miércoles, 28 de agosto de 2013

Abejorro





Los castigos en el colegio eran llevados en una pequeña libreta de pauta que el padre prefecto guardaba en el bolsillo de su sotana. Allí estaban anotadas con lápiz, las fechas y las horas de las faltas cometidas, y en el tiempo eran reclamadas sus penitencias.
Al sisa le tocó la mañana de un sábado. El día anterior, cuando jugaban en el patio, después de oirse el silbato del padre prefecto oyó su voz que le llamaba :
- ¡ Sisa !
El sisa se puso pálido al oírlo y corrió juntó al cura sin demora. 
El padre prefecto tenía delante del sisa su libreta de pauta de tapas negras en la mano, y un raido lápiz. Miró para la libreta y le dijo:
- Mañana sábado, después de desayunar y limpiar los dormitorios, bajas a la portería y te presentas a don Galvino -. Galvino, el portero, era el hombre para todo del centro.
 - Si padre - le respondió el sisa.
Y el padre prefecto, después de oír la respuesta, sin apenas mirarle continuó su paseo por el patio.
A la mañana siguiente, el sábado, después de terminar la hora del desayuno, el sisa estaba con el abejorro esperando en la portería que llegase don Galvino.
Abejorro era un niño bajito y gordo, tenía su cara llena de pecas, una sonrisa limpia y le caía bien "a casi todo el mundo",  y nadie se atrevía a meterse con él porque nadie quería que le pasase lo mismo que a él.
Abejorro era la victima del profesor de educación física .
- ¡ A ver abejorro salta el potro !.
 El potro era un aparato de gimnasia que consistía en un cuerpo de cuero sobre cuatro patas  que había que saltar. Se echaba una carrera acalorada y poniendo las dos manos encima de él se tomaba impulso para saltar acrobáticamente con las piernas entreabiertas.
Abejorro se echaba a llorar de impotencia cada vez que oía la voz del profesor de gimnasia porque él era incapaz de saltar el potro. Tomaba carrera y su cuerpo se estrellaba derrotado contra el cuerpo duro y seco del potro , o caía humillado sobre sus patas.
y entonces todos los niños se reían de él:
 - ¡ A ver abejorro, salta el potro ¡ .
El profesor de gimnasia había estado en el ejercito. Se decía que había sido sargento en los pelotones que habían estado buscando gente, en nombre de dios, la patria y la familia, para ajusticiarlos por la noche en lugares escondidos. . A lo sumo no sabía más gimnasia que la de desfilar, marcar el paso, parar y cuadrarse, y correr, mucho correr en fila de a uno alrededor del campo de futbol donde acababan a pesar de los malos estudios los que creíamos que iban a ser más fuerte y mejores que los demás.
Mientras abejorro estaba tirado frente al aparato de gimnasia le profería insultos, ante las risas de los demás niños, que pretendía levantarle la moral y alentarlo con sus humillaciones para que se levantase del suelo y volviera a morder el potro.
- ¡ Abejorro, veamos que tal salta hoy el potro...!
Abejorro salió de la formación, mientras estallaban las risas de los niños, y se detuvo frente el profesor de gimnasia.
- Profesor , nos han enseñado que todos los hombres somos hermanos pero Ud. no lo debe saber. Porque Ud. debe ser un hijo de perra profesor.

Aquella tarde, en la clase de gimnasia todos los niños se quedaron mirando estupefactos para abejorro.

Abejorro era gordo, bajo y comunista.


mvf.

