jueves, 11 de enero de 2024

la agonía de marise

El día de fin de año me puse una braga roja. Hice una maleta con ropa vieja y la saque fuera de casa, al lado del ascensor. Y después me senté a tomar las uvas, delante del televisor. Esperé. Estaba semidormida cuando empezó el alboroto dentro del televisor, pero sin dudarlo recogí e platillo que tenía preparado, con las doce uvas, y una a una con el son de las campanadas la tenía metidas en la boca.  ¡Para decir Pamplona! -me dije. 

 Ya está, Feliz año nuevo. Me recosté en el sillón; mire a la porcelana blanca que había quedado vacía, encima de la mesa, y quedé pensando que cosas nuevas traerá el nuevo año.

 En el teléfono, apenas había mensajes felicitándome el año nuevo.

Marise tanto te esfuerzas en escribir, para hacer historias y divertir a la gente en tu blog y nadie se acuerda de ti.

 Cuando me di cuenta estaba haciendo dibujos en la propaganda de algún supermercado y anotando cosas en el margen de la hojas que pensaba hacer, durante el año nuevo. Entonces pensé en adelgazar y perder algunos de esos abundantes kilos de más, que a mi me sobran.

Escribí: voy a dejar de comer panceta con queso y mayonesa, y espaguetis con nata y huevos fritos, mis dos platos favoritos. 

Comeré únicamente cosas que no engorden: repollo, acelgas, espinacas ... Haré lentejas y arroz...

Con lo poco que me gusta a mi todo eso.

La estrategia es:  cuando vaya al supermercado compraré legumbres y frutas manzanas, naranjas plátanos... aún que piense que acabarán pudriéndose tiradas en la basura; pero cuando las frutas y verduras hayan estado unos días en la cocina, antes de tirarlas, tendré que comerlas... porque me conozco.

Jajajaja , que mala soy conmigo, con lo que a mi me gustan las salchichas con huevo y patatas fritas. 

Empezaré a levantarme temprano para hacer ejercicio. Al principio será difícil, salir a primera hora de la mañana a correr todos los días. Comenzaré poco a poco a correr y pararé cuando me canse. Así me acostumbraré y cada día correré más tiempo.

Adiós a mi cinturón salvavidas y a los agujeros que he ido haciendo en él con el tiempo. Ya puedo ver la cara de envidia que pondrán mis amigas cuando consiga enseñarles mis nuevos pantalones talla treinta y ocho, ajustados sobre mis caderas.

Levantarse para correr por las mañanas, si no leo lo que escribo no me lo creo.

-¿Marise, qué te pasa? ¿Por qué estás sudando?

-¡Me estoy sofocando y no puedo respirar! Me está entrando mareo.

-¡Marise, estás teniendo un infarto!

-A ver, tranquilidad. ¿Qué tengo que hacer?

Voy a llamar a mi madre para despedirme de ella.

 

-Marise, ¿cómo vas a llamar a tu madre para decirle que estás teniendo un infarto? Si haces eso, a tu madre le dará un infarto, y no te va a dejar morir en paz.

-¡Voy a llamar a urgencias!

Si tiene que ser, que sea.

-Voy a dejar la puerta abierta y tumbarme en la alfombra de la sala, para esperar a que vengan.

¡...Cuánto tardan!

 Si va a ser tan difícil morirse esperando aquí en el suelo a que todo pase, ojalá fuese una muerte repentina. No te enteras, y la pena y el luto son para los que quedan, porque los que nos fuimos ya no estamos para llorar.

 Llegó la ambulancia y me encontraron tendida en el suelo. Me había tumbado para sobrevivir más tiempo.

-"¿Que le pasa, señorita?"

- Creo que me estoy muriendo.

"Ud. tranquila, déjenos hacer a nosotros. Está en buenas manos." 

"Fuera, al lado del ascensor, encontramos una maleta que debió dejar olvidada; la hemos pasado para dentro de la casa."

Me subieron en una camilla y la ambulancia aparcada delante de mi casa, salió pitando. No se cuanto tiempo tardaron. Parece que me desmaye en el viaje. Cuando abrí los ojos las luces del techo del hospital pasaban a toda prisa  por encima mía. Ya estábamos en urgencias.

Vino una chica - y cuando me di cuenta extrajo dos tubos de sangre. Nada que ver con le enfermera del centro de salud que hasta que no calienta la aguja hipodérmica con tres o cuatro pinchazos en el brazo, no entra la aguja en la vena para sacar la sangre. Enseguida apareció otra que me llenó de ventosas el cuerpo, atadas con unos cables a un extrañó aparato. Me estaban haciendo un electrocardiograma.

 Cuando terminaron me dejaron sola en uno de los box de urgencias, del hospital. El tiempo se hacía interminable mientras esperaba. 

- ¡Por Dios, que agonía morirse! 

- Que poco vivimos y que poco se disfruta.

Finalmente se corrieron las cortinas y entró un medico acompañado de una enfermera.

Mis ojos le preguntaron suplicantes al verlo. 

-¿Doctor, tardaré mucho en morirme?

-"¡Esta Ud. perfectamente!" - me dijo sin miramientos - ¡Que bruto!

-"! Lo único que acaba de tener es un ataque de pánico!"

Me encogí de hombros sin decir nada mientras la enfermera me ayudaba a incorporarme de la camilla.

 -"Estos ataques suelen venir por sufrir de golpe mucha tensión. ¿Recuerda qué hacía cuando empezó a ponerse mal? ¿Estaba haciendo algo importante, hizo un esfuerzo repentino, recibió alguna mala noticia o algo así?"

- No, no - dije.

- "¿Recuerda el motivo que le produjo tanto estrés antes de sufrir el ataque?"

Y mientras me vestía, pensé para mi:

 - Mejor déjalo para otro año, Marise.

 mvf.


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