viernes, 30 de diciembre de 2016

no son como nosotros 5



Cuando Carlos Alberto se enteró de había llamado la familia de España no tardó en devolver la llamada al viejo mundo.

Tía abuela, aquí las cosas en la Argentina están muy mal, voy para allá para España.

La tía abuela, pensando en que la llegada del hijo de su hermano daría un poco de alegría a la vida monótona que llevaban, no dudo en responderle que viniera cuando quisiera, que en Galicia tenía su casa.

Carlos Alberto partió para España de inmediato y entró en la casa de su bisabuela, acompañado de dos maletas de cuero con remaches. Y continuó la vida en Menciños.

El argentino era un hombre madrugador. Se levantaba a las siete de la mañana, antes de que cantase el gallo.

- ¡Pero para qué. Si no hace falta! . ¿Acaso le va dar cuerda al gallo? - decía la bisabuela.

La tía abuela al oírle deambular se levantaba para hacerle el desayuno.

Después de unas palabras entre los dos:

- Sos un encanto tita.

El argentino se duchaba y continuaba sus idas y venidas por la casa, sin hacer nada. 

A la hora de la comida se sentaban los tres en el comedor, de donde se despedía educadamente, al terminar de comer, para regresar a su habitación:
 
- ¡ Voy torrar, titas !

Carlos Alberto echaba la siesta hasta las seis de la tarde, hora en que se levantaba, salía de la habitación y se volvía a duchar. 

- ¡Va acabar secando el pozo!-


Al terminar, pedía que le hicieran un bocadillo que acompañaba con un vaso de vino.
 
- ¿Tía abuela me hace uds un "choripan" para la merienda?

Y merendaba viendo en la tele las noticias de la tarde. 

-¡ Acá no se habla nada de Buenos Aires!

 
Con esta vida plácida y rutinaria, los días iban pasando en la casa, hasta que una mañana al argentino se le escapó un suspiro.

- ¡Sigh!.
-¿Te pasa algo Carlos Alberto?
- Nada tita, no es nada.

Pero algo pasaba y los suspiros fueron en aumento.

- ¡Ains!

Finalmente, una las tardes en que venía la hija de la tía abuela a casa, para ver que necesitaban y hacerles la compra, las tres mujeres le prepararon una encerrona y tuvo que confesar el motivo de sus suspiros:

Carlos Alberto tenía una hija que había dejado allá en la Argentina y que extrañaba muchísimo.

Entonces decidieron pagarle el pasaje y traer a la hija para España; pensando en que una mujer joven ayudaría en la casa.

Pero cuando llegó Luisa Fernanda comprobaron que la hija era una mujer muy guapa, pero que no sabía poner una lavadora.






mvf.

lunes, 26 de diciembre de 2016

no son como nosotros 4





Roberto no tardó en mostrar sus grandes aptitudes para que los problemas se arreglasen solos. Avanzaba su mandato y como los asuntos del ayuntamiento iban yendo a mejor la gente empezó a agradecerle que las cosas no se agravasen con la intervención de terceros.

Viendo como la peculiar gestión publica del laissez faire de nuestro amigo engordaban los donativos para las arcas del partido,  los mandamases decidieron que se le invitase al reparto de la tarta, para que se manchase las manos y tenerlo cautivo como estaban todos, y así empezaron a llegarle las mordidas.

Tan grande era la tarta que a Roberto empezaron a sobrarle las mordidas y como el dinero no se podía guardar en el banco, ni se podía cambiar el ritmo de vida gastandolo a manos llenas; por no destacar sobre sus vecinos, casi todos pensionistas de la agraria,  Roberto decidió guardar el dinero en un lugar bien seguro. No tardó en dar con el lugar apropiado en el desván de la casa, debajo de unas tablas del piso del suelo y  allí fue escondiendo el sobresueldo que sacaba hasta que llegó el final de su mandato.

Roberto volvió a ganar las siguientes elecciones.
Como en Galicia superando el segundo mandato en cualquier cargo publico se convierte uno en cacique de por vida, Mariví aconsejó a su hermano no desaprovechar la ocasión y para ello debería tener contenta a la familia.
 Nada mejor que comenzar con una buena fiesta.
 Aprovechando la ocasión de que la bisabuela iba cumplir ciento cuatro años decidieron hacer un cocido por todo lo grande en la casa de la tía abuela y la hija, donde vivía la anciana, y reunir allí a todos los Menciños.
Y la comilona se organizó. 
Se comieron de entrantes: tortilla de patatas con huevos de gallina de mos, torreznos de cerdo celta, jamón de la cañiza, y pulpo de la ria; después: ternera cocida y cabrito asado hasta hartar; y para finalizar de postre: filloas* crepes a las que se añade una cuchara de sangre, cañas fritas rellenas de crema, brazo de gitano y tarta de Santiago. 
Los vinos tintos los trajeron de monforte, de las mejores bodegas de la ribera del sil. Y esto porque alguien de los Menciños fue a trabajar a la Teixeira, municipio vecino de Castro Caldelas, y allí conoció los vinos tintos de Galicia; que los señoritos de la Coruña son muy dados a hablar gallego y beber Ramón de Bilbao. 

