Sonó el timbre de la casa y corrí para abrir la puerta. Allí estaba Teles, que venía a recogernos a mi madre y a mi, para ir a la romería de San Blas.
- ¡Hola Marise! - dijo sonriendo con sus dientes mellados y sus profundos ojos verdes, y nos dimos unos besos.
- ¿Quieres tomar algo antes de marchar?- pregunté a mi amiga.
Rehusó la invitación diciendo que si marchábamos tarde no íbamos tener sitio donde aparcar el coche.
Mi madre, apareció toda arreglada, con su chaqueta colgada del brazo.
- ¡ Yo, ya estoy! – dijo.
y en lo que tardé en coger una chaqueta, ver si quedaban apagadas las luces de la casa, y cerrar con llave la puerta, ya estaba montada en el coche.
No tardamos en llegar a la fiesta y tal como había previsto Teles por ir un poco temprano nos fue fácil aparcar en las proximidades.
Bajando del coche nos encontramos con mucha gente conocida que marchaba andando para la romería. Empezamos a caminar y hablando unos, con otros, llegamos a la altura de la iglesia.
Había una patrulla de la guardia civil donde se aglomeraba toda la gente, y uno de ellos era Marcelino, el guardia civil que había detenido a mi madre .* la madre de marise 22/02/11
Al ver a mi madre nos dio la espalda, haciendo como si nos viese.
Mientras, un compañero suyo daba el alto a un coche y le obligaba a volver para atrás, por que el campo estaba abarrotado; pasamos cerca de él, pegadas a los puestos que vendían rosquillas horneadas de San Blas, con su cinta azul, para ser bendecidas en la misa.
Nos miramos de soslayo y cuando se cruzaron nuestras miradas le hice un guiño burlón que Marcelino respondió bajando los ojos al suelo.
Yo sabía que Marcelino de un tiempo para acá se había convertido en el hazmerreír del cuerpo, después de aquel fiasco de la droga, y apunto estuvo de que lo hubiesen expulsado de la benemérita.
Después de aquel asunto de la droga, sus superiores, para que se olvidasen de él decidieron que se le viese poco por las calles, y pusieron a Marcelino detrás de una mesa, con un ordenador que tenía un ventilador dentro que hacía tanto ruido que no se podía a la persona que habla. Sus compañeros decían que era para que nadie lo oyesen por si acaso se le ocurría abrir la boca.
Aunque el no sabia ni papa de internet, tecla a tecla fue cogiendo el truquillo a esto de la informática y después de aprender a apagar y encender el ordenador correctamente, leyendo algunas aprendió a conversar por internet en un chat hispano.
El caso es que Marcelino empezó a chatear por la noches y al cabo de un tiempo se echó una novia en Málaga. La malagueña empezó a escribirle de una quedada para conocerse, él se negó dándole largas, pero ella continuó insistiendo con que iban ir cogidos de la mano a visitar la Alcazaba, el teatro romano, el museo Picasso, la torre de Malaga... eso y lo que pudiera suceder. Y con lo que pudiera suceder le empezó a escocer el gusanillo de conocerse los dos en la vida real. Quedaron y para hacer el gran viaje pidió permiso para ir a Málaga, una semana que cuadraba el jueves en festivo.
Sus superiores que de un tiempo para acá veían a Marcelino quedar en el cuartel hasta altas horas de la noche trabajando con el ordenador, desconociendo que el motivo era por que no tenía ordenador en su vivienda para chatear, decidieron recompensarle concediéndole cinco días seguidos de libranza más el fin de semana, darle la semana entera de permiso.
Llegado el día x Marcelino se arrancó de moto desde Galicia para el sur, con destino a Málaga. Pero en la previsión del amante no estaba el calcular que las temperaturas del norte y las del sur no son las mismas, ni parecidas. Y nuestro pobre Marcelino en Cáceres, bajando en moto por la sierra de Bejar, con el calor que hacía empezó a chorrear sudor; tanto que tuvo que parar y aligerarse de ropa. Reduciendo su vestimenta de motorista a una camiseta de mangas cortas, blanca, un tanga rojo, el calzado y el casco de moto en la cabeza. Llevaba recorridos, unos cuantos kilómetros cuando una patrulla de la guardia civil de trafico, que hacía un control de alcoholemia a la altura de Zafra, al verlo conduciendo semidesnudo, le dio el alto.
Marcelino paró cerca de la patrulla. Desmontó de la moto y con el casco en la mano se dirigió hacia ellos diciendo que era compañero del cuerpo. Pero los agentes extremeños hablaban el idioma con otro acento y no entendieron lo que decía y al ver aquel adonis velludo que iba hacia ellos, vestido con su camiseta sudada, el tanga rojo marcándo el paquete y el vello de sus testículos, sobresaliendo por entre el tanga, le encañonaron con la ametralladora que llevaba, uno de los agentes al costado y terminó en el suelo esposado.
Mas tarde, cuando se entendieron y se pudo identificar Marcelino, el suboficial de la patrulla mandó llamar a la unidad de atestados de Badajoz, quienes para deshacerse de la pifia, decidieron detenerlo, por falta grave contra el decoro cometida por un miembro de la benemérita, que en estas cosas ellos son muy quisquillosos. Aún estaría detenido en Badajoz si no fuera por que su superior, el brigada de la comandancia de nuestra comarca; para que no se vieran frustrados los planes que su esposa tejía en secreto para el futuro marido de su hija “ la guapa” del cuartelillo; movió cielo y tierra, hasta que localizo un teniente coronel, amigo suyo, con el que había estado en el seminario, y consiguió que lo devolviesen para el cuartel de aquí. Entonces mandaron a Marcelino de regreso para Galicia y los extremeños lo despidieron diciéndole que hay personas que una vez que se conocen jamás se olvida uno de ellas.
Bueno amigas, si me entero que mi novio anda de vicio chateando con alguna por ahí, algo malo va pasar. Me conozco bien:
- ¡Le arranco los ojos o lo dejo sin dedos!
mvf.
Un saludo.