martes, 26 de diciembre de 2017

3 Ensayo sobre la novela de Adelaida



La primera lectura de la novela vino de su mejor amiga, que quiso leer lo que escribió Adelaida Fuertes para criticarla.

El libro, estaba lleno de faltas y además, para la perplejidad del lector, aunque venía escrito en gallego usaba palabras como fiasta o miou  porque estaba corregido al vuelo por el linotipista, de la imprenta de Albacete, que casualmente era de Tomiño, provincia de Pontevedra.
A  pesar de lo inéditas que pudieran parecer las frases con las que se expresaban los personajes en la novela

 - ¡Acercate miou que hoy voy hacer una fiasta!  - estas se hicieron prontamente famosas en todas las fiastas.

No obstante no queremos desviarnos con el uso tan original que se hace del idioma gallego en la novela que vamos a hacer la critica.

La redacción de la novela tiene un trazado complejo que vamos a analizar

Adelaida, se valió de notas de papel pegadas por las paredes, como se ve en algunas películas policíacas que el detective cuelga en la pared de su habitación, y que unidas por hilo rojo de lana le servían de guía para calcetar la trama de la novela con una vieja maquina de escribir, sobre el papel.

 En algún momento, de esta trama los padres decidieron pintar la habitación de Adelaida  que habían estado sin tocar desde su más temprana edad.

La aparición de los pintores obligó a la autora a hacer un alto inesperado en la novela, tuvo que despegar las notas amarillas de la pared, que contenían las principales ideas de obra, para guardarlas en una caja de zapatos, mientras los pintores hicieran su trabajo. Tardaron menos de dos semanas.
Cuando pasó la brocha y aún no desapareció el olor de recién pintado de la habitación, Adelaida regresó con la caja de zapatos y volvió a colocar con celo los papeles amarillos por las paredes, pero al ser de segundas vuelta, como los noviazgos, no fueron vueltos a ordenar como los primeros.

Esto dio lugar a giros inesperados de la trama en la novela, que obligaban a reflexionar al lector:

Reflexiones que se iban repitiendo según se avanzaba en la lectura:
-¡Pero si la historia empezaba de otra manera!

 a veces entre dos párrafos uno se paraba para encontrar el sentido de lo leído - ¿Me habré equivocado leyendo?  - y en otras ocasiones parecía como si se siguiera varias conversaciones por el wasap.

 El misterio en la novela comienza en las primeras hojas del libro:

La victima no se había muerto, la habían matado enviándole por paquete exprés una caja con chorizos llenos de matarratas. 

Al llegar a la casa del cadáver, la policía  pregunta a los vecinos si habían sido testigos de algo. Todos declararan lo mismo: alrededor de las horas en que falleció la victima, tenían su teléfono en la mano.

- No me he enterado de nada porque estaba viendo la televisión con el teléfono y le estaba preguntando a una amiga por mensajería si sabía qué acababa de pasar en la película que estaba viendo en la tele. 

Surgen los primeros momentos de misterio de la novela:

¿ Quien estaba al otro lado del teléfono?   

Pero en el segundo capitulo de la novela, cuando nos encontramos en el tanatorio, se acaba el misterio por falta de experiencia en las novelas detectivescas de Adelaida Fuertes, con la escena en que los amigos y familiares se juntan para el adiós, antes de trasladar a la victima a su descanso final, ya que al ser la única que se presenta maquillada para despedirse del muerto se desvela quien es la asesina.




mvf.








martes, 12 de diciembre de 2017

Ensayo sobre la novela de Adelaida - NINI II

A la edad de veintidós años Adelaida, como ni estudiaba ni trabajaba, decidió volver de nuevo al colegio y se matriculó en un curso de formación profesional básica de administrativo. Y allí nos volvimos a encontrar algunas amigas que estudiamos juntas en el instituto. Para celebrar nuestro encuentro, continuamos burlándonos de Adelaida.

Llevábamos una vida normal, del colegio a casa y de casa al colegio y la que más y la que menos sacaba dieces en religión. Faltaba ya un par de meses para junio, cuando Adelaida apareció en el instituto con una caja llena de libros iguales.
Nosotras creímos que quería ser librera y hacerse con algo de dinero para algún trapitos, pero el error se desveló enseguida.