Durante la tertulia hasta la hora de la cena; donde no faltó café, coñac y tabaco rubio de la ría; los Menciños renovaron sus alianzas familiares haciendo memoria de los lazos de parentesco por los que estaban unidos, acordandose también de los familiares ausentes de este mundo: de los que estaban en el más allá  y de otros que estaban en el nuevo mundo, y en especial se acordaron de un tío abuelo que había marchado a la Argentina y no se tenía muchas noticias de esa parte de la familia.

Ya hace años este tío abuelo había mandado una carta y un libro encuadernado en cuero, preguntando por los de acá, titulado el gaucho Martín Fierro, de José Hernández, que había pasado por distintas manos de los Menciños, sin que nadie leyera una poesía de su interior porque estaba en argentino; y había un número de teléfono por detras de una de las pastas.



mvf

miércoles, 14 de diciembre de 2016

no son como nosotros 3.



Lo que aquí se narra podría herir la susceptibilidad de algunas personas, no obstante a nosotros nos deja perplejo el contraste entre la sensibilidad hacia el sacrificio animal, y la falta de sensibilidad, en la sociedad actual, ante la explotación de personas que no tienen nada más que su mano de obra para ganarse la vida.

Cuando se supo que Roberto de los Menciños iba de candidato para alcalde, por un importante partido de la  administración gallega, la gente se sorprendió bastante; pero así que arrancó la campaña electoral, la gente maliciosa dio por decir que Mariví tenía un amante en la capital, porque una de las zarzas, que ya era la más mayor de aquellas, cuando iba al hospital provincial acompañada con la hija, habían ido sentadas en el asiento de atrás, el mismo día, en el autobús de la Coruña.
Casualmente Mariví había coincidido con la zarza en el autobús que va a la Coruña, cuando iba a la capital a cerrar el trato, dando a alguien en mano doce mil euros, para que su hermano fuera de candidato para alcalde en el pueblo.
Con la primera pegada de carteles de los partidos políticos, toda la familia de los Menciños se puso en marcha. 

El tío Andrés, de los Menciños, tenía un tractor con el que trabajaba todo el año haciendo distintas labores de campo en la comarca, pero desde San Martín a San Antón* - once de noviembre a diecisiete de enero - era el matarife en las matanzas del cerdo.
Llegaba a la casa donde se iba hacer la matanza a primera hora de la mañana, y después de tomar una copa de aguardiente se dirigía al establo, donde entraba, y con un gancho que clavaba por debajo de la mandíbula del animal lo arrastraba hacia el exterior; ahí era tumbado en una tabla por varios hombres, y sin perder el tiempo le introducía un cuchillo largo entre el cuello y la clavícula, que en su trayecto en el interior del pecho le seccionaba la aorta y partía de manera certera el corazón al animal, que moría en el acto. Hecha esta operación quemaban el animal y lo rascaban para dejarle la piel sin cerdas y al terminar  colgaban el cuerpo del animal en una viga, sujeto por los talones, boca abajo, donde lo abrían en canal para sacarle las vísceras. Una vez limpio quedaba colgado veinticuatro horas. Al día siguiente, el cuerpo bien desangrado y seco por el frio de la noche, era descolgado y se descuartizaba en distintos trozos; unos iban para hacer embutidos o para el congelador, y otras partes, como las patas delanteras y los jamones, para meter en salmuera y después colgar a secar en la bodega. Tenía un ojo especial para tener el tiempo justo en salmuera los jamones, las costillas u otras piezas de carne, o para mezclar la carne picada con el pimentón, el sal y el orégano y hacer la zorza para los chorizos;  ahumaba con laurel y roble los embutidos y ayudaba en otras actividades que pudiera hacerse relacionadas con la matanza. 
Era un personaje muy social, querido por todo el mundo, pues donde iba a trabajar se paraba detenidamente en la bodega de cada casa, cobrando muchas veces con el vino servido el trabajo realizado.

