mvf
viernes, 8 de diciembre de 2023
el lago de cristal
martes, 28 de noviembre de 2023
Al lado del cielo
Al lado del cielo
hay una casa escondida
En la entrada
una mecedora de hiedra
en el interior
una cama vacía
y el olor de nuestros cuerpos
entre sabanas sucias.
un jardín de azucenas
un almendro que quiere brotar.
y una linea que une
el cielo con la tierra
y la sombra de un ruiseñor
que canta bajo el arco iris.
Amor estaremos de nuevo
juntos algún día
aunque las lagrimas
afloren a los ojos
por lo que es sin poder ser.
Nos daremos los besos
a escondidas
en nuestro atardecer.
una casa escondida
y una mecedora de hiedra
bajo la sombra de un ruiseñor.
mvf.
lunes, 20 de noviembre de 2023
Un carrito sobre ruedas
Llevo mi vida
en un carrito sobre ruedas
y una poesía
que no pudo ser,
que hace tiempo
que no encuentro.
Llevo algunos besos
envueltos en papel,
mis sueños
en una lata de sardinas
Las sonrisas
que me quedan
envueltas en celofán
Las palabras que me distes,
algún día que no recuerdo,
en una entrada del cine.
Llevo como me llamo
apuntado en una nota
de la compra,
Llevo el cielo
que hacía aquel día
ahogado
de una botella de vino.
y una estrella que tenia
para darte y no quisiste.
y todo ello llevo
y lo arrastro donde voy.
mvf
lunes, 13 de noviembre de 2023
Perdido.
Que culpa tiene el campo
de que no llueva en la tierra.
Que culpa tiene la muerte
de que no haya un volver
Que culpa tiene la niña.
de que nadie se fije en ella
Yo sueño despierto,
con los ojos abiertos
solo veo tinieblas.
Cuando cierro los ojos
me lleno de luz.
Que culpa tiene el cuervo
de que sus alas sean negras.
mvf.
domingo, 12 de noviembre de 2023
En la memoria
Llevo en la memoria
una poesía
que me rompe el corazón.
Un dolor escrito en secreto,
y el vacío que siento.
Guardo un pedazo
de alma de mujer.
Una sonrisa
marcada en una foto.
Y todas las estrellas del cielo
de las promesas que me hiciste.
Y una locura
que creció día a día,
andando en tu ausencia.
miércoles, 25 de octubre de 2023
La perrita Perla
En el banco de la parada de autobús esperaban sentados Garbancito y una joven de unos veintidós años de edad, y como no tenían teléfono se pusieron a hablar.
- ¿Tu no me conoces, Garbancito? ¿Verdad que tú no sabes quién soy yo?
Garbancito quedó mirando para la mujer, sin saber quién era.
- Yo soy la hija de Luisa, la prima de tu madre. ¿Te das cuenta quién soy?
- ¡Ah. Si! - respondió - me acuerdo bien de cuando eras pequeña.
Mira que pasan los años, estás hecha toda una mujer. Si no me dices nada no te habría reconocido.
-¡Ya!
- ¿Y qué haces?
- Voy al cementerio.
- ¿A ver a tu madre?
- No. Voy al cementerio de animales.
Garbancito la miró sorprendido.
-¿Es verdad que tú puedes soñar con los muertos? - preguntó la joven.
Garbancito asintió con la cabeza.
- ¿Sería mucho pedir, si podías saber que tal está mi perrita Perla?
-Tendría que saber cómo era tu perrita, ver una foto de ella ...
-!Si que tengo¡- la joven abrió su bolso y de un bolsillo de la cartera, donde guardaba el carnet y las tarjetas, sacó una foto de la perrita y se la entregó a Garbancito.
Perla era una perrita de lanas, de mirada inteligente y pelo blanco.
- Bueno, si supiese algo de tu perrita te lo digo- le dijo después de ver la foto.
- Gracias.
Llegó el autobús y los dos subieron a el. Se sentaron en asientos diferentes y vieron como la marquesina del autobús, donde habían estado esperando quedaba atrás.
