lunes, 28 de julio de 2025

El pantano - cuento de terror


El pantano respiraba con un rumor espeso, como si cada burbuja que ascendía a la superficie desde el fondo fuese un jadeo ahogado. Medio enterrada en el lodo negro, una cabeza descarnada asomaba al pie de un árbol retorcido. Su boca entreabierta parecía callar un secreto, o quizá solo esperaba la próxima visita de algún habitante del fango.

Alrededor revoloteaba una mosca negra, su zumbido cortaba el aire como una aguja en carne viva.

—¡Señora de los huesos! —canturreó—. ¿Nada que decir hoy? Ni un «pase usted», ni un «quédate fuera». ¿No me invita a comer? ¡Veo que ya no usa esa boca para hablar! ¡Qué falta de modales!

(Silencio. Un viento leve mueve un mechón de pelo que se cree pertenecer a la carne desaparecida)

 —Vaya, vaya… ¡Qué mal educada! En mi familia, siempre decimos "gracias" antes de posarnos en alguien. Pero bueno, si no quiere conversar, al menos déjeme picotear un poco. 

(Se frota las patas con entusiasmo.) 

—Mmm, este resto de piel ya está en su punto… ¡jugosa pero firme!(Una gota de sangre seca se desprende de la nariz.)

 —¡Oh, perdón! No quise hacerla llorar. Aunque, pensándolo bien… ¿puede una cabeza sin cuerpo llorar? (Risita zumbante.)

 (Un gusano asoma por el oído izquierdo.)

 —Qué curioso, antes usted gritaba, reía, tal vez hasta cantaba… y ahora solo sirve de banquete para mis primas las larvas. ¡La vida da vueltas, eh!

 (La mosca vuela hacia el gusano.) —Oye, ¿le pediste permiso para salir ? ¡Qué descortés!

 (A la cabeza, en tono de falsa condolencia.) 

—No se preocupe, señora, en unos días ya no estará aquí. Para entonces, será como yo y estará  en otro lugar. ¡No piense que es la única, el mundo está lleno de cabezas que olvidan cerrar la boca!

Un cuervo de plumaje azabache aterrizó en una rama cercana, sus ojos brillaban como monedas en el fondo de un pozo.

—Caaar… ¿Otra vez hablando sola, Hermana Mosca? —graznó, inclinándose con curiosidad.

—¡Hermano Cuervo! —la mosca hizo una pirueta—. No estoy sola. Aunque nuestra amiga sea muda, hay alguien más aquí conmigo. ¿O es que no ves al invitado de honor?

El gusano blanco y grasiento emerge ahora perezosamente de una de las cuencas vacías.

—¡Ugh! —el cuervo sacudió las alas—. Siempre con los mismos chistes. ¿No te aburres de comer cadáveres?

—¿Aburrirme? —la mosca rió—. ¡Nunca! Cada uno tiene su propio sabor. Este, por ejemplo… —se posó en el arco desnudo de su mandibula— …guarda algo dulce. Sabe como miedo viejo. Aquí se pudre un secreto, murmuró, hundiéndose en la oscuridad que alguna vez fue garganta.

Un búho enorme, con ojos como lunas llenas, asomó en otra rama. Su voz era un susurro de hojas secas:

—¿Y qué sabes tú del miedo, pequeña charlatana?

La mosca apareció encima de un colmillo mellado, ofendida.

—¡Tío Búho! Siempre tan serio. Yo sé lo que sé. Y la silenciosa cabeza… 

(La mosca alza el vuelo, dejando atrás a la calavera que, por primera vez, parece agradecer el silencio, para volar en círculos.)

 —…su interior está lleno de ecos. Como un pozo sin fondo.

El cuervo saltó más cerca, escudriñando los restos con interés.

—Caaar… tiene razón. Algo se mueve dentro.

El gusano se detuvo, como si escuchara.

—No me gusta esto… —murmuró—. Sabe a maldición.

El búho extendió sus alas, proyectando una sombra sobre todos.

—Los que hablan después de muertos siempre traen problemas. ¿Quién era ella?

Un gemido escapó entre los dientes desnudos. No era una palabra, sino un sonido húmedo, como alguien ahogándose en su propia sangre.

La mosca se alejó rápidamente.

—¡Vaya! Creo que recordó algo.

De entre los juncos emergió un cadáver demacrado, como si el pantano lo hubiera chupado hasta dejarlo en huesos y piel.

¿No recuerdo… mi nombre? —rugió, clavando la mirada en la cabeza descarnada blanca—. ¡DÍMELO!

El cuervo graznó, alarmado.

—¡Cuidado, humano! ¡Eso no es tuyo!

—¡SÍ LO ES! —el cadáver se abalanzó, arrancando la cabeza del lodo con un chasquido viscoso—. ¡LA GUARDO, ME ROBÓ LA VIDA, Y AHORA… ES MÍA!

La osamenta, ahora en sus manos, mostró sus cuencas. Eran negras. Demasiado negras.

El búho batió sus alas.

—¡SUÉLTALA!

Pero era demasiado tarde.

La boca se abrió como un abismo, y de su interior brotaron docenas de gusanos blancos, que treparon por los brazos harapientos que la sujetaban. El muerto intentó gritar, pero las criaturas ya se metían en su garganta, sus oídos…

—¡Ja! —la mosca zumbó, alejándose—. ¡Lección aprendida! Nunca robes a la muerte.

El cuervo y el búho observaron en silencio cómo el cadáver caía, retorciéndose, mientras sus huesos se fracturaban con el mismo sonido lento de un tronco podrido al romperse

LO QUE ESCONDES… TE DEVORARÁ.

Y entonces, el pantano se cerró sobre el cadáver convertido en una masa amorfa, engulléndolo en su interior.

La mosca se posó cerca del búho, satisfecha.

—Buen espectáculo, ¿eh?

El búho no respondió. Solo miró hacia la niebla, donde algunas siluetas oscuras comenzaban a moverse …

 

mvf. 

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