Siendo las elecciones en el mes de mayo, el tío Andrés, montado en su tractor, no paró de trabajar durante todos los días que duró la campaña electoral, y visitó todas las casas de la comarca recordando sus trabajos realizados y pidiendo el voto para su sobrino," que era incapaz de hacer daño a nadie."
Llegado el día de las votaciones, aunque el tío Andrés no fue a votar, que se olvidó, Roberto fue elegido alcalde por aplastante mayoría.




mvf.

martes, 13 de diciembre de 2016

no son como nosotros 2



Roberto, el alcalde, era de los Menciños, una familia de las de antes donde las mujeres venían a alumbrar al mundo catorce hijos o más; entre los padres y los hijos, las hermanas de los padres con sus propios hijos, abuelas, tías abuelas, bisabuelas; los Menciños eran más de un par de cientos de personas, y así en los tanatorios,  funerales o cuantos actos sociales pudiera haber en la comarca, no había ocasión en que la gente no agradeciese su presencia.
Casi todos los Menciños habitaban en el lugar llamado Menciños; y aunque todos los de Menciños de una u otra manera eran familiares, cualquiera de ellos, si se le preguntase, diría que la coincidencia de su apellido con el nombre del lugar era por pura casualidad.
Roberto de los Menciños fue un chico callado y tímido. Durante tiempo tuvo despistados a sus profesores que no lograban adivinar lo que pasaría en el interior del mutismo de Roberto; al final llegaron a la conclusión de que Roberto de los Menciños era gay, lo cual se dio por sustentado por la indiferencia que mostraban sus compañeros de los dos géneros hacia él.
 Lo poco que hablaba Roberto lo compensaba con creces su hermana Mariví, que tenía sustraída la voluntad de su hermano y manejaba la del resto de la familia. Pelirroja y de ojos azules, Mariví era una mujer fuerte y hermosa, trabajadora y voluntariosa, muy decidida y emprendedora; una mujer gallega capaz de traer otros tantos seres humanos al mundo, como sus progenitoras, y además tener tiempo libre para hacer grandes cosas por la familia de los Menciños.
Cuando vino de joven, el calavera del medico del pueblo, a ocupar la plaza en el centro de salud del ayuntamiento, Mariví, que estaba en plena florescenca de su juventud, trató de echarle el lazo, pero a este le gustaban más las enfermeras que las matronas, y además Mariví le parecía un poco rural. Despechada por el menosprecio y para darle una lección al medico, Mariví decidió que el alcalde del pueblo tendría que ser un Menciños y nadie mejor para serlo que su hermano Roberto. Y así ella sería la hermana del alcalde del pueblo.


mvf.




martes, 29 de noviembre de 2016

no son como nosotros 1º


Las zarzas esperaban a la salida de misa, sentadas en el banco que hay frente a uno de los lados del crucero de la iglesia,  y según iban pasando las vecinas iban sacando algo de la vida de cada una.

 Está, que si no se hablaba con la vecina porque es sobrina de la otra, que una hija de la otra se había acostado con el novio de su hija.
La otra que había heredado cuando falleció la mujer que cuidaba en su casa y la hija de Madrid la ponía a caldo por haberla dejado sin herencia, pues que se creía con más derecho por ser la hija.
Aquella que su padre le había dado un ictus y tuvo que dejar de trabajar, y su marido la dejó sola en la estacada, con el padre y tres hijos.

y así la gente que pasaba entre el banco de las zarzas y el crucero del campo de la iglesia, regresaban con su responso, que cada semana se actualizaba con algún dato nuevo o algún cambio de la situación, en la memoria colectiva de las tres ancianas.

Un día la gente acordó regresar por el otro lado del crucero.

Pero el banco no tardó ni dos misas en cambiar de sitio y fue trasladado al nuevo lado por el que se regresaba ahora al salir de la iglesia

- ¡Es que aquí da mejor el sol! - dijo una de ellas.

La gente pudo haber vuelto a tomar el otro lado del crucero,  despejado de los comentarios de las zarzas.

¿Pero y si después las zarzas, que eran capaces de todo, volvían a molestar al alcalde para que le cambiaran de nuevo el banco del crucero?

Entonces vino la luz: no es que las zarzas fueran cotillas, es que de alguna manera "nosotros" tenemos que enterarnos de lo que pasa en el pueblo, y las zarzas nunca hablaron ni mal ni bien de nadie, solo registraban en su memoria y daban fe de la vida singular de cada cual en el pueblo para aprendizaje de los demás, aunque a veces hubiera errores.

Así que los vecinos no hicieron más que aceptar la nueva posición del tiradero de las zarzas:

- Es que las ancianitas, donde está el banco ahora, les pega el sol y están mucho mejor.




miércoles, 16 de noviembre de 2016

Final de la tia la rica 3

Los lobos obligados por el hambre recurrieron a la siguiente estrategía: la loba, que estaba en celo, aprovechando la luz de la Luna llena, había bajado del monte a beber al rio y después se paseó alrededor de la granja hasta que su olor llegó al  mastín que guardaba el rebaño, haciendo que este abandonase su custodía para ir tras el fuerte olor de la hembra. Cuando el rebaño quedó sin  vigilancia; los tres lobos, un macho y sus dos hijos, que aún no habían cumplido los dos años para alcanzar su mayoría de edad; entraron en la hacienda y mataron seis ovejas y un potro recien nacido. Al saciar su voraz apetito, volviendo de regreso al monte, en plena noche, les atropelló un coche, dejando malherido al jefe de la camada y matando a uno de los hijos.
Por la mañana corrió la noticia de los lobos, junto a la muerte del Xan, un hombre que vivía solo y que apenas recibía la visita de un sobrino que tenía en la ciudad. 
A Xan lo descubrió muerto, a primeras horas del dia, una vecina que le llevaba el pan; una barrita pequeña que le compraba cuando llegaba el panadero con la furgoneta dando bocinazos a la entrada de las casas, y que le lavaba la ropa una vez a la semana. La señora dijo que durante la noche el difunto se había afeitado y aseado; se había cambiado su ropa interior, poniendose una muda limpia y había dejado al lado de su cama, colocado en una silla, para que lo vistieran, el traje negro que guardaba en el armario para las ocasiones, como si estuviese avisado de antemano que le iba a visitar pronto la muerte.

Trás el accidente en que falleció el sobrino de don Sebastián, a traves de la exhumacion de los restos de sus progenitores, se pudieron hacer las pruebas de ADN con las que se demostró la paternidad del sisa.
 La tia la rica tuvo que darle parte de la herencia de su marido; y con las pocas propiedades que le quedó, y la pensión de viudedad se fue sumiendo en deudas. 

La tia la rica acabó atribuyendo el reconocimiento de la paternidad de don Sebastián, del Sisa, a una venganza del santo. Las malas lenguas decían que San Antonio se había enfadado con ella molesto con los pufos que le metía por que siempre andaba empufada con él, con deudas de dinero de cirios y misas de favores que le pedía que nunca le pagaba.

 - ¿No se como voy hacer para pagar las misas que le debo a San Antonio por que este mes viene el recibo de la luz?
  
En sus últimos años la tia la rica dejó de ir a misa y de ser devota de San Antonio. Las amistades no duran eternamente.



¿Y para que quería el sisa el dinero?. Bueno, el sisa es la persona del pueblo menos indicada para ser rico, y así, mientras todos en la comarca fueron llevados a la ruina por el director de un banco sin escrúpulos, que les vendió un producto financiero ideado para quitarles sus ahorros, él se volvió más rico por falta de codicia.





                                       colorin colorado este cuento se ha acabado.



mvf.


martes, 8 de noviembre de 2016

La mancha





Me levanté temprano porque me esperaba un día aterrador. Mi madre está de viaje y yo he quedado encargada de la casa y de mi padre.



Me vestí; me puse dos trapitos y un bolso grande de mano, tapa-defectos y salí de compras.
Cuando regresé mi padre se estaba levantando.
Aprovecho que se levanta:
- ¡Pa!, ¿porque no sales y me vas comprar algo de fiambre para la noche?
Se lo digo para quitármelo de delante y no verlo en toda la mañana mientras hago la limpieza de la casa, que el fiambre ya lo pude haber traído yo con la compra.
Mi padre desayuna y sale. Regresa al cabo de una hora.
 Me fijo en su camisa:
 - ¿Y esa mancha?
Pone cara de asombro mirándo de reojo para la camisa.
El caso fue como sigue:
Que en la charcutería le dieron, para elegir, a probar el chorizo, y claro no le pusieron vasito con la tapa. Así que tuvo que pararse a tomar un vino antes de regresar y calmar la langrina*  mareo o sensación de vacío del estomago cuando se abre el apetito, no figura en ningún diccionario.


que le produjo en el estomago la tapa de chorizo, a palo seco, de la charcutería. De ahí, a las once de la mañana, su aparición en casa con la manchita de una gota vino tinto que le cayó encima de la camisa .
 - ¡Quita la camisa, que te limpio esa mancha!
Gruñe. Desaparece. Al cabo de un rato regresa vestido unicamente con la camiseta de debajo y me da su camisa.
-Toma. No es para tanto - me dice.

Le hecho quitamanchas, paro la lavadora que estaba en marcha con las sabanas de las camas, y cuelo la camisa dentro. Las mujeres entienden perfectamente lo que digo, la otra parte del genero humano no.


La lavadora termina con un centrifugado, se para y empieza a pitar que ya acabó. Cuelgo la ropa en el tendedero de la huerta. 


Después quedo un rato en la huerta, cojo una lechuga y unos tomates; de regreso a casa la camisa ya está seca, como es verano la ropa colgada seca en un santiamén, la recojo y la traigo conmigo para casa.


Dejo las hortalizas en la cocina y la camisa la pongo encima de una silla que mi padre tiene en su habitación, utilizando su respaldo de perchero. Cuando aparece, de no se sabe que estaba haciendo, sube a su habitación y baja con ella puesta para salir de nuevo.



Me hace el peloteo antes de salir :
 - ¿Marise como hiciste con la mancha para que desapareciera en un santiamén?



Menos mal. Podría suponer que las manchas desaparecen per se, por que  la camisa que compró en la feria esta hecha de tejido plástico come-manchas.

El ruido de la puerta de la casa al cerrar da fe de que acaba de salir.
 
Mediodía:
El reloj aún no ha dado las dos y media y mi padre regresa con la mancha para comer. No es la misma, pero igual que los chinos se parecen todos, las manchas son todas iguales.

- ¿Y esa manchaaaaaaaaaaaaa .... ? - prolongo la a para que se entienda el tonillo con que lo dije.


Mi padre se explica:

Esta vez fue la tapita de callos que tomó con su amigo el médico antes de regresar a casa.
Hablaron de la viuda del que fuera conserje del ayuntamiento; y la mujer, como estuvo casada dos veces no se explica por que no puede cobrar dos pagas de viudedad. Una injusticia; con lo que tenemos que aguantar nosotras.  
 
Mi padre no sabe como fue que le cayó la gota de aceite de los callos en la camisa mientras comentaban el caso.
 El pimentón debía de ser de la Vera. Mi padre al darse de cuenta de que le había caído una gota de aceite trató de limpiarla con la mano y la extendió más.
- Total, una manchita de nada es igual - dijo mi padre
- ¡Trae para aquí. Quitate la camisa para que la lave de nuevo!. ¿O quieres que piensen mal de nosotras?

Como tengo más ropa pongo otra lavadora y lavo la camisa de nuevo, y al terminar de comer cuelgo la colada en el tendedero de la huerta. Es verano y tal...

Después de la siesta la camisa ya está seca.



  - el trabajo que nadie valora de las mujeres. 



Son las seis y terminó la roncada que salía desde la habitación de mi padre.

Se oye el timbre de la casa. Vienen a buscar a mi padre por que van...


No se sabe donde van que van, porque cada vez que pregunto me responden, él y sus amigos, con evasivas y  lisonjas.


-  Marise. que buena moza estas echa, y tal ...


Mi padre acaba la conversación con un:


 -Bueno Marise, hasta la noche no vuelvo - me dice.

¿Y donde habrán ido? -  me quedo con la duda toda la tarde.


Suena el teléfono. Lo cojo. Al otro lado se oye que hablan:

- ¿Si?- digo. Espero respuesta - ¿SI?
Al otro lado continua la conversación, miro el número de quien llama. Es mi padre que debió de llamar sin querer. Pego el oído para escuchar mejor lo que dicen entre ellos; mi padre se oye mejor lo que dice puesto que él lleva el teléfono en el bolsillo.

- Yo en mi casa, soy como el ordenador "IBM" - se oyen risas.

- " y ve me" a comprar el fiambre , "y ve me" a cambiar la bombilla del cuarto de baño, que se fundió, "y ve me" ...  Se siguen oyendo risas.
 Sonrio y sigo con el oido puesto.
- Y mi hija Marise igualita que la madre. Solo se parece en mi que a los dos no nos gustan los hombres.

Que gracioso mi padre. Cuelgo el teléfono, no vaya oír de más.


Continuo con mis cosas. Osea, las de la casa, que no son mías pero las mujeres, incluidas las que no quieren ser mujeres, hablamos así desde que nacemos - aclarado para que se entienda que no me gusta.


Llegado el anochecer he terminado todo y la casa está como una patena. *
Plato pequeño de oro u otro metal en el que se coloca la hostia durante la misa.



Cuando me siento en el salón para ver la televisión oigo que que alguien llama en la puerta.

Me levanto y voy abrir la puerta - Algo pasó, que no es normal que alguien venga a llamar a estas horas.


Abro la puerta y está mi padre que se olvidó las llaves.


- Pasar - les digo. Regresan juntos mi padre y la mancha.


Cenamos todos en armonía.


Después de recoger la cocina y antes de irme a la cama, lavo la camisa a mano para que este seca por la mañana.




Al levantarse mi padre, ni se sorprende ya de tener la camisa limpia, ni se preocupa de decir nada más, ni yo pienso en mostrarle que me preocupa.


Se pone la camisa y  entra en la cocina para desayunar.



