Ligia, la hermana de Teles había dejado que su marido se fuese con las niñas a casa para acostarlas y se quedó con nosotras, por que hacía tiempo que no veía a su hermana. Mis padres pudieron haber quedado un poco más pero ya habían marchado; tal vez por que mi madre pensó
en que me haría bien que quedara a solas con mis amigas para que hablaramos de nuestras cosas sin gente mayor.
Como nosotras, aún quedaba alguna gente sentada en los bancos de la fiesta, pero empezó a refrescar y la poca gente que había empezó a apresurar su marcha y
todos se fueron quedando vacios. Solo iban quedando los artifices de las
verbenas, la gente de los puestos que estaban cerrando, los musicos
desmontando sus equipos de sonido, el bar de la comisión de la fiesta y con ellos los rezagados.
Al final nos dimos cuenta que hablando paso el tiempo volando y decidimos marcharnos nosotras también de ahi, dejando solos a los pocos hombres que quedaban en la barra del bar de la comisión de la fiesta que embriagados por el alcohol gritaban entre ellos haciendo bromas.
Montamos en el coche de Teles y después de una pequeña discusión, entre risas, decidimos irnos al bar de la playa por que tiene una terrazita a cubierto, por la parte de atrás, y desde ella se ven los pinos, la playa y el océano.
El atlantico siempre presente en nuestras vidas.
Llegamos. No había luces encendidas a esa hora. Los dueños probablemente habían cerrado ese dia para ir ellos también a la verbena, pero habían dejado las mesas y las sillas sin recoger.
Nos sentamos un rato sobre las frias sillas metalicas de la terraza, escuchando el ruido de las olas y viendo el ir y venir del haz de la luz del faro.
Al cabo de un rato, bajamos por una escalinata hecha en un terraplén de arena con ramas de pino para caminar por la playa, y mojarnos los pies.
Había gente a lo lejos que se calentaban alrededor de una hoguera, que habían hecho después de haber recogido madera arrastrada a la playa por el agua.
Había gente a lo lejos que se calentaban alrededor de una hoguera, que habían hecho después de haber recogido madera arrastrada a la playa por el agua.
Nos conocieron a pesar de la obscuridad y nos llamaron para que nos acercáramos. Habían hecho una queimada y nos invitaron a tomar una tacita del liquido caliente. Nos servimos con el liquido obtenido, después de quemar el aguardiente mezclado con azucar y granos de café, que había en el interior de la cazuela de barro; llenando, unos pequeños vasos de plastico que nos ofrecieron para tomar la queimada, con un cazo, que como la cazuela de la queimada también era de barro.
Cuando lo tuve en mis manos, llevé el vaso a mis labios y tomé un sorbo de queimada, estaba calentita y dulzona y me hizo entrar en calor.
El calor de la hoguera nos atrapó durante un tiempo con su abrigo, impidiéndonos alejarnos y adentrarnos en el frío, hasta que alguien echó un tronco de madera expulsado por las olas a la playa y como aún conservaba humedad, produjo una gran humareda. Entonces fue cuando aprovechamos para escapar del fuego y alejarnos del grupo con nuestros vasos de Queimada en dirección nuevamente a la terracita vacia del bar de la playa.
El calor de la hoguera nos atrapó durante un tiempo con su abrigo, impidiéndonos alejarnos y adentrarnos en el frío, hasta que alguien echó un tronco de madera expulsado por las olas a la playa y como aún conservaba humedad, produjo una gran humareda. Entonces fue cuando aprovechamos para escapar del fuego y alejarnos del grupo con nuestros vasos de Queimada en dirección nuevamente a la terracita vacia del bar de la playa.
Nos sentamos de nuevo en las sillas metalicas de la terraza, acompañadas de nuestros vasos de queimada, y nos pusimos hablar. Tal vez por las altas horas de la noche acabamos hablando de los sueños.
Teles empezó contandonos un sueño que había tenido hacia poco.
De pequeñita - dijo –soñaba que pintaba las ovejas de verde
¿Como. Ovejas verdes ? - preguntamos, sorprendidas
Si- continuó - durante tiempo soñé que pintaba de verde las ovejas al tio Avelino y que no las encontraba por que se confundían con el verde del campo en primavera.
¡ Jajajajaja! - nos reimos - ¿Y que pasaba?
Teles continuó contando su sueño - Que el tio Avelino quería cogerme para tirarme de las orejas. Pero yo estaba toda manchada de verde y tampoco me podía encontrar.
Al final llegamos a un acuerdo: él me hacia magdalenas y yo le recogía las ovejas.
- ¿ Y las magdalenas tenían monedas ?- Preguntamos riéndonos
-No sé, todo era muy verde y por más que lo intente no di encontrado ninguna oveja.
Después de reírnos un rato, comence yo
Seguro que os parecerá una tontería el sueño que os voy a contar – y empecé - Una vez soñé que viajaba en un barco de vela, con las olas del mar y la brisa marina. En la lejanía aparecía otro barco de vela que nos persiguió incansablemente hasta darnos presa. Y de entre todos los piratas bucaneros que asaltaron el barco en el que yo iba, mostrando su bravura con el torso descubierto, destacaba un joven de pelo rizo y ojos azules. Tenía una sonrisa de oreja a oreja y entendí por sus gestos que era mudo. Al ver que le miraba con estupor, el joven pirata se acercó junto a mi y de mi oreja sacó una enorme moneda de oro como la de los arcones de los tesoros, tan brillante como la luz de sol. La mostró frente a mis ojos para que la viera bien y despues me la regaló. Cuando desperte la estuve buscando un rato pensando que se me había caido y perdido entre las sabanas, pero no la encontré.
Soñé durante mucho tiempo, con poder sacar yo monedas de oro de mi propia oreja. Pero jamas me salió el truco. Con el tiempo llegue a entender la suerte que había tenido, por que si me hubiera salido el truco querría tener las orejas tan grandes como los burros para poder llenarme los bolsillos con monedas de oro.
Nos reimos las tres y con la carcajadas nos dimos cuenta que ya era hora de regresar a casa.
mvf.