miércoles, 8 de enero de 2014

un dia de suerte



Al terminar la película se hizo la luz en la sala. No tardó en aparecer un ligero murmullo en las filas, que  poco a poco fue ascendiendo, mostrando el nerviosismo de los niños.
- Se iba proceder al sorteo de los juguetes.
El padre prefecto, mientras se recogía la pantalla, izada por unas cuerdas, bajó por el pasillo en dirección al escenario, y  se subió a el  por una escalera lateral.  El escenario había quedado despejado.
Desde allí arriba, levantando una mano conminando a los niños al silencio, les dijo que ahora iban a proceder al sorteo de los juguetes.
- ¡ Si os calláis! - gritó el padre prefecto- ¡ vamos a proceder a realizar el sorteo de los juguetes!.
Mientras hablaba el padre prefecto habían puesto una mesa, encima de la cual había un pequeño saquito de tela negra que escondía los números para realizar el sorteo.
Entonces, señalando con un dedo al auditorio, el padre prefecto mandó subir a un niño para que sacase los boletos.
¡Vamos primero a sacar el boleto del tren de juguete  !
 Mientras todos permanecían expectantes que se sacase el boleto; el niño se aproximo a la mesa e introduciendo la mano en el saquito de trapo, sacó una papeleta que entregó al padre para que lo leyese. Y este, mirando sin perder de vista al graderío, vio el numero que había salido y  dijo en voz alta:
- ¡ El 101 !.
Se hizo un silencio en la sala .
El 101 volaba sobre sus cabezas, mientras el silencio se prolongaba.
El padre prefecto preguntó de nuevo para cerciorarse de que todos habían oído el numero: - ¿ Ninguno de los presentes tiene el 101 ?
El silencio comenzaba a llenar de incertidumbre a los presentes,  cuando de repente una voz  rompió el silencio gritando: -  ¡Padre. Ese es mi número!
 Era el sisa que estaba de pie.
- Pues venga. A que esperas - dijo el padre prefecto - Sube a recoger el juguete.
 - ¡ Pero es que no lo encuentro! - exclamó el sisa apurado
- Pues búscalo bien – Le dijo el padre prefecto desde el alto del escenario
 -Ya. En tal caso que no haya mirado bien en los bolsillos - respondió el sisa
Y mientras se continuaron sorteando los otros juguetes el sisa buscaba y rebuscaba por sus bolsillo. 
Al terminar todos los sorteos el sisa apesadumbrado permanecía inmóvil en su asiento sin encontrar el boleto.
 El padre prefecto dijo entonces desde el escenario: - Ahora, como no aparece el boleto 101, vamos a sortear de nuevo el tren de juguete.
La mano se metió otra vez dentro de la bolsa y sacó otro boleto que correspondió a otro niño



Está historia va dedicada a todos los niños españoles que este año no han tenido juguetes .
http://lodijomarise.blogspot.com.es/
 mvf.

martes, 31 de diciembre de 2013

Esa noche




Don Sebastián tuvo una hermana que murió de unas fiebres desconocidas, en los cincuenta, sorprendiendo a todo el mundo. Cuando le dieron la noticia a don Sebastián empezó a jurar y blasfemar, y a dar gritos y golpes contra las paredes y los muebles, como un poseso, produciendo un gran pavor entre sus familiares que se habían juntado para darle la mala nueva; dado que sabían de los fuertes lazos que le unían con su hermana.

