lunes, 26 de septiembre de 2011

El ojo del gallo 09

Como se puede apreciar en cualquier historia sobre perros, gatos, gallos, ovejas o vacas, los animales domésticos ofrecen pruebas más que suficientes de su lealtad. Al esperar a sus dueños —como el tío Avelino, que vive en celibato— demuestran que pueden sustituir a los seres humanos, como las madres y las parejas que te esperan en casa. Parecen anticipar tu llegada incluso antes de que hayas decidido regresar.
Salvando las diferencias con los seres humanos, la mayor ventaja de estos compañeros leales es que nunca llaman por teléfono, envían recados ni atrancan la puerta de la casa.
El gallo ya estaba despierto a esa hora matutina, no por su propia naturaleza, sino por el alboroto que había ascendido desde la lejanía del pueblo poco antes. El ruido surgió en el silencio de la noche, cuando una partida de ciclomotores arrancó en el pueblo, seguido de una algarabía de ladridos en señal de protesta. Aun así, el animal sabía que, cuando el tractor partía al atardecer, su amo llegaría antes del amanecer. 

Esperaba con su figura negra recortada contra el cielo naciente, con un ojo abierto para observar en la cálida noche de verano si su dueño se quedaba dormido fuera de la casa, de modo que pudiera tomar las precauciones necesarias. Se situaba a una distancia prudente del posible lanzamiento del calzado o cualquier otro objeto volador que pudiera alcanzarlo al saludar el amanecer con su canto.

El ojo del gallo, fijado en el tío Avelino desde su regreso, le llevó a revelar que la actitud del granjero, que caminaba ladeado y con una mirada furtiva al bajarse del tractor, era algo sospechosa. Sin perdida de tiempo se metió dentro del gallinero y echó a todas las gallinas fuera, a base de picotazos y empujones, para que pudieran evitar el peligro que se cernía. Por su parte, el tío Avelino, al ver que las aves estaban sueltas y que no podía atrapar ninguna gallina en su estado, decidió primero aplacar su sed. Al cabo de un rato, regresó de la bodega de la casa con una pequeña garrafa llena de aguardiente y se echó a morro unos buenos tragos. Luego, convidó al gallinero, vertiendo media garrafa en el bebedero de las aves, mientras que el resto lo reservó para la ceremonia del guiso de la gallina y los honores a la finada.

Con media granja bebida y unas persecuciones tragicómicas, a pesar de que todos iban haciendo eses—uno para alcanzarlas y otras para evitarlo—finalmente el tío Avelino logró atrapar una gallina.

 La selección natural, quiso que fuera una gallina que cojeaba de una pata y le impedía levantar su vuelo con agilidad, para escapar.

La reyerta quedó marcada con un rastro de plumas de la victima por el corral.
A primera hora de la tarde de ese día volvimos a la casa del tio Avelino. Pero esta vez nos acompañaba Ligia, la hermanita pequeña de Teles, cogida de la mano de su hermana mayor. Mostrabamos los brazos y las piernas llenas de ronchas, por que aunque el día anterior el gallo había estaba atado para que no nos atacase picandonos, eso no nos libró de una buena ración de picotazos de pulgas leonadas, en el pajar.
Encontramos al tio Avelino haciendo un pernal, con una cuerda, para atar cruzado en las patas de una oveja perica que le saltaba los vallados, - le permitían a la oveja andar para comer pero no echar carrerilla para saltar. Aunque se alegró con nuestra visita, el tio Avelino nos saludó con una sonrisa corta, mostrando indiferencia hacia nuestra llegada, y continuó con el trabajo, entrelazando la cuerda. 

Como era costumbre, al llegar a la casa, comenzamos nuestra visita al pajar, a pesar de las pulgas leonadas que nos habían atormentado el día anterior. Después de revolcarnos entre la suave paja, nos dirigimos a la parte trasera de la casa, donde encontramos al gallo tumbado con las patas en el aire, mirando al cielo
  Quasimodo dió unas vueltas alrededor del animalito alar, sin que este se inmutara, y nos dijo que solo había visto una vez así a un pavo en casa de su madrina el día anterior a nochebuena. Y que el gallo tenía  una melopea garrafal.




lunes, 19 de septiembre de 2011

la motocicleta y el ser humano 08

Ya llegaba a medianoche la solfa en la cantina, cuando el tío Avelino y la mayoría de los presentes pensaban en regresar a sus casas, pero justo era la hora de esos pensamientos y llegó el padre de los gemelos para la misa nocturna. Según entró los presentes comenzaron los honores convidando le al primer vaso de vino y como gente educada, esperaron a que mojara y remojara el gaznate. Así que bebió soltó sus primeras palabras y empezó a contar que por la tarde había recogido su motocicleta del taller de Xán el cangrejo, llamado así por que aparecía con la batería y las pinzas de los bornes cuando había que arrancar algún tractor. Una vez salió del taller había decidido dar una vuelta para probar la moto sometiéndose a la prueba de resistencia, conductor y motocicleta, para ver si regresaba en buenas condiciones, haciendo el recorrido más largo a su casa. - De uno de estos periplos, antes de llegar a casa para saludar el nacimiento de medio día en la cama, en que mis vecinos podían llegar a echarse cientos de kilómetros, en un radio de ocho a doce kilómetros alrededor del domicilio habitual y echarse de uno a varios dias antes de llegar a casa. Se decía, haciendo burla cariñosa de la simbiosis entre hombre y motocicleta, que a un vecino le estaba esperando su mujer con la puerta de la casa abierta, después de pasar por el suelo la fregona-escoba mopa para el polvo, que le había comprado a un viajante que vino el día anterior a casa; les dijo : - Entrar, pero pisar en las hojas del periódico y no hagaís mucho ruido que aún hay alguien durmiendo.
A mi me hubiera gustado saber andar en motocicleta alcanzando ese equilibrio entre ser humano y maquina, pero cuando a escondidas de mi padre se me ocurrió probar su motocicleta, la moto arrancó de repente y yo con el susto me agarre fuertemente al manillar, saliendo disparada y estampándome contra el muro dentro del garaje. Menos mal, por que si hubiera estado fuera de casa seguro que hubiera empezado ese periplo zigzagueante acabando en el océano y aún hoy no se sabría nada de mi.
Por suerte, ese día de una vez al año, no me tocaba riña. Mi padre que la noche anterior había salido de periplo pensó que le había dado él a la motocicleta algún “ toque “ de regreso a casa y mi madre, acostumbrada a las derramas por ese hecho, dió por hecho así fuera.
El padre de los gemelos contó que regresando por la parte del camino, que ataja del pueblo del puerto para aquí, se encontró en medio de la carretera una señora toda vestido de negro, o eso parecía en la obscuridad de la noche, y tratando de evitarla estuvo apunto de quedar con la moto en la cuneta. Apenas la vió cuando se apagó la luz del foco al detenerse la moto. Sus cabellos parecían algas y sus ojos, como los ojos de los gatos, brillaban con un color verde frio. La señora miró para el y hecho a correr ladera abajo, perdiendose en el bosque del acantilado.
Alguno de los presentes preguntó si el encuentro había sido cerca de las piedras que hablan .
Se guardó un rato en silencio, hasta que alguien pidió que se volviera e llenar los vasos de nuevo.
Después , se fue reanudando la tertulia. La historia del globo de papel no dió mucho juego por que no era una historia mundana sino aerostática y los principios parecían escapar de la mente de los presentes. La tertulia, con sus mejores burlas, derivó en seguida al experimento de la granja del tío Avelino, que era mas terrenal y por que eramos mas conocidos su personajes; comentandose que se podía esperar cualquier cosa del resultado:
que Quasimodo castrase el gallo para que cantara mejor los trinos, alcanzando las mas altas notas del bel canto; que por culpa de esa Teles se podría esperar una rebelión femenina en la granja y acabase el gallo empollando una montaña de huevos mientras las gallinas daban la matineé;
o simplemente, que arreglásemos el gallo para que diera las horas como el cuco.

Y después de hundirse imaginariamente, varias veces el globo de papel en la bacanal liquida. el padre de los gemelos contar que había encontrado una señora negra con una melena larga que parecían algas o ramas llenas de hojas de sauce llorón, y un repaso a la plebe:

bajo una noche estrellada y fría, antes del amanecer, salieron todos del tabernáculo y marcharon cada uno para su casa.
El tio Avelino después de llegar con el tractor para su casa , estaba evacuando apoyado en un arbol mirando para donde nace el sol viendo el amanecer. A medida que se marchaba la noche volvían los colores a la tierra , el verde la hierba, el azul del cielo, el amarillo de las flores... tenía hambre ,
A esa hora era cuando habitualmente se levantaba y desayunaba. Pensó en ir al gallinero para ir recoger unos huevos recientes, y hacerse unos buenos huevos fritos con unas lonchas de panceta. Se fue para el corral a buscar huevos para el desayuno y se encontró con gran entusiasmo que, a lo que venía siendo habitual, había media docena de huevos más. Le vino a la mente lo del experimento de las gallinas, y exclamó:
! Carajo de rapaces ¡ -

