martes, 30 de diciembre de 2014

FIN DE AÑO.



Ya sabéis que todos los años al llegar estas fechas es costumbre que las personas vanidosas sientan que tienen obligación decir algo a los demás sobre el año que terminamos y sobre el año que viene.

Hoy en día los libros no se venden si no es con una buena foto en la portada ... y los blogs ... De los blogs no digamos. La gente cuando visita un blog espera ver la estructura visual de un catalogo de juguetes  ... o de alguna revista donde pasas las paginas y te encuentras los productos rodeados DE NÚMEROS QUE HABLAN DE UNA BUENA OFERTA. aunque lo que vendan sea malo y caro.

En este blog  no hay ni imagenes ni ofertas, y a veces leer hasta es dificultoso - me doy cuenta cuando al cabo de un tiempo se me ocurre leer algo y veo lo mal que están colocadas las comas, o que hay que recortar o trasponer frases ... 
 - Ya lo tengo dicho, es gratis y no se admiten quejas.

A todos los que venís por aquí, y llegaís hasta el final de lo que se escribe,  OS QUIERO mostrar mi agradecimiento, mi cariño y mi respeto, por que a parte de vuestra amistad sois personas que de alguna manera le dais más importancia a la letra que a las imágenes en está sociedad que se ha vuelto tan multimedia.  Pinta bien si no fuera que empezamos a no entendernos los unos con los otros.


Bueno, sin que sirva de precedente y exclusivamente por animaros, he decidido poner algo de multimedia en el blog. 
Espero que sepáis perdonarme las faltas cometidas durante todo el año, y os deseo que tengaís un buen año nuevo.







Ah, y sobre el año 2015 tengo que decir que lo comencé con la resaca y las sobras del día anterior. 



domingo, 28 de diciembre de 2014

La vida natural 6




La herrera abrió la puerta del establo. Montó en la vieja furgoneta y dando un portazo cerró la puerta del coche. Las ovejas dentro del vallado del establo levantaron la cabeza aguzando el oído preguntándose que pasaba. Un chasquido salió del motor de arranque del coche y se encendió el motor.
El rebaño de la mujer del herrero tendría, entre ovejas, borregas y carneros una treintena de cabezas; entre los carneros, la mayoría que aún no se separaban de su madres, destacaba un mardano * un carnero bravo y feo que tenía un aparato reproductor tan bien dotado que alguna vez su visionado inocente por el genero femenino había terminado en el confesionario.  El carnero sorprendido por la ausencia de los ladridos del perro empezó a balitar fuertemente para que las ovejas se espabilaran y salieran rápidamente del vallado para ponerse a correr delante del coche que las conduciría, como de costumbre, a pastar al prado.
 Llegaron al trote en un santiamén a un prado cercano al cementerio por la aparte de atrás de la iglesia que estaba cercado por viejas piedras, cubierto por la maleza en algunos puntos. Tenía una entrada  abierta por la que entraron todos los animales.  Cuando estaban todos dentro del prado la herrera bajó del coche sin apagar el motor y corrió  una viejo palo que hacía de tranca cerrando el lugar por donde habían entrado los animales; después volvió a montar en la furgoneta, y se marchó a hacer otras cosas; dejando el rebaño solo, por que tenía la confianza de que ninguna de las felices ovejas se iba alejar más de dos pasos de su macho.  
Hacía sol en el campo. Se oía el cuchichí de una perdiz que llamaba a su pareja. Desde el campanario se oía el crotorar del pico de una cigüeña.
El mardano no tardó en detectar las dos ovejas solitarias que pastaban libremente en los alrededores de la iglesia.
Las dos amigas nocturnas de Melquíades hacía rato que se habían despertado y continuaban su ronda de siega de la hierba. Las ovejas enseguida notaron la mirada lasciva del mardano y sus corazones empezaron a latir apresuradamente. Bajo esa mirada libidinosa no tardaron en sentirse abandonadas por la vigilancia protectora de su pastor canino; entonces decidieron aproximarse amenazadoramente al jardincito que Arcadia tiene al lado del campanario para que apareciese ladrándoles. Pero Melquíades no aparecía.
 No queda del todo claro, para que yo las describa, que tipo de plantas tenía Arcadia la campanera en el pequeño jardincillo que había hecho con un cerquillo de piedras, pero así que le hincaron el diente a esas plantas las ovejas se pusieron a balar alegremente como si estuvieran borrachas.
El viejo mardano no cesaba de mirar desde el prado a las dos ovejas reandoscas, de cuatro a cinco años, sin macho que las cubriese, que balaban como unas ovejitas histéricas al lado del campanario, de la iglesia, achacándoselo sin lugar a dudas a la prestancia de su naturaleza. También las miraban con malos ojos las ovejas de su harén por que no era el caso que dos extrañas viniesen a alterar las relaciones que tenían en el rebaño. 



