domingo, 17 de septiembre de 2023

Min, el chino del todo a cien.

Si alguien en el pueblo estableció una amistad peculiar con el piripi, ese era Min, el chino del todo a cien. Min escapaba con frecuencia de su negocio, a últimas horas de la tarde; y después de hacer lo que se hubiese inventado como motivo de excusa de su salida, para que quedara sola dejar sola a su mujer en la tienda, se acercaba al bar del pueblo, donde tomaba un vaso de vino, o dos ... ; y allí fue donde conoció al piripi. 

Su esposa era sabedora de la costumbre, de su marido, por que al llegar de regreso Min olía a vino, pero ella no le decía nada.

Los días de lluvia aparecía una gotera en el techo de la tienda, que caía encima de las estanterías e inundaba el local, estropeando las mercancías del todo a cien, y Min, en una de sus visitas a la cantina, pidió al piripi que cuando pudiera ser viniese a reparar el tejado. Pero que de ninguna manera diera señales de que se conocían, ni que se enterase su mujer de tomaban vinos juntos.

Una mañana, cuando la esposa de Min, Anna, estaba sola atendiendo la caja del negocio, apareció el piripi con una escalera de aluminio y su gorra de trabajo calada, en el todo a cien

-¡A mi nadie me dijo que hoy iba a venir un hombre para arreglar el tejado!- le dijo, con su cara redonda y sus ojos rasgados - ¡Yo no saber nada!

Pero al ver que la escalera daba media vuelta para irse, se lo pensó y cambio de idea. 

- ¡No marchar! -  dijo, señalando con su mano para el lugar del techo donde asomaba la gotera - ¡Tu arreglar gotera!

El piripi se echó la mañana para hacer la reparación y cuando terminó apareció de regreso, junto a la china, con la visera de la gorra, para atrás, y la escalera al hombro.

-¡Ya está !- dijo y después de explicarle que el motivo por el que entraba el agua era un par de tejas rotas en el tejado; por el precio de las tejas y su trabajo le pidió sesenta euros.

La china abrió la caja y sacó el dinero para pagarle.

- ¡Si vuelve a caer agua, tu devolver todo el dinero!

- No tenga duda, señora. El piripi y el agua se llevan desde hace muchos años - le respondió.

Cuando vio salir la escalera del todo a cien, Anna continuó con su trabajo, sentada detrás de la caja registradora, hasta que le pareció que oía ruidos en le parte de atrás de la tienda y que había llegado su marido. Entonces pegó un grito llamando por él.

-¿Donde encontraste ese hombre?

Preguntó en su extraño idioma chino, wu, de la zona de Zhejiang, de donde eran originarios. Y su marido, con voz de no conocer al piripi, le contó que en sus salidas dejó recado en varios sitios, para que vinieran a arreglar una gotera en el techo, al todo a cien.

- ¡Ya veremos. Ya veremos, si hay gotera cuando llueva. Como caiga una gota le voy a reclamar que devuelva todo el dinero!

Pero dos días después llovió y no apareció una sola gota donde había estado la gotera del tejado.

La china quedó contenta con la reparación pero no quedó contenta con no poder recuperar el dinero que pagó por la reparación; como le dijo a su marido que pensaba hacer. Entonces sintió curiosidad por saber quien era el piripi, y cuando salía del todo a cien, para hacer las compras de la casa, empezó a indagar quien era el hombre que apareció en la tienda con la escalera y la gorra calada.

La china, no era tonta, y para nada le engañó su marido cuando le dió a entender que no conocía al piripi, y el día que escuchó en el supermercado que el piripi se desmayó bebiendo en la cantina y fue llevado en una ambulancia al hospital, decidió aprovechar este hecho para criticar las salidas de su marido, que terminaban con frecuencia  en el bar, y regresó al todo al cien con la bolsa de la compra y le dijo a su marido:

-¡Lo llevaron al hospital. Tu amigo seguro que esta muy mal y se muere por culpa de la bebida. Un hombre echado a perder!

Pero el Piripi regresó del hospital y continuó bebiendo.

- ¡Tu amigo es una cigarra que canta mientras los otros trabajan! ¡Ya veras que le va a ocurrir, cuando llegue el invierno, con la vida tan mala que lleva!

- ¿Y que te dijo el medico, piripi ?

- ¡ El vino que tiene asunción, no es blanco ni tinto ni tiene color!

El piripi volvió al hospital. Y la china volvió a reprender a su esposo.

- ¡No vuelve. Esta muy mal. De está se muere por la bebida!

Volvió a repetir a su marido, mientras este se escondía limpiando estanterías en la tienda, al arrancar la letanía.

Pero el piripi regresaba del hospital y el mismo día cogía una curda de aúpa celebrando el regreso con sus amigos.

Y un día la china, se cansó de todas las veces que vaticinó la muerte del piripi y sus resurrecciones; y al volver de la compra le dijo a su marido - ¡De está no sale! Lleva muy mala vida - y decidió no volver a hablar más asunto.

Pasado un tiempo, Anna,  mientras esperaba su turno en la panadería, escuchó que hablaban del piripi, y aguzó el oído para oir la conversación. Y se enteró que desde hacía un par de semanas no se tenían noticias del piripi, y que en el pueblo ya todos le daban por muerto. Y con toda seriedad espetó a las presente:

- ¡Cá. El piripi está vivo!

- ¡El piripi está vivo!

- ¡Es china, que va saber! - se encogieron de hombros las mujeres en la panadería.

- ¿Y como lo sabes? - preguntaron.

Y la china respondió con su acento foráneo, sin que nadie le creyese

- El piripi llamó a las doce de la noche, a la tienda.

-¡Llamaría al chino desde el más allá! - dijo una sarcásticamente.

Y cuando la panadera, metiendo el pan en la bolsa, preguntó porque el piripi llamó  a medianoche al todo a cien.

La china respondió:

- El piripi llamó a mi marido, para que fuera a recogerlo por la mañana a Coruña. Que perdió la cartera y no tenía dinero para pagar un taxi.

- ¡Ah! - exclamaron en la panadería.

Min y el piripi llegaron de la Coruña a las cinco de la tarde y cuando se despidieron, Min le dió al piripi, cincuenta euros para que se arreglase.

- ¡Y cuando me los devuelvas, me los das a mi. Que no se entere mi esposa! - le dijo.

mvf.