lunes, 12 de septiembre de 2011

Mundo gallina 07

Como yo insistia, el tio Avelino nos puso el gallo a buen recaudo, para que no nos atacase, atandolo detrás de la casa con una cuerda atada a una pata que le mantenía sujeto a uno de los palos del vallado de la huerta. La cuerda permitía al prisionero unos metros de libertad, con lo que podría seguir comiendo sin molestarnos. Al gallo mucha gracia no le debía hacer, que no hacia más que abrir las alas y aletear, pero no debía ser la primera vez que había estado atado de esa manera para que no picotease a las gallinas.
Nosotras husmeamos un buen rato por la finca y visitamos el pajar, que estaba algo descuidado por falta de su uso principal. No tenía más uso que el de guardar una pala y arados del tractor y otros aperos mecánicos como una vieja maquina malladora que descubrimos tapada por unas tablas El pajar había venido a menos desde que se dejó de plantar cebada y trigo y se cambió principalmente al ensilado del maíz forrajero para el ganado. Estuvimos un buen rato corriendo jugando al pilla . Desde el establo a veces se oía tararear una melodía al tío Avelino como cuando se cantaba acompañando el traqueteo de la vieja malladora mientras se le iba metiendo por la boca superior las brazadas de trigo e iba separando el grano de la planta.
La madre de Quasimodo nos había dado una docena de huevos para el experimento. Antes de marchar Quasimodo ya tenía buscado por el gallinero y por donde campaban las gallinas, casi todos los sitios donde ponían sus huevos – las gallinas camperas se crían en el suelo y tienen libre acceso a zonas de campo, por lo que hacen sus nidadas en los sitios más recónditos - Distribuimos media docena, en tres escondites. Uno de los escondites estaba detrás de la vieja malladora.
Cuando acabó el día, para nosotras las de las ocho en casa, se hizo la tranquilidad en la casa del tío Avelino. Después de un rato de calma y de ausencia de gritos y risas de alegría, decidió seguir la fiesta por su cuenta. Se aseó, como hacía el día anterior a las ferias y otras fiestas de guardar, y bajó al pueblo en el tractor, a tomar unos vinos con sus amistades, deseoso de contar el experimento que importantes promesas del mundo científico local estaban llevando en secreto en su gallinero.
En la cantina estaban reunidos los del puerto, discutiendo si serían capaces de hacer un aerostato de papel, cuanto peso podría llevar y si cruzaría la parte más ancha de la ria en la obscuridad de la noche.
Al tío Avelino no le habíamos explicado en si, el experimento de poner más huevos de las gallinas, por que teníamos dudas de que pudieramos llegar a convencerlo de que las gallinas tuviesen la mas mínima psicología animal, con sentimientos como la envidia y los celos, que les podía llevar a padecer las más profundas psicosis maniaco depresivas; y por que no queríamos que se riese de nosotras.
Después de hacer los saludos con la jarra, arrimado al mostrador, fue contando el evento del importante experimento, llevando la conversación a su gallínodromo. Aflojando el secreto y soltando uno a uno los nombres de las importantes promesas científicas locales, a medida que se iban soplando vasos llenos de vino.

Tío Avelino : - ¿Esta marise, no sabéis lo que se le ha ocurrido?. Está haciendo un importante experimento que con seguridad mejorará la explotación de las gallinas camperas. Si los alemanes ponen música de Mozart en sus granjas, para que engorden y pongan más huevos las gallinas; como tengo leído en la revista mundo gallina. Con el cuento que tiene esa rapaza, sabe dios lo que pueden llegar hacer las gallinas oyendo unas parrafadas suyas.


¿Y dices que esos tres están haciendo un experimento con las gallinas ?