En la misa del funeral por la hermana, allí estaban todos de pie, graves, silenciosos;  mientras ella, en su caja, permanecía inmóvil con su piel blanca como la nieve. La difunta había sido vestida, por deseo de su hermano, sin que nadie le llevase la contraria, con el vestido blanco de novia con el que él la había llevado al altar el día de su boda para ser entregada a su futuro marido.
La gente iba pasando y dando el pésame y don Sebastián rompió a llorar con el corazón roto de dolor. Fue la única vez que la gente pudo decir que don Sebastián tenía corazón.
El marido de la difunta, encumbrado por su cuñado había sido un prometedor teniente de la guardia civil hasta que cayó en deshonra en el cuerpo. Había certificado la muerte de un buscado bandido republicano que merodeaba por la sierra de los Ancares. Después de una reyerta de la guardia civil con los maquis; suponiendo que habían dado muerte al perseguido, llamaron a la hermana del bandido, para que viese el cadáver y lo reconociese. La hermana a ver el error de la guardia civil certificó pícaramente, a sabiendas de que no era él, que el difunto era su hermano.
Al correr la noticia de la muerte del famoso perseguido todos los participes en la batida, incluyendo a sus superiores,  fueron felicitados y recompensados por su logro hasta que se descubrió el error; entonces todas las burlas y las iras cayeron, cebándose, sobre el teniente.  El teniente agraviado, juró por su honor que no pararía hasta dar caza y captura al bandido; desde esas se obcecó endiabladamente en encontrar y dar muerte al bandido, escondido por la sierra de los Ancares;  pero no pudo cumplir su promesa pues fue muerto de un tiro a bocajarro, en otra reyerta contra los maquis, cerca de las minas de Villablino, un pueblo de León.
Tras la muerte de su cuñado Don Sebastián visitaba a su hermana y su sobrino todas las semanas llevándoles regalos. Hasta que la muerte de la difunta cogió de sorpresa a todos.
Al entierro asistieron mucha gente importante de la nueva España. Faltaron la gente humilde y entre ellos los caseros; no porque no tuvieran cabida en la Iglesia, ni su sentimiento por el dolor de su amo fuera menor, que el de las gentes que asistieron,  sino porque de aquellas no se les permitía a los humildes estar presentes en los momentos en que todos nos igualamos, como aquel ante la muerte.
Después de las exequias y que toda la gente importante se había marchado, de regreso a sus casas,  el matrimonio y los criados se fueron a la cama. 
En la casa de don Sebastián eran las doce de la noche y ya hacía rato que se había hecho el silencio. En la obscuridad las lagrimas de don Sebastián volvieron a brotar sin parar. 
Esa noche, don Sebastián, cuando todos se habían dormido, entró sigilosamente en la habitación de Abelarda, la criada, para buscar el placer de hacer un nueva vida después de sentir el dolor de la muerte.


mvf.
 


lunes, 23 de diciembre de 2013

Feliz navidad y tal ...

La navidad es una cosa que me repugna. Para mi pasan los días del año y llegan los de navidad, como pasan las horas sin enterarte y de repente suena el despertador para levantarte a trabajar.

Suena el despertador -  Con lo calentita que se está en la cama, sacas el brazo de debajo de las mantas, a fuera, para morirte de frio,  - y le atizas al pulsador del despertador para que calle. El despertador sonará después de otros cinco minutos más ... ..

Suena el teléfono. El teléfono no tiene pulsador de otros cinco minutos más; se inventó en una época que era todo un lujo su 
adquisición y a nadie se le ocurrió que podría querer no cogerse.
 

- Si alguien después de leer estas palabras se le ocurre hacer realidad la idea de poner a los teléfonos un botón de cinco minutos de espera, que recuerde que se inspiró en una idea de marise.
Si inventas algo gratis para los demás, me hace feliz que lo use todo el mundo, pero si desarrollas una actividad comercial con la idea del botón y tienes que pagar a hacienda por un trozo de tu sudor, acuérdate de lo mio.

Como íbamos diciendo:
Está una en el aseo haciendo sus abonos y suena el teléfono. Te levantas muerta de frio y echas a correr en zapatillas y camisón.
En la habitación hay un teléfono supletorio encima de un mueble grande, con cajones, donde guardo las camisas y la ropa interior.
-Se oye una voz.


