Adelaida quería ser monjita evangelizadora en las amazonas y cuando se lo contó a su profesora de geografia, en el colegio de hermanas religiosas al que iba a clases, esta le mandó hablar inmediatamente con la madre superiora antes de que la enfermedad se propagase por la clase.
Al día siguiente sus padres tuvieron que ir para hablar sobre su hija con la madre superiora, y después de explicarle a estos lo ocurrido con su hija, la madre superiora añadió:
"eso
no puede ser, por que la palabra de dios está reservada a los
hombres y la obediencia y
la paciencia a
las mujeres"
- ¡Si, madre superiora, que si lo sabré yo! - respondió
la madre de Adelaida.
El mismo día de la charla, al
regresar a casa del colegio, sus padres castigaron
a Adelaida sin salir de su
habitación para escarmentarla.
Sola, se tiró
boca arriba encima de la cama, mirando para el techo con la vista
borrosa de sus ojos llenos de lágrimas.
El
techo de la habitación estaba lleno de estrellitas fosforescentes,
que cuando era pequeña,
su madre pegara para que le hiciesen compañía al apagar la luz de
la habitación.
Estuvo
un buen rato sin moverse en la cama, con la vista perdida en un
universo borroso. Cuando dejó de llorar se irguió de la cama,
cogió dos muñecas que estaban colocadas en la estantería de la
pared y regresó con ellas sentándolas encima de sus piernas,
recogidas encima de la cama. Una de las muñecas tenía medias rojas
y llevaba el pelo rubio con mechas; la otra tenía el pelo negro y se
llamaba pepona; ambas, tampoco comprendían porque Adelaida no podía
ser misionera evangelizadora del Amazonas.
Al
cabo de un rato se cansó de jugar con la muñecas y las volvió a
llevar a su sitio, en la estantería de la pared, y
cuando lo hacía se fijó en el libro que le había regalado una tía
suya en su cumpleaños.
Cogió
el libro de la estantería y se tumbó encima de la cama; y
puso
el libro en el suelo, encima de la alfombra, para leerlo acostada,
boca abajo.
Llevaba
leídos un par de capítulos cuando se dio cuenta que los personajes
de la novela, una
pandilla de adolescentes,
hablaban dentro de su cabeza, y escuchaba sus voces al pasar el dedo
por encima de lo escrito en las páginas del libro. Tras
ese descubrimiento Adelaida empezó a leer todo lo que caía en sus
manos durante los castigos que tenía que pasar sin salir de su
habitación. Como en el castigo de cuatro semanas sin
salir de la habitación que
sus padres le pusieron al
saber que rechazó a
puñetazos a los chicos del pueblo vecino que habían venido a
pedirnos de bailar en las fiestas patronales.
En
el colegio dejó de querer ser monjita evangelizadora en el Amazonas
y empezó a escribir cositas en secreto y que
pasado algún tiempo
dejo leer en secreto a
su mejor amiga y acabaron
en las manos de sus compañeras de clases para que las leyesen.
Que
vanidosa, dijimos nosotras, y nos burlamos de ella llamándola
Adelaida Fuertes.
Un
buen día Adelaida apareció con una caja llena de libros con
la intención de vendernos uno.
Quedamos
boquiabiertas.
¡Adelaida
Fuertes había escrito una novela!
¿Que
había ocurrido. Le había picado un bicho o había
nacido para escribir. Tenía
una semilla dentro de ella que germinó con la lectura. Como se pasa
de lectora a escritora?
mvf.