Al psicotecnico donde van los jubilados de mi pueblo es el de doña Fina la cejiñuda, porque allí les dan facilidades para superarlo.
La cejiñuda abrió la puerta después de que mi padre pulsara el timbre que había en la pared, junto al marco de la puerta de madera.
- ¡Buenas!
Se intercambiaron saludos los dos.
- ¿Funciona? - preguntó mi padre volviendo a pulsar el timbre de la pared.
- Si, funciona; es que está en voz bajita para uds, porque protesta la vecina de arriba.
- Venía a pasar por el papelito para renovar el carnet de conducir.
- Pasé, pasé - le dijo la cejiñuda y le condujo por un angosto pasillo hasta una pequeña salita en la que había cuatro sillas y una mesita pequeña de cristal sobre la que descansaban algunas revistas viejas de moda. Le mandó sentar para que esperase.
- Ahora en un momentito le atiendo.
No tardó en volver
- el siguiente por favor.
Mi padre se levantó y continuó detrás de ella hasta una habitación, al final del pasillo.
- Sientese en esa silla, si hace el favor - dijo señalando a una silla de hule negra, con su mano blanca y delgada.
Cerca, semejantes al mobiliario de las clinicas, había una mesa de hierro blanca y una vitrina de pie con dos puertas, con distintos aparatos en su interior para medir las habilidades fisicas de los sentidos del conductor.
Así que se sentó mi padre, la cejiñuda puso encima de la mesa una caja vieja de cartón y sacó de ella unos cascos auriculares que le dió para que se los pusiera tapandose las orejas.
- Va ir escuchando unas señales auditivas y a medida que las escucha levanta la mano, derecha o izquierda según las vaya oyendo por un oído u otro.
- Como dice - le gritó mi padre
La cejiñuda fruncio el ceño - ¡Va ir escuchando ... !
Mi padre asintió y comenzó la prueba. Doña Fina iba pulsando los botones de un aparato que había encima de la mesa y mi padre levantaba la mano derecha o la izquierda.
Al terminar le quitó los cascos y los volvió meter dentro de la caja de donde habían salido.
Después de recoger la caja le mandó remangarse la camisa para ponerle un brazalete alrededor del brazo derecho desnudo y tomarle la tensión. El brazalete se hinchó a medida que presionaba una pequeña pera de goma; miró en el manometro que salía, unido por un tubo de goma, por un lado del brazalete y anotó la presión arterial en una de sus hojas; luego volvió y le tomó el pulso para medir la frecuencia cardiaca.
- ¿Tiene antecedentes familiares de alguna enfermedad: diabetes, alergias ... ?
- ¡No!
-Ahora le voy hacer unas preguntas de un test y uds me va respondiendo:
Cual de los siguientes animales sobra en este grupo :
1: Gato 2: Pantera 3: Puma 4: León 5: Leopardo 6: Lobo 7: Ocelote
Entonces mi padre se plantó diciendo:
- ¡Esto parece el examen de bachillerato!
Y perseguido por la cejiñuda salió de la habitación huyendo por el pasillo hasta escapar del psicotecnico dando un portazo en la puerta al salir.
Ya en la calle estuvo dando vueltas, pensando una solución para renovar el carnet de conducir sin llevar el certificado del psicotecnico, hasta que finalmente se decidió a ir a ver a su amigo el doctor para que le hiciera un examen medico y le diera un certificado de salud con el que convalidar el examen psicotecnico.
El medico al oír lo que su amigo le pedía le explicó que eso no funcionaba así y mi padre se enfadó con él diciéndole que nunca más se iba a poner enfermo, para no tener que volver a su consulta.
No os podeis imaginar lo rencoroso que es mi padre; aunque nunca estuvo enfermo al llegar a casa se metió en la cama y enfermó. Ya llevaba tres dias y nosotras empezamos a preocuparnos, y como no quería ir al medico decidimos llamar al cura para que le diera la extremaunción a ver si así lo haciamos entrar en razón
El argentino, el cura, después de estar toda la tarde hablando con mi padre, acabar la botella de oporto de las ocasiones, y merendarse una caja de melindres de silleda que habían traido mis primos de la batea, de uno de sus viajes llevando mercancia a Madrid: el argentino salió de la habitación y nos dijo:
-La cosa es seria y tal como es de cabezota tu padre, este igual se muere solo para amargar al medico.
