miércoles, 6 de enero de 2016

Rosendo - continuación


Cuando la Zarza abrió la puerta para ver quién llamó, no pudo ocultar su sorpresa al ver a la Fina, acompañada de su hijo, que hacía mucho tiempo que no venía de visita.
 Aunque eran familia por parte de las abuelas, que eran primas segundas, ambas no se podía soportar mutuamente pero la Fina  había decidido ir a casa de la Zarza para rogarle que su marido fuera a pintar unas figuras religiosas en las paredes de la iglesia visigótica, para que estuviera todo preparado el día de la fiesta del pueblo.
Cuando la zarza se lo contó a su marido Rosendo se negó rotundamente.
Solo después de escuchar toda la tarde a la Zarza y a la visita hablando fervorosamente del anterior párroco, mientras tomaban café con pastas:

- ¡Niño, deja de mirar el teléfono y escucha con atención lo que dice tu prima!
- ¡Es que don Eusebio sabía más que el Papa!

- ¡Venga Rosendo vete diciéndoles ya que si, mientras pongo otra pota de café encima de la cocina, que la Fina y su hijo se querrán marchar!

finalmente el buen hombre accedió:

- Bueno, pero no voy a poder ir todos los días a comprar azúcar.

Así que se puso, Rosendo pintó unas pastoras en las paredes de iglesia que dieron mucho más que hablar que las paredes pintadas de blanco, olvidándose todo el mundo de las críticas anteriores.

Es verdad que algunas de las figuras pintadas parecían faltarles brazos y otras bizqueaban, y hasta es verdad que la señora que tenía un niño en los brazos le faltaba el cuello; pero eso es también cuestión de la estética de cada artista. También hay esculturas romanas en los museos que les faltan brazos, piernas y hasta cabeza y nadie protesta por ello. Además como dijo el párroco en la misa: ¿quién mejor conoce para pintar la capilla que quien fue bautizada en ella?;  y aunque sospechábamos que el argentino con sotana, que nos mandó el obispado, para sustituir al anterior párroco, cuando se jubiló, no era cura sino un oportunista que practicaba intrusismo profesional; había cosas que aceptábamos por la claridad de san se acabó. Y del sermón, los vecinos de los dos bandos que se habían creado en el pueblo con motivo de pintar de blanco las paredes de la iglesia visigotica, unidos como hermanos pasamos a la eucaristía:

- ¡La iglesia queda mejor de blanco!
- ¡Ya lo decíamos nosotros!

La fiesta fue todo un éxito. Nunca hasta ahora fue tanta gente; hasta vinieron periodistas y de la universidad, que no pararon de hacer fotos a las nuevas pinturas de las paredes de la iglesia visigótica. Y sino que se lo pregunten a la campanera que guardaba las llaves de la iglesia para abrirla al público; por cada foto un euro para salir ella de delante de la cámara. El dinero que sacaba lo metía en el cepillo para no declarar nada a hacienda y después se lo repartían entre ella y el argentino, el cura de la parroquia.
En vista del éxito y de la abundancia del negocio, para aprovechar el tirón, acordamos hacer una colecta entre los vecinos para levantar el tejado de la iglesia y quitar esas losas vetustas de granito que lo cubrían desde el siglo VI, para poner en su lugar un tejado de teja roja, donada por una cerámica local, que nos garantizaron que por lo menos duraría doscientos o trescientos años, y sino para esas ya hablaremos.


mvf.

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