Nuestra compañera Adelaida Fuertes, mientras nosotras no sabíamos freír un huevo y nos quejábamos en casa de que no nos gustaba el pescado o la sopa con fideos gordos, por hacerse la importante y dar la nota había escrito un libro. Después de escribir en secreto su manuscrito, estuvo enviando copias a la dirección de las editoriales de los libros que leía - algunas de ellas ya no existían desde hace tiempo - y finalmente recibió respuesta de una imprenta de Albacete diciéndole que ellos se encargaban de la corrección en gallego y de la impresión de su primera novela. Todo por mil euros. Sin dudarlo ingresó la cantidad en la cuenta que le indicaban, y les mandó la copia del recibo del banco y el manuscrito completo.
 -El origen de los fondos nos es completamente desconocido; alguien dijo que gastó el dinero que una tía suya le había dejado al morir, para que llevara una vida normal, fuera a la universidad y se casara.

La primera en comprar el libro fue la profesora de filosofía, como es muy despistada pensó que los beneficios de la compra del libro era para una excursión de clases. La profesora de filosofía le enseñó el libro a la orientadora, quien no se podía creer que Adelaida hubiera escrito un libro, y como erradamente la de filosofía le dijo que la compra era para una excursión ... la orientadora también compró el libro. 
Cuando las profesoras estaban en la cafetería, el director se fijo en el libro que llevaban y les preguntó que leían y cuando le contaron que una alumna, Adelaida Fuertes, había escrito una novela, decidió que la obra escrita por un alumno no podía faltar en la biblioteca escolar ...  y mandó al conserje que comprara varios libros para el centro. 

El conserje fue a buscar a Adelaida y asimismo se compró un libro más para él, por si acaso fuera tan tonto y desaprovechara la ocasión de comprar un libro, que el día de mañana pudiera ser tan valioso como las primeras letras de la premiada  Adelaida Fuertes. 
Además, la novela con dedicatoria a las amistades salía por diez euros; todo un chollo, según el conserje.

A última hora de la mañana, unas compañeras habían comprado el libro y otras lo compraron por no ser menos. Y como dice mi vendedora local del club de lectoras: todo el mundo tiene un montón de libros en su casa sin leer y uno más no importa. Adelaida regresó a casa con la caja vacía.

 
Sorprendida por el éxito le dijo a sus padres que esa noche iba hacer ella la cena y toda la familia cenó una gran sartenada de patatas fritas con huevos y ketchup. 



Adelaida en ningún momento puso algo para ninguna excursión.




mvf.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Ensayo sobre la novela de Adelaida

Adelaida quería ser monjita evangelizadora en las amazonas y cuando se lo contó a su profesora de geografia, en el colegio de hermanas religiosas al que iba a clases, esta le mandó hablar inmediatamente con la madre superiora antes de que la enfermedad se propagase por la clase.
Al día siguiente sus padres tuvieron que ir para hablar sobre su hija con la madre superiora, y después de explicarle a estos lo ocurrido con su hija, la madre superiora añadió:

"eso no puede ser, por que la palabra de dios está reservada a los hombres y la obediencia y la paciencia a las mujeres"

- ¡Si, madre superiora, que si lo sabré yo! - respondió la madre de Adelaida.

El mismo día de la charla, al regresar a casa del colegio, sus padres
castigaron a Adelaida sin salir de su habitación para escarmentarla. 