mvf .  
Feliz año nuevo. 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

la vida natural 5



Hay compañías que aunque esten con nosotros toda la vida no llegamos a saber su verdadero nombre y nos referimos a ellas, nosotros y todo el mundo, con un mote que se les ha puesto por alguna acción, por alguna caracteristica física o por el comportamiento inusual que en algún tiempo se realizó delante de los demás.Y así les ha quedado para siempre el llamarse Chino, Duque, Dylan, King, Rasta, Toby o simplemente Palleiro;  pero el perro de los de la labrada se llamaba Bruno.
Bruno era el sexto de una camada de perros que un buen día aparecieron en el establo de los labrada, sin que nadie hubiera sospechado del embarazo de la vieja perra pastor; y después de que se hizo un reparto de la prole, entre esta vida y la otra, Bruno quedó en la casa de los labrada. De esa camada, solo quedó en este mundo también, Melquiades, que acabó de pastor cuidando el rebaño de la mujer del herrero. Al encontrarse los dos, con otros congeneres que también seguía tras el rastro del olor menstrual de la hembra en celo, se aproximaron para olerses y dar vueltas uno alrededor del otro, y dieron unos saltos el uno sobre el otro mostrando encontrarse claramente emocionados, al encontrarse; finalmente, después de olerse debidamente en sus partes, se ignoraron el uno y el otro, por que el interés de los dos era competir por la hembra.
En el campo se había reunido media docena de perros de distintas ascendencia, y salvo los dos hermanos, todos eran primos y se apellidaban palleiros.
La perra aún tenia reciente la última copulación y no deseaba de momento que la montara ningún macho, así que hacía burla de ellos, provocándoles cuando estaban quietos y gruñendoles cuando se aproximaban; de tal manera que los perros ansiosos por satisfacer sus deseos naturales enloquecían de amor y acababan gimiendo y llorando; terminando su excitación en peleas entre ellos, para demostrar quien era el mejor merecer los favores de la perra; produciendo así en el lugar una algarada difícil soportar.
Cuando menos se esperaba se escucharon en el aire dos tiros: era el amo del animal en celo que había disparado con una escopeta de cartuchos para ahuyentar a los perros, que huyeron en desbandada por los campos advirtiéndose en su lejanía la falta de decisión de cada cual.
Mientras escapaban asustados por los tiros de la escopeta, los dos pastores recordaron cada uno sus obligaciones. Bruno llevaba en su retina la imagen de sus dos protegidas, pegadas al muro de la iglesia, como las había dejado, sospechando que no estarían durmiendo la siesta; su hermano, igualmente apurado, se alejaba pensando en que llevaba desaparecido desde primera hora del día desatendiendo sus obligaciones de llevar a pastar el rebaño de la mujer del herrero. Aunque esta memoria les duraría bien poco.


 mvf.
un saludo y feliz navidad ...

