martes, 23 de agosto de 2016

la nieta de la bruja 1º

Seis veces cantó el gallo su Ki-ki-rikí y la bruja despertó. 
  Cuando el rayo de luz que entraba en la habitación por una grieta alargada que apareció con el tiempo en la madera de la contra con la que se tapaba la ventana, se posó sobre su cara, se notó bajo los parpados el movimiento de sus ojos. La lucha entre ambos parecía querer dirimir cual sería el primero que asomaría entre los parpados semiabiertos, cuarteados por la decripitud de la edad. Finalmente abrió los ojos, y como si fuese para ir detrás de su vista se levantó cojeando de la cama.
Con su cuerpo ladeandose al andar de un lado al otro, pues una de las piernas, rectilinas y huesudas a duras penas le servía para apoyarse encima de ella, necesitando para caminar apoyarse en un bastón; entró en el aseo para hacer cosas de sus intestinos. Cuando terminó se irguió y se puso frente al espejo para ver el ligero color azulado de su cuerpo, pues la sangre venosa, bajo su piel blanca le daba un ligero tono azulado a su piel. Entonces empezó a atusarse con sus largos y huesudos dedos, su pelo canoso y desgreñado, haciendose con el una larga coleta que terminó enrollando por detrás de la cabeza. Por último se echó un poco de agua a la cara para acabar su ritual
La bruja Tenía una nariz aguileña que había ido ennegreciendo con el acumulo de los años. Encima de ella, escondidos en sus cuencas, estaban unos pequeños ojos negros e inquietos, que solo asomaban de su escondite para lanzar  una mirada de aspecto siniestro que amedrentaba a cualquier persona que se acercase junto a ella. Sus vecinos decían a sus espaldas que con esa mirada era capaz de hacer arder un campo de trigo o abortar al ganado preñado y ese efecto era mucho mayor en la luna llena.

Bajó a desayunar.
 
Como de costumbre se hizo un tazón de leche, que aderezaba con hierbas de tomillo y melisa y después de tragar su contenido, lo dejó  en el fregadero de piedra de la cocina y en el mismo sitio lavó sus dientes con agua y sal.
 
De una pequeña alacena que había en la cocina sacó una caja cargada de huevos, recogidos del gallinero durante los últimos dias, y envolviendo uno a uno con cuidado, con las hojas de un periódico viejo, los fue metiendo dentro de un cesto de mimbre. Después tapó la boca del cesto con un trapo viejo de cuadros azules de la cocina. La bruja iba ir al pueblo para vender los huevos en la fería y de la feria ir a comprar un carrito de bebe para su hija.

 
Había empezado la mañana cuando llegó a la feria. Y se sentó a la sombra de un árbol, frente a uno de los puestos de ropa ambulante que los gitanos montaban para vender en el mercado; quitó el trapo que tapaba la cesta y lo extendió sobre el suelo y después fue desenvolviendo uno a uno los huevos y poniendolos bien visibles encima del trapo.  Los gitanos, gente supersticiosa, no les gustaba que se pusiera cerca de ellos a vender, como hacía siempre que venía a la feria, temían de ella alguna terrible maldición que tuviese efecto bajo el influjo de la luna llena, y solo esperaban a que acabase pronto para seguir ellos con sus negocios con tranquilidad.
Después de vender los huevos - sin dar más detalles de para que compraban su mercancia sus clientas -  recogió el trapo y después de sacudirlo de alguna hierba que se había pegado en el, lo dobló y lo guardó dentro de la cesta y de allí se fue a la tienda de niños del pueblo para comprar el carrito de bebé que quería regalar a su hija.

Una joven bajita y resabiada, se acercó corriendo para despachar rapidamente a esa anciana negra y sucia, al ver como los clientes desaparecían discretamente cuando la vieron entrar en la tienda.

- ¿Buenas, que deseaba?.
- Quería comprar un carrito de bebé para regalar a mi hija, que pronto va parir una niña.

Estuvo mirando fotos de un catalogo hasta que finalmente, con la ayuda de la dependienta dio con lo que buscaba: un precioso carrito para bebé de color rosa intenso, como el color que deja la sangre al correr sobre el cuello degollado de las ovejas blancas.

- ¡Esté es el que quiero! - dijo presionando sobre la foto del catalogo con su largo dedo huesudo. 

 Después de pagar y asegurarse que el carrito estaría dentro de 13 dias, ni más ni menos, dio los datos de su hija para que pudiera venir a recogerlo; y con esto tomó el camino de regreso a su casa, en las afueras del pueblo.

La hija de la bruja estaba encinta y le había dicho que iba parir una niña para finales del mes de diciembre; y por sus cálculos la niña nacería para el 28 de ese mes, el dia de los santos inocentes. Sería pues una bruja sanguinaria que tendría aterrorizados a todos los niños de la comarca.

La anciana señora ya se veía enseñando a su nieta todo lo que sabía de las plantas y de los árboles, y hasta el secreto de las piedras que hablan.

- ¿ Abuela. Y para que se le echa un poquito de este perejil con viruelas que huele tan mal, a la sopa de serpiente?
- Uy. Ten cuidado con lo que tocas. eso es cicuta; se le echa solo un poquito a la sopa para que muera la serpiente antes de cocinarse y no sufra el animal.

Y mientras regresaba a casa, sin recordar donde la había aprendido, iba tarareando una nana para su nieta

                                                                      ,,, 


                                
una, dos, tres tiene mi rebaño

                                 cuatro, cinco, seis ovejas este año

                                 siete, ocho, nueve ya me falta poco

                                 diez, once, doce para un gran rebaño

                                 que no venga el lobo, que no venga loco.





mvf.





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