Lo dejo solo desayunando; le oigo desde mi habitación y enseguida regreso para ver lo que está haciendo y la mancha sigue ahí en la camisa de mi padre.

La mancha fue ahora que revolviendo con la cucharilla en la taza, el café se derramó en el platillo y claro al coger la taza con el culo mojado,  pinga  ...  

         
Le grito:
 - ¡A ver. Si quieres llevar una mancha te coso una codera en el pecho!

 Amigas, el producto de limpieza, quitamanchas Dalmata, el que tiene un perrito blanco en la etiqueta, lo recomiendo para que elimineis de la ropa todo tipo de manchas pero tener en cuenta que en vez de durar para un mes, se termina en dos días.
 Un asco de obsolescencia.



mvf.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

La Santa compaña - final de la tia la rica 2



Al oir estás palabras don Sebastián, desafiante y orgulloso, gritó a las animas del cementerio:


 - ¿Y quien de vosotros se atreve a presentar a don Sebastián de la casa grande, el cacique de toda la comarca?

Una anciana, que encabeza la procesión de las animas portando una lampara con luz mortecina, le respondió:

- Todas las animas han de venir acompañadas por alguien de la Santa Compaña que la presente y diga una buena obra suya, para que votemos si lo aceptamos en la procesión. ¿Donde está la tuya?.

Se hizo el silencio; el mismo aire, que apenas movía las ramas de los cipreses, se detuvo un instante, para oir que alguien dijese alguna buen acción.

Entonces don Sebastián señaló al anima de un hombre que en vida había había trabajado para él al cuidado de sus ovejas.
- ¡Tu, llevabas mis ovejas al monte. ¿No tienes nada que decir de mi?


- Solo recuerdo cuando iba a cobrar el excaso jornal que me pagabas, con el que apenas podía alimentar a mi familia, y excusándote en que te faltaba alguna oveja  me echabas de tu casa amenazándome con hacerme prender por ladrón por la guardia civil.

- Tu vivias en una casa de mi propiedad y trabajabas mis tierras - señalo a otra anima de la procesión - ¿ no te acuerdas de las veces que iba a verte a tu casa?

- Solo recuerdo cuando venias para llevar todo lo curado de la matanza y solo dejabas para nosotros el tocino con el que hacer las gachas para matar el hambre yo y mi familia.

-¿Tu eres Antonio el del reloj de piedra?
-Si, yo soy Antonio. Perseguido por la guardía civil, a quien les mentiste para que me prendieran, entré en el campo santo y  me escondí en el pozo, y ahí me ahogue.

-¿Antonio, tu me podrás perdonar y hablaras alguna cosa buena de mi?
Tu me hiciste matar por que yo que era el mayoral de tu hacienda y quería que cada familia del pueblo recibiese una parte a partes iguales, en el reparto del monte comunal; y tu querías que el monte fuese para los que tenían capital y hacienda.


Volvió a señalar don Sebastián, ahora era a la mujer de la procesión:
 - ¿Tu serviste toda la vida en mi casa, alguna cosa buena podrás contar?


- Solo recuerdo todas las veces que nos gritabas desahogándote de tu mal humor y las burlas hacia mi persona, cuando me volví torpe y vieja, para provocar las risas de las visitas- ¿No recuerdas que después de servir toda una vida en tu casa, al final me echaste a la calle y estuve mendigando por las calles, hasta que fui recogida por unas monjitas que me llevaron a morir en paz en el asilo de la caridad? 

Y así las animas rehusaron aceptar en la procesión, a don Sebastián, el cacique que no se quería morir, y le obligaron a darse media
vuelta, para regresar al fondo del océano donde, ordenado por la tia la rica su viuda para que nadie pudiera hacer el análisis de sangre que determinara la paternidad de algún hijo bastardo, los ladrones que robaron en su tumba en el cementerio tiraron el feretro con su cuerpo.





mvf. 

