

—Entonces, ¿dónde puede estar? —preguntó una joven con voz chillona—. ¿Habrá regresado a su país sin avisar?

La panadera suspiró y miró hacia el horizonte.

—Pero todo es muy extraño, porque la furgoneta estaba estropeada, parada aún lado de la carretera, en la zona de la casa del rio susurrante.

Al oír esto las mujeres comenzaron a murmurar entre ellas, llenas de inquietud.. Algunas empezaron a hablar en voz baja, temerosas de que alguien pudiera escucharlas.

—¿Qué significa eso? —preguntó una anciana de con voz temblorosa—. ¿Por qué no nos dijo nada?

La panadera añadió:

—Todo esto es muy raro. Nunca se iría sin despedirse…

Las mujeres intensificaron la conversación, intercambiando teorías sobre lo que podría haberle sucedido a Mamadour, mientras el aroma de las especias y el pan recién horneado impregnaba el lugar.

—Tal vez debería ir a buscarlo —un hombre serio y de voz ronca que estaba cerca, escuchando como hablaban las mujeres, se acercó a la conversación—. igual fue a la casa de la bruja.

 Al terminar el reparto, la panadera decidió desviar su ruta de regreso al horno y tomar el camino que bordeaba el río, con la intención de visitar a la bruja. Aparcó su furgoneta cerca de la casa y caminó hasta la puerta, repitiendo el gesto que había hecho el día anterior Mamadour. Los golpes de la aldaba resonaron en la antigua vivienda.

Cuando la bruja abrió la puerta, la panadera se plantó frente a ella, con los brazos en jarra, y le dijo con determinación:

 Buenos días Eulalia. Tu no sabrás nada sobre la desaparición de mi ayudante de la panadería, porque tu eres media atravesada. 

  La bruja, con una sonrisa enigmática, invitó a la panadera a entrar. Una vez dentro, le ofreció un café y comenzó a hablarle sobre una receta especial de mantecados que acababa de preparar. Y con sus artes mágicas, hipnotizó a la panadera describiendo los ingredientes y el proceso de elaboración.

Poco a poco, los pensamientos sobre Mamadour se desvanecieron de la mente de la mujer, y en su lugar, solo había el delicioso sabor de los mantecados que se deshacían en su boca. 

 —¡Me encantaría aprender a hacer estos mantecados!

—Seguro. Te puedo decir como hacerlos. En un bol, tienes que mezclar la manteca con el azúcar hasta que esté bien cremosa.

 —¡Si.Si.Si. Están muy buenos!

 —Después, aparte de la canela, yo le echo un pellizco de sal y pimienta.

 —¡Me encanta! Gracias por contarme la receta. Tenemos que hacerlos juntas algún día.

 —¡Sí! Será divertido. Estoy segura de que te van a salir riquísimos.

 Al cabo de un rato, se despidieron como buenas amigas y la panadera salió de la casa completamente absorta en el dulce sabor que aún persistía en su paladar. Y con una sonrisa radiante, prometió regresar al día siguiente con un exquisito brazo de gitano que preparaba en el horno de su panadería, sin recordar ni por un instante lo que había motivado su visita inicial.

 La bruja observó cómo se alejaba la furgoneta del pan, satisfecha con el poder que ejercía sobre aquellos que cruzaban el umbral de su casa.   

 

mvf


 

 

 


 


 

 

 

 

 


miércoles, 9 de octubre de 2024

I carry in my memory

 

 

                  I carry in my memory

 

 

 I carry in my memory a poetry that breaks my heart,
A pain written in secret and the emptiness I feel.
A smile captured in a photo.
A whisper of laughter and lost embraces.
And all the stars in the sky of the promises you gave me.
And a loneliness that grew day by day,
as I walked in your absence.

Llevo en la memoria

 

Llevo en la memoria

 

Llevo en la memoria

 una poesía

 que me rompe el corazón,

 Un dolor escrito en secreto

y el vacío que siento.

 Una sonrisa

marcada en una foto.

 Un susurro de risas

 y abrazos perdidos.

Y todas las estrellas del cielo

de las promesas que me diste.