miércoles, 26 de noviembre de 2014

la vida natural 4



El cura se llegó a la puerta. Había varios coches  aparcados en las inmediaciones de la casa de lo que se podía deducir que no era la unica visita. Asió la aldaba, de la puerta y la golpeo dos veces contra una pieza circular de metal clavada en la madera. El sonido de los golpes entró por la casa a dentro buscando a alguien que viniese a abrir mientras el esperaba la respuesta.
La aldaba era un aro de metal, que colgaba sujeto por la boca de una cabeza provista de enormes orejas y que miraba inquisitivamente al visitante como advirtiéndole que según sus intenciones la puerta se podía abrir para bien o para mal.
Miró para los profundos surcos labrados por el tiempo en la madera de castaño, con los que parecía estar escrita la historia de la casa.
No tardó en oírse el ruido en aumento de pies apresurados que venían desde el interior de la casa para abrir la puerta. La puerta se abrió y asomó una anciana señora de pelo blanco que dijo sorprendida por la visita:
-  Buenos días padre. Pase pase, que esta uds. en su casa.
y así que le decía esto, hacia ademán para que entrase mientras se quitaba el mandil. que traía puesto.
El mandil lo vestía la anciana todo el día, desde que se levantaba hasta que se acostaba, y solo se lo quitaba en raras ocasiones como cuando venía a la casa alguna visita apreciada para recibirla debidamente.
 - Buenos dias Eulalia- así se llamaba la señora-  estoy enterado de que le han venido unos familiares del otro lado del mundo y venía hacer una visita para conocerles-. Iba diciendo el cura mientras seguía a la señora en el interior de la planta baja de la vivienda, por un pasillo pisado con losas de color rojizo, hasta el salón. Allí alrededor de una mesa grande, apretados, se había montado una buena tertulia con los visitantes.
 Los presentes al verle llegar le saludaron, entre risas y bromas.
 - Sin faltarle al respeto sr. cura - aclaró alguien mientras se reían todos.
En el salón estaban las dos jóvenes y con ellas unas ocho personas más, todas ellas varones que decían ser primos y hasta alguno, tataraprimo, y que por ser hijo de una prima tercera también había venido de visita para conocer a las jóvenes.
En la casa, Eulalia de ochenta y seis años, con tanta visita aprovechó para celebrar el ciento dos cumpleaños de la madre, y para ello había dispuesto en la mesa abundante café, bebidas y un par de tortas mantecadas para que los invitados fueran picoteando en ellas.
La anciana madre presidía la mesa y al ver entrar a su hija en el salón con el cura de la parroquia, dio un respingo y rió mostrando sus mandíbula carnosas y desdentadas:
 - ¡Lalia ... ya que vino el señor cura podías sacar esa botellita de aguardiente que hay en la alacena de la cocina para echarle a la torta... y de paso me pones una copita a mí!


mvf

miércoles, 19 de noviembre de 2014

La vida natural 3



De repente un olor sorprendió el olfato del perro. Levantó la cabeza por arriba de su lomo, para mirar a su alrededor, y olisqueó el aire. Solo vio a sus dos amigas, dulces y sensibles, que continuaban comiendo en la hierba de los alrededores de la iglesia. Era un olor fresco, húmedo, dulzón, excitante... Aunque el perro era un mastín entrado en edad su sangre se llenó de juventud. No tardó en reconocerlo: era el olor de una perra en celo.
Se aupó haciéndose el remolón disimulando su excitación; pero sus dos amigas se habían percatado de que algo ocurría y mirandolo inquisitivamente se fueron arrimando peligrosamente a un pequeño jardincito que estaba por la entrada lateral a la vicaria de la iglesia - lo que quería decir que o iba inmediatamente junto a ellas o empezarían a devorar por donde no debían.


El perro no se atrevía a ladrarles, a pesar de su actitud amenazante, por que eran sus consentidas - o por el olor a muerto en el suelo del lugar - , así que tenía que buscar una solución sino quería permanecer al lado de ellas todo el tiempo. Entonces se acercó junto a las ovejas para tranquilizarlas y hacerles ver que no pasaba nada, y con mimos y caricias: empujando con su cuerpo el cuerpo de ellasy lamiéndoles los hocicos, apartó las ovejas del jardincillo llevandolas al otro lado de la pared de la iglesia.
Las ovejas respondieron de buena gana a las lisonjas del perro, por que dormían juntos por la noche y salvando las diferencias entre ellos hasta alguna vez le habían consentido algún capricho; se dejaron conducir al nuevo lugar, y volvieron a ponerse a comer la hierba, y con el calorcito de la piedra de la pared de la iglesia,  al cabo de un rato se adormilaron y cayeron en una profunda siesta. 

Cuando se quedaron dormidas las ovejas; el perro, decidido a seguir su olfato hasta donde le condujese, se fue apartando de su lugar de guardia cuidando bien de que sus amigas no se despertaran. 


