Arcadía
siempre había soñado con dar un concierto de campanas para dar a conocer y mostrar
toda la sabiduría, transmitida de padres a hijos desde varias generaciones, se había acumulado en su familia.
Toque
de procesión, toque de angeles, toque de animas
toque
de semana santa, toque de jueves santo, toque de sabado santo, toque
de domingo de resurrección … repasaba mentalmente mientras
limpiaba los floreros al pie de las estatuas de los santos.
-
a unos les cambiaba el agua, y a otros les retiraba las flores
resecas -
Hace años, cuando padecía
una infección que la había dejado sorda durante un tiempo había tenido la suerte de descubrir una amplía gama de tonalidades
y vibraciones del tañido de las campanas, que llegaban a sobrecoger al vecindario con entusiasmo.
Fuera
cuando el entierro de Don sebastian que estaba sorda como una tapia. El facultativo le había dicho que evitase los ruidos en exceso mientras les extendía una receta para que tomará tomará una pomada y unas pastillas
para el oido. Al terminar le deletreo con la boca moviendo el dedo haciendo seña de que no debía conducir mientras tomase la
medicación que podía sufrir transtornos y mareos.
La campanera no podía faltar al entierro que todo el mundo llevaba tiempo esperando que se produjera y que por la tardanza era toda una sensación en la comarca.
La campanera no podía faltar al entierro que todo el mundo llevaba tiempo esperando que se produjera y que por la tardanza era toda una sensación en la comarca.
Don
Sebastian, el cacique del pueblo, no se quería morir, y no paraba de
protestar mientras su cuerpo se iba pudriendo poco a poco en la cama,
desahuciado por la medicina. Ya llevaba tres semanas finando y desde
la segunda el hedor de su cuerpo despedía las visitas,
principalmente sus caseros, que le venían a ver más por miedo y
compromiso que por devoción .
Hundido
en el colchon de una robusta cama de madera de castaño, su voz
acostumbrada a que nadie le llevase la contraría, le decía a todos los que venían a verle:
- ! angelito trajistes el pago del arriendo de las tierras, ven mañana que yo no me voy a morir¡.
- ! angelito trajistes el pago del arriendo de las tierras, ven mañana que yo no me voy a morir¡.
Entonces
una noche, la voz dejó de protestar.
La
tia la rica, dispuso su entierro entre lagrimas y pañuelos. Pañuelos
que por cierto aunque no estaba preparado de antemano para la
ocasiòn, aprovechó para mostrar la colección que tenía de pañuelos de lino,
tela y ganchillo, con el patronimico en gotico flamenco o en
escritura española bordado a mano.
La
funeraria puso dos dias completos de tanatorio y los caseros, que no
podían faltar al pesame, lo miraban desde fuera de la vitrina y sin
creerselo aún se preguntaban :- ¿ Pero de verdad está muerto ?. ¿
Y ahora qué ?-.
Quien
sabe -, respondían, con la esperanza de que con su muerte hubiera
una especie de amnistía de sus cargas o al menos se aliviase algo
las miserables vidas a la que les había sometido Don Sebastían mientras viviera.
Arcadía
estaba esperando en lo alto de la iglesia, junto a sus campanas,
para ver cuando de se acercaba la comitiva que traía al difunto del
tanatorio. Al divisarlos a lo lejos bajó a tierra por el acceso al
campanario, una escalerilla lateral a la iglesia, se tomó un puñado
de pastillas para el dolor de oidos y empezó a tañir las campanas a
difunto mientras las masticaba.
Venían a la iglesia tres coches funebres que traían al difunto y las coronas de flores, pero por un error el coche que traia al finado quedó de segundo de tal manera que por la posición de los autos era facil al ojo humano errar como con la bola escondida debajo de la vasija del trilero y la gente se amontonó donde el coche funebre que no debía, complicando aún más el equivoco.
Venían a la iglesia tres coches funebres que traían al difunto y las coronas de flores, pero por un error el coche que traia al finado quedó de segundo de tal manera que por la posición de los autos era facil al ojo humano errar como con la bola escondida debajo de la vasija del trilero y la gente se amontonó donde el coche funebre que no debía, complicando aún más el equivoco.
Mientras
el anterior párroco esperaba que se compusiera el desbarajuste, con las
maniobras de los vehiculos, arcadía continuaba con su ritmico tañido
de las campanas y entonces de dió cuenta.
La
campana iba de un lado al otro describiendo un arco hasta que llegado
a un punto el badajo rezongón, que iba dando golpes contra el borde
de la campana, era alcanzado en su subida por la bajada de la
campana. Se trataba pues que campana y badajo fueran en sentido
contrario y justamente cuando la cadera de la campana bajaba en ese
momento se encontraba contra el badajo que subía golpeando contra el
labio* borde, produciendo así una vibración que subía por el
bronce hasta la corona,
y
que salía en forma de tañido para recorrer libremente las amplias
tierras que eran su dominio. Después cogía un nuevo impulso para
repetir la operación en la siguiente aproximación.
La
gente se amontonaba pero nadie se acercó para ayudar a aupar el
feretro a hombros, y entrarlo en la iglesia como
a los hombres sentidos.
Las
campanas tañían expectantes hasta que el feretro estuvo preparado para la entrada a la iglesia con su cortejo, entonces el toque de
entrada de difuntos se reavivo . Fue tan vivo el sentimiento, que en
cualquier momento se esperaba que el difunto se levantase y se
colocase a la entrada para saludar a los asistentes al acto mientras
iban entrando los fieles para dentro de la iglesia, y finalmente el
anfitrión quedase fuera con los demás vecinos, tertuliando con las nuevas noticias que
habían ocurrido en la comarca desde el último entierro, hasta que acabada la misa sacaran el
feretro y acompañarlo hasta el nicho para darle el ultimo adios y regresar todos y cada uno
para su casa.
La
tia la rica, viuda de Don Sebastian, empezó al cabo de un mes a
decir que el espiritu de su marido seguía todavía en casa y le
soplaba todas las cuentas que le debían los caseros y que por eso
aún ni muerto se librarían de sus deudas .