Y una soledad

 que creció día a día,

 al caminar en tu ausencia.



mvf


martes, 1 de octubre de 2024

La casa del rio susurrante 1


La casa de la bruja, estaba situada en las cercanías del pueblo, en un rincón poco transitado, a la orilla donde el río serpenteaba suavemente a los pies de las piedras que hablan. Allí el aire estaba impregnado de un aroma de tierra húmeda y se erguían los árboles mas antiguos bosque.

Los niños del pueblo cuando se acercaban al río para jugar, siempre mantenían una distancia prudente de la vieja casa construida con madera oscura y desgastada por el tiempo. A menudo hablaban de ella en susurros, contando historias sobre la figura de la anciana que habitaba allí. Decían que
a través de las cortinas pesadas y polvorientas de las ventanas se podían vislumbrar sombras danzantes dentro de la casa. Algunos incluso afirmaban que habían oído a la misma casa cantar para atraerlos hacia ella. y aseguraban haber escuchado risas infantiles invitándoles a jugar con ellas.

Sin embargo, a pesar de las habladurías, todo el mundo ignoraba el verdadero secreto que se guardaba celosamente en el interior de la casa del rio. Escondida en una de las habitaciones del sótano vivía Valeria, la hija de la bruja. Valeria nació en circunstancias misteriosas y presentaba deformidades que la hacían diferente a los demás. Por esta razón, la bruja decidió ocultarla en el sótano, lejos de las miradas curiosas del pueblo.

Llegada a una edad la hija de la bruja empezó a sentir su soledad y a anhelar algo más: compañía y amor,. Y con el tiempo la soledad de convirtió en un peso más difícil de llevar. y comenzó a lamentar su soltería y a quejarse del poco apoyo de su madre.

Una noche, después merodear por la casa y mirar por entre los cortinones de las ventanas hacia el cielo estrellado, se enfrentó a su madre.

—Mamá —comenzó Valeria, con voz firme—, siento que un vacío abrumador es mi única compañía. Quiero conocer a un hombre y tener hijos, pero parece que no hay nadie.

—No te desanimes, querida —respondió con una sonrisa la bruja—. El amor puede llegar en los momentos más inesperados.

Valeria frunció el ceño, dudando de las palabras de su madre.

—¿De verdad crees eso?

A veces me siento tan sola —soltó, dejando escapar un suspiro. —Cada día que pasa, me convenzo más de que mi destino es estar atrapada en esta obscuridad

La madre asintió

—Escuché algo fascinante sobre una monja. Después de cuarenta y tres años de vida religiosa, dejó los hábitos y se marchó con el jardinero del convento.

Los ojos de Valeria se abrieron con sorpresa.

—¿En serio? Eso suena increíble. ¿Cómo pudo ocurrir eso??

La madre sonrió y empezó a contar la historia de la monja.

—El amor puede surgir en los lugares más inesperados. La monja siempre sintió cariño por el jardinero y al final, no pudo ignorar sus sentimientos. Así que tomó la valiente decisión de seguir su corazón. dejó sus hábitos y una noche secuestró al jardinero.


—Madre —dijo con voz temblorosa—.¿Que haré cuando tu me faltes?. Necesito salir. Quiero conocer el mundo exterior y encontrar a alguien que me haga compañía. No puedo seguir escondida aquí.

La bruja miró a su hija con tristeza en sus ojos. Sabía que el mundo es muy cruel con los que son diferentes. Sin embargo, también comprendía el deseo ardiente de Valeria por conocer a un hombre que la convirtiera en mujer y le diera alguna nieta a la que enseñarle todo cuanto sabía, como antes habían hecho con ella.

—Hija mía —respondió con suavidad— he estado pensando en ello más de una vez, los hombres pueden ser muy crueles. Pero si realmente deseas tener a alguien que te haga compañía, cuando yo no este te voy a ayudar. Así que estate preparada. Dentro de dos días, por la luna llena, vamos ir a realizar un ritual en la iglesia del pueblo para conseguir el compañero que tanto deseas.

Era una noche oscura y misteriosa, la luna llena hacia rato que había salido y brillaba intensamente en el cielo, iluminando el paisaje con su luz plateada. La bruja, abrigada con su larga capa negra, miraba a su alrededor con cautela. Sus ojos brillaban en la obscuridad. A su lado Valeria, marcada por su deformidad, seguía a su madre, a duras penas, con determinación. Ambas debían actuar con precaución; para no ser descubiertas y se movían sigilosamente para evitar ser vistas.


