lunes, 27 de agosto de 2012

un acto de paciencia 22



Arcadía siempre había soñado con dar un concierto de campanas para dar a conocer y mostrar toda la sabiduría, transmitida de padres a hijos desde varias generaciones, se había acumulado en su familia.
Toque de procesión, toque de angeles, toque de animas
toque de semana santa, toque de jueves santo, toque de sabado santo, toque de domingo de resurrección … repasaba mentalmente mientras limpiaba los floreros al pie de las estatuas de los santos.
- a unos les cambiaba el agua, y a otros les retiraba las flores resecas -


Hace años, cuando padecía una infección que la había dejado sorda durante un tiempo había tenido la suerte de descubrir una amplía gama de tonalidades y vibraciones del tañido de las campanas, que llegaban a sobrecoger al vecindario con entusiasmo.

Fuera cuando el entierro de Don sebastian que estaba sorda como una tapia. El facultativo le había dicho que evitase los ruidos en exceso mientras les extendía una receta para que tomará tomará una pomada y unas pastillas para el oido. Al terminar le deletreo con la boca moviendo el dedo haciendo seña de que no debía conducir mientras tomase la medicación que podía sufrir transtornos y mareos. 

La campanera no podía faltar al entierro que todo el mundo llevaba tiempo esperando que se produjera y que por la tardanza era toda una sensación en la comarca.

Don Sebastian, el cacique del pueblo, no se quería morir, y no paraba de protestar mientras su cuerpo se iba pudriendo poco a poco en la cama, desahuciado por la medicina. Ya llevaba tres semanas finando y desde la segunda el hedor de su cuerpo despedía las visitas, principalmente sus caseros, que le venían a ver más por miedo y compromiso que por devoción .
Hundido en el colchon de una robusta cama de madera de castaño, su voz acostumbrada a que nadie le llevase la contraría, le decía a todos los que venían a verle: 
- ! angelito trajistes el pago del arriendo de las tierras, ven mañana que yo no me voy a morir¡.
Entonces una noche, la voz dejó de protestar.
La tia la rica, dispuso su entierro entre lagrimas y pañuelos. Pañuelos que por cierto aunque no estaba preparado de antemano para la ocasiòn, aprovechó para mostrar la colección que tenía de pañuelos de lino, tela y ganchillo, con el patronimico en gotico flamenco o en escritura española bordado a mano.

La funeraria puso dos dias completos de tanatorio y los caseros, que no podían faltar al pesame, lo miraban desde fuera de la vitrina y sin creerselo aún se preguntaban :- ¿ Pero de verdad está muerto ?. ¿ Y ahora qué ?-.
Quien sabe -, respondían, con la esperanza de que con su muerte hubiera una especie de amnistía de sus cargas o al menos se aliviase algo las miserables vidas a la que les había sometido Don Sebastían mientras viviera.

Arcadía estaba esperando en lo alto de la iglesia, junto a sus campanas, para ver cuando de se acercaba la comitiva que traía al difunto del tanatorio. Al divisarlos a lo lejos bajó a tierra por el acceso al campanario, una escalerilla lateral a la iglesia, se tomó un puñado de pastillas para el dolor de oidos y empezó a tañir las campanas a difunto mientras las masticaba.

Venían a la iglesia tres coches funebres que traían al difunto y las coronas de flores, pero por un error el coche que traia al finado quedó de segundo de tal manera que por la posición de los autos era facil al ojo humano errar como con la bola escondida debajo de la vasija del trilero y la gente se amontonó donde el coche funebre que no debía, complicando aún más el equivoco.

Mientras el anterior párroco esperaba que se compusiera el desbarajuste, con las maniobras de los vehiculos, arcadía continuaba con su ritmico tañido de las campanas y entonces de dió cuenta.
La campana iba de un lado al otro describiendo un arco hasta que llegado a un punto el badajo rezongón, que iba dando golpes contra el borde de la campana, era alcanzado en su subida por la bajada de la campana. Se trataba pues que campana y badajo fueran en sentido contrario y justamente cuando la cadera de la campana bajaba en ese momento se encontraba contra el badajo que subía golpeando contra el labio* borde, produciendo así una vibración que subía por el bronce hasta la corona,
y que salía en forma de tañido para recorrer libremente las amplias tierras que eran su dominio. Después cogía un nuevo impulso para repetir la operación en la siguiente aproximación.

La gente se amontonaba pero nadie se acercó para ayudar a aupar el feretro a hombros, y entrarlo en la iglesia como a los hombres sentidos.

Las campanas tañían expectantes hasta que el feretro estuvo preparado para la entrada a la iglesia con su cortejo, entonces el toque de entrada de difuntos se reavivo . Fue tan vivo el sentimiento, que en cualquier momento se esperaba que el difunto se levantase y se colocase a la entrada para saludar a los asistentes al acto mientras iban entrando los fieles para dentro de la iglesia, y finalmente el anfitrión quedase fuera con los demás vecinos, tertuliando con las nuevas noticias que habían ocurrido en la comarca desde el último entierro, hasta que acabada la misa sacaran el feretro y acompañarlo hasta el nicho para darle el ultimo adios y regresar todos y cada uno para su casa.

La tia la rica, viuda de Don Sebastian, empezó al cabo de un mes a decir que el espiritu de su marido seguía todavía en casa y le soplaba todas las cuentas que le debían los caseros y que por eso aún ni muerto se librarían de sus deudas .




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