 Finalmente; todo contento, arrancó por el mismo camino que había visto tomar el cura después de salir de la rectoral, y guiado por su olfato acabó llegando hasta a una de las primeras casas del pueblo para descubrir que no era el unico que había llegado, atraido por el olor carnal de la perra en celo. 



mvf.

jueves, 6 de noviembre de 2014

La vida natural 2



Cuando llegaron al lugar de la la iglesia, el párroco se dirigió a la casa, sin prestarle ninguna atención; daba por hecho que cada cual sabía el cometido que le había dado dios en este mundo y el de las ovejas era comer los tallos crecidos y dejar el lugar limpio de hierba.

 Después de pararse, los animales siguieron con su vista al párroco hasta que desapareció, al entrar en la casa; entonces al verse que quedaban solas entre tanta hierba que crecida al albedrío; puestas en situación, sin más dilación, mientras el perro, amodorrado por el calor del verano, se estiraba y bostezaba, las ovejas empezaron a hacerse una composición mental del lugar en el que estaban, y la hierba que había entre la iglesia, la casa del cura y el cementerio; se miraron entre si, para ver como se iba a hacer, y comunicandose con la mirada, trazaron el siguiente plan: primero empezarían a devorar los tallos de hierba alrededor de las piedras del pórtico de entrada de la iglesia; luego continuarían por el pequeño terreno que separaba el lateral del edificio de la vivienda del señor cura, pues el otro lado estaba separado del muro del cementerio por unas losas grandes, que en otro tiempo habían tenido inscripciones, donde descansaban los huesos de difuntos desconocidos, y no eran muy dadas a sorpresas;  y para el final dejarían la parte posterior de la iglesia, por donde se vertían las aguas del tejado, por que al dar sombra era el sitio más húmedo y la hierba estaba más crecida y verdosa. Esa parte era la mejor para las horas de la tarde cuando apretaba el calor.



Cuando las ovejas empezaron a morder ceremoniosamente la hierba, que crecía en el pórtico, por respeto algún muerto anónimo que descansaba su cuerpo bajo la tierra a la entrada de la Iglesia,
 el perro se apartó para tirarse encima de una losa, bajo la sombra del campanario, y continuar desde allí su labor vigilante.
Abrió su boca en un largo bostezo, sacando su lengua fuera, en un arco tenso, y se tumbó en el suelo; descansando su cabeza sobre sus patas delanteras, extendidas sobre la piedra; no tardó en cerrar sus ojos.

Todo así, se esperaba que este fuera un apacible día sin ninguna sorpresa.

Ese día el párroco se sentó a comer también antes de tiempo. Esto no significó ningún trastorno para la señora que lo atendía simplemente toda la costumbre de la casa se había adelantado con el madrugon del sr cura. Al terminar de comer se fue a su habitación para echar una siesta y recuperar el sueño de la noche pasada; pero no tardó en despertarse sobresaltado por un deseo insospechado, que ya no recordaba, y por lo que se había levantado temprano, casi sin dormir.

Las contras de las ventanas de madera de la habitación estaban apenas abiertas dejando solo pasar un haz de luz.

Rezó el rosario; sus labios empezaron a mascullar un murmullo imperceptible mientras transcurría el tiempo.

- Deseo, deseo ... vete ya

Pero el deseo no desaparecía.
Entonces se levantó y se aseó. Había decidido hacer una visita a las vecinas de latinoamerica; que estaban estos días en la casa de unas tías, hermanas de su abuela materna, para conocer sus raíces gallegas; y con ellas rezar por los antepasados y por las penurias de este mundo.

El perro abrió sus ojos, al oir cerrarse la puerta de la rectoral, y siguió con la mirada la dirección que tomaba el párroco, hasta desaparecer de la vista, al llegar donde el camino de la iglesia se encontraba con la carretera. 