Al llegar a la iglesia del pueblo, un lugar sagrado que contrastaba con las intenciones oscuras que tenían, la madre se detuvo en la entrada. Con un gesto suave pero firme, le indicó a su hija que entrara a la iglesia. La joven asintió, sintiendo el peso del rito que tenía que hacer.
 

—Recuerda —susurró la madre, mientras las sombras danzaban entre los árboles, creando un ambiente de inquietud y magia—, mantente oculta y no te alejes demasiado. Lo que vas a hacer esta noche es crucial.

Con esas palabras resonando en su mente, la hija se adentró en la penumbra de la iglesia. La puerta chirrió al abrirse y se cerró tras ella con un eco ominoso. En el interior el aire estaba impregnado de un aroma a cera derretida y olor a incienso, un recordatorio del ritual que se realizaba en ese lugar sagrado. Y mientras la joven permanecía en silencio mirando a su alrededor, rodeada por las sombras que las velas, parpadeantes en los altares, proyectaban sobre las paredes de piedra fría.

- la imagen del San Antonio le susurró a la imagen de la Virgen, —Son la bruja y su hija deforme. ¿Que querrán a estas horas. Acaso la bruja no sabe que tienen prohibida la entrada en la iglesia?

y la virgen le respondió,—Tu calla y no hagas nada. La que tu llamas deforme, es aún pura que no ha conocido hombre alguno ¿A ver que quieren las dos?

Pasados unos minutos de silencio, la joven al ver donde estaba el que buscaba caminó con determinación hacia el altar donde reposaba la imagen de San Antonio, el santo conocido por ayudar a quienes buscaban encontrar una pareja.

Con un gesto audaz, sin que este protestara ni mostrara resistencia, cogió al santo y le dio la vuelta, enfrentándolo hacia ella boca abajo; y después de agarrarlo por sus partes intimas con voz temblorosa pero firme, comenzó a murmurar su súplica.

—San Antonio —dijo—, te pido que me concedas un hombre que me haga compañía. Alguien que vea más allá de mi apariencia y sofoque el calor que llevo dentro.

Mientras pronunciaba estas palabras, las llamas de las velas encendidas en el altar comenzaron a danzar con mayor intensidad, como si respondieran a su llamado. Al ver las llamas moverse con tal vigor, sintió cómo una corriente de energía recorría su cuerpo y entendió que su petición había sido escuchada. Con gratitud en su corazón, regresó la imagen de San Antonio a su posición original, asegurándose de que todo estuviera como antes. Un ligero brillo iluminó sus ojos mientras sonreía; sentía que algo había cambiado en el aire.

Con paso decidido, salió de la iglesia para reunirse con su madre. La bruja la esperaba en la entrada, sus ojos brillaban en la obscuridad llenos de curiosidad y preocupación al mismo tiempo.

—¿Lo has conseguido? —preguntó la madre al ver el brillo en el rostro de su hija.

—Sí —respondió ella—. He pedido compañía y siento que he sido oída.

Ambas mujeres se miraron con complicidad y entendimiento.

Mientras caminaban bajo el manto del cielo estrellado de la noche, de regreso por el sendero del bosque, iluminado por la fría luz de la luna llena, los árboles con sus sombras amenazantes, y sus ramas retorcidas que se extendían hacia ellas como garras, parecían susurrar historias antiguas sobre amores perdidos y encuentros fatídicos.


Al llegar a casa, Valeria, agotada por su paseo —pues raras veces salía al mundo exterior— regresó a su habitación en el oscuro sótano de la vivienda. La bruja, antes de irse a la cama, encendió varias velas y preparó unas pociones para el día siguiente, mezclando ingredientes con un propósito que solo ella conocía. Así, madre e hija se sumieron en la penumbra de los sueños, aguardando con inquietud el resultado del conjuro que habían realizado.

Mamadour era un joven senegalés de la región de Casamance. Desde muy joven soñaba con marchar a Europa la tierra de las oportunidades, con el deseo de ayudar a su familia y conseguir un futuro mejor decidió emprender el arriesgado viaje hacia España.


