Rosendo - Sainete
Después del incidente que tuvo lugar a las puertas del ayuntamiento, Rosendo se dio cuenta de que ya no podía considerarse un ex-jubilado del ayuntamiento. No se supo más de sus dibujos, ni volvió a salir de su casa para visitar a sus antiguas amistades; solo salía lo estrictamente necesario para hacer los recados que le encomendaba su mujer.
- Rosendo vete a comprar azúcar al ultramarinos.
- ¿Pero no me mandaste a comprar
azúcar ayer?
- Si, pero el de ayer fue para el desayuno.
Y asi transcurrieron algunos años, hasta que el hijo del panadero le tocó ser el mayordomo de las fiestas patronales del pueblo.
La Fina, que así se llamaba la madre
del chico, había ido a Huelva de excursión y de regreso vino con un montón de fotos de casas blancas sobre cielo azul y de la iglesia de la virgen del rocío. La madre siempre pinchaba
por detrás para que su hijo hiciera lo que a ella le parecía mejor y con sus fotos los convenció de que
tenía que pintar de blanco la iglesia del pueblo.
- Tu lo que tienes que hacer es que se
pinte la iglesia de blanco para que entre bien la luz y así todos
los vecinos se acordaran de lo bien que lo hiciste cuando fuiste el
mayordomo de las fiestas.
El hijo del panadero, uno de esos jóvenes modernos de pueblo, que
se creen que las saben todas, no tardó en convencer a
los demás de la comisión de las fiestas patronales para hacer como decía su
madre y del pueblo vecino, donde todos los de la comisión tenían una buena amiga,
trajeron un albañil para arreglar las paredes y encalar todo de blanco por encima de los desconches de las pinturas de la iglesia.
El albañil llegó
con un furgón destartalado del que descargó los andamios, la arena
y el cemento, y unos botes grandes de pintura blanca.
- ¿Va estar todo preparado para el día
de la fiesta? - preguntaron los de la comisión.
El hombre no parecía muy listo y los
convenció a todos de que en una semana estaría hecho el trabajo.
Al cabo de un par de días de trabajo el
albañil desapareció. Como no volvía a aparecer consiguieron ponerse con él después de varias llamadas telefónicas, y dijo que
no podía venir porque tenía la mujer en el hospital.
- Vaya, ¿que le vamos hacer? Pues habrá que esperar - se dijeron.
Pasaron quince días y el furgón
apareció de nuevo; estuvieron trabajando por la mañana el albañil y un aprendiz que venía con él y a la tarde
desapareció de nuevo.
Al cabo de varios dias, como no había trazas de que
apareciese, lo llamaron de nuevo por teléfono. Después de mucha
insistencia cogió la llamada lo justo para decir que estaba en el
dentista que le estaban arreglando la boca.
- Bueno, pues no va venir con la boca
anestesiada. ¿Y cuanto tardará?
Y tardó, pero esta vez no cogía el teléfono. Finalmente a través de la famosa amiga de los de la comisión, que también era amiga de todos los del pueblo del albañil, se consiguió que el albañil volviera aparecer por la iglesia. Solo lo justo para volver a desaparecer.
Y tardó, pero esta vez no cogía el teléfono. Finalmente a través de la famosa amiga de los de la comisión, que también era amiga de todos los del pueblo del albañil, se consiguió que el albañil volviera aparecer por la iglesia. Solo lo justo para volver a desaparecer.
- ¡Vamos tener que pedir a la virgen
para que este preparada la iglesia para las fiestas patronales!
Y la virgen afortunadamente decidió tomar cartas en el asunto.
No entiendo porque que se levantaron
tantas protestas cuando se arreglaron las paredes desconchadas de la iglesia
y por pintar de blanco las imágenes y los restos de pinturas de unas mujeres
planas y estiradas, y con ojos de desmesurados, que vestían con ropa de carnavales.
Se protesta solo por maldad, porque como el día de la Santa caía a jueves, los vecinos de la parroquia se dividieron en dos grupos: los que querían la fiesta el día de la santa y los que la querían el sábado. Al final ganó la opción de hacer la fiesta el sábado para que pudieran asistir los familiares de vinieran de fuera del pueblo, dado que durante la semana la gente trabaja. Así, aquellos que habían perdido se vengaron aprovechando para criticar la decisión de pintar la iglesia de blanco.
Si alguien tenía derecho a protestar era el albañil contratado por la comisión de fiestas para arreglar la iglesia. Después de rogarle la comisión de fiesta que interviniese, porque no aparecía, intercedió la virgen; un día, cuando vino a recoger una escalera que tenía dentro de la iglesia, le cayó encima una imagen de la Santa aplastándole un pie. Y claro, en tocante a las decisiones divinas ni mu. El albañil, que no tenía seguro, vino a trabajar con el pie escayolado y terminó el trabajo antes de lo previsto.
A la hora de pagar se conformó con la mitad de lo que pensábamos que tendríamos que pagarle; y aún así por temor a
que la virgen no estuviese conforme con el precio y le cayese encima
del otro pie, el hombre se veía preocupado y no paraba de preguntar si nos gustaba como
había quedado todo y si nos parecía muy caro lo que cobraba.
Al final para deshacernos del albañil decidimos
invitarlo a venir a bailar el día de la fiesta.
mvf