La voz es de mi madre: - ¡Mariseeeeeee, llega la navidad! Me tienes que comprar unas cuantas cosas.
- Mi madre me lo pudo haber dicho ayer a la noche pero no lo hizo para que no me desvelase.

le gusta el dramatismo.
Y mientras tratas de no perder el calor de tu cuerpo apretándote el camisón,  empieza la retaila…
-Acuérdate de comprar ... turrón del blando y del duro, mazapán, polvorones, garrapiñadas …
Aún no he despertado. Me duele la cabeza.
- y no te olvides… y tienes que comprar  el bacalao…   

Aquí es lo que se lleva-

- seguro que se me olvida algo. ¡Y no te olvides del ¡CHAMPAN!

- Maldición: - ¡ ESTOY DE BURBUJAS HASTA EL MOÑO!

El Lunes Negro de 1987,
 yo siempre he odiado todos los lunes

La burbuja bursátil mundial de octubre de 2008.



La burbuja inmobiliaria.
LA BURBUJA de la deuda ENERGÉTICA

 La burbuja punto.com 

 ¡ ODIO LAS BURBUJAS!.

A lo sumo si algo bebo yo en navidad es una copita de sidra de ese chico tan mono que tiene una gaita en las manos.  Eso y ver la abeja maya, que la han repuesto en youtube, me resarce de las penosas navidades .


Le devuelvo el telefonazo a mi madre , al regresar a casa por la noche, para preguntarle si está despierta . Ella estaba dormida

-¡Venganza!

 Seguro que mi padre está durmiendo y después lo tiene que aguantar. 


 - ¡ Mama! ¿ Hay leche de soja en casa ?


- ¡Claro marise! ¡ Hay leche de soja y zumo de vaca!


Bueno amigos que tengáis un añazo. Lo otro vendrá después
Un abrazo a todos y todas los que me leeis y en especial a los del canal irc poesía
sin los que no podría vivir sin darles la vara.

 
mvf.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

marcelino pan y vino






A primera hora de la tarde, después del comedor, todos los alumnos del seminario menor salían a correr y a jugar en el recinto cerrado de los exteriores del colegio, hasta la hora de ir a clases por la tarde. - estos exteriores del edificio eran los opuestos a los del  lateral en que estaban las huertas, los establos y otras dependencias y que estaban incomunicados -.
Ese día no había clases, y a las cuatro tenían una película de cine.
Al aproximarse la hora todos fueron llamados por el silbato del padre prefecto y los niños echaron a correr regresando de nuevo al interior del edificio por una puerta lateral, corriendo por un pasillo de piedra, para juntarse en un patio en el interior del edificio donde formaban habitualmente, colocándose cada cual en sus filas por edades y clases, esperando el momento para entrar al cine.
Ya habían entrado todos los niños y en el exterior, ahora sin un alma, se adueñó un ruido a vació.
Una vez habían formado en sus filas todos los niños, hasta los más rezagados,  no tardó en abrirse la puerta de la entrada de la sala de cine. Un olor penetrante les dio de lleno en las narices a los más próximos a la puerta.  El interior de la sala olía fuertemente a melisa, pues don Galvino, después de que Martinuka estuviese limpiando el polvo de las butacas,  había pulverizado horas antes un
ambientador, con un tubo largo con un embolo rematado en un bote, para que el lugar no oliese a cerrado.
Los niños empezaron a entrar, descendiendo ordenadamente por el pasillo del cine hasta el patio de butacas  y así según iban entrando desde el patio de butacas para arriba se iban sentando, en las hileras de butacas que había a los lados del pasillo, hasta completar el llenado del local.
 Mientras algunos niños se empujaban y se peleaban para sentarse unos juntos con los otros. El sisa se había sentado en el medio de la tercera fila, entre sus compañeros de clases.
Sisa -  ¿Quien es Marcelino? 
Niño 1º- Es un niño huérfano...
Niño 2º - ¿ Pero tu no vistes la película ?. 
Sisa – Yo no; es la primera vez que vengo al cine.
Niño 2º- Yo ya la he visto tres veces.
Niño 3º ( Arrimándose desde el asiento de la fila de butacas de atrás ):
 - Chist ... es la historia de un niño huérfano ... que se llama Marcelino. 