Después de meses de preparación y ahorro, Mamadour se unió a un grupo de migrantes que como él buscaban una nueva vida. Juntos, abordaron una patera en la costa de Marruecos, enfrentándose al peligro del mar abierto. La travesía fue dura; el tiempo empeoró, las olas golpeaban la frágil embarcación y el miedo se apoderó de todos. Sin embargo, la esperanza de alcanzar la tierra prometida mantenía a Mamadour y a sus compañeros unidos.

Finalmente, después de días de incertidumbre, llegaron a las costas españolas. Exhausto pero agradecido por haber sobrevivido y sin conocer el idioma ni tener contactos, Mamadour había llegado a Almeria.

Pasó los primeros días escondido por temor a que lo descubriesen hasta que fue descubierto por una ONG local que se dedicaba a ayudar a emigrantes como él. Esta organización había estado buscándolo tras recibir noticias sobre su llegada por parte de otros compatriotas. Desde Almería se trasladó a Madrid, la capital. Allí, asistió a clases de español en una ONG que le ofreció apoyo: un lugar donde quedarse y comida.En las calles bulliciosas de Malasaña y Chueca, conoció a otros emigrantes y locales que lo ayudaron a adaptarse. Mamadour comenzó a aprender el idioma y decidió obtener su carnet de conducir; quería ser camionero. La ONG le brindó apoyo en este proceso, ayudándolo a prepararse para los exámenes teóricos y prácticos. Después de estar casi un año en Madrid, decidió explorar el norte del país.Y viajó en tren hacia Bilbao, de allí marchó a Barcelona, donde estuvo de mantero en las ramblas. En Barcelona escuchó hablar de Galicia, de sus costas y sus rias y de hospitalidad y la amabilidad de sus gentes. Y movido por estas historias o tal vez por su alma aventurera, de Cataluña vino a Galicia Después de varias semanas de búsqueda infructuosa de trabajo, a través de un anuncio en un periódico, encontró empleo en una pequeña panadería y un buen dia Mamadour era el repartidor del pan de la panadería de nuestro pueblo. Cada mañana se levantaba temprano para ayudar a amasar y hornear la harina. Una vez que el pan fresco salía del horno, él cargaba la furgoneta blanca de la panadería y marchaba con el pan listo para entregar a los clientes.
Mamadour no tardó en conquistar el corazón de las mujeres del pueblo. Siempre tenía una palabra amable y un gesto amistoso, acompañado de una sonrisa amplia que mostraba sus dientes de perla, lo que hacía que su presencia fuera muy valorada. Las clientas aguardaban con entusiasmo su llegada, no solo por el pan fresco que traía consigo, sino también por la calidez y alegría que irradiaba. Su encanto natural transformaba la simple compra de pan en uno de los mejores momentos del día.

Era una mañana tranquila y la furgoneta del reparto, con su característico color blanco y el aroma a pan recién horneado que la acompañaba, avanzaba por la carretera. Mamadour iba pensando en enviar dinero a su familia a Senegal para poder traer a su hermana a España para que pudiera estudiar. En medio de sus pensamientos, se había desviado del camino habitual hacia el pueblo y tomado la ruta que bordea el río. De repente el motor comenzó a fallar haciendo un ruido extraño y, tras unos segundos de titubeos, la furgoneta se detuvo en seco al borde de la carretera.


Mamadour, frunció el ceño al darse cuenta de que no podría continuar su ruta. Con un suspiro resignado, salió del vehículo y miró a su alrededor. No había más remedio que buscar ayuda.

A lo lejos, divisó una casa antigua, con paredes de madera oscura y techos inclinados cubiertos de musgo. Las ventanas, enmarcadas por cortinas de encaje amarillento, parecían observarlo con curiosidad. Decidido, comenzó a caminar hacia ella. Mientras se acercaba, pensó en lo inconveniente que era esta situación; tenía que entregar el pan fresco a sus clientes antes de que comenzara el día. Al llegar a la casa, dio unos golpes sobre la madera con la aldaba oxidada de la puerta.


Una amable anciana abrió la puerta y sonrió al ver a Mamadour.

—¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó con curiosidad.

