lunes, 20 de octubre de 2014

la vida natural

   Aquella mañana el párroco se levantó más temprano de lo habitual y cuando bajó de su habitación para el comedor, aún estaba sin poner el desayuno que le preparaba todas las mañanas la anciana señora que vivía con él en la casa parroquial. La señora apareció apurada en el comedor, al oír que había bajado el cura de sus aposentos, y después de darle los buenos dias se metió en la cocina; mientras llegaba al comedor el olor a café recien hecho, el parroco, mirando por la ventana se fijó en que la hierba de los alrededores, con el calor y las lluvias frecuentes en esta epoca del año en Galicía, estaba demasiado crecida. Apareció la señora  con una bandeja en la que traía el desayuno, y en un plis-plas le preparó la mesa para que se sentará y almorzase. Se sentó cuando la mesa estaba dispuesta y mientras untaba el pan con mantequilla fresca, frente a una taza de café con leche, recien hecho, que despedía un aroma apetitoso, decidió que al terminar iría a  pedirle al abuelo de los de la labrada que le prestase la vaca “la sorda” para traerla a que comiese la hierba de los alrededores de la iglesia y de la vieja casona en que vivían.
    El párroco encontró al abuelo de los labrada trabajando en la huerta de la casa y se acercó a él dándole unos saludos, y recordándole el tiempo que hacia que no se veían por que no iba por la iglesia. 
El abuelo de los de la labrada, que no es de muchas conversaciones, o acaso pensase que el cura venía a pedirle que le diera para algún arreglo de la parroquia, por que en estos caso cuanto menos tiempo de conversación se deje dar mas pequeña es la derrama, paró lo que estaba haciendo y se acercó a hablar con el parroco.
    El párroco le explicó a su feligrés como estaba crecida la hierba a los alrededores de la iglesia y que venía a pedirle si podía llevar la vaca sorda para que rumiase la hierba del lugar y la casa parroquial.
    La vaca de los de la labrada, sorda no debe ser por que cuando se habla de ella está cerca, paciendo aquí al lado, y aunque los ojos y la mirada de la cara del enorme animal, con la boca llena de hierba moviéndose de un lugar a otro dentro de sus maxilares, apunten a otro lugar como quien no se entera de nada, sus orejas enervadas se ve que están dirigidas para oir a los tertulianos que se paran para hablar con su amo, al lado del camino, y al terminar la conversación y los extraños se han marchado, cuando la cosa le conviene se arrumaca contra el amo, con cuidado de no tirarlo, y le da uno, o dos ,o tres lengüetazas en la cara, según como sea el caso, mostrando así la conveniencia de la calidad de lo tratado. Y cuando se habla del carro o el yugo, o de hacer algún trabajo propio del animal, o está al otro extremo de la finca o la vaca se pone áspera y sacude el rabo dirigiendo su desaire para matar moscas con fuerza en sus ancas. La vaca, digo yo, si algo tendrá, será alguna enfermedad mental de esas modernas que se encuentran ahora en las gentes finas.
    Al terminar de hablar entre ellos, el abuelo de los de la labrada levantó el cayado … apuntando para la vaca, que estaba alejada de la casa, y pegó un largo silbido metiendo dos dedos en la boca para que le oyese el animal, pero la vaca ni se inmutó. Entonces le dijo al párroco, con su voz de pueblo:
 - la vaca no te la recomiendo de llevar que se ve que no le interesa, mejor te llevas un par de ovejas, y llévate también el perro que las vigile.
    El perro descansaba dormitando cerca de ellos y al oír esto se levantó de su descanso, se desperezó, y tras dar unos ladridos vino hacia ellos seguido de dos ovejas, madre e hija, que se veía que eran sus favoritas y tenían amistad con el animal. Pues dormían juntos, las noches frias, para compartir el calor de su cuerpo entre los tres.
Y después de despedirse las personas, el cura marchó de regreso para su casa, seguido por los tres animales. 


mvf.