miércoles, 22 de junio de 2016

El enfermo imaginario





Al psicotecnico donde van los jubilados de mi pueblo es el de doña Fina la cejiñuda, porque allí les dan facilidades para superarlo.

La cejiñuda abrió la puerta después de que mi padre pulsara el timbre que había en la pared, junto al marco de la puerta de madera.
- ¡Buenas!
Se intercambiaron saludos los dos.
- ¿Funciona? - preguntó mi padre volviendo a pulsar el timbre de la pared.
- Si, funciona; es que está en voz bajita para uds, porque protesta la vecina de arriba.
- Venía a pasar por el papelito para renovar el carnet de conducir.
- Pasé, pasé -  le dijo la cejiñuda y le condujo por un angosto pasillo hasta una pequeña salita en la que había cuatro sillas y una mesita pequeña de cristal sobre la que descansaban algunas revistas viejas de moda. Le mandó sentar para que esperase.
- Ahora en un momentito le atiendo.
No tardó en volver 
- el siguiente por favor.
Mi padre se levantó y continuó detrás de ella hasta una habitación, al final del pasillo.

 - Sientese en esa silla, si hace el favor - dijo señalando a una silla de hule negra, con su mano blanca y delgada.

Cerca, semejantes al mobiliario de las clinicas, había una mesa de hierro blanca y una vitrina de pie con dos puertas, con distintos aparatos en su interior para medir las habilidades fisicas de los sentidos del conductor.


Así que se sentó mi padre, la cejiñuda puso encima de la mesa una caja vieja de cartón y sacó de ella unos cascos auriculares que le dió para que se los pusiera tapandose las orejas.

- Va ir escuchando unas señales auditivas y a medida que las escucha levanta la mano, derecha o izquierda según las vaya oyendo por un oído u otro.
- Como dice - le gritó mi padre
La cejiñuda fruncio el ceño - ¡Va ir escuchando  ... !

Mi padre asintió y comenzó la prueba. Doña Fina iba pulsando los botones de un aparato que había encima de la mesa y mi padre levantaba la mano derecha o la izquierda.

Al terminar le quitó los cascos y los volvió meter dentro de la caja de donde habían salido.

Después de recoger la caja le mandó remangarse la camisa para ponerle un brazalete alrededor del brazo derecho desnudo y tomarle la tensión. El brazalete se hinchó a medida que presionaba una pequeña pera de goma;  miró en el manometro que salía, unido por un tubo de goma, por un lado del brazalete y anotó la presión arterial en una de sus hojas; luego volvió y le tomó el pulso para medir la frecuencia cardiaca.

-  ¿Tiene antecedentes familiares de alguna enfermedad: diabetes, alergias ... ?

- ¡No!

-Ahora le voy hacer unas preguntas de un test  y uds me va respondiendo:

Cual de los siguientes animales sobra en este grupo :

1: Gato  2: Pantera  3: Puma  4: León 5: Leopardo  6: Lobo  7: Ocelote

Entonces mi padre se plantó diciendo:

- ¡Esto parece el examen de bachillerato!

Y perseguido por la cejiñuda salió de la habitación huyendo por el pasillo hasta escapar del psicotecnico dando un portazo en la puerta al salir.

Ya en la calle estuvo dando vueltas, pensando una solución para renovar el carnet de conducir sin llevar el certificado del psicotecnico, hasta que finalmente se decidió a ir a ver a su amigo el doctor para que le hiciera un examen medico y le diera un certificado de salud con el que convalidar el examen psicotecnico.

El medico al oír lo que su amigo le pedía le explicó que eso no funcionaba así y mi padre se enfadó con él diciéndole que nunca más se iba a poner enfermo, para no tener que volver a su consulta.