miércoles, 21 de agosto de 2013

El boleto



Los martes, a primera hora de la tarde, el sisa y su clase tenían educación física; al terminar recogían sus cosas y subían para el aula.
Ese día, después de subir al aula, los niños estaban sentados en sus bancos con sus libros encima del pupitre y sus libretas aún sin abrir; esperaban a que llegase el profesor de historia y que diera comienzo la clase. Mientras tanto permanecían  acosados por la arbitraria disciplina de un caótico delegado de los alumnos, que había sido nombrado por el padre prefecto, que servía más de acusica que para mantener el orden. 
La puerta del aula estaba abierta y desde ella se veía el pasillo vacío, su suelo de madera y los grandes ventanales de cristal, que les separaban del exterior; en espera de la llegada del profesor; pero la hora del comienzo de clases empezaba a demorarse. Cualquier novedad que rompiese la monótona costumbre del horario de clases era bien recibida, y por eso poco a poco fue aumentando el griterío en el aula. En medio de todo ello el delegado de clases, con la regla en la mano apuntando a sus compañeros, imitaba la tiranía de los profesores mientras profería amenazas de que tal o cual estarían castigados después de que él se lo dijese al padre prefecto.
  Ya las amenazas entre unos y otro, el delegado de clases y sus compañeros, estaban llegando a más; y el delegado de clases estaba siendo amenazado con ser arrojado en la fuente del jardín que había próximo, en los exteriores del colegio; cuando aparecieron de repente, entrando por la puerta, el padre amapola, que era el que impartía la clase de historia, y el padre prefecto.
El silencio se hizo al unisono.
El padre amapola se arrimó a su mesa donde dejó encima de ella, una vieja cartera de cuero, en la que traía sus libros y otras herramientas de trabajo.
El padre prefecto, mientras tanto, mirando para la clase, se colocó enfrente del medio y medio del encerado - el delegado de la clase había desaparecido sentándose en su pupitre, después de haber sido avisado con un golpe de ojo de que se esfumase convirtiéndose en uno más de la clase - levantó la mano como un julio cesar escolástico que conminaba al pueblo alumno a callarse para escuchar su mensaje. Un silencio grave se hizo en la clase, y entonces el padre prefecto empezó a explicar: que el día de santo Tomás de Aquino por la mañana se oiría misa, como todos los festivos, después habría distintas actividades deportivas y competiciones de atletismo; la estrella deportiva sería el partido de fútbol entre los alumnos y los profesores; y por la tarde se pondría una película de cine en el salón de actos, " Marcelino, pan y vino ", todos los niños se echaron a reir de contento al oir el titulo de la pelicula porque el que más y el que menos ya la había visto dos o tres veces. Además a todos se les entregaría un boleto para participar en el sorteo de juguetes.
El padre prefecto explicó que a la clase le sortearían un tren, con las vagones las vias y una estación.
Al terminar la película se haría la entrega de los trofeos deportivos y el sorteo de los juguetes. Cuando marchó el padre prefecto los niños estaban felices: por la entrega del boleto, que cada uno esperanzado tenía en la mano premiado, y porque no tuvieron la primera media hora de la clase.
Al cerrarse la puerta del aula comenzó la clase de historia y como todas las tardes, sin más dilación para recuperar la media hora perdida, el padre amapola miró por la ventana y los niños empezaron a recostar sus cabecitas en sus brazos extendidos encima del pupitre... El sisa miró un rato su boleto, que estaba premiado, el 101; era como una pequeña avioneta azulada, sujeto en su mano.
  • ¡Sisa … ! - se oyó la voz del padre amapola, sin retirar la mirada por la ventana - guarda tu boleto.
Obedeciendo, el sisa echó una última mirada a su boleto, el 101, y lo guardó en el interior de su libro enciclopedia; después continuó la clase. Era la clase de historia y el sisa acompañando las explicaciones del padre amapola, mientras su mirada volaba por la ventana de la clase, empezó a soñar que era maquinista y cayó su cabeza encima de la mesa.
La clase duró lo que un viaje en tren. Sonó la campana del fin de la clase cuando la locomotora del sisa con sus vagones cargados con todos sus compañeros estaba llegando a la estación .
Era la hora de recoger las cosas, el material escolar y las pertenencias que pudiera tener cada uno, y de bajar a merendar. Hoy tocaba bocadillo de mortadela, con aceitunas gordas y verdes. Mientras recogía sus cosas y las guardaba en el interior del cajón de su pupitre, al sisa se le deslizó su boleto del libro donde lo había metido, escapándose por debajo de su pupitre, cayendo al suelo lejos de su vista.
A la noche martinuka cuando movía los pupitres para barrer con su escoba de caña y hoja de palmitera, encontró el boleto número 101 debajo de la mesa del sisa. Lo recogió del suelo, y lo miró un instante. Sonrió. Entonces, con su carta metida en unos de los grandes bolsillos de su mandilón, martinuka abrió el cajón de la mesa del sisa y extrajo una de sus libretas. Estuvo ojeando un rato los dibujos que había en la libreta del niño, y después metió el boleto entre sus hojas y la volvió a guardar dentro del cajón del pupitre para que cuando fuera el momento oportuno el sisa lo volviera a encontrar.


mvf
wigfredo 

martes, 13 de agosto de 2013

Carta a martinuka




Querida martina:


Perdona lo que he tardado desde la última vez que te escribí. No es que me haya olvidado de ti en todo este tiempo.  Como ya sabes apenas tengo tiempo para escribir.

En el pueblo pocas cosas han pasado desde la última carta que te envié. Este año llovió abundantemente hasta finales de mayo por lo que las cosechas se han demorado un poco.