—Buenos días —respondió él, esbozando una sonrisa nerviosa—. Lamentablemente, mi furgoneta se ha estropeado y necesito hacer una llamada para pedir que vengan a recogerme. ¿Podría usar su teléfono?


—Claro, querido —dijo ella con un tono amable que desmentía cualquier idea preconcebida sobre su apariencia—. Pasa, no hay problema. Aquí tienes un teléfono para que llames a quien necesites.

La anciana asintió comprensivamente y le hizo pasar, ofreciéndole también un café. Mamadour aceptó la invitación sin sospechar que, al hervir el agua del café, la anciana había añadido un puñado de hierbas secas, entre las cuales se encontraba la matricaría y la adormidera. La atmósfera en la casa era acogedora, pero una sombra de inquietud comenzaba a cernirse sobre él sin que lo supiera.

Tras tomar el café, comenzó a sentir el peso de sus párpados. Se sentó en una silla y, poco a poco, en cuestión de minutos, la somnolencia lo fue envolviendo y cayó dormido sobre la mesa de la cocina, ajeno a los oscuros planes que la bruja tenía en su mente.

Cuando Marmadour se durmió la bruja a su hija para que saliera de la habitación del sótano y subiera a la cocina


—Mira, mira, es el resultado de nuestro conjuro, un hombre como tu querías y es negro como el mismísimo demonio- dijo la bruja señalando para Mamadour que dormía con su cabeza reposada en la mesa de la cocina


—Valería —susurró la bruja—, creo que es el resultado de nuestro conjuro.—tenemos que aprovechar esta oportunidad.

Valería miró a su madre con curiosidad.

—¿Qué quieres decir?
 

—Tenemos que secuestrarlo. No para hacerle daño, sino para que nos cuente su historia. Tal vez sea un aventurero o alguien que ha vivido cosas extraordinarias. ¡Imagina las pesadillas que podría contarnos!

Valería dudó por un momento, pero lo que le propuso su madre comenzó a brillar en sus ojos.

—Está bien, mamá. Pero ¿cómo lo hacemos?

La bruja sonrió astutamente y juntas idearon un plan. A la mañana siguiente, cuando Mamadour despertó confundido y desorientado, maniatado en un sillón del sótano, se encontró rodeado por las dos mujeres.

—¡Buenos días! —dijo Valeria con una sonrisa amplia—. Bienvenido a nuestra casa. Te hemos estado esperando.

Mamadour parpadeó varias veces antes de responder:

—¿Qué… qué está pasando?

—Te hemos secuestrado —dijo Valeria con un tono juguetón—. Pero no te preocupes; no te vamos hacer ningún daño.
Mamadour se rió nerviosamente al principio, pero pronto comprendió que no estaban bromeando. Sin embargo, había algo en sus miradas que les metía miedo. Así que decidió seguirles la corriente.

MVF

 

 

 

 

 

 


 


miércoles, 4 de septiembre de 2024

Laura's ass

 

After spending a long weekend off, as Monday was a holiday in our community, the hustle and bustle of classmates echoed in the hallways, and laughter and lively chatter filled the air in the school. Some hugged and kissed each other enthusiastically, while others shared anecdotes about what they had done for so many days.

 Inside the classroom, the feeling was different; there was a mix of joy at seeing friends again and a slight nervousness about resuming the school routine. The desks were tidy, and backpacks were quickly arranged on the floor. The first period teacher arrived with a smile, and after greeting everyone, her usual talk about social studies began.

 After the second period of classes ended, during the break, the counselor and the literature teacher entered the classroom, asked for silence and closed the door behind them. We all looked at each other in surprise, wondering why they had come.

 

Scene: School classroom. The students are sitting at their desks. Luisa, the counselor, and María, the literature teacher, are standing on the blackboard platform and after asking the students to be quiet, they look at the class with angry faces.

 Luisa: (with a firm and calm voice)

 —Good afternoon everyone. We have come to this class because there is a very serious matter that we need to address immediately.

 María: (looking at the students seriously)

 —We know that someone in this class used a photo of a classmate and after editing it with some computer program, showed her naked butt and shared it on social media. This type of behavior is absolutely unacceptable and will not be tolerated.