 
Sola, se tiró boca arriba encima de la cama, mirando para el techo con la vista borrosa de sus ojos llenos de lágrimas. 
El techo de la habitación estaba lleno de estrellitas fosforescentes, que cuando era pequeña, su madre pegara para que le hiciesen compañía al apagar la luz de la habitación.
Estuvo un buen rato sin moverse en la cama, con la vista perdida en un universo borroso. Cuando dejó de llorar se irguió de la cama, cogió dos muñecas que estaban colocadas en la estantería de la pared y regresó con ellas sentándolas encima de sus piernas, recogidas encima de la cama. Una de las muñecas tenía medias rojas y llevaba el pelo rubio con mechas; la otra tenía el pelo negro y se llamaba pepona; ambas, tampoco comprendían porque Adelaida no podía ser misionera evangelizadora del Amazonas.
Al cabo de un rato se cansó de jugar con la muñecas y las volvió a llevar a su sitio, en la estantería de la pared, y cuando lo hacía se fijó en el libro que le había regalado una tía suya en su cumpleaños.
 Cogió el libro de la estantería y se tumbó encima de la cama; y puso el libro en el suelo, encima de la alfombra, para leerlo acostada, boca abajo.

Llevaba leídos un par de capítulos cuando se dio cuenta que los personajes de la novela, una pandilla de adolescentes, hablaban dentro de su cabeza, y escuchaba sus voces al pasar el dedo por encima de lo escrito en las páginas del libro. Tras ese descubrimiento Adelaida empezó a leer todo lo que caía en sus manos durante los castigos que tenía que pasar sin salir de su habitación. Como en el castigo de cuatro semanas sin salir de la habitación que sus padres le pusieron al saber que rechazó a puñetazos a los chicos del pueblo vecino que habían venido a pedirnos de bailar en las fiestas patronales.

En el colegio dejó de querer ser monjita evangelizadora en el Amazonas y empezó a escribir cositas en secreto y que pasado algún tiempo dejo leer en secreto a su mejor amiga y acabaron en las manos de sus compañeras de clases para que las leyesen.

Que vanidosa, dijimos nosotras, y nos burlamos de ella llamándola Adelaida Fuertes.

Un buen día Adelaida apareció con una caja llena de libros con la intención de vendernos uno. 

Quedamos boquiabiertas. 
¡Adelaida Fuertes había escrito una novela!

¿Que había ocurrido. Le había picado un bicho o
había nacido para escribir. Tenía una semilla dentro de ella que germinó con la lectura. Como se pasa de lectora a escritora?


 

mvf.

lunes, 30 de octubre de 2017

San Martiño



Era poco más de las siete de la mañana cuando en la casa se levantaron para encender el fuego de la cocina de leña.
Elíseo había bajado con su esposa a la cocina y mientras ella preparaba el café él iba disponiendo las bebidas y licores que tenían guardadas para las ocasiones, para dejar todo preparado antes de que llegasen los invitados de la casa para la matanza.
El comedor de la cocina tenía una amplia mesa con un hule extendido y dos grandes bancos a los lados en los que cabían casi diez personas en cada uno. Había un viejo mueble pegado en la pared; encima de el estaban dispuestos desde el día anterior, para poner la mesa a la hora de la comida, dos docenas de platos y otros tantos cubiertos para los invitados, además de distintas botellas de licor para acompañar el café.
De la cocina llegaba el olor del café recién hecho.

Elisardo bajó de su habitación con los ojos entrecerrados, atraído por el bullicio que había en la cocina con la preparación de la fiesta de la matanza. Desayunó en la mesa pequeña de la cocina y al terminar se fue a sentar en la mesa del comedor y mientras esperaba a que viniese la gente, se había puesto a dibujar. En su libreta había dibujado una casa con un árbol y un cerdito con alas que volaba hacía el cielo.

