"Tiritas para heridas" (o: La sabiduría no solicitada de una entusiasta de los vendajes).
Una, que lleva años poniendo parches a rasguños, corazones rotos y egos lastimados, siempre lleva tiritas en el bolso. Hoy sin que nadie me lo pida, voy a compartir alguna sabiduría acumulada de mi taller de tiritas y consejos.
No soy enfermera, pero he
visto de todo. Mis consejos vienen de la experiencia, no de un
título.
(cometí todos los errores posibles y seguro que
me olvido alguno)
La primera vez que intenté curar una herida ajena —un rasguño de mi primo tras caerse del columpio— usé cinta de carrocero porque era lo único que había en el cajón. Mi tía me gritó desde la cocina: —¡Marise eso es para pintar muebles, no para niños!—. Aprendí que no hace falta saber mucho, pero sí distinguir entre la cola blanca y el yodo.
Las tiritas son solo el principio; detrás hay historias, moretones y algún que otro susto. Una vecina llamó una vez a mi puerta con un corte en el dedo y confeso que se lo hizo partiendo almendras para la tarta de su suegra, —la misma que me dijo que su nuera no valía para cocinar—. La tirita fue rápida; lo que tardó fue escuchar cómo aquel corte era en realidad un grito silencioso contra los juicios familiares de su suegra.
No juzgo cómo te lastimaste. Da igual si fue por torpeza, valentía o puro descuido.
Un amigo apareció con el tobillo hinchado después de saltar una valla para impresionar a una chica. —¿Y funcionó?—, le pregunté mientras le ponía hielo. —No, pero ahora tengo excusa para cojear dramáticamente cuando a visitarla—. Moraleja: hasta los tropiezos tienen su utilidad.
Las tartas heladas del súper tienen un poder terapéutico infravalorado.
Era martes por la tarde, y mi amiga Lola llegó a mi casa con los ojos hinchados y una tarta helada del supermercado . —Mi novio y yo terminamos», dijo, dejándose caer en el sofá como un saco de arena. Yo, que siempre he creído que las palabras pueden remendar casi cualquier cosa, me lancé al rescate de ella:
—Bueno, al menos no te dejó en el altar», solté, segura de que era el tipo de comentario que pone las cosas en perspectiva.
Lola se quedó mirándome como si acabara de escupir en su cara —Mi padre dejó a mi madre el día de la boda», dijo en voz baja. —Se subió a un taxi y dijo: —esto no va a funcionar...—.
El silencio que siguió fue tan espeso que casi se podía cortar con el cuchillo que traje de la cocina para comer la tarta. Era tarta helada de chocolate y nos la comimos las dos para olvidar mi comentario. Desde entonces, cuando alguien llega con el corazón roto, pregunto primero:—¿Quieres que hablemos o que comamos helado directamente—?. Y nunca, nunca menciono altares.
Las mejores curas
llevan tiempo. No hay atajos para una herida bien cerrada.
De
pequeña, me arrancaba las costras de las rodillas por impaciente. Mi
madre me advertía: —Si no dejas que sane, te quedará señal—.
Hoy mi corazón parece un mapa de guerras perdidas. Ahora aplico lo
mismo a los consejos: las prisas son enemigas de las soluciones.
No todo se cura con
un —sana, sanita,
culito de rana—.
A veces duele, a veces pica.
Cuando a mi prima le quitaron
las amígdalas, le dije que el helado lo arreglaría todo. Al segundo
día, me miró con lágrimas y voz ronca: —Tú mentiste. Esto sigue
doliendo—. Le di un abrazo (y otro helado). Aprendí que no hay que
vender soluciones mágicas, sino compañía en el proceso.
A veces, lo que más
duele no es la herida.
Una compañera de trabajo vino a mi
despacho pidiendo una tirita para el dedo. Mientras se la ponía,
rompió a llorar porque su gato había muerto esa mañana. No supe
qué decirle, pero le di un pañuelo y le conté cómo el mío se
fugó con una gata del barrio y solo volvió para comer. Se rio entre
lágrimas. A veces, la tirita es solo un pretexto.
Epílogo:
Todos hemos sido
pega-tiritas alguna vez (y todos hemos dado un consejo malo con buena
intención). Lo importante no es acertar siempre, sino aprender a
distinguir cuándo hace falta una tirita, un helado o simplemente
callar y apretar la mano del otro.
(Y sí, a veces también
hay que perdonarse por haber usado cinta de carrocero).
mvf
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