domingo, 23 de octubre de 2016

la Santa compaña - final de la tia la rica 1


Hacia una temperatura agradable cuando el sol, tiñendo el cielo de rojo con su reflejo de luz plateada sobre el agua salada, desapareció ocultándose en el horizonte del océano; y al ponerse la Luna sobre el cielo las animas empezaron  a salir de sus tumbas sin esperar siquiera a que la noche terminara de extender su obscuridad sobre el firmamento dejando paso al brillo de las estrellas. 
Permanecían acostadas encima de sus lapidas o vagaban lentamente por entre los cipreses del cementerio deambulando al azar dejándose llevar por la brisa suave que llegaba del mar.
Apenas se oían sus murmullos y el ulular de un búho que comenzaba a despertarse quería correr sobre el campo santo, cuando desde la lejanía vino en aumento, el ruido de una moto que se aproximaba, hasta que atravesó las paredes del cementerio y llegó con su moto al camposanto el mayordomo de la Santa Compaña.
El mayordomo era un hombre alto y delgado como una anchoa, que que se había salido de la carretera con su moto, cayendo por el acantilado a las aguas de océano, en la curva de las rocas que hablan, mientras conducía liándose un cigarrillo para fumar.
Aparcó la moto junto a los cipreses, en el borde del camino del pozo del cementerio, donde las mujeres sacan agua para regar las flores que adornan las tumbas de sus difuntos. Se sacudió el polvo del viaje de encima y llamó a las animas de la santa compaña.
 Aunque había mucha desgana no tardaron en reunirse junto a él,  entonces el mayordomo asomó la cabeza en el interior del pozo y mirando para el cielo estrellado del agua, reflejado en su interior, gritó fuerte para que lo oyeran: 

- ¡Antonio puedes salir!
Antonio se había ahogado en el pozo del campo santo, cuando era perseguido por la guardia civil por la denuncia falsa de un vecino que les había dicho que era de izquierdas, y aunque a veces tiraba con picardía, para abajo del cubo de zinc que alguna mujer bajaba con la roldana para coger agua del pozo, nadie había descubierto que su cuerpo estaba allí.
 Cuando estaban todos reunidos el mayordomo les propuso lo siguiente:
 - dado que hacía tan buena noche podrían dar un paseo por la costa de la muerte: cruzarían la ría de  Camariñas y bordeando la Virgen de la barca, darían  un rodeo hasta el faro de Touriñan. Al llegar allí irían a avisar a un vecino del lugar, para que fuera arreglando sus cosas en este mundo, puesto que la muerte llamaría pronto a su puerta. De ahí volverían de vuelta a visitar a los ingleses, y en un santiamén estarían de nuevo en el cementerio antes del amanecer, y cada cual para su tumba.
 No les disgustó la propuesta a las animas y todos votaron que si; pero cuando iban a salir del campo santo para comenzar el recorrido llegó del mar el espectro de don Sebastían, el cacique que no se quería morir, diciendo que nadie se podía marchar aún, sin haber contado con él.

-¡Alto ahí !-  dijo el anima de un hombre que en vida había sido herrero en Quintans, de Muxia - ¡Para tener voz en la procesión de las animas primero tienes que ser aceptado en la santa Santa Compaña!.



 mvf.

lunes, 10 de octubre de 2016

la nieta de la bruja Final.


Poco a poco se fue alzando la mañana y la vida despertó en el pueblo. El cielo frio y de colores palidos, estaba casí limpio. Varios cuervos llevaban discutiendo con sus vuelos desde el amanecer, cortejando a  una hembra joven de su especie de apenas un año y que aún tardaría en aparearse; pero esta no se daba decidido por quien sería su pareja y se estaban poniendo agresivos entre ellos. Apareció un aguila, sobrevolando el territorio donde estaban luchando los cuervos, y estos desviaron su agresividad contra ella persiguiendola en el aire. El aguila los ignoró y en vez de defenderse comenzó a sobrevolar cada vez más alto hasta que finalmente los cuervos salieron derrotados.

Al entrar la bruja en la tienda de bebes, la dependienta, con su acento dominicano, chilló en voz alta:

-¡Los encargos no se pueden de nuevo, volver a devolver, ni a cambiar! - y sin dar tiempo a que la bruja carraspease, continuó - pero espere, si no le importa, que ahora viene la jefa, que salió hace un momentito y está apunto de llegar.

No tardó en llegar la jefa; venía cargada con varias bolsas de la compra.
-¡ Es que nosotras no trabajamos esa marca de carrito, que lo ha comprado por catalogo...! -  chilló la dependienta, comprobando que la escuchase su jefa -  ¡ y ahora, ya ve uds, nos tenemos que quedar nosotros en la tienda con el carrito sin saber si lo conseguiremos vender, porque esa marca no la trabajamos!
 -¡ Pero a esta amable señora; digo yo, que soy la jefa; si no te parece mal le podemos volver a cambiar el pedido! - respondió la dueña de la tienda, interpelando con enojo a su trabajadora para que desapareciese.

La bruja cambió el carrito de bebe de color azul oscuro, como el pelo del lomo de los lobos negros en las noches de invierno, por el carrito de color rosa intenso, como el color que deja la sangre al correr a borbotones por  el cuello degollado de las ovejas blancas; y además le obsequiaron unos calendarios y un almanaque de la tienda, con las fases de la luna.
 