mvf

lunes, 20 de octubre de 2014

la vida natural

   Aquella mañana el párroco se levantó más temprano de lo habitual y cuando bajó de su habitación para el comedor, aún estaba sin poner el desayuno que le preparaba todas las mañanas la anciana señora que vivía con él en la casa parroquial. La señora apareció apurada en el comedor, al oír que había bajado el cura de sus aposentos, y después de darle los buenos dias se metió en la cocina; mientras llegaba al comedor el olor a café recien hecho, el parroco, mirando por la ventana se fijó en que la hierba de los alrededores, con el calor y las lluvias frecuentes en esta epoca del año en Galicía, estaba demasiado crecida. Apareció la señora  con una bandeja en la que traía el desayuno, y en un plis-plas le preparó la mesa para que se sentará y almorzase. Se sentó cuando la mesa estaba dispuesta y mientras untaba el pan con mantequilla fresca, frente a una taza de café con leche, recien hecho, que despedía un aroma apetitoso, decidió que al terminar iría a  pedirle al abuelo de los de la labrada que le prestase la vaca “la sorda” para traerla a que comiese la hierba de los alrededores de la iglesia y de la vieja casona en que vivían.
    El párroco encontró al abuelo de los labrada trabajando en la huerta de la casa y se acercó a él dándole unos saludos, y recordándole el tiempo que hacia que no se veían por que no iba por la iglesia. 
El abuelo de los de la labrada, que no es de muchas conversaciones, o acaso pensase que el cura venía a pedirle que le diera para algún arreglo de la parroquia, por que en estos caso cuanto menos tiempo de conversación se deje dar mas pequeña es la derrama, paró lo que estaba haciendo y se acercó a hablar con el parroco.
    El párroco le explicó a su feligrés como estaba crecida la hierba a los alrededores de la iglesia y que venía a pedirle si podía llevar la vaca sorda para que rumiase la hierba del lugar y la casa parroquial.
    La vaca de los de la labrada, sorda no debe ser por que cuando se habla de ella está cerca, paciendo aquí al lado, y aunque los ojos y la mirada de la cara del enorme animal, con la boca llena de hierba moviéndose de un lugar a otro dentro de sus maxilares, apunten a otro lugar como quien no se entera de nada, sus orejas enervadas se ve que están dirigidas para oir a los tertulianos que se paran para hablar con su amo, al lado del camino, y al terminar la conversación y los extraños se han marchado, cuando la cosa le conviene se arrumaca contra el amo, con cuidado de no tirarlo, y le da uno, o dos ,o tres lengüetazas en la cara, según como sea el caso, mostrando así la conveniencia de la calidad de lo tratado. Y cuando se habla del carro o el yugo, o de hacer algún trabajo propio del animal, o está al otro extremo de la finca o la vaca se pone áspera y sacude el rabo dirigiendo su desaire para matar moscas con fuerza en sus ancas. La vaca, digo yo, si algo tendrá, será alguna enfermedad mental de esas modernas que se encuentran ahora en las gentes finas.
    Al terminar de hablar entre ellos, el abuelo de los de la labrada levantó el cayado … apuntando para la vaca, que estaba alejada de la casa, y pegó un largo silbido metiendo dos dedos en la boca para que le oyese el animal, pero la vaca ni se inmutó. Entonces le dijo al párroco, con su voz de pueblo:
 - la vaca no te la recomiendo de llevar que se ve que no le interesa, mejor te llevas un par de ovejas, y llévate también el perro que las vigile.
    El perro descansaba dormitando cerca de ellos y al oír esto se levantó de su descanso, se desperezó, y tras dar unos ladridos vino hacia ellos seguido de dos ovejas, madre e hija, que se veía que eran sus favoritas y tenían amistad con el animal. Pues dormían juntos, las noches frias, para compartir el calor de su cuerpo entre los tres.
Y después de despedirse las personas, el cura marchó de regreso para su casa, seguido por los tres animales. 


mvf.

martes, 30 de septiembre de 2014

Que haces en mi cabeza 3








       - ¿Bueno, entrando en materia, tu sabes algo de mi marido y sus andanzas misteriosas de estos días?

       - ¿Que lleva unos días de salidas misteriosas?. ¡Dolores de Marise, que cada una tiene que aguantar al suyo!  Si pensé que no lo iba echar de mi casa. Esos dos chapuceros – refiriéndose a mi padre y al herrero – estuvieron estos últimos días sin salir de mi casa, haciendo de mecánicos, y dejaron la huerta hecha una cacharrería.


       - ¿Como?

       -  Por lo visto como decidimos comprar un coche nuevo y mi marido tenía que entregar el suyo para el desguace, y como los coches son iguales hasta de color, decidieron antes desnudar a un santo para vestir a otro, y pasaron media semana encerrados en mi casa para quitarle las cuatro puertas y el capó del coche que íbamos entregar para ponérselas al coche de tu marido.