El padre prefecto que vigilaba todo desde el patio de butacas, al entrar la última fila de niños, mandó hacer silencio y  anunció el titulo y el comienzo de la película, que apenas se oyó con tanto barullo.
Sisa - ¿Que dijo?
Niño 3º (  haciendo un embudo con las manos, con forma de megáfono,  y apuntando a la cabeza del sisa  ) :
- ¡ M  A  R  C  E  L  I  N  O     P  A  N    Y    V  I  N  O !
 Entonces, el padre prefecto,  levantando la mano dio una señal a don Galvino, que estaba pegado a las puertas de la entrada del cine. Al verlo este tocó un pulsador escondido haciendo sonar un timbre, y las cortinas del cine empezaron a recogerse y a dejar al descubierto una pantalla grande de lona blanca estirada en un bastidor metálico por unas cuerdas entrecruzadas que se apretaban para mantener la lona tensa y sin arrugas. Mientras tanto don Galvino cerraba las puertas de la entrada y corría unos cortinones que había para que los que quisiesen entrar o salir, pudieran hacerlo sin dejar pasar la luz . 
Cuando ya estaban recogidas las cortinas y descubierta toda la pantalla; desde el patio de butacas llegó otra señal a don Galvino que volvió a tocar otra vez el pulsador, esta vez dos toques.
Mientras se apagaban las luces de la sala, quedando todo a oscuras, desde un ventanuco pequeño que había en la pared de la entrada salió un rayo de luz acompañado de un ruido de carraca.
Sisa - ¿ Y si en clases le pongo pan a jesucristo en la cruz?
Niño 2 º - ¿Que dices?.
Niño 1º - Si haces eso el padre mano te mete una hostia...
Niño 2º - Ya veras la película y lo entenderás
Sisa - ¿ Y el vino de donde lo saca ?.
Niño 3 ( desde detrás ) - Lo robaría en la sacristía como hizo el monaguillo para probarlo él y sus amigos.
Sisa - Pero eso es pecado mortal
Niño 2º - Si pero no se muere. Tu, aún, no lo comprendes ya veras la película. ¡Y cállate por favor, que nos van a tirar de las orejas!. 
Ya  en  la oscuridad, con la luz de una linterna, don Galvino remataba a los niños que continuaban hablando a oscuras, mientras el haz de luz cambiante empezó a estrellarse convirtiéndose en imágenes contra la pantalla. 
Niño 3º (levantándose desde atrás, aprovechando la oscuridad, para hablar en el oído del sisa. ) 
 - Sisa. ¿Y al final sabes cuantas canicas hay en el tarro de cristal?
Sisa - Está claro, 1577
Niño 2 - ¿Y como lo sabes?
Sisa - No sé.
El haz de luz de la linterna de don Galvino ilumina al sisa y sus amigos.
 Don Galvino - ¡Psssttttttttttttttt. callaros de una vez!. ¡Que va empezar la película!

Sisa  ( a sus compañeros )
         - ¡Q  U  E   O  S   C   A   L   L   E   I  S !. 
Como me castiguen por vuestra culpa  os vais enterar.





mvf.-



martes, 3 de diciembre de 2013

el reloj dorado 2.







