domingo, 16 de junio de 2013

dos mas del sisa




Todas las noches, a las once, se apagaban las luces en los dormitorios donde dormían los niños. Después se hacía el silencio y poco a poco el sueño iba entrando en sus pequeñas cabecitas.   
A las doce de la noche, la puerta de entrada al dormitorio se abría. Era la ronda del celador. Su figura negra se recortaba sobre la luz del pasillo.
 - ¿Alguien está despierto? - preguntaba.
Nadie respondía porque sabían que al que estuviese despierto lo ponían de pie en el pasillo, hasta que finalmente caía al suelo rendido por el cansancio y por el sueño; y allí quedaba dormido acurrucado sobre el frio tacto del suelo de terrazo. Cuando volvía aparecer el celador se acercaba, con su cuerpo corpulento y andar pesado, para despertar al niño; y mientras este tirado en el suelo miraba para arriba con sus ojos pequeñitos, entre dormidos y asustados, para ver aquella montaña obesa, su voz ronca le ordenaba que se levantase. Ya de pie, el celador examinaba a su victima comprobando si el castigo había sido suficiente; si era así  le ordenaba que fuese para la cama e iba detrás acompañandolo para comprobar que  se metía en la cama y quedaba bien tapado; el celador después salía del dormitorio, cerraba la puerta y continuaba su ronda.
A pesar de todo el sisa estaba despierto, permaneciendo  inmovil en su cama, conteniendo la respiración esperando que se volviera a cerrar la puerta como en anteriores noches.
 Llevaba cinco dias escondiendo unos pequeños dientes debajo de la almohada, y permanecía al acecho en espera del más leve movimiento de la almohada que indicase la visita del ratoncito perez.
 La puerta se cerró y con ello volvió de nuevo la obscuridad al dormitorio donde dormía el sisa con otros niños de su misma edad.
 Las respiraciones profundas y pausadas daban fe de que los demás niños dormían. 
Pasado un rato: 
- ¿ Hay algo ? - se oye una voz apenas imperceptible.
El sisa mete la mano debajo de la almohada palpando las minusculas piezas dentales y le responde en voz baja
- ¡ De momento, no ! - .
El foco de la linterna se encendió iluminando la cara del sisa, cegando de luz sus ojos. Después la linterna se apartó de la cara del sisa para señalar con su haz de luz la puerta abierta del dormitorio.
Esa noche le tocaba al sisa pasillo.


mvf.






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