Por la ventana de la clase entraba la primavera en un haz de luz.
Doña Matilde es muy puntillosa y lleva cuentas de todo.
- ¡Marise, tienes tres faltas de asistencia!
- No puede ser profesora, este mes solo he faltado dos veces a clases.
- ¡Tres!.
Marise, sentada al lado de la ventana, se frota el mentón con la mano izquierda, y mientras la vista se le escapa, desde su pupitre, para recorrer las viejas casas de piedra con balconadas y galerias de cristal que hay frente al colegio, trata de recordar.
- A ver, falté a clases cuando fui al dentista; el segundo miércoles del mes hice huelga... y nada más.
- ¡Pues estoy segura de que vine a clases y que falté solo dos veces, doña Matilde!
- ¡Pues piensa bien, que a mi clase no viniste tres días! - le responde sentada doña Matilde, con su libreta encima de la mesa de cerezo.
- ¿Pues usted dirá profe, por qué yo no me acuerdo?
- ¿Y no será que marchaste con alguien y no volviste?
Marise sigue haciendo memoria - bueno, la otra semana acompañé a Luis al medico.
Doña Matilde repasa su libreta.
- Aquí está. Luis trajo justificante de haber ido al medico el jueves.
¿Y tú, trajiste justificante?
- ¡No! – Marise calló
Desde la ventana se veía el vallado que delimitaba el recinto del centro. Fuera del recinto estaba el mundo exterior. Era un mundo sin nada nuevo; un mundo por hacer, en el que había que hacerse un lugar a pesar de la protección que daban a los alumnos, con la puerta cerrada del recinto pasada la hora de entrada al colegio.
Marise cogió el bolígrafo y escribió en su libreta:
- Era un mundo frio y viejo, ... que estaba por comerse a base de disgustos, y de esfuerzos, y de riñas en casa...
Sonó el timbre y todos los alumnos salieron de clases.
- ¡Ainda nos vos dixe que a clase rematou!
Gritó quedandose sola, doña Matilde y su libreta de alumnos.
mvf.
Siento mucho no estar más aquí, pero a veces
no puede ser.