domingo, 6 de diciembre de 2020

Garbancito 1

 Garbancito medía dos metros de altura, pesaba ciento veinte kilos y  tenía una voz aguda y cristalina, casi angelical.

Garbancito era de la familia de la bruja y todo el mundo sabía que en sus sueños hablaba con los difuntos, por eso, en las fechas cercanas al día de todos los santos, la gente se llegaba a su casa y le dejaban una nota escrita a mano debajo del felpudo de la puerta.

Garbancito por favor, dile al zapatero viejo que cuando vaya de procesión con la santa campaña y pase cerca del campo de la feria, dentro del roble albar bajo el que se declaró a su mujer, queda un jersey de lana que calcetó su nieta para él, por que este año noviembre arranca con unas noches muy frías. 

Garbancito a ver si puedes hablar con el abuelo de los jacintos, y dile que no encontramos los marcos de los lindes de la finca del coto y si  puede mandar alguna señal a sus hijos.

Garbancito cuéntale al pelotera que su mujer quería morirse para estar con él,  pero que la hemos convencido de que ahora que están separados para que va ir ella a molestar y que se llene de gritos el cementerio.


mvf

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Aislamiento

El barbero llevaba varios dias confinado, en la primera hola del coronavirus, y después de dar mil vueltas como un león enjaulado, gesticulando y hablando con las paredes de su casa, llegó un momento en que sus ganas de hablar fueron superiores a su miedo por el contagio y entonces decidió salir a la calle e ir a buscar con quien hablar.

Salió vestido con chaqueta americana y pantalones de pana, y protegido con una mascarilla azul. Ya en la calle, al pasar el cerrojo de la puerta de la casa, pensó para si: que mejor idea que ir a conocer a los vecinos de al lado.

Al lado era: alejandose del pueblo, pasando donde vivián los labrada, una veintena de metros más; pues el barbero vivía más abajo de los labrada en dirección al pueblo.

No tardó en andar la distancia que hemos dicho y encontró a los vecinos de los que había oido hablar en la barbería. Estaban fuera de su casa, sin llevar ninguno de ellos mascarilla para protegerse. Eran: un joven que jugaba con un perro de pelo blanco que tenía un ojo morado; este corría en dirección hacia donde tiraban la pelota y regresaba junto a su amo rapidamente, con ella en la boca; y una chica que llevaba un delantal azul cielo puesto para no mancharse la ropa con pintura, y daba los últimos toques de blanco de un viejo banco de madera, cerca de la entrada de la casa. 

Se paró al estar a la altura de ellos y gritó desde la carretera para que le oyesen :

- ¡Buenas!

Al ver que el joven, paraba de lanzar la pelota al perro y miraba para él, continuó:

-¡Vivo cerca de aquí !- señalando para su casa, que aún se veía desde donde estaban - ¡si necesitan alguna cosa...!

El joven se fijó en el temblor de la mano de su vecino, mientras señalaba, y amablemente respondió:

 - Gracias. Igualmente. Tampoco dude en venir junto a nosotros, si necesitase nuestra ayuda.

  - Me llamo Constantino. Aunque todo del mundo me llama tijeras - se rió - porque soy el barbero del pueblo, claro.

Mi prima, que estaba de espaldas a ellos, se dió la vuelta y saludó levantando la mano, sin soltar la brocha blanca con la que pintaba:

- Encantada de conocerle, tijeras. Mi nombre es Ana.

- Yo me llamó Andres - continuó el joven; y señalando al perro, sin soltar la pelota que tenía en la mano, mientras este bostezaba, arqueando su cuerpo con las patas delanteras estiradas en el suelo; añadió: 

- Y este se llama bribon. Espero que no moleste con sus ladridos.

 -¡No oigo muy bien! - gritó el barbero -  Además duermo como un lirón. Por mi no tengan cuidado.

 Se hizo una pausa entre ellos.

 -  Pues ahora que ya les conozco, que tengan buen día - y el barbero, ya satisfecho de hablar con algún ser humano, dio media vuelta y regresó para su casa.

 mvf.