 Luisa: — We want to make it clear that we understand that this can be difficult, but it is crucial that the person responsible steps forward. This is not just about punishment, but about understanding what happened and making sure that something like this does not happen again.

 Maria: (in a harsher voice)

 —However, if no one comes forward and takes responsibility, we will be forced to take stricter measures. This may include speaking to each of you individually and, if necessary, taking disciplinary action.

 Luisa: —We are not here to point fingers or punish without reason. We want to resolve this fairly. If anyone wants to share information, we ask that you speak with us after class. You can do so confidentially, and we guarantee your anonymity.

 Maria: (pauses for emphasis):

 —Remember that keeping silent also has consequences. Failing to act in the face of injustice makes you part of the problem. We all want a safe and respectful environment, and we need your cooperation to achieve that.

 Luisa: —Please think about what we have said. We hope that the person responsible will come forward voluntarily so that we can resolve this properly and fairly.

 Maria: —Thank you for your attention. If you have any questions or need to speak with us, we will be available after class. (The two of them get off the blackboard platform and leave class.)

 Students Sofia, Fidel, Andrea, and Diego talk to each other while waiting for the third period teacher to arrive.

 Sofia: —Does anyone have the photo to see?

 Fidel: (Showing the photo on his phone screen)

 The photo shows Laura, a student at the school, who has not yet turned thirteen, with a radiant smile lighting up her face. She is wearing a white cotton blouse. Its sleeves are slightly flared. She combines the blouse with a light denim jacket, which hangs carefree over her shoulders. Her hair, long and wavy, falls gently over her shoulders, shining in the reflections of the sun. She tries to climb up to an old stone fountain in the park, and drink from the stream of water that springs from the top, creating a small rainbow as it falls. She has her back to us, showing her naked, spectacular, large, round butts, and turns her head, perhaps because she thought she was being watched at that moment, to look at us and show her face, at the moment the photo is captured.

 Diego: — Maybe it was a mistake. Maybe they didn't know what they were doing.

 Andrea: —Don't talk nonsense, that was someone with bad intentions.

 Diego: —How are we going to find out who it was? Surely there is no way to know who did it!

 Sofia: —Well, I'm not willing to be punished for something I didn't do!

 Diego: —Is there no way to know who did it?

 Luisa: —That's what we're trying to find out, Diego.

 Andrea: —I'm thinking... Who could have taken the photo? And how do we know that that ass is from our school? Because Laura would like to have that ass.

 The conversation ends with the teacher's arrival in the classroom.

It's midday and some teachers are staying in the middle of the school, heading to the meeting room to discuss an important issue: the photo of Laura's butt. Present in the room are: Carmen the head of studies, the counselor Luisa, teacher Maria, and director Lopez; and they have been discussing for a while the best way to act.

 Director Lopez: —...But we need to solve this problem. The photo is unacceptable and could damage the reputation of our school. Here everything is by law. We cannot tolerate any of this happening.

 Head of Studies: —Unfortunately, the photo was edited with a program that masks the identity of the editor. We cannot easily trace it.

 Teacher Maria: —Why would someone do something like this?

 Director Lopez: —We need to find the person responsible, before more students' butts circulate around the school, but we also need to solve this without accusing someone unfairly. Any idea how we can proceed?

 Counselor Luisa: —Students!

 Head of Studies Carmen: —One possibility is to review the students' electronic devices.

 Teacher Maria: —We could look at which minors use the phone in class, and ask permission to see their messaging program.

 Principal Lopez: —That seems a bit extreme. It would be a serious violation of privacy.

 Carmen the head of studies: —It could have been done with a borrowed phone and the owner wouldn't even know.

 Counselor Luisa: —Maybe we could put up an announcement in the school, asking for some information anonymously.

 Teacher Maria: —What if we put out a call to the student community so that whoever has information about the photo can say it anonymously?

 Head of Studies Carmen: —That could work. Maybe someone knows who did it and is willing to talk without revealing their identity.

 Principal Lopez: —That seems like a more sensible idea. We could offer a pardon to make it easier for the person who took the photo to identify themselves without consequences. With the commitment that it won't happen again. Luisa: Can you take charge of writing the announcement?

 Counselor Luisa:

 —Of course, principal.

 While the Counselor writes the announcement, the rest of the teachers leave for the school cafeteria.