Ya habían dado las ocho de la mañana cuando llegó el matarife, que como sabemos había estado trabajando con su tractor, el día anterior en el campo, en las inmediaciones de la casa; después de darse los saludos oportunos Elíseo le pidió que se sentase para ponerle un café mientras esperaba. 
 El matarife se sentó en la mesa del comedor, cerca del niño, mirando los dibujos que se había puesto a pintar con sus lapices de colores y al ver en su libreta el dibujo de un cerdo que volaba, le hizo una seña a la doña de la casa cuando se acercó a él, con la cafetera humeante para servirle un café; esta, mientras le llenaba el interior de su taza con café, le devolvió el guiño en señal de que su marido nada sabía aún de la desaparición del animal, para que actuase con toda normalidad.
 Detrás del matarife empezaron a llegar más hombres, de las casas vecinas, pués en la matanza se ayudaban unos y otros; venían para entre todos doblegar la fuerza del animal y acostarlo para su sacrificio.
Los hombres se sentaban alrededor de la mesa y se les servía café y leche con roscón; algunos simplemente tomaban una copa de licor café o aguardiente para calentar el cuerpo antes de ponerse a trabajar. Las mujeres mientras tanto, preparaban potas para recoger la sangre y hacer las filloas, y calentaban en los fogones de la cocina, unas tinas grandes llenas de agua para limpiar el cuerpo del animal una vez sacrificado.
Fuera, en el alero del tejado de la casa vieja, estaba el cuervo, pues había despertado cuando había llegado el cerdo de regreso a su cuadra y esperaba la dicha del animal.
Llegado un momento Elíseo, en voz alta, dijo a los presentes:
-Pues ahora que ya estamos todos vamos a sacar al cerdo para matarlo y de allí (al terminar) ya marchamos al vermú.
entonces, salió de la casa para ir a la cuadra del animal y con él salieron su mujer, la madre y el matarife, que le acompañaban para que cuando descubriese que no estaba el cerdo dentro, engañarle con la mentira de que se había escapado el animal; y juntos con ellos salieron los demás que vinieron para ayudar y nada sabían de esta historia.

Cuando Elíseo abrió la puerta de la cuadra, asomó por ella la cabeza del cerdo, indignado, pues no se explicaba ni la tardanza de la comida, ni a que venía tanta gente, dejando perplejos a los que dándole por muerto no esperaban que estuviese allí. La abuela fue la primera en reaccionar y viendo en ello la resurrección milagrosa del animal, se puso entre la puerta y su hijo, impidiendo que sacará el cerdo para su muerte y le dijo:
-¡Deja al cocho en paz que no sabes quien es este animal!
Elíseo se quedó estupefacto con el arranque de la madre, pero acto seguido escuchó a sus espaldas que le decía el matarife:
-¡Si quieres que quedemos bien, te doy dos mil euros por este cerdo! ¡ Pues aunque perdamos tu y yo la amistad, no te voy matar el animal!
-¡Papa, papa, no mates al cerdo que es tan dócil y cariñoso como un perro! - apareció su hijo gritando entre sollozos al ver con vida a su amigo; abrazándose fuertemente a una pierna del padre, impidiéndole moverse.
- ¡Elíseo, por favor, haz caso a todo el mundo o por la noche voy ir a dormir a otra habitación y no te voy hablar en una temporada! - le gritó su mujer
- ¡ Vamos a la cocina, que ya está hecho el café, y deja en paz el animal!

y sin saber lo que ocurría, Elíseo, emocionado, perdonó la vida del animal.

Así fue como nuestro cerdo vio pasar de largo el día de su San Martín y los venideros, y después de vivir trabajando de semental de la comarca para los de su especie, acabó muriendo de muerte natural entrado en años.
 En la salida de la misa del primer domingo siguiente a su muerte,  las mismas zarzas, las cotillas de nuestro pueblo, le dedicaron el unico chisme que dieron de un animal y dijeron que era natural que el cerdo muriese haciendo esfuerzos a sus años y que no había muerto en su cuadra.
 Pesaba entonces casi cuatrocientos kilos y había sido padre de un centenar de hijos que traerían al mundo multitud de nietos, biznietos y tataranietos que recordarían durante mucho tiempo la historia de nuestro héroe.

mvf.

lunes, 16 de octubre de 2017

La frontera

Una vez que llegó el olor del zorro al fino olfato de Melquiades, este levantó su cabeza, aspiró fuertemente el aire hasta llenar sus pulmones y lo expulsó de golpe, resoplando los carrillos de su enorme boca, produciendo un sonoro ladrido de advertencia.

Era costumbre de Melquiades hacer guardía por las noches en las afueras del pueblo, junto al portalón de su casa; desde allí vigilaba una amplia zona del camino que separaba el pueblo y el campo, en donde se entremezclaban los olores de los seres vivos de ambos mundos. Cuando un olor extraño, llegaba hasta Melquiades, eso significaba que alguien del campo había traspasado ese trecho y osaba acercarse de más al pueblo, entonces, con su ladrido ronco y fuerte advertía del peligro que significaría continuar avanzando en el mundo de los humanos.

