domingo, 26 de septiembre de 2021

garbancito

-¡ Hola Garbancito !- dijo la chica de la tienda al verlo entrar; pero Garbancito, sin pararse, ya iba para el interior del supermercado con un cesto en la mano.
-¡Hola, Elvira! -  se oyó que le respondía, cuando empezó a buscar  entre las estanterías del supermercado. 

Una botella de vino tinto para la noche. Todas las noches, a la cena, tomaba un vasito de vino o dos, antes de irse a la cama.

Arroz. Un kilo de arroz redondo. Para mañana pensaba hacer arroz blanco con una latita de mejillones por encima, cuando estuviese en su punto.

Pan. Una hogaza grande de medio kilo. 

Tanteo las tres bollas de pan que quedaban en un mueble de estanterías, al lado de las harinas. Quería que no estuviese muy blando, porque era señal de que estaba poco hecho, a él le gustaba el pan firme y uno esos barras blandas que pasado un día no había quien las mordiese. Después de varios tanteos, se decidió por una bolla, la que menos estaba quemada por debajo porque se hacía en horno de leña, y la metió en su cesto. Ahora, para completar la lista de la compra, le faltaba que meter dentro del pan.

 - ¡Niña. Me atiendes cuando puedas¡

Elvira era hija de la dueña, y aunque pasaba de los treinta y cinco años, hacía las veces de chica en la charcutería, carnicería, pescadería, panadería, frutería... en el supermercado del pueblo.

- ¡Si, ahora voy! - respondió, cuando hacía de cajera, atendiendo a una clienta.

Terminó de meter
la compra en la bolsa del cliente que estaba en la caja, y después de cobrar y despedirse, se dirigió hacía el mostrador acristalado, frente al que le esparaba Garbancito mirando para los fiambres y el queso, del interior de la vitrina.

Elvira se coloco detrás del mostrador acristalado y preguntó 

- ¿Que te pongo?

- Quería que me pusieras salchichón y chorizo de Salamanca

- ¿Salchichón ibérico?

-No, del salchichón que hacéis vosotros y trescientos gramos de chorizo.
Elvira, cortó primero el chorizo, pesó los trescientos gramos, y después de envolverlo cuidadosamente, se dirigió al almacén, en el interior de la tienda, y no tardó en aparecer con varias piezas de salchichón. 

Después de tantearlos, le mostró el salchichón, que a ella le parecía mejor.

- ¿Este?

- Si - dijo Garbancito, asintiendo con la cabeza.

Después de pesar la pieza de salchichon, preguntó de nuevo:

- ¿Algo más?

-¡ No. Cobrame?

Elvira salió del lugar de la charcutería y ambos se dirigieron a la caja por la que había que pasar previamente a la salida .

Ahora la chica de la charcutería volvía a ser nuevamente la cajera. Sonó la maquina registradora y se despidieron

- ¡Adiós, Elvira!

Fuera de la tienda, cuando se disponía a  cruzar al otro lado de la calle,
un escalofrió recorrió el cuerpo de Garbancito. Quedó parado un instante y entonces recordó el sueño de la noche anterior, y que tenía que ir a casa de la campanera para dar un recado.

 mvf.

jueves, 9 de septiembre de 2021

anduriña y enjuto 3

Lucía quiso ir al bar de la comisión de la fiesta a comprar un refresco y como sus hermanas no querían ir, no paró hasta que le dieron dinero para que fuera ella sola.

El bar de la comisión estaba atiborrado de gente y como pudo se hizo hueco en la barra apoyándose en el mostrador para ser vista por alguna de las personas que en el interior de la barra, moviéndose de un lado al otro, atendían a los clientes. Y mientras esperaba su turno, un joven se colocó a su lado.

-¡Oye! - le dijo -¿aquellas de allí son tus amigas?

 - Si. Son mis hermanas y mi prima.

 - ¿Podrías darle un recado a la que lleva la chaqueta con bordado?

Lucia entendió que se refería a Anduriña .

 -Si. ¿Que quieres que le diga?

 - Le puedes decir que a mi amigo le gusta tu amiga.

 - Vale. Descuida - le respondió - Cuando regrese, se lo diré .

Y el joven desapareció.

No tardó en regresar de vuelta junto a sus hermanas, sorbiendo el interior de un refresco de limón con una pajita, y como quedó con el joven, le dio el recado a Anduriña.

Anduriña, después de que oyó a Lucia, miró para donde estaban los chicos que decía su prima, para ver discretamente quien le mandaba el recado y vio que allí estaba Enjuto. 

-No se lo podía creer - dijo para sí. 

Y sin más se fue junto a ellos. 

-¡Hola Anselmo!- dijo Anduriña. 

Enjuto estaba de espalda hablando con uno de sus amigos, cuando se le acercó Anduriña, y cuando oyó que decían su nombre tras él se dió la vuelta, y al encontrarse con ella se quedó con la boca abierta y sin escapatoria.

 - ¿Anselmo no me sacas a bailar?.

pues Anduriña, al decir eso ya le había cogido de la mano y tiraba de él conduciéndole frente al palco de la orquesta, donde bailaba la gente.

 Al empezar a bailar juntos y sentir el contacto de sus cuerpos, el estar hechos el uno para el otro hizo todo lo demás.

Anduriña y Anselmo bailaron varias piezas juntos, hasta que cansados decidieron tomar un descanso y volver cada uno con los suyos.

- Descansaremos un poco y me vendrás a buscar junto a mis primas. ¿Vale?.

-Si, Anduriña.

Regresaron cada uno, Anduriña con sus primas y Enjuto con sus amigos.

Lucía vio que el chico con el había hablado en el bar de la fiesta le hacía señales, para que lo viese, y entonces se fue hasta junto a él para ver que le quería.

-¿Le distes el recado a tu prima?

- Si.

- Pero no le hace ningún caso a mi amigo.

-¿Como que no?. Si acaban de estar bailando.

-No. Enjuto no es quien yo te decía. Mi amigo, es aquel -  le respondió, señalando con el dedo a un joven que miraba para ellos - Mi amigo es farmacéutico y está coladísimo por tu prima. Díselo.

- Ah. Pues ahora se lo digo.

Lucía volvió junto a su prima para explicarle lo que había pasado y aclararle quien era el joven que le mandaba el recado

Anduriña miró con disimulo donde estaba su pretendiente y vio un  joven de buen parecido y bien arreglado, que miraba para ellas con nerviosismo, pendiente de lo que hablaban. 

 - Ah. Vaya. Farmacéutico - dijo Anduriña, sonriendo por el enredo ocurrido -  Pero yo al que quiero es a Anselmo y ahora tengo apalabrado otros bailes con él.

 A veces aparecía en la feria una mujer anciana. Nadie sabía quien era, ni la edad que tenía. Vendía pulpo que traía en unos canastos de madera. Pesaba la mercancía con una balanza, romana, como se había hecho desde hace miles de años. La romana tenía un garfio y una argolla que servían para asirla y mantenerla en el aire mientras se balanceaba, colgando de un lado el pulpo  y del otro lado un mástil por el que se deslizaba una pesa, que marcaba el peso al equilibrarse la balanza. 

Una de las veces la anciana del mar colocó su puesto cerca de Anduriña y cuando terminó la fería y recogían  habló con Anduriña y le regaló una piedra blanca con destellos nacarados, del océano.

-Anduriña, tendrás tres hijos y uno de ellos será para mi. 


mvf.