 - ¡Han sido uds unas jóvenes muy amables y comprensibles! - dijo despidiéndose.
 - ¡Gracias! - le respondió la dueña de la tienda - ¡y no hará falta que vuelva, que así que dentro de 13 días, cuando nos llegue el carrito, se lo llevamos nosotras a casa de su hija, a las 13 horas en punto!

 -"A veces me dan ganas de matar a mi marido, para que no pise en lo mojado cuando friego el suelo"- pensó mentalmente la jefa mientras se cerraba la puerta de cristal de la salida de la tienda.


La bruja no acertó en sus cálculos y su hija acabó pariendo el 25 de diciembre, al mediodía. La niña pesó 3.666 kgms, y ese día en la clinica, todos brindaron con champán el nacimiento de la nieta de la bruja, invitados por la doctora Cienfuentes.





mvf.










































martes, 4 de octubre de 2016

La nieta de la bruja 4


La comadrona esperaba en una cafetería, cerca de la parada del bus. Se había sentado en una de las mesas que estaban pegadas al lado de los amplios ventanales del local, desde las que se podía ver la gente que paseaba por la calle. Hacía rato que la había llamado la doctora Cienfuentes para quedar con ella y contarle un problema muy grave que le había surgido; sin haber querido darle más explicaciones.

A través del ventanal vio como el autobús hacia su parada. El autobús arrancó de nuevo y al desaparecer dejo ver a su amiga sola en la parada. Llevaba un vestido rojo con una chaqueta negra; una pañoleta verde oscura, alrededor de su cuello, y un bolso de cuero colgando de su hombro derecho.
Le hizo un saludo con la mano, a través de la ventana, al verla cruzar la calle.
Cuando la doctora entraba en la cafetería la comadrona supo enseguida, por el pelo de su amiga, que le habían echado el mal de ojo.

La comadrona se levantó y se dieron unos besos de saludo. Antes de sentarse la doctora, mientras se quitaba la chaqueta, hizo una señal al camarero, que limpiaba detrás de la barra algunos vasos con una bayeta, para que le trajera a ella otro café con leche igual que a su amiga.
Después de sentarse la doctora Cienfuentes, sin más dilación, empezó a contar a la comadrona lo que le había ocurrido.

Por las mañanas, antes de ir al trabajo en la clínica de maternidad, la doctora se preparaba un desayuno consistente en dos rebanadas de pan tostado untadas de mantequilla, y un ponche con huevo casero, de los que compraba en la feria. Metía las dos rebanadas de pan de molde en la tostadora y ponía la leche, en una taza de porcelana, dentro del microondas. Cuando saltaban las rebanadas de pan tostado las untaba con mantequilla y mermelada; al acabar sacaba del microondas la taza de leche humeante, con un leve vapor blanco, y con una cucharilla de una cubertería de plata que había sido de su abuela, rompía con delicadeza la cascara del huevo para separar la yema de la clara y dejarla caer con cuidado dentro de la leche para hacer el ponche.

Pero esta mañana, en vez de la yema, había caído en la leche el cuerpo de un pollito que había muerto gestándose dentro del huevo.

De la impresión que le dio  su cuerpo se dobló en una arcada por las náuseas y se golpeó con la frente en la cornisa de la mesa cayendo al suelo desmayada.

Cuando se despertó, deberían de haber pasado apenas unos minutos, de su cabeza manaba un hilillo de sangre que la asustó más aún.
La doctora se destapó de pelo la frente para mostrar su herida.
Ella no creía en supersticiones pero enseguida se dio cuenta de que alguien le había echado un aojamiento. Así que no dudo en llamarla para contarle lo ocurrido y que la ayudase porque había oído que ella en algunas ocasiones había practicado la magia blanca.

Se hizo el silencio. La doctora esperaba callada, con la vista perdida en la calle viendo pasar a la gente, mientras la comadrona revolvía su taza, pensativa.

La comadrona pensó que haría falta usar un remedio muy antiguo para echar fuera el conjuro que las brujas habían hecho a su amiga. Sería necesario hacerse con un frasquito de alicornia, un liquido mágico muy escaso; y podría conseguirlo a través de una prima suya asturiana; sin embargo la fuerza del aojamiento se podría volver contra quien trataba de curarlo, y como ella también era clienta del restaurante de la hija de la bruja, para evitar problemas convenció a la doctora que la mejor manera de arreglar el aojamiento sería tratar de congraciarse con la persona que le había echado el mal de ojo y así, quedando satisfecha esta y desapareciendo el motivo del aojamiento, el mal de ojo de su amiga podría disminuir en intensidad llegando incluso hasta desaparecer enteramente.

Así que la doctora, tan pronto llegó a la clínica, llamó personalmente a la hija de la bruja pidiéndole disculpas por haberse equivocado y para decirle que no iba tener un niño, si no una preciosa niña.










mvf.