viernes, 30 de diciembre de 2016

no son como nosotros 5



Cuando Carlos Alberto se enteró de había llamado la familia de España no tardó en devolver la llamada al viejo mundo.

Tía abuela, aquí las cosas en la Argentina están muy mal, voy para allá para España.

La tía abuela, pensando en que la llegada del hijo de su hermano daría un poco de alegría a la vida monótona que llevaban, no dudo en responderle que viniera cuando quisiera, que en Galicia tenía su casa.

Carlos Alberto partió para España de inmediato y entró en la casa de su bisabuela, acompañado de dos maletas de cuero con remaches. Y continuó la vida en Menciños.

El argentino era un hombre madrugador. Se levantaba a las siete de la mañana, antes de que cantase el gallo.

- ¡Pero para qué. Si no hace falta! . ¿Acaso le va dar cuerda al gallo? - decía la bisabuela.

La tía abuela al oírle deambular se levantaba para hacerle el desayuno.

Después de unas palabras entre los dos:

- Sos un encanto tita.

El argentino se duchaba y continuaba sus idas y venidas por la casa, sin hacer nada. 

A la hora de la comida se sentaban los tres en el comedor, de donde se despedía educadamente, al terminar de comer, para regresar a su habitación:
 
- ¡ Voy torrar, titas !

Carlos Alberto echaba la siesta hasta las seis de la tarde, hora en que se levantaba, salía de la habitación y se volvía a duchar. 

- ¡Va acabar secando el pozo!-


Al terminar, pedía que le hicieran un bocadillo que acompañaba con un vaso de vino.
 
- ¿Tía abuela me hace uds un "choripan" para la merienda?

Y merendaba viendo en la tele las noticias de la tarde. 

-¡ Acá no se habla nada de Buenos Aires!

 
Con esta vida plácida y rutinaria, los días iban pasando en la casa, hasta que una mañana al argentino se le escapó un suspiro.

- ¡Sigh!.
-¿Te pasa algo Carlos Alberto?
- Nada tita, no es nada.

Pero algo pasaba y los suspiros fueron en aumento.

- ¡Ains!

Finalmente, una las tardes en que venía la hija de la tía abuela a casa, para ver que necesitaban y hacerles la compra, las tres mujeres le prepararon una encerrona y tuvo que confesar el motivo de sus suspiros:

Carlos Alberto tenía una hija que había dejado allá en la Argentina y que extrañaba muchísimo.

Entonces decidieron pagarle el pasaje y traer a la hija para España; pensando en que una mujer joven ayudaría en la casa.

Pero cuando llegó Luisa Fernanda comprobaron que la hija era una mujer muy guapa, pero que no sabía poner una lavadora.






mvf.

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