Aquella mañana el ovejero, el abuelo del sisa, bajó a la feria para vender algunos corderillos con tres meses de vida, la edad mejor para que la carne este tierna y blanda para los asados. Después de la venta se dirigió a la casa del administrador de las tierras para hacer cuentas. Allí le dieron la noticia de que las tierras y las casas en las que vivían habían cambiado de manos, y ahora el nuevo amo parecía ser un importante falangista de la capital.
 Cuando subía de regreso para la casa por el viejo camino de tierra, marchaba lento, pensativo con la nueva noticía, caminando con su burra cargada de simiente y algunos aperos que había comprado. 
 Un movimiento entre las zarzas del camino y asomó la cabeza un conejo; olisqueó el aire con su húmedo hocico, entonces dio dos saltos y ya estaba en medio del camino de tierra. Desde allí miró para el hombre y su animal, mientras estos subían por el camino en su dirección y cuando ya se aproximaban a tiro de una piedra, se dio la vuelta y saltando se volvió a internar en la espesura de la zarza.
 Cuando llegó a la casa ya había pasado el mediodía, dejó las simientes y los aperos, en el pequeño huerto que tenía al lado de la vivienda, para la mujer; y después fue abrir a las ovejas, más de cuarenta cabezas que esperaban ansiosas en su corral,  cogió la burra y llevó a los animales a comer al monte.
 La vida de los caseros seguiría igual que siempre, simplemente que ahora en vez de don Agustín seguiría siendo el amo don.
 Mientras los animales comían la hierba y los brotes tiernos de los arbustos, el ovejero se sentó dentro de un refugio que tenía construido de piedra para los dias de lluvía, o para los dias de sol como el que hacia esta tarde. De un bolsillo de su pantalón saco un pañuelo cuidadosamente doblado y desenvolvió sus puntas descubriendo una piedra aplanada, redonda y pulida de río, atada a un cordón de los zapatos, que estaba detalladamente dibujada con sus manecillas, y pintada a su alrededor como un reloj dorado de bolsillo. Entonces se la llevo al oído, y mientras cerraba sus ojos para oirlo mejor, el reloj de piedra hacía tic-tac en su oído. 
El ovejero sabía bien a que hora salía el sol y a que hora se acostaba a lo largo del año. Sabía cuando crecía la luna para hacer injertos o para recoger frutos; y cuando menguaba para sembrar o para podar. Sabía cuando abría sequía o cuando vendrían las lluvias con solo mirar el vuelo de los pajaros. Nadie sabía de donde venía, nadie recordaba quien le había puesto un nombre, ni cual era su nombre de pila, ni cuantos años tenía. Era uno de los hombre de las tierras. Había sido parido en los montes y se había criado con las ovejas. Era el ovejero.



Un mañana llegó un coche arrastrando tras de si una gran polvareda. Un hombre bajó, y gritó: - ¡ Yo soy don Sebastián ¡

Con las manos detrás de la espalda esperó, caminando en círculos y dando patadas en la tierra, hasta que se formó un pequeño corrillo de hombres, niños y mujeres alrededor de él.

- ¡ Y desde hoy estas tierras y todo lo que hay en ellas son mías ¡
Dicho esto volvió a montar en el coche y marchó llevandose con el la polvoreda detrás. 

Después de la partida los hombres, mujeres y niños volvieron cada cual a lo suyo. Solo eran los braceros y sus familias con el derecho a la vivienda y al escaso fruto de su trabajo que les permitía vivir, sin poder escapar de su destino, en las tierras de Labregos;  y como afortunadamente ninguno de los caseros había tenido hijo en edad de filas, para estar reclutado sin querer en el bando perdedor, nadie les podía reprochar nada.


mvf.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El reloj dorado

Mi madre  me contó muchas cosas de familia. Por ella sé que mi bisabuelo nació en algún lugar de Montana, el 25 de junio de 1876; el mismo día que el general Custer murió en la batalla de la gran trompetilla,  Little Big Horn.

 Mi tatarabuela, madre de mi bisabuelo, claro, poseía un negocio en  Californía cuando se desató la fiebre del oro; una tienda improvisada dentro de una caravana, en la que llevaba una cama con sabanas y lo que más se necesitaba de un lugar a otro. Así pues, mi bisabuelo habría sido fruto del oro obtenido por alguno de los mineros que invadieron, en búsqueda de otro, los territorios sagrados de los indios de Montana, lo cual fue el motivo por el que la nación india se puso en pie de guerra contra el hombre blanco. Como aquello no daba para vivir porque los buscadores de oro, entre ella y el whisky decidieron por lo último, aprovechó el paso de una caravana de mujeres para trasladarse con su hijo al estado de Dakota del sur, donde esperaba, de alguna forma, reanudar su negocio aprovechando que allí nadie la conocía. 