A mi madre se le fueron encendiendo los ojos de ira acorde con lo colorada que se iba poniendo  mientras iba escuchando toda la historia que le contaba la herrera.



        - A punto estuve de llamar a tu casa para que vinieras a recoger a tu marido y lo vieras tu, que tuvieron las puertas de los coches durante varios días plantadas en la huerta que parecía que iban enraizar en la tierra como las calabazas...



Se resolvió el misterio y llegó el final de la película.



La hora de la cena no fue como la de la comida, cargada de misterio, el ambiente estaba frío, y la sopa hirviendo. Con la primera cucharada de sopa mi padre se abraso por dentro la boca y se le subieron los colores de la cara llegando el ardor hasta las cejas. La cena continuo rápidamente, entre un tenso silencio que cantaba de plano que se había descubierto todo el percal del coche, y nosotras dos, enmorradas,  mirando si había alguna mosca para atizarle con el matamoscas. Y mi padre cenando sin levantar la cabeza del plato, mostrando un obligado arrepentimiento sin cuartel, con una expresión de dolor en la cara y lagrimas asomándole a los ojos.

Viéndole dudaba si además de la sopa hirviendo, a mi madre se le habría caído el salero en los calamares del mediodía que le habíamos recalentado para la cena.



Al terminar de recogerse el último plato, mi madre le espetó a mi padre: - Pues ahora si quieres eso por la noche – mi madre siempre se refiere a eso así –, vas tener que ir a buscarlo fuera de casa durante una buena temporada.



        - Vaya cosa que tienes, ahora voy ir a pagar fuera teniendo en casa.

 Mi madre escuchó a mi padre sin decir nada y le respondió:

       - Ya estás mirando para hacer un viaje a Italia, que tengo que hacer unas compras.

Después de decir esto salió de la cocina. 

Entonces mi padre levantó la cabeza y me dijo:
- Marise, ya se que estáis disgustadas conmigo por lo del coche pero lo hice por que tenía pensado comprar otro coche, como el de mi amigo el herrero, y tenía pensado poner a tu nombre el coche viejo para ti.

 
 Al guardarse la sartén debajo del mueble de la cocina se dio por terminada la hora de la cena:


¡Oye, Marise!  ¿Y tu que haces dentro de mi cabeza?.



mvf.

martes, 23 de septiembre de 2014

Que haces en mi cabeza marise 2




La pista del herrero obtenida en el guiso de los calamares quedó en el aire durante la tarde.
 - ¿Qué, mama, y si vamos a dar un paseo y de regreso a ver si pillamos a la mujer del herrero para preguntarle si sabe algo?
 Mi madre asintió y dijo que para encontrarnos con la mujer del herrero lo mejor era que fuéramos cerca del río, que estos días la herrera llevaba a pastar las ovejas a una finca próxima a una nuestra.
No tardamos en arreglarnos para salir. Estábamos inquietas y nerviosas como esas detectivas de las novelas que no paran de dar vueltas por la casa hasta que encuentran un hilo con el que desmadejar el ovillo. Nosotras teníamos el hilo: la pista del guiso de los calamares, y no íbamos a parar hasta que quedara todo al descubierto. 
Lo otro, como quien no quiere la cosa, fue apostarse en el camino y allí sentadas las dos sobre unas piedras, oyendo a los pájaros alborotar con sus trinos y disputas entre los árboles, madre e hija esperamos el regreso del campo de la mujer del herrero para interrogarla.
Al cabo de un rato vimos aparecer el rebaño de ovejas de pastar la hierba y un viejo perro que vigilaba que no se dispersaran en el camino; detrás de ellos venía un coche, un cuatro latas de color blanco, destartalado, conducido por la mujer del herrero, empujando la comitiva.
Le hicimos unas señas dándole el saludo con la mano que era igual que darle el alto.
Ella nos vio y paró al llegar a nuestro lado. Asomó la cabeza por la ventanilla:
- ¡Qué, dando un paseo las señoras !
- Si. Por aquí vamos dando un paseo y nos hemos parado un poco a descansar. Después de tener todas las cosas de la casa hechas nos dijimos: habrá que dar una vuelta. Los días están muy bonitos pero se ve que ya disminuyen y se hace antes de noche. Estamos a mediados de septiembre …
- ¿No querréis comprar un cordero para un asado?
El perro, un chucho de media altura con pelo largo, rudo, de color pajizo, y protector de sus ovejas, que se había detenido para olisquear nos, al oír esto mostró su enfado y empezó a correr alrededor del rebaño, dando ladridos para que no se parasen  las ovejas y llegasen a casa lo antes posible.
-¡No!. Solo queríamos hablar de nuestros respectos.
- ¿De nuestros respectos, o de ellos?.
- "De ambos los dos".