Al oir el aviso del perro, el zorro y el cerdo se detuvieron en seco.

El cerdo, viendo a Melquiades obstaculizando el camino,miró apesadumbrado para su compañero dando por imposible el poder regresar sin que nadie se enterase. Pero el zorro, era un animal de ingenio acostumbrado a todo tipo de dificultades, y sin dejarse llevar por la desesperanza de su amigo, le empujó con su hocico, para darle ánimos, diciéndole que: llegados hasta aquí no se podía rendir. El haría salir al perro del camino y lo entretendría el tiempo suficiente, para que pudiera llegar a su casa y entrase por la parte posterior de la huerta. Y sin más dilación el zorro marchó hacia donde estaba el perro del herrero para llamar su atención y hacerlo salir de donde estaba, permitiendo así que su amigo llegara a su destino.
 El zorro, llevaba su larga cola en horizontal, como si fuera un estandarte, cuando cruzó la linea que separaba la tierra de los animales de la de los hombres, mostrandose bien visible para que lo pudiera ver el mastín. Pero así que lo vio, Melquiades mostró que no estaba dispuesto a realizar esfuerzo alguno para cumplir su amenaza.
Llegado un momento el zorro, viendo que no conseguía su objetivo, decidió extremar su osadía aproximandose de más hacía el mastin y empezó a renquear de una pierna, simulando que tenía cojera, para tentarle con una posible facil captura.



Entonces Melquiades, pensando en que podría darle alcance con facilidad y en el premio que podría llevar por capturar al ladrón de los huevos de las gallinas de la comarca, echó a correr tras el zorro; y los dos, perseguido y perseguidor, desaparecieron en la obscuridad, en dirección hacia el monte.
Mientras tanto, el cerdo, al ver que el perro desaparecía trás su amigo, aprovechaba la ocasión para cruzar la distancia que le separaba desde donde estaba a la hacienda de sus amos y dirigiéndose a la parte trasera de la casa, entró a la huerta, arrastrando su cuerpo por debajo de la alambrada que separaba la huerta del campo, y una vez dentro, desde allí, sigilosamente se dirigió a su establo en la casa vieja. 
El cerdo al ver que había conseguido llegar a su cuadra, sano y salvo y sin que nadie se enterase, su corazón daba vuelcos de alegría, palpitando fuertemente. Así que se hubo calmado un poco, comió ávidamente restos de nabos que quedaban esparcidos por el suelo, de su comida habitual, y al terminar, agotado, se hecho a dormir en una esquina de la cuadra quedándose dormido inmediatamente. Mañana vendría un día nuevo y el estaría en su cuadra como si nada hubiera pasado.



Fuera, Melquiades había regresado a su lugar en el camino y olvidándose de su fracaso ladraba a la Luna, mostrando orgulloso su cansancio por haber hecho correr al zorro monte arriba, ante una civilización durmiente que se negaba a despertar.



mvf





sábado, 7 de octubre de 2017

el trato del zorro



 Tras la huida del lobo, el zorro regresó al lugar de las rocas del acantilado donde estaba su amigo.

- ¿Que hay allí?- preguntó el cerdo, acostado en las rocas que hablan con la vista perdida en la negrura del océano, cuando oyó  llegar a su amigo.

- Allí es donde duerme el sol - respondió el zorro, sentándose junto a su amigo para escuchar en la noche el batir de las olas.

Tras unos minutos de silencio entre los dos, al ver que en la noche la Luna estaba acabando su circulo en dirección al este, el zorro se levantó y dijo:

 - Ahora cumpliré mi parte del trato y te ayudaré a regresar a tu cuadra sin que nadie te descubra.