No os podeis imaginar lo rencoroso que es mi padre; aunque nunca estuvo enfermo al llegar a casa se metió en la cama y enfermó. Ya llevaba tres dias  y nosotras empezamos a preocuparnos, y como no quería ir al medico decidimos llamar  al cura para que le diera la extremaunción a ver si así lo haciamos entrar en razón

El argentino, el cura, después de estar toda la tarde hablando con mi padre, acabar la botella de oporto de las ocasiones, y merendarse una caja de melindres de silleda que habían traido mis primos de la batea, de uno de sus viajes llevando mercancia a Madrid: el argentino salió de la habitación y nos dijo:

-La cosa es seria y tal como es de cabezota tu padre, este igual se muere solo para amargar al medico.
Si de aquí a mañana no ceja en su enfermedad llamar al de la funeraria que le venga a tomar las medidas a ver si así entra en razón.

Por suerte no hizo falta llamar al de la funeraria.  Ese mismo día por la noche, en el local de la asociación de vecinos, estaba programado un mitín del alcalde y unos pinchos: " Hay elecciones y ya se sabe" , la estrategia es siempre la misma; quien quiera pinchos tiene que esperar hasta que acabe el mitín y la gente por comer sin pagar ...

Allí, en los pinchos digo, el cura entre bocado y bocado se las arregló para hablar con el medico, rodeado en el mitín de enfermas hipocondriacas, y contarle lo que pasaba con mi padre, diciendole la preocupación que tenía por el estado de su amigo.
El medico no dudó de los extremos de la cabezonería de mi padre y en un momento en que entre tanta gente el Alcalde se refugió junto a él pensando que era el único del pueblo que no le iba pedir trabajo...  por que al alcalde de nuestro pueblo, que es de lo que no hay, continuamente los periódicos le hacen propaganda de que si contrató a este, primo de aquella, o a la otra, cuñada de aquel, y no se da quitado la gente de encima. Bueno, el medico le contó al alcalde la historia de mi padre y le pidió que hablase con la cejiñuda.
El alcalde, como en la consulta del medico todos le votan, habló con su segundo, la concejala, y a la noche funcionaron los teléfonos como si fuera el día anterior a las elecciones municipales

La concejala, después de los pinchos, al llegar a su casa por la noche hizo una llamada telefónica a un vecino :

- ...  y te vamos quitar el espejo que pusimos enfrente de tu casa por que te refleja el sol y te molesta con su luz en la salita; que él que no vea bien en la curva que se chinche y vaya despacito para no accidentarse, y sino que se accidente y aprenda que también hay que darle vida al negocio de paco el chapista; y le cuentas a paco que quitamos el espejo de la curva pensando en él y le dices que hable con su cuñada la maestra que está casada con el hermano de la cejiñuda ...

Al vecino le daba la molestia el espejo de la carretera, por que decía que desde fuera se podía ver reflejado lo que hacían dentro, los de la casa; y tan pronto colgó la concejala llamó a paco, y paco a su cuñada la maestra, y está habló con su marido el dependiente de la farmacia.

-¡Tu lo que tienes que hacer es hablar con tu hermana la cejiñuda,  y deje de poner dificultades para aprobar el psicotecnico al marido de Dolores de Marise, que parece que se ha creido que es profesora de secundaria!

Y el dependiente de la farmacia, que esa noche después de los pinchos quería seguir la fiesta en casa con su mujer la maestra, no tardó en llamar a su hermana la cejiñuda.

- Mira Fina que no lo quieres entender: ¿Pero como no va trabajar en el ayuntamiento tu niño, si el Alcalde es su padrino?

Finalmente Fina la cejiñuda aflojó preocupándose desinteresadamente por la salud de mi padre.

 Al día siguiente, de los pinchos quiero decir, el medico por la mañana llamó a casa desde su consulta diciendo que iba venir a ver al enfermo.

Cuando llegó el medico a casa, mi padre le recibió en la cama embozado con las sabanas hasta los ojos.

El medico con dos aspirinas que le dió, y con las respuestas de las preguntas del examen del psicotecnico que le mandaba la cejiñuda, curó a mi padre como si lo viniera a visitar un santo, y a la tarde de ese mismo dia volvió al psicotecnico de la cejiñuda para hacer el examen, no fuera que cambiaran las señales de trafico y no valieran las respuesta.
.

