-¡ Hola Garbancito !- dijo la chica de la tienda al verlo entrar; pero Garbancito, sin pararse, ya iba para el interior del supermercado con un cesto en la mano.
-¡Hola, Elvira! - se oyó que le respondía, cuando empezó a buscar entre las estanterías del supermercado.
Una botella de vino tinto para la noche. Todas las noches, a la cena, tomaba un vasito de vino o dos, antes de irse a la cama.
Arroz. Un kilo de arroz redondo. Para mañana pensaba hacer arroz blanco con una latita de mejillones por encima, cuando estuviese en su punto.
Pan. Una hogaza grande de medio kilo.
Tanteo las tres bollas de pan que quedaban en un mueble de estanterías, al lado de las harinas. Quería que no estuviese muy blando, porque era señal de que estaba poco hecho, a él le gustaba el pan firme y uno esos barras blandas que pasado un día no había quien las mordiese. Después de varios tanteos, se decidió por una bolla, la que menos estaba quemada por debajo porque se hacía en horno de leña, y la metió en su cesto. Ahora, para completar la lista de la compra, le faltaba que meter dentro del pan.
- ¡Niña. Me atiendes cuando puedas¡
Elvira era hija de la dueña, y aunque pasaba de los treinta y cinco años, hacía las veces de chica en la charcutería, carnicería, pescadería, panadería, frutería... en el supermercado del pueblo.
- ¡Si, ahora voy! - respondió, cuando hacía de cajera, atendiendo a una clienta.
Terminó de meter la compra en la bolsa del cliente que estaba en la caja, y después de cobrar y despedirse, se dirigió hacía el mostrador acristalado, frente al que le esparaba Garbancito mirando para los fiambres y el queso, del interior de la vitrina.
Elvira se coloco detrás del mostrador acristalado y preguntó
- ¿Que te pongo?
- Quería que me pusieras salchichón y chorizo de Salamanca
- ¿Salchichón ibérico?
-No, del salchichón que hacéis vosotros y trescientos gramos de chorizo.
Elvira, cortó primero el chorizo, pesó los trescientos gramos, y después de envolverlo cuidadosamente, se dirigió al almacén, en el interior de la tienda, y no tardó en aparecer con varias piezas de salchichón.
Después de tantearlos, le mostró el salchichón, que a ella le parecía mejor.
- ¿Este?
- Si - dijo Garbancito, asintiendo con la cabeza.
Después de pesar la pieza de salchichon, preguntó de nuevo:
- ¿Algo más?
-¡ No. Cobrame?
Elvira salió del lugar de la charcutería y ambos se dirigieron a la caja por la que había que pasar previamente a la salida .
Ahora la chica de la charcutería volvía a ser nuevamente la cajera. Sonó la maquina registradora y se despidieron
- ¡Adiós, Elvira!
Fuera de la tienda, cuando se disponía a cruzar al otro lado de la calle, un escalofrió recorrió el cuerpo de Garbancito. Quedó parado un instante y entonces recordó el sueño de la noche anterior, y que tenía que ir a casa de la campanera para dar un recado.
mvf.