Si de aquí a mañana no ceja en su enfermedad llamar al de la funeraria que le venga a tomar las medidas a ver si así entra en razón.
Por suerte no hizo falta llamar al de la funeraria. Ese mismo día por la noche, en el local de la asociación de vecinos, estaba programado un mitín del alcalde y unos pinchos: " Hay elecciones y ya se sabe" , la estrategia es siempre la misma; quien quiera pinchos tiene que esperar hasta que acabe el mitín y la gente por comer sin pagar ...
Allí, en los pinchos digo, el cura entre bocado y bocado se las arregló para hablar con el medico, rodeado en el mitín de enfermas hipocondriacas, y contarle lo que pasaba con mi padre, diciendole la preocupación que tenía por el estado de su amigo.
El medico no dudó de los extremos de la cabezonería de mi padre y en un momento en que entre tanta gente el Alcalde se refugió junto a él pensando que era el único del pueblo que no le iba pedir trabajo... por que al alcalde de nuestro pueblo, que es de lo que no hay, continuamente los periódicos le hacen propaganda de que si contrató a este, primo de aquella, o a la otra, cuñada de aquel, y no se da quitado la gente de encima. Bueno, el medico le contó al alcalde la historia de mi padre y le pidió que hablase con la cejiñuda.
El alcalde, como en la consulta del medico todos le votan, habló con su segundo, la concejala, y a la noche funcionaron los teléfonos como si fuera el día anterior a las elecciones municipales
La concejala, después de los pinchos, al llegar a su casa por la noche hizo una llamada telefónica a un vecino :
- ... y te vamos quitar el espejo que pusimos enfrente de tu casa por que te refleja el sol y te molesta con su luz en la salita; que él que no vea bien en la curva que se chinche y vaya despacito para no accidentarse, y sino que se accidente y aprenda que también hay que darle vida al negocio de paco el chapista; y le cuentas a paco que quitamos el espejo de la curva pensando en él y le dices que hable con su cuñada la maestra que está casada con el hermano de la cejiñuda ...
Al vecino le daba la molestia el espejo de la carretera, por que decía que desde fuera se podía ver reflejado lo que hacían dentro, los de la casa; y tan pronto colgó la concejala llamó a paco, y paco a su cuñada la maestra, y está habló con su marido el dependiente de la farmacia.
-¡Tu lo que tienes que hacer es hablar con tu hermana la cejiñuda, y deje de poner dificultades para aprobar el psicotecnico al marido de Dolores de Marise, que parece que se ha creido que es profesora de secundaria!
Y el dependiente de la farmacia, que esa noche después de los pinchos quería seguir la fiesta en casa con su mujer la maestra, no tardó en llamar a su hermana la cejiñuda.
- Mira Fina que no lo quieres entender: ¿Pero como no va trabajar en el ayuntamiento tu niño, si el Alcalde es su padrino?
Finalmente Fina la cejiñuda aflojó preocupándose desinteresadamente por la salud de mi padre.
Al día siguiente, de los pinchos quiero decir, el medico por la mañana llamó a casa desde su consulta diciendo que iba venir a ver al enfermo.
Cuando llegó el medico a casa, mi padre le recibió en la cama embozado con las sabanas hasta los ojos.
El medico con dos aspirinas que le dió, y con las respuestas de las preguntas del examen del psicotecnico que le mandaba la cejiñuda, curó a mi padre como si lo viniera a visitar un santo, y a la tarde de ese mismo dia volvió al psicotecnico de la cejiñuda para hacer el examen, no fuera que cambiaran las señales de trafico y no valieran las respuesta.
.
Doña Fina la cejiñuda, con sus cejas de parasol por encima de sus ojos, apuntándo con su varita en una de las letras de la tabla de visión ocular que colgaba en la pared de su gabinete psicotecnico, preguntó a mi padre:
- ¿A ver que letra es está?
- Espere un momentito dña Fina que me ponga las gafas de cerca para leer las respuestas, que si no no puedo decirle que letra es esa, que está muy lejos. Aja, es la Z.
- ¿Y esta otra.?
Doña fina movió la varita apuntando a la letra que estaba de lado de la Z y elevando su mirada hacía el techo fruncio el ceño, haciendo señal de desesperación.
- Espere dña fina, espere, que me cambio de nuevo las gafas y me pongo las de lejos, que si no no le oigo bien.