Dicho esto, los dos se pusieron en camino hacia el pueblo. No tardarían en llegar, pues el zorro, por sendas de animales que cruzan el monte entre los matorrales, conocía los mejores atajos para casí todos los corrales de la comarca; pero cuando estaban próximos a su destino, se encontraron con un contratiempo inesperado, pues descubrieron un bulto peludo que estaba haciendo guardia, durmiendo justo, en medio y medio del camino que les conducía a su destino.

El perro de la herrera hacia piña con el perro de los de la labrada, porque los dos eran hermanos y cuando podían se juntaban para hacer todo tipo de desatinos: dando carreras a las gallinas, persiguiendo las ovejas por la campiña o deshaciendo los sembrados, entre peleas que hacían entre ellos para medir sus fuerzas.

La madre de la cejiñuda tenía una cabra que le había regalado su hija para obligarla a salir de casa todos los días, con motivo de  llevar al animal por la mañana a comer al campo y por la tarde tener que ir a recogerla, 


La cabra era un animal caprichoso, que teniendo de comer en lo suyo, saltaba a las fincas de los vecinos para comer los brotes de las hierbas en campo ajeno.

La cejiñuda, para arreglar el problema, decidió que le pusieran una "solta" a la cabra en las patas -  atado de cuerda que se pone en las patas de los animales para reducirle la movilidad - pero aún así, la cabra roía el atado de cuerda y una vez libre volvía a saltar a las fincas de los vecinos para ir a comer en ellas.

El perro de la mujer del herrero y el de los de la labrada, eran perros que sabían conducir el ganado. Uno de esos días que andaban de parranda descubrieron a la cabra que después de liberarse de su "solta" había escapado de donde tenía que estar y comía con toda felicidad en uno de los campos de la iglesia.
Así que los dos decidieron en cuestión enseñar al animal y empezaron a perseguirla de un lado al otro, dándole ladridos, hasta que llegado un momento la cabra no dio más de si y la dejaron medio desmayada en el campo.

A última hora de la tarde, la madre de la cejiñuda se encontró a la cabra medio pasmada y del disgusto casí le da un patatús a ella también. La cejiñuda tuvo que ir al campo a recoger a su madre y a la cabra, y al llegar a casa llamó al veterinario de urgencias, para ver que le pasaba al animal.

El veterinario no tardó en llegar y después de ver a la cabra y escuchar su corazón con su estetoscopio, la mandó ingresar en una  clínica veterinaria.

Cuando llegó la factura de los ansiolíticos de la cabra y los días que estuvo en la clínica, la cejiñuda, que era medio justiciera y andaba siempre metida en pleitos de derechos de agua y lindes, marchó junto a los respectivos dueños de los perros, reclamandoles los ansiolíticos de la cabra y la factura del veterinario. Los dueños de los perros, que en todo momento trataron a la cabra de señorita, pagaron sin rechistar y acordaron tomar la medida de no dejar sueltos a la vez a los dos hermanos, dejando en sus casas respectivas, un dia atado a uno y el otro día al otro, para que no anduvieran juntos, y se repartieron los días de la semana con r para que saliera el perro de la herrera y los días sin r para que pudiera salir el perro de los labrada.

Así que hoy viernes, 10 de noviembre, la noche anterior al sábado de San Martiño, Melquiades estaba durmiendo en medio y medio de la carretera.













miércoles, 13 de septiembre de 2017

la artimaña del zorro





El cerdo, cuando oyó las palabras del zorro diciendo que accedía a hacer el trato con él, se apartó de la boca de entrada del túnel, dejándole libre el camino para que pudiera salir al exterior.

Una vez fuera, el zorro se sacudió la tierra que llevaba encima de su cuerpo; se limpió su largo hocico, y enderezando sus inhiestas orejas, miró al cerdo de arriba abajo y preguntó:

- ¿Que es tan importante para que hayas venido a molestarme?

- Solo quiero regresar a la casa de mis amos, sin que nadie se dé cuenta de ello - dijo el cerdo - y dormir tranquilamente en mi cuadra.

- Te prestaré mi ayuda para que vuelvas a tu cuadra, si tú primero me ayudas a mí.

El cerdo, recordó las palabras de los zorrillos de que tendría que hacer un trato con su padre para que este le ayudase, y asintió bajando su cabeza:

- ¡venga; el trato!