Mi madre decía que en Dakota, mi tatarabuela, vendió la caravana  para ponerse a trabajar en una casa de señoras respetables donde conoció a Juana Calamidad. y a Wyatt Hearp que las venía a visitar a veces. Con el tiempo Juana Calamidad empezó a tratar a mi bisabuelo como si fuera su tía, y así, aunque yo nunca creía a mi madre mientras trataba de meterme en la boca la cucharada de comida, mi bisabuelo también había sido sobrino de Wild Bill Hickok del cual Juana Calamidad no paraba de hablar que se habían casado antes de que este muriese de un balazo en la cabeza, por una disputa acaecida en una partida de poker. Wild Bill Hickok tenía una mano con dos ases y dos ochos, y antes de coger la quinta carta se produjo la disputa, y esa mano quedó con el nombre de la mano del muerto.

Posteriormente se trasladaron a Kansas, al enterarse que estaba llena de vaqueros y ganaderos y allí mi tatarabuela, que podía ya escribir un libro con todo lo que había aprendido sobre los hombres, pretendía hacer mucho dinero, pero al llegar a Kansas City  mi tatarabuela falleció de unas fiebres. Cuando esto ocurrió mi bisabuelo ya tenía veinte años. Huérfano marchó con una familia de emigrantes criadores de ovejas, que recién conoció antes de morir su madre. Casó con una hija de ellos, con la que tuvo un hijo, el que sería mi abuelo. No se sabe bien el motivo por el que mi bisabuelo y su familia terminaron por marchar de Kansas.

Mi abuelo vino a España, en apoyo de la segunda República, durante la Guerra Civil, como uno de los voluntarios del Batallón Abraham Lincoln provenientes de Estados Unidos, que participaron en las Brigadas Internacionales. Llegó a España en 1936 y se concentró, junto con otros brigadistas en Gerona, y después de librar algunas batalla en Aragón con el ejercito invasor, por algún motivo desconocido quedó separado de sus compatriotas en el frente del Ebro. Caminando perdido en media guerra civil española siempre al Oeste, en búsqueda de su gente , terminó llegando a Galicia, donde los pocos  que quisieron creer en su historia le encontraron trabajo cuidando las ovejas de Don Agustín. Cuando falleció, en el año 1943 el cura no quiso que lo enterrasen en campo santo porque era republicano, y lo enterraron a escondidas por la noche en una cuneta donde había otra gente del pueblo como él, sin que se sepa muy bien el lugar donde está.


El único recuerdo que queda de mi abuelo es un reloj dorado pintado en una piedra redonda. De pequeñita mi madre me lo dejaba coger para mirar si se movían las pequeñas manillas; y me lo ponía en la oreja, para que oyera el tic-tac de su pequeño corazón; a cambio de que pudiera meterme una cucharada de comida en la boca.

Yo no comía, aunque era la mas raquítica en el colegio, siempre ganaba en casa a la hora de comer.


mvf.



martes, 12 de noviembre de 2013

El mapa de España. la partida de abejorro

Bajo el mapa de España, que colgaba en la pared, detrás de una mesa de madera de nogal, se sentaba el padre mano en su silla. El lugar era como una fortaleza inexpugnable, vista desde el lado de los alumnos.