Doña Fina la cejiñuda, con sus cejas de parasol por encima de sus ojos, apuntándo con su varita en una de las letras de la tabla de visión ocular que colgaba en la pared de su gabinete psicotecnico, preguntó a mi padre:

- ¿A ver que letra es está?

- Espere un momentito dña Fina que me ponga las gafas de cerca para leer las respuestas, que si no no puedo decirle que letra es esa, que está muy lejos. Aja, es la Z.

-  ¿Y esta otra.?

Doña fina  movió la varita apuntando a la letra que estaba de lado de la Z y elevando su mirada hacía el techo fruncio el ceño, haciendo señal de desesperación. 


- Espere dña fina, espere, que me cambio de nuevo las gafas y me pongo las de lejos, que si no no le oigo bien.










jueves, 2 de junio de 2016

El paseo de los chopos.

De todos los animales que conozco el vencejo es el más sorprendente. El vencejo es más grande que la golondrina, tiene una cabeza chata y unas enormes alas en forma de hoz y salvo para poner sus huevos e incubar sus criaturas el vencejo vive en el aire durante meses enteros cazando y durmiendo sin posarse en ninguna parte.
Mi vencejo sobrevuela ahora por encima del pueblo. Lleva dos horas trazando un largo circulo alrededor del curso del río, donde se remansan las aguas, entre dos viejas presas de piedras que antaño daban agua a sus molinos desaparecidos; por que ha descubierto una bandada de insectos que sobrevuelan a la altura de los chopos que hay a uno y otro lado de las orillas del río. El vencejo comienza el trazado de su vuelo desde la presa de arriba y sobrevuela
por encima de los chopos, siguiendo el trazado del río, hasta llegar a la altura de la presa de abajo, allí ladea su cuerpo a la izquierda y planeando regresa de nuevo al comienzo del circulo para volver a empezar su vuelo, buscando su comida en la bandada de insectos.


-Hola. ¿Por favor me echa una firma para protestar por que quieren cortar los chopos del malecón?
-¿Por favor me echa una firma para que no talen los chopos que hay a la orilla del rio del paseo del malecón?.
-¿Me echaría una firma para que no corten los chopos del malecón?
Es una fresca mañana de mayo y aunque a estas horas pasea un montón de gente por el malecón del rio nadie se ha decidido a ir a preguntar a Marise por que está encadenada a unos de los arboles del paseo.
Cuando haces un acto de protesta ahí se ve la voluntad de la gente que está contigo. Son las doce de la mañana y ya van cerocero cero mil firmas.
Marise extiende en el aire su hoja de recogida de firmas de apoyo a su protesta y repite nuevamente:
-¿Por favor me echaría una firma para que no talen los chopos del malecón?
La zarza pasaba por allí de regreso a su casa, de repente cambió su dirección y se dirigió a junto Marise. 

Marise al ver a la ancianita con su bastón se echó la hoja de las firmas a la cara tapándose la vista para que no la viese. 

- ¡Anda la hostia en la que me he metido y yo encadenada sin poder echar a correr!
- ¿Marise que haces aquí encadenada a ese árbol?
- ¡Yo!¡Nada!
- ¿Te han castigado a estar aquí por alguna cosa mala?
- No, No ...
- Ahhhh ... ya entiendo, seguro que es por un trabajo de la universidad o algo así, que tu eres muy lista.
- No, no ...
- Claro hija, claro. No me vas a decir que estas de incógnito si estás de incógnito haciendo un trabajo de la universidad. No soy tan tonta. ¿No querrás que te traiga alguna cosa?
- Es que estoy haciendo una protesta y estoy recogiendo firmas para que no talen los chopos del malecón.
- Pues eso está muy bien.
-¿Doña Zarza me firma para que no talen los chopos del paseo del malecón; que no tengo ninguna firma?
La zarza miró para la suplicante hoja en blanco que le extendía Marise.
- No hija que van a decir si solo protesto yo; y a mi total los chopos echan una pelusa en la primavera que me pone perdida toda la ropa que cuelgo en el tendedero.
- ¿Y que culpa tienen los chopos de la primavera?