En la habitación blanca, sentado con zapatillas y en bata, arrellanado en el sillón, Rosendo, el que fuera conserje del ayuntamiento, leía el periódico. Al terminar de leer el último artículo de la página le dio la vuelta a la hoja y continuó la lectura por la otra cara. Perla sacudió una de sus orejas y se levantó para cambiar de posición, estaba recostada encima de la alfombra, con la cabeza y la mirada puesta en el hombre que continuaba su lectura sin prestarle atención.
Después de unos minutos Perla irguió su cuerpo para rascarse el cuello con una de sus patas traseras, del cayeron unos minúsculos insectos; eran pulgas blancas que no tardaron en regresar al calor del cuerpo blanco. Bostezó, terminó de levantarse y se desperezó ladeando la cabeza a los lados; después anduvo hasta la puerta de salida de la casa y se detuvo frente a ella.
Aunque sus ojos no podían ver más allá de la puerta, su mirada veía la extensión blanca de los campos del exterior; así estuvo un rato hasta que arañó la puerta con una de las patas delanteras para decir que quería pasear. Pero Rosendo continuaba absorto, leyendo el periódico, sin prestarle atención.
Perla se apartó de la puerta y se dirigió a una de las habitaciones blancas de la casa. Izó su cuerpo y apoyándose en ella se abrió la puerta de la habitación. Desaparece en el interior y regresa llevando en su boca una correa para ir a pasear. Se acerca junto a Rosendo y sin soltar la correa, con el hocico, le da unos golpes en una de sus piernas para que baje la hoja de periódico y vea que está preparada para dar un paseo. Pero Rosendo continua indiferente con la lectura del periódico. Entonces, molesta con la falta de atención, deja caer la correa al suelo y da dos fuertes ladridos para que le oiga, y tras unos instantes de silencio se oye una voz que lo llena todo, tal vez enfadada por los ladridos que han osado interrumpir la paz de la mañana:
- - ¡Rosendo! ¿Es que no ve que Perla le pide que la saque a pasear?
Entonces Rosendo se levanta del sillón, y en
zapatilla y en bata, los dos salen a dar un paseo por el cielo.
mvf.
domingo, 17 de septiembre de 2023
Min, el chino del todo a cien.
Si alguien en el pueblo estableció una amistad peculiar con el piripi, ese era Min, el chino del todo a cien. Min escapaba con frecuencia de su negocio, a últimas horas de la tarde; y después de hacer lo que se hubiese inventado como motivo de excusa de su salida, para que quedara sola dejar sola a su mujer en la tienda, se acercaba al bar del pueblo, donde tomaba un vaso de vino, o dos ... ; y allí fue donde conoció al piripi.
Su esposa era sabedora de la costumbre, de su marido, por que al llegar de regreso Min olía a vino, pero ella no le decía nada.
Los
días de lluvia
aparecía una gotera en el techo de la tienda, que caía encima de las estanterías
e inundaba el local, estropeando las mercancías del todo a cien, y
Min, en una de sus visitas a la cantina, pidió al piripi que cuando
pudiera ser viniese a reparar el tejado. Pero que de ninguna manera diera señales de que se conocían, ni que se enterase su mujer de tomaban vinos juntos.
Una mañana, cuando la esposa de Min, Anna, estaba sola atendiendo la caja del negocio, apareció el piripi con una escalera de aluminio y su gorra de trabajo calada, en el todo a cien
-¡A mi nadie me dijo que
hoy iba a venir un hombre para arreglar el tejado!- le dijo, con su cara redonda y sus ojos rasgados - ¡Yo no saber nada!
Pero al ver que la escalera daba media vuelta para irse, se lo pensó y cambio de idea.
- ¡No marchar! - dijo, señalando con su mano para el lugar del techo donde asomaba la gotera - ¡Tu arreglar gotera!
El piripi se echó la mañana para hacer la reparación y cuando terminó apareció de regreso, junto a la china, con la visera de la gorra, para atrás, y la escalera al hombro.
-¡Ya está !- dijo y después de explicarle que el motivo por el que entraba el agua era un par de tejas rotas en el tejado; por el precio de las tejas y su trabajo le pidió sesenta euros.
La china abrió la caja y sacó el dinero para pagarle.
- ¡Si vuelve a caer agua, tu devolver todo el dinero!