 —Let's see, let's see, let me see Laura's ass.

 

Afternoon classes in Laura's classroom.

 Teacher Maria (with a firm voice)

 —Attention, class! Someone is circulating indecent photos of their classmates around the school. I need to know who it is. If anyone knows something, please tell us now.

 Laura, visibly upset, added:

 —I can't believe someone did this with a photo of me.

 The students began to murmur among themselves. Some looked nervously at each other, while others seemed indifferent.

 Teacher Maria—If no one says anything, everyone will be punished until it is discovered who it was.

 Fidel feels uneasy when he hears Teacher Maria talk about punishing the entire class and raises his hand to protest.

 Fidel: —That's not fair, teacher! Why do I have to be punished if I haven't done anything?

 Sofia: —Yes, that's an injustice. We can't be held responsible for what another student did.

 Teacher Maria: —I understand your frustration, but I need everyone to collaborate. If no one speaks, I have no choice but to punish you all.

 It's nine o'clock at night, and the students have been home for several hours.

 A mother enters her son's room to say good night; he is lying in bed looking at his tablet.

 The mother leans a little towards Alberto, trying to see the screen:

 —What are you looking at on your tablet, honey?

 Alberto nervously moves his hand over the screen, trying to hide its content:

 —Nothing, mom. Just playing.

 Mother frowns and reaches out to take the tablet:

—Let me see. Why do you have a picture of Laura on your tablet?

 Alberto: —I don't know! I found it in her room and thought she looked pretty.

 Mother (leaves the tablet on the bedside table and crosses her arms, showing distrust):

 —And how did you get it? Because Laura gave you a photo of herself?

 Alberto, feeling guilty, answers: —I borrowed it when she wasn't looking.

 Mother: —That's not right, son. It's invading your sister's privacy!

 Alberto: —I'm sorry, mom. I won't do it again.

 Mother, looking at her son seriously:

 —Let's talk to Laura about this. It's important to respect other people's privacy.

 Alberto: —It's better not. She'll get angry with me.

 Mother: —It's possible, but the important thing is that she knows what you did and that this situation won't happen again.

 Alberto: —I understand, mom. I'm very sorry. But it's better that my sister doesn't find out.

 Mother: —Let's go find Laura and talk to her together.

 Alberto: —It's okay, mom.

 There is a knock on Laura's bedroom door.

 Laura opens her door and, intrigued by her mother's serious expression, asks:

 —What's wrong, Mom?

 Mother: —Your brother took a photo of you without permission. We came to apologize.

 Laura discovers that the photo her brother took of her is the photo that was used for the montage at school.

 Laura, her eyes wide open: —What?! That's unacceptable! I can't believe you did that.

 Alberto: —I'm so sorry, Laura.

 The next day, Alberto's mother accompanies him to school and explains to the principal that her son was the one who stole Laura's photo.

 After Principal López tells the school counselor and the head of school that the image used for the montage of Laura's backside was taken by her brother from her room, they speak to the students involved and everything is discovered at school:

 Alberto could not deny that he was the one who stole the photo from his sister's room.

Alberto: —It was a mistake and it will not happen again!

 Gabriel, a little computer enthusiast, declared that he used a computer program to put his bare bottom on the photos of girls that his friends sent him by messenger. He also mentioned that the idea for the photo of Laura's butt was not his, but Fidel's. According to Gabriel, Fidel paid him with sweets and candy for the montage of the bare butt. This montage was a birthday present for Fidel's best friend, who was in love with Laura.

Fidel denied all the evidence that betrayed him, but the director López, since this student was the son of the school inspector, concluded that it was not known who it was.

 At the end of the morning classes, the director gathered the management team and after making a summary, explained that it was better that the true owner of the rear anatomy, which was used in the photo of Laura's butt, did not find out, to avoid her filing a complaint against the school for the students using, without her permission, a part of her female body; and for this main reason he asked that what happened be forgotten.

 Following the instructions of director Lopez, calm returned to the classrooms of the center in the afternoon, and after the incident was soon forgotten, what happened made me reflect, with adult eyes, on the crime that was committed by putting that bare, firm ass on the backside of a young teenager and not on the backside of one of my coworkers.

 

mvf.