La zarza sacó un pequeño teléfono del bolso; abrió su tapa como si fuera un mejillón y dijo:
-Voy llamar que me vengan a recoger y así mientras, espero te hago compañía.
Empezó a musitar en voz bajita los números como si pulsase con sus torpes de dedos de anciana las teclas de la lotería de navidad.
- El nueve ... el ocho, el ...
- ¿Hija, quieres que te pida alguna cosa?
- No gracias, estoy muy bien.
- Ya no sé en que número iba.

Y vuelta a empezar, el nueve... el ocho 


Un furgón azul, con parabrisas y cristales protegidos por unas mallas de hierro, se detuvo a unos veinte metros de donde estaba Marise y la zarza, y bajaron unos hombres uniformados de azul y mientras hinchaba sus pechos, marcando sus pectorales debajo de la camisa, se ajustaban los cinturones con sus pistolas y porras.
- ¡Eh jóvenes!.¿No podríais venir aquí para ayudar a esta jovencita que se quedó encadenada en este árbol del malecón?.
Tu no te preocupes que yo voy hacer como que estoy también contigo de incógnito.
- Aja. Gracias.
Uno de los agentes se acerca junto a Marise.
- ¡A ver tu que haces encadenada al árbol!
- Está haciendo un trabajo de la universidad - dijo la zarza
- Pues no es lo que parece, parece una alborotadora.
- ¡Eh!, un poco de respeto, que estoy así porque he perdido las llaves del candado.
- ¿Quieres decir que estabas sentada junto al árbol y en un no se qué, inconscientemente se te ocurrió probar la cadena y el candado, y sin querer te has quedado enredada con la cadena y el árbol. Y has perdido las llaves del candado?.
- Caramba que señor agente más preparado – dijo la zarza.
- ¡Aja!
- Señorita voy a tener que llamar a los bomberos para que la rescaten, pero no se si sabrá que tendrá que pagar los gastos del servicio que hagan.
- ¡Como!.¡No hace falta!. Solo hace falta ir al chino a comprar otro candado que todos tienen la misma llave.
- Bueno, pues si en menos de medía hora no está arreglado tendremos que hacer nuestro trabajo y te vienes con nosotros detenida.
- Si señor agente - murmullo : -¿Me echaría una firma para que no talen los chopos del malecón?
- ¿Dijo algo?
- ¡No, nada nada!

El policía dió media vuelta y regresó junto a sus compañeros para decirles que había conminado a la manifestante que se retirase en breve tiempo y esta accedió a hacerlo espontáneamente. Marise sacó la llave de un bolsillo de su blusa y la alzó en dirección al grupo de policías, haciendo gestos de sorpresa por haberla encontrado. Abrió el candado y se puso a recoger sus pertenencias.

Marise se dijo para si, mientras la zarza insistía en ayudarla.

 - Bueno pero por lo menos la gente que me vio durante el tiempo que estuve encadenada al chopo, correrá de boca en boca que hice una protesta para que no talen de los chopos del rio.

- ¿Te enteraste que el otro día Marise se quedó encadenada en uno de los arboles del paseo del malecón? Mejor será que corten los chopos del rio para que no le vuelva pasar eso a nadie - dijo a sus amistades su inesperada acompañante la zarza.

Cuando tenía ocho o nueve años, de  niño subía a la copa de los árboles para buscar entre sus ramas los nidos de los pájaros. De todos los arboles los cipreses y los chopos son los más altos que conozco; los cipreses son intransitables por la frondosidad de sus ramas, así que subía por los chopos hasta llegar a sus ramas más altas. Desde allí se podía ver la lejanía de las cosas. Sabía que estaba más cerca del cielo por que la tierra se veía muy abajo, pero aún había que subir mucho más.

¿Y como se verá el cielo y la tierra desde un avión?- me decía.


Pasados los años, yo no sé por que, jamás me gustó ir en avión.






mvf.