viernes, 28 de julio de 2023

El hitus

La mañana del dos de mayo, media hora antes de que empezara a llegar la gente para oír la misa, las tres zarzas bajaron en la parada del bus y encontraron que su banco estaba ocupado por un indigente que esperaba la hora de la misa para la llegada de la gente y extender su mano pidiendo limosna. Tenía a su lado un pequeño atado con ropa y algunos enseres, y un  recipiente de plástico para recoger las monedas que le daban.

Hacía sol y el banco de las zarzas era el que mejor sombra tenía.

- ¡Ese hombre está ocupando nuestro banco! - exclamó una de las zarzas. Se miraron entre ellas y decidieron ignorarlo, apretando el paso para entrar en la iglesia y sentarse en su interior.

Llegó la gente, escucharon  la misa, y a la salida las zarzas se sobrecogieron al verlo de nuevo, el hombre no se había movido del sitio y seguía sentado en su banco. Se acercaron a él e hicieron intento de sentarse; pero el hombre, que parecía no haberse bañado desde hace tiempo, olía y además puso ante ellas su recipiente pidiéndole limosna.

Una de las zarzas abrió su bolso para quitar su monedero y le dio unas monedas.

Después entrelazaron sus brazos y como un solo cuerpo continuaron en dirección a la parada del autobús.

- Y encima tenemos que pagarle -  dijo Adelina, la más callada de las tres mujeres.

Ese día, por la tarde, a Adelina le vino un fuerte dolor de cabeza. Pidió que le dieran un vaso de agua y una aspirina, pero cuando parecía que el dolor se iba calmando y se sentía mejor, sintió un calor dentro de la cabeza y se desmayó.

Cuando despertó estaba en el hospital rodeada de sus dos compañeras.

- ¿Como te encuentras? - preguntó, Josefa.

- ¿Que hago aquí? - fue la respuesta de Adelina a su amiga, mostrándose sorprendida.

- Te desmayaste. Llamamos una ambulancia y te llevaron al hospital. Dijeron que tuviste un hitus, y que tendrías que pasar la noche en urgencias, en observación; pero finalmente te ingresaron en el hospital.

Cuando vino la enfermera a ponerle la medicación, en la bolsita de plasma que colgaba al lado de su cama, Adelina empezó a hablar ....

- Es usted muy habladora. - le dijo la enfermera, cuando ya le había preguntado por toda su familia

- Al contrario - respondió Josefa, es la más callada de las tres, pero eso si, se acuerda de todo lo que escucha.

- ¡Pues muy callada no lo parece!

Cuando vino el medico a verla, Adelina empezó a hablar de nuevo, y le preguntó al medico por su familia y una tía, de la que nadie se acordaba, que había casado en Valladolid ...

- ¡Es uds muy habladora! - le dijo el medico.

- A nosotras nos tiene sorprendidas también- dijeron Josefa y Luisa, las otras dos zarzas -  porque no nos ha dejado decir palabra, en todo el rato que llevamos con ella en la habitación.

 Al día siguiente, cuando sus amigas la fueron a buscar, se encontraron que su compañera de habitación tenía la televisión muy alta.

-¿No tiene la televisión muy alta ? - preguntó, Josefa.

- ¡Es para no oír a su amiga, que habla por los codos!

 Cuando Adelina salió del hospital se despidió de todos los pacientes que estaban en la planta del hospital y les prometió a las enfermeras que les mandaría unas magdalenas que hacía en el horno de su cocina.

Dos días después de regresar a su a casa, cuando Josefa y Luisa fueron a visitarla para ver que tal estaba, sus vecinas les dijeron que en el hospital, a Adelina le debían de haber cambiado la cabeza porque no paraba de hablar ni dejaba decir palabra alguna en la conversación. Que le debían de haber puesto la cabeza de otra persona, un locutor de la radio o algo así.

La semana siguiente, al bajar las zarzas en la parada de la iglesia, el pobre estaba sentado de nuevo en el banco.

- ¿Y como sabemos que es un pobre y no un indigente? - preguntó Adelina.

- ¡Vaya cosa que tienes! -  respondieron sus compañeras.

- Ya sabéis que los santos viven en la más extrema pobreza y hablan con dios.

- ¿Adelina, no estarás pensando nos están poniendo a prueba y que nos aparece un pobre para comprobar si somos caritativas ?

 - Mira; vamos hacer  una cosa. ¿A ver. Cuanto dinero tenemos entre todas?

Abrieron sus bolsos y entre las tres juntaban ciento veintitrés euros   con setenta y cinco céntimos.

-¿Que os parece si le damos cien euros y a ver que pasa?

Después de una pequeña controversia entre las tres, decidieron darle sesenta y tres euros con setenta y cinco céntimos.

El pobre abrió sus ojos, llenos de estupor al ver la cantidad depositada en su taza de plástico y no paró de dar muestras de agradecimiento a sus benefactoras hasta que las vio desaparecer el entrar en el interior del autobús de regreso. Por la tarde pagó una habitación en la pensión del pueblo, donde se ducho, se afeitó, y gastó el resto del dinero lo gastó en el bar. Al día siguiente montó en un camión, con un camionero que conoció la noche anterior y marchó en dirección a Bilbao. 

El domingo, cuando las tres zarzas volvieron al lugar se encontraron su banco liberado de la presencