martes, 23 de noviembre de 2021

la lampara solar

Ya casi iba para un mes desde que mi prima y su pareja, hartos de la vida en Cataluña, se vinieran a Galicia.

Empezamos a vernos, al menos una vez por semana, cuando ella y su compañero salían a hacer compras, y quedábamos por teléfono para tomar un café en el bar de la Sagrado. 

La última vez me pidieron que fuera con ellos para enseñarme la casa. Acepté la invitación encantada, pues tenía curiosidad de ver como iban los arreglos, de los que no paraban de hablar en nuestros encuentros, pero no para ese mismo día, sino para ir el viernes a verlos a su casa y tomar juntos unos cafés, por que la tarde de los viernes, si no tienes nada que hacer, se hacen eternas.

Eran sobre las cinco de la tarde cuando aparecí con un kilo de pasteles.

La casa gris y vetusta que se encontraba uno al llegar, con su fachada pintada y limpiada la vegetación que la rodeaba alrededor, se había convertido ahora en una casa de paredes blancas y ventanas de cristales por los que entraban la luz del día.

- ¡Oh! - exclamé sorprendida, cuando mi prima abrió la puerta y vi el interior de la casa iluminado por la luz de la tarde. Y entré con mi caja de pasteles.

El suelo de color gris cenizo, de la suciedad acumulada de muchos años de abandono, de cuando vinimos por primera vez; una vez cepillado y barnizado había recuperado nuevamente el color cálido y natural de la madera. También los viejos muebles de madera mostraban su belleza natural, los habían lijado y barnizados a mano con goma laca, y destacaban sobre las paredes recién pintadas de blanco, en las que habían desaparecido, las grietas y desconches que tenían.

- ¡Que preciosidad. Que lindo os está quedando!

 

En el exterior de la casa, frente a la cancilla de hierro, donde comienza el camino para llegar a la vivienda, colocaron un buzón para el cartero, hecho de madera de palés.

¡Y PARA QUE QUIEREN UN BUZÓN!

Se dijo para si el barbero, que vivía solo y no recibía noticias de nadie, cuando pasaba por delante de la casa, caminando para ir a su trabajo, y vio por primera vez el buzón.

¡Y PARA QUE QUIEREN UN BUZÓN!

dijo ante su auditorio de las mañanas, cuando esperando turno en la barbería había publico suficiente.

El día del nuevo buzón, el buzón recibió la visita de pájaros, perros, gatos y hasta un erizo por la noche, y como vaticinó el barbero, no apareció ningún cartero.

Pero el cartero no tardó en aparecer y un buen día aparecieron dentro del buzón folletos de propaganda y un catalogo de alguna tienda de ferretería

Al cabo de unos días llegó un repartidor desconocido, que nadie viera por el pueblo.

Ellos no estaban en casa.

Traía una caja de mediano tamaño y como no estaban el repartidor-contra reloj se acercó a la casa de los labrada.

- ¿No sé si esto estará bien. Seguro que les parecerá bien que les recoja yo su paquete?

El repartidor no estaba para perder el tiempo. Colocó el paquete en los brazos del abuelo de los de la labrada y cuando este dio sus señas desapareció del lugar, volando con su furgón.

El vecino fue a la casa al verlos llegar por la tarde.

- ¡Buenas, el cartero o quien fuese dejó este paquete en mi casa!

- Muchas gracias, es que nosotros fuimos a hacer la compra - dijo Andrés a su vecino - Es una lampara solar que estaba esperando.

- ¿Y para que hace falta una lampara si hace sol ? - preguntó el abuelo de los labrada.

- Es lo más ecológico, se carga durante el día con la luz del sol y alumbra por la noche - le explicó mientras abría el paquete para enseñarle la lampara.

El vecino miró curioso para el panel de células fotoeléctricas y la lampara de led que apareció al abrirse la caja, pero la curiosidad terminó al oír un grito, llamando por él.

- Mujeres - dijo y regresó a su casa.

Al día siguiente Andrés instaló la lampara con su panel solar, en la parte de atrás de la casa y como prometía en su propaganda alumbró toda la noche con luz potente, produciendo la protesta de todos los pájaros que anidaban y dormían en las ramas de los árboles de los alrededores.


mvf.

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