Como yo insistia, el tio Avelino nos puso el gallo a buen recaudo, para que no nos atacase, atandolo detrás de la casa con una cuerda atada a una pata que le mantenía sujeto a uno de los palos del vallado de la huerta. La cuerda permitía al prisionero unos metros de libertad, con lo que podría seguir comiendo sin molestarnos. Al gallo mucha gracia no le debía hacer, que no hacia más que abrir las alas y aletear, pero no debía ser la primera vez que había estado atado de esa manera para que no picotease a las gallinas.
Nosotras husmeamos un buen rato por la finca y visitamos el pajar, que estaba algo descuidado por falta de su uso principal. No tenía más uso que el de guardar una pala y arados del tractor y otros aperos mecánicos como una vieja maquina malladora que descubrimos tapada por unas tablas El pajar había venido a menos desde que se dejó de plantar cebada y trigo y se cambió principalmente al ensilado del maíz forrajero para el ganado. Estuvimos un buen rato corriendo jugando al pilla . Desde el establo a veces se oía tararear una melodía al tío Avelino como cuando se cantaba acompañando el traqueteo de la vieja malladora mientras se le iba metiendo por la boca superior las brazadas de trigo e iba separando el grano de la planta.
La madre de Quasimodo nos había dado una docena de huevos para el experimento. Antes de marchar Quasimodo ya tenía buscado por el gallinero y por donde campaban las gallinas, casi todos los sitios donde ponían sus huevos – las gallinas camperas se crían en el suelo y tienen libre acceso a zonas de campo, por lo que hacen sus nidadas en los sitios más recónditos - Distribuimos media docena, en tres escondites. Uno de los escondites estaba detrás de la vieja malladora.
Cuando acabó el día, para nosotras las de las ocho en casa, se hizo la tranquilidad en la casa del tío Avelino. Después de un rato de calma y de ausencia de gritos y risas de alegría, decidió seguir la fiesta por su cuenta. Se aseó, como hacía el día anterior a las ferias y otras fiestas de guardar, y bajó al pueblo en el tractor, a tomar unos vinos con sus amistades, deseoso de contar el experimento que importantes promesas del mundo científico local estaban llevando en secreto en su gallinero.
En la cantina estaban reunidos los del puerto, discutiendo si serían capaces de hacer un aerostato de papel, cuanto peso podría llevar y si cruzaría la parte más ancha de la ria en la obscuridad de la noche.
Al tío Avelino no le habíamos explicado en si, el experimento de poner más huevos de las gallinas, por que teníamos dudas de que pudieramos llegar a convencerlo de que las gallinas tuviesen la mas mínima psicología animal, con sentimientos como la envidia y los celos, que les podía llevar a padecer las más profundas psicosis maniaco depresivas; y por que no queríamos que se riese de nosotras.
Después de hacer los saludos con la jarra, arrimado al mostrador, fue contando el evento del importante experimento, llevando la conversación a su gallínodromo. Aflojando el secreto y soltando uno a uno los nombres de las importantes promesas científicas locales, a medida que se iban soplando vasos llenos de vino.
Tío Avelino : - ¿Esta marise, no sabéis lo que se le ha ocurrido?. Está haciendo un importante experimento que con seguridad mejorará la explotación de las gallinas camperas. Si los alemanes ponen música de Mozart en sus granjas, para que engorden y pongan más huevos las gallinas; como tengo leído en la revista mundo gallina. Con el cuento que tiene esa rapaza, sabe dios lo que pueden llegar hacer las gallinas oyendo unas parrafadas suyas.
¿Y dices que esos tres están haciendo un experimento con las gallinas ?
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