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lunes, 5 de septiembre de 2011

dedicado a los cuidadores de personas con alzheimer 06

A Quasimodo, por insistencia de su tío, lo habían llevado a un colegio de la capital y tenía profés, de esas tan finolis, con medias de nylon, tacones altos y labios pintados. Que te daban con un palo en la mano, y te decían : - " No se dice haiga se dice haya "- Quasimodo decía que por que eran mujeres dolía más.
Un día, cuando comenzaban las vacaciones de semana santa, al ir a preguntar si había venido Quasimodo de la capital, su madre nos dijo que estaba pero que no podía salir por que lo habían castigado en el colegio con hacer un trabajo sobre las gallinas.
A mi lo de las gallinas me pareció cosa de bromas, porque no hay nada como ponerse a ojo de tiro de cualquier gallo de cresta leonada de mi tierra para echar a correr o sufrir unos buenos picotazos.; así que acto seguido fuimos por el lado de la ventana de su habitación y le tiramos chinas ( piedrecitas ) a su cristal para que saliera y chismorreásemos sobre el asunto:
Asi que nos contó la historia, resultó que Quasimodo por bocazas, de tan pelma que se puso en el colegio con las gallinas, le castigaron a hacer un trabajo para la clase de ciencias naturales sobre dicho animal. Nosotras:  Teles, yo y su hermanita que a veces venía con nosotras,  " que como inesperadas discípulas, después de él eramos las que más sabíamos de las gallinas". Para que su madre le dejase salir de casa, decidimos echarle una mano.-  Yo siempre le he tenido miedo a las gallinas pero una no es cobardica.-
 Realmente no sé si la madre de Quasimodo no le gustaba que su hijo saliera con nosotras o si quería que saliera con niñas por que de aquellas aún no teniamos decidido si queriamos ser niñas.
Para quien no tenga gallinero de gallinas en su casa, que seréis la mayoría  Las gallinas son animales territoriales muy jerárquicas y se reparten desde el lugar donde comer, a los espacios donde duermen y hacen la puesta. zanjando sus diferencias en estás cuestiones a base de picotazos. Y por si alguna o alguno quiere husmear un poco en internet : las gallinas más conocidas de por aquí son las gallinas de Villalba, la gallina de Mós y la gallina piñeira. Son gallinas camperas, chulas, tiránicas, y de difícil crianza en gallinero,  y por no podérsele sacar rendimiento industrial han estado a veces a punto de su extinción. Si han sobrevivido estas razas de gallinas es gracias a la abnegada entrega y dedicación del anciano, anciana gallega, que en su casa de campo o perdido en el monte de galicia, prefiere morir en soledad, dando de comer a sus animalitos,, antes que dejarse llevar a una residencia de monjitas . Claro, que el  anciano gallego es así mismo campero, chulo y tiránico y prefiere morir en soledad en su campo, que hacerlo en un gallinero para la tercera edad.
Bueno, el caso es que después de mucho maquinar, a Quasimodo se le había ocurrido hacer un trabajo que consistía en aumentar el numero de huevos en los lugares que ponían  las gallinas camperas mas débiles y bajas del escalafón del corral; por que pensaba que gallinita , al ver aumentada obstensiblemente su puesta de huevos, mejoraría su autoestima, influyendo en su carácter y alterando así su jerarquía, y status y con ello la altura y el lugar del palo en los lugares donde duermen. Bla, bla, bla.
En mi casa ya les dije que no había experimento, por que hacer el trabajo en mi casa igual terminábamos limpiando el gallinero y  hacer el trabajo en casa, en los días que no hay colé, lo veía como si fuera tan tonta de regalarme una plancha el día de mi cumpleaños. Así que después de un rato de deliberaciones acordamos hacer una visita al tío Avelino.

Ya de aquellas el tio Avelino recibía pocas visitas. Aunque para mi era por que después de muerta su madre, a los vecinos les daba vergüenza regresar por allí. Y al llegar ya estaba esperándonos en el camino.
Nosotras, a pesar de la prohibición de nuestros padres ya íbamos por la casa, mientras aún vivía su madre :
Cuando oíamos gritar a la señora le decíamos a Avelino: - ! Avelino, hoy grita mucho madre ¡
y é nos respondía gritando desde el establo : - ! Si. Parece que hoy va cambiar el tiempo ¡ .

Así que le contamos lo del experimento de las gallinas, el tío Avelino accedió gustosamente por tener unos niños corriendo y gritando por la casa y las tierras, durante los días de vacaciones de semana santa; pero por lo del experimento, se veía claro que quedaba algo escamado:
Tio Avelino. - ¿ las gallinas no dejaran de poner huevos ... ?
Quasimodo. - Al contrario, en el peor de los casos siempre aparecerán unas docenas de huevos de más -
El tío Avelino. - ¿ Ni se quedarán las gallinas sin plumas o algo así ...?


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