Entonces el zorro empezó a contar:

- Estos días ha llegado de los montes de Asturias un lobo asesino; está misma mañana mató dos ovejas que pastaban cerca del rio. Los humanos no tardaran en querer deshacerse de él recurriendo para ello a trampas y venenos, que pondrán en peligro la vida de todos los animales del monte
Si tu me ayudas podemos engañar al lobo y conseguir que marche de estás tierras, salvando así  la vida de muchos animales inocentes.


El cerdo aceptó ayudar al zorro y juntos regresaron al monte. Caminaron un largo trecho hasta llegar donde están las piedras que hablan, en los riscos desde los que se puede ver la lejanía del océano Atlántico. Al llegar allí, el cerdo daba señales de cansancio y entonces se sentaron en el frio suelo para recuperar sus fuerzas.
 Hasta ellos llegaba el ruido de las olas al batir en las rocas. A veces era como un silbido ronco y grave, que parecía una voz humana surgida del fondo del océano, que algunas personas decían que advertía de los peligros que iba haber en el mar para que nadie saliera con sus barcas a pescar.


 Al reponer sus fuerzas los dos se separaron. El cerdo, siguiendo  las instrucciones que le dio su compañero, subiría a lo más escarpado de los riscos marinos de las rocas que hablan, desde donde se podía ver la lejanía del océano; mientras que el zorro marcharía a la búsqueda del lobo, para poner en marcha su treta.


El zorro, guiado por su olfato, no tardó en llegar a las inmediaciones del lugar donde el lobo había establecido su morada. Se agazapó, escondido entre los brezos, y esperó hasta que vió aparecer, en lo alto de las rocas que hablan, la figura de su amigo recortada en el cielo de la noche; entonces se levantó y caminó sigilosamente acercándose junto al lobo.

- Quien osa andar ahí? - preguntó un gruñido ronco y fuerte.

Al ser descubierto por el lobo, se detuvo frente a él, a una distancia prudente desde la que podía vigilar el brillo asesino de sus ojos, para salir huyendo a la menor señal de peligro.


- He venido corriendo, desde el rio para alertaros de que corréis un enorme peligro estando en estas tierras.


El lobo, seguro de si mismo, se hecho a reír al oír estas palabras, pues es sabido que los zorros son los animales más mentirosos y astutos de los montes de Galicia.


Vigilando que no asomara en los ojos del lobo, el destello asesino de los de su raza, el zorro continuo hablando:
- la casualidad quiso que bebiendo en la charca, donde brota el manantial del rio, oí un ruido extraño y un fuerte chapoteo en el agua. Aprovechando la vegetación de la orilla del agua, pude acercarme con sigilo sin que se notara mi presencia y descubrí dos enormes jabalíes plateados, bañándose en la charca, que decían que acababan de bajar de la Luna, pues tu fama de gran asesino llegó ya hasta sus tierras, y hablaban entre ellos diciendo que habían venido a la tierra, jurando darte caza esta misma noche para vengar la muerte de sus hermanos jabalíes, que tu y los tuyos cazáis con frecuencia.


Justo cuando el zorro terminaba de decir estas palabras, se oyó el ruido de piedras que hablan.


El lobo, que hasta ahora no había quitado la vista de encima del zorro, mientras hablaban, giró su cabeza para mirar en la dirección de donde procedía el ruido y a lo lejos, en la cima de las piedras que hablan, descubrió la figura del cerdo realzada en la obscuridad de la noche con un color plateado, al reflejarse la Luz de la Luna creciente, en la piel blanca de su cuerpo, y el lobo creyó sin lugar a dudas, que lo que veía era uno de los dos fieros jabalíes plateados que venían a darle muerte. 
Entonces los ojos del lobo, frios y grises, que miraban antes de manera amenazadora, mostraron ahora señales de miedo; los pelos de su espalda se pusieron de punta, dándole un aspecto ridículo, y metiendo el rabo entre sus piernas echó a correr huyendo despavorido jurando no pisar de nuevo estas tierras.




mvf.