lunes, 9 de febrero de 2015

El paseo



El coche, un viejo vehículo alemán de color negro, estaba esperando aparcado delante de la casa.
La tía la rica se sentaba siempre en la parte de atrás.
El sobrino abrió la puerta del vehículo y ayudó a su tía a entrar y sentarse, a duras penas, en medio y medio del asiento trasero. Encima del cuero cuarteado del asiento había unos viejos cojines que tía la rica había mandado hacer por que se quejaba de que los baches de la carretera le destrozaban su reumática espalda. Estuvo un rato protestando mientras se acomodaba con los cojines, moviendolos de un lado a otro, y cuando terminó, su sobrino le echó una manta  por encima de sus flacuchas piernas para que no tuviese frio. Después cerró la puerta de atrás y se dirigió a sentarse en el asiento del conductor.
La tía la rica carraspeaba diciendo que todo estaba a su gusto, y desde ahí, sentada en la parte de atrás con sobrino al volante, dirigía el vehículo a su antojo.
  Se encendió el motor del coche.
 - Primero me llevas a la floristería que vamos comprar unos ramos para adornar la tumba de tu tío: que aunque no se sepa donde duerme, hay que poner flores en su tumba no vayan pensar que nos hemos vuelto pobres. 
- Aja ¡ - respondió su sobrino, mientras el vehículo se ponía en movimiento y salía a la carretera en dirección al pueblo.
- Después vamos ir al cementerio y tu miras como están los alrededores del panteón familiar y si ves algo lo limpias. Sin pasarte que tenemos muchas cosas que hacer.
- Aja ¡.
El paisaje en movimiento comenzó a verse desde los cristales de las ventanillas.
- Después vamos ir a comprar una garrafa de cinco litros de licor café que ya apenas queda no vaya ser que tengamos alguna visita inesperada.
El licor café de la botella, como decía la tía la rica: o se evaporaba o se lo bebía una vieja criada, acostumbrada a oír sus quejas e insinuaciones de que desaparecía la bebida de manera misteriosa.
La tía la rica, después de comer pedía a la criada que le trajese la botella de licor café para ponerse una copita de su licor sin parar de quejarse delante de ella. Luego mandaba a la criada que le trajera un lápiz que se guardaba en el cajón de un mueble de castaño sobre el que había un enorme aparato de radió de válvulas en el que antaño se escuchaba en la casa, rodeados de amigos, los partes del bando nacional; la guerra se acabó y el aparato continuó dando las noticias de radio nacional y los mensajes del generalísimo hasta que un día, cansado, enmudeció; el viejo trasto de válvulas quedó ahí encima del mueble de castaño, protegido del polvo por un raído tapete verde, en espera de que volviese a funcionar para dar las noticias, como quien quiere que las cosas cambien de nuevo para que todo volviese a ser viejo y caduco como antaño.
 La criada traía el lápiz mientras se volvían a repetir las quejas de su ama.  La tía la rica pintaba la siguiente linea descendente en el cristal de la botella, con la que sabía a ciencia cierta que aunque el licor terminaba evaporándose su criada no olía siquiera la bebida, y con el mezquino ritual de todos los días la tía la rica,  para que no se le ocurriese beber a escondidas, hacía ver a la criada el riguroso control que tenía del contenido de la botella, a la vez que linea tras linea quedaban anotadas las copas que se le podía sacar a la botella, costumbre ruín que había heredado de su difunto esposo.
Al terminar de tomar su copita mandaba guardar la bebida - ... y mete con fuerza el tapón de la botella -  le decía a la criada - que va haber que traer un notario y lacrar el corcho para saber lo que pasa.
 El paisaje de árboles y campos frente a un fondo de montañas ancianas y redondeadas, no paraba de moverse por el cristal de las ventanillas del coche.
- Mal rayo parta a esa vieja de criada; que manera de bebe licor café - reanudó su perorata la tía la rica desde el asiento trasero del vehículo - Quien la va echar con sus años si lleva toda la vida con nosotros; la pobre tendría que vivir de la indigencia. Alguna cosa habrá que consentir.
- Aja ¡.
Mientras se oía esta perorata de repente se les acercó un coche por detrás dando bocinazos y enseguida les adelantó a toda velocidad.
- ¡ Quien será ese loco! - exclamó sorprendida la tía la rica; al ver por el cristal de la ventanilla se dió cuenta que le era familiar el vehículo que les estaba adelantando - ¿Y ese no es el coche de una de las esparraguesas?
- Aja ¡.


mvf.

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