En el otro extremo de la misma pared había otro mapa; el mapa mundi, y entre el medio de los dos un crucifijo negro separaba las dos realidades geográficas que existían en ese momento, España y el mundo.
A veces los niños llevaban rosas, y subiéndose en una silla las ponían debajo de los pies al cristo; algunos de los niños estampaban un beso en sus pies, para dulcificar la crucifixión de ese hombre de hierro y madera que colgaba en la pared.
Las dos realidades eran bien diferentes. Una, la España
grande y libre, que quedaba a la derecha de la pared del encerado, bajo la que se sentaba el padre mano, tenía esa libertad que daba el seguir las sagradas escrituras y la obediencia al caudillo de España; y estaba llena de montañas y ríos que teníamos que saber que saber su curso y sus afluentes a golpe de regla.
La otra, la que quedaba a la izquierda del cristo, estaba llena de tierras de aventuras, esparcidas por lo largo y ancho del mundo; a donde los más privilegiados y valientes de la clase marcharían en misiones para navegar por el amazonas arriba, o se adentraban en la selva africana navegando en canoa por el río congo en busca de pueblos perdidos que no conocían la palabra de dios y que seguramente para nada habían visto, ni sabían, lo que era la tenacidad y sacrificio de un misionero español.
Aunque no conseguíamos entender como se podía meter en una esfera, que a veces nos traían a clases, todo lo que cabía en el mapa plano y rectangular colgado en la pared, sin que sobrara mapa.
Los misioneros iban buscando niños que no sabían leer ni escribir ni sabían siquiera lo que era ir vestidos, para bautizarlos y que pudieran ir al cielo.
Los soldados salvaban a la gente buena de la gente mala, hijos del diablo y de color rojo, que les querían hacer daño y especialmente, con todo tipo de mentiras, llevarlos al infierno.
Las enfermeras, con sus manos llenas de calor, curaban más con una caricia que con una medicina ... Así todos queríamos ser soldados y estar malheridos, para ser socorridos por una enfermera que sin lugar a duda, ante nuestros ojos, era la chica más hermosa del mundo y con la que nos casaríamos.

El mundo era pues un lugar ancho y grande donde cabían todos los sueños en un plano.

Al padre Mano le gustaba que los niños se sentasen en sus piernas y les acariciaba y los llenaba de besos. A veces los castigaba frente al crucifijo y les hacía poner los brazos en cruz con unos libros en las manos, o les ponía una pinza en la lengua, mientras está colgaba de la boca entreabierta.
Cuando el niño finalmente lloraba desconsolado, porque la fatiga y el dolor había podido con su cuerpo, el padre mostrando piedad por su dolor le mandaba dejar su castigo y le sentaba en sus piernas, entonces lo apretaba contra su cuerpo, lo besa y le llenaba de caricias.

Aquel día, la tortura le tocó a Abejorro. No recuerdo el motivo, ni siquiera recuerdo que existiera, pero el padre mano castigó a Abejorro a mantener con su nariz una perra chica pegada en la pared*
moneda de cinco céntimos de las antiguas pesetas, sin que esta se cayera al suelo, so pena de recibir unos golpes en la mano con la regla.
Cuando Abejorro finalmente no podía más, el padre Mano le dijo que abandonase su castigo y le pidió que se acercase a él y se sentará en sus piernas. Allí estábamos todos, celosos del lugar que ocupaba Abejorro, expectantes, suplicantes de las caricias llenas de ternura del padre Mano, pero cuando el padre intentó acariciar a Abejorro, este le propinó una torta que sonó en toda su cara, rompiendo el hipnotismo de la clase.
Todos nos quedamos con los ojos abiertos al ver como Abejorro se escapaba de las piernas del padre mano, mientras este permanecía inmóvil petrificado por la sorpresa, y echaba a correr para sentarse en la silla de su pupitre. Era el único refugio que tenía.
El padre Mano abrió su libro de cuentas y todos empezamos a recitar la tabla. Siete por cinco treinta y cinco; siete por seis treinta y seis; siete por siete cuarenta y nueve... y mientras cantábamos la tabla nuestros cuerpos empezaron a balancearse suavemente, de un lado a otro, como las espigas del trigo nuevo del campo.
Después del recreo no volvimos a ver nunca más a abejorro. El rector, enterado de lo ocurrido, había mandado llamar a los padres de abejorro para que vinieran a buscarlo porque era seguro que el niño no tenía, ni tendría vocación para ser misionero.
Los padres de abejorro vinieron a buscarlo, y pidieron hablar con el padre mano. Pero el padre Mano rehusó dar cualquier explicación. Solo dijo, que abejorro era un niño muy noble.


mvf.