mvf.

martes, 9 de septiembre de 2014

Que haces en mi cabeza marise.





- ¡Pum. Pum. Pum!
- ¿Quién es?
...
 Ah, Marise...  pasa, pasa...
 - Como te va?
 - Estaba por aquí y me dije, ahora que te has sentado delante mía te voy a contar una historia.

Tras unos días de salidas misteriosas mi padre apareció una mañana con el coche limpio; tanto que en un primer momento de sorpresa de los que vivimos con él, pensamos que había hecho un derroche de dinero y había ido al lavadero de los coches de la gasolinera y no al que hay al lado de la fuente del rio, donde se junta de cháchara;  en los días anteriores a fechas significadas como las fiestas del santo de algún pueblo, o a la misa del cabo de año de algún difunto; cuando hay más gente lavando el coche en el rio ...  y cuando está próximo el turno a su coche marcha diciendo que se le ha hecho tarde o que le acaba de surgir un imprevisto.
Nosotras no preguntamos nada por las salidas misteriosas que había estado haciendo esos días y hasta nos alegramos que saliera, por la tranquilidad que queda en la casa durante su ausencia, pero al ver el estado de limpieza del coche, que por lo menos se compró antes de que naciera yo, nos dejó bastante mosca.
- ¿Y ese coche que hay ahí fuera, de quien es?
- ¡Vaya, que milagro lavar el coche!
- ¿No nos estarás escondiendo algo?
Mi padre nos miró, y respondió -  Va haber que cerrar las ventanas de la calle que parece que comienza a hacer frio.
La cosa no quedó ahí y las preguntas continuaron, mientras improvisábamos una limpieza sorpresa alrededor de él.
 - ¿Y ese lavado de coche... es que vas de faena, o es que tienes pensado darnos una sorpresa?
- ¿Es que hay fiesta en algún sitio?

           - Voy a tener que ponerme un abrigo de invierno para estar en casa - respondió mi  padre ignorandonos.

A la hora de la comida mi madre volvió de nuevo al ataque:
- ¿Qué, nos vas... llevar a algún sitio?
- ¡Si vamos ir algún sitio avisa con tiempo que nos tenemos que arreglar!

 Nuestro acoso parecía ir haciendo mella en mi padre que ya se veía un poco aburrido 
 - ¡Dejaros las dos de pamplinas que la comida va estar fría!
  - ¿A la noche hay que prepararte la cena o tienes pensado salir tu solo... ?

Sorbiendo la cuchara de sopa - ¡Ya está fría la sopa!

La cuchara de mi madre le apuntó amenazadoramente  - Pues te levantas y calientas la sopa en el microondas y no metas el plato con la cuchara dentro, que tú ya se sabe.

Mi padre es muy obediente y por no levantarse a meter en el microondas el plato con la cuchara dentro, se termina de comer la sopa. El último sorbo de la cuchara nos avisa de que ya terminó.
Se hacen unos minutos de silencio que da tiempo a que todos acabemos nuestro plato de sopa.

Me levanto para recoger los platos hondos de la sopa y servir el segundo plato. Hay guiso de calamares con patatas cocidas, que prepara exquisitamente mi madre.
- Seguro que a ti te pico el coche de segunda mano que compró el ferreiro* herrero.
- ¿Y qué hizo con el coche que tenía que era igual que el tuyo?
- ¿No le habréis cambiado las matriculas a los coches?
-¡Otro qué es como tú!
- Menos mal que el guiso está más caliente que la sopa, ya creí que iba comer frio hoy. 
 Al oír esto, las dos quedamos pensativas y la comida discurrió sin más incidentes.
Ya sabíamos que íbamos por buen camino.