- No tenga duda, señora. El piripi
y el agua se llevan desde hace muchos años - le respondió.
Cuando vio salir la escalera del todo a cien, Anna continuó con su trabajo, sentada detrás de la caja registradora, hasta que le pareció que oía ruidos en le parte de atrás de la tienda y que había llegado su marido. Entonces pegó un grito llamando por él.
-¿Donde encontraste ese hombre?
Preguntó en su extraño idioma chino, wu, de la zona de Zhejiang, de donde eran originarios. Y su marido, con voz de no conocer al piripi, le contó que en sus salidas dejó recado en varios sitios, para que vinieran a arreglar una gotera en el techo, al todo a cien.
- ¡Ya veremos. Ya veremos, si hay gotera cuando llueva. Como caiga una gota le voy a reclamar que devuelva todo el dinero!
Pero dos días después llovió y no apareció una sola gota donde había estado la gotera del tejado.
La china quedó contenta con la reparación pero no quedó contenta con no poder recuperar el dinero que pagó por la reparación; como le dijo a su marido que pensaba hacer. Entonces sintió curiosidad por saber quien era el piripi, y cuando salía del todo a cien, para hacer las compras de la casa, empezó a indagar quien era el hombre que apareció en la tienda con la escalera y la gorra calada.
La china, no era tonta, y para nada le engañó su marido cuando le dió a entender que no conocía al piripi, y el día que escuchó en el supermercado que el piripi se desmayó bebiendo en la cantina y fue llevado en una ambulancia al hospital, decidió aprovechar este hecho para criticar las salidas de su marido, que terminaban con frecuencia en el bar, y regresó al todo al cien con la bolsa de la compra y le dijo a su marido:
-¡Lo llevaron al hospital. Tu amigo seguro que esta muy mal y se muere por culpa de la bebida. Un hombre echado a perder!
Pero el Piripi regresó del hospital y continuó bebiendo.
- ¡Tu amigo es una cigarra que canta mientras los otros trabajan! ¡Ya veras que le va a ocurrir, cuando llegue el invierno, con la vida tan mala que lleva!
- ¿Y que te dijo el medico, piripi ?
- ¡ El vino que tiene asunción, no es blanco ni tinto ni tiene color!
El piripi volvió al hospital. Y la china volvió a reprender a su esposo.
- ¡No vuelve. Esta muy mal. De está se muere por la bebida!
Volvió a repetir a su marido, mientras este se escondía limpiando estanterías en la tienda, al arrancar la letanía.
Pero el piripi regresaba del hospital y el mismo día cogía una curda de aúpa celebrando el regreso con sus amigos.
Y un día la china, se cansó de todas las veces que vaticinó la muerte del piripi y sus resurrecciones; y al volver de la compra le dijo a su marido - ¡De está no sale! Lleva muy mala vida - y decidió no volver a hablar más asunto.
Pasado un tiempo, Anna, mientras esperaba su turno en la panadería, escuchó que hablaban del piripi, y aguzó el oído para oir la conversación. Y se enteró que desde hacía un par de semanas no se tenían noticias del piripi, y que en el pueblo ya todos le daban por muerto. Y con toda seriedad espetó a las presente:
- ¡Cá. El piripi está vivo!
- ¡El piripi está vivo!
- ¡Es china, que va saber! - se encogieron de hombros las mujeres en la panadería.
- ¿Y como lo sabes? - preguntaron.
Y la china respondió con su acento foráneo, sin que nadie le creyese
- El piripi llamó a las doce de la noche, a la tienda.
-¡Llamaría al chino desde el más allá! - dijo una sarcásticamente.
Y cuando la panadera, metiendo el pan en la bolsa, preguntó porque el piripi llamó a medianoche al todo a cien.
La china respondió:
- El piripi llamó a mi marido, para que fuera a recogerlo por la mañana a Coruña. Que perdió la cartera y no tenía dinero para pagar un taxi.
- ¡Ah! - exclamaron en la panadería.
Min y el piripi llegaron de la Coruña a las cinco de la tarde y cuando se despidieron, Min le dió al piripi, cincuenta euros para que se arreglase.
- ¡Y cuando me los devuelvas, me los das a mi. Que no se entere mi esposa! - le dijo.
mvf.