La mujer de don sebastián nos regaló un perro de lanas para las ovejas;  aquí estamos todos muy contentas porque hacia falta para que ayudase con el rebaño.


A paco, el de la fuente, el que quería ser tu novio, se le cayó la virgen en un pie cuando la cambiaba de lugar para poner, en su sitio en la iglesia, al san antonio que compró don sebastián.

A mi me parece que paco no tenía culpa y que si la virgen tendría que estar molesta con alguien, por que la quitasen de su lugar, para poner la imagen del san antonio, sería con la mujer de don sebastián que por lo visto está muy agradecida a ese santo; ya sabemos todos como es paco de interesado, y aunque hubiera pecado de exceso en su trabajo esperando una buena propina de don sebastián, de eso a que la santa le esmague un pie …

El perro se ve que es de gente fina. porque hoy cuando íbamos con el carro de las vacas, a recoger tojo a los acantilados para la cuadra del ganado, el perro se subió al carro y desde allí iba mirando como los otros perros venían corriendo detrás con la lengua fuera.


Murió don agustín, el de la tienda de los ultramarinos. No se si lo recordaras pero cuando fue el levantamiento vinieron unos falangista de la coruña para darle el paseo y fusilarlo a él y a otros vecinos. Lo digo porque al entierro de don Agustín vinieron las autoridades de la coruña y aquí no faltó ni el alcalde, ni siquiera don Sebastián.

 Como tu sabes cuando ganó la guerra franco habían venido unos falangistas de la capital para darle el paseo a él y a otros vecinos. La suerte fue que unos marineros que habían estado antes en la lonja de la coruña, al llegar al puerto de aquí, le trajeron el chivatazo ;  don Agustín tenía muchos amigos en la capital. Así que se enteró don agustín habló con don Anselmo, el que había sido alabardero del rey don Alfónso.

 Ahora que me tengo otro rato para escribirte quiero contarte que lo que te había escrito del perro, pues mira tu lo que son las cosas que sin embargo me ha dicho la niña que el perro igual no funciona bien, porque al bajar con el animalito para las lomas del monte, donde estaban las ovejas, se encontró con un corderillo recien nacido que saltaba tras su madre y el perro echo a correr despavoridamente. La niña dice que estuvo buscando toda la tarde y aún no ha aparecido. Esperamos que no haya vuelto para la casa grande de don sebastián y que vayan a pensar que igual somos muy brutos y no sabemos apreciar el regalo de su esposa.


Don Anselmo, sin más dilación se desplazó a la coruña para hablar con el hijo de un amigo con el que había servido juntos en la guardia del rey don Alfonso:  un destacado falangista que trabajaba en el gobierno civil; y le ofreció un regalo de tierras de don agustín a cambio de su vida.
 Los nacionales, como los republicanos se habían alzado contre el rey, le guardaban respeto a don anselmo por que no sabían a que atenerse con él, y también por la avaricia el falangista aceptó. Una vez aceptado el trato, don Anselmo regresó rapidamente de la coruña y movió rapidamente el regalo de tierras de don Agustín.
 El requeté que estuvo por la comarca buscando gente por las casas tenía orden de no tocar a don Agustín y algunos de los testigos que tambien figuraban entre los buscados.
Mientras que en la notaría siguiendo las instrucciones de don anselmo se demoraban todo lo que podían con las escrituras de las tierras.
 Llegado un momento, se tenía que dar aviso a la capitania general de la coruña de haber cumplido la misión y de que se habían efectuado los paseillos con la relación de  los nombres de las personas que habían sido detenidas o ajusticiadas, o como se diga en esos casos,  para que desde la capitania se informase a madrid.  Y como el tiempo ya comenzaba a apremiar se informó a madrid de que se había completado la limpieza con la relación de nombres de personas represaliadas en la provincia, entre las que claro está no figuraba el nombre de don Agustín y sus amigos.
 Asi fue como don Agustín y algunos vecinos del pueblo se salvaron: porque  tenían que estar vivos mientras no se firmaban las escrituras de regalo de parte de las tierras de don Agustín y que hoy pertenecen a don Sebastián.

Bueno. Por aquí, así, de momento no hay nada más que te pueda escribir. Perdona si algo he escrito mal que ya sabes que nunca tuve tiempo para aprender a escribir como enseñan en la escuela.


La niña abelarda, la hija de uno de los caseros de don sebastian, pobrecita tan jovencita y ella sola en la vida con un niño, se quiere marchar a la emigración que aquí la dan muy mala vida y está preocupada porque no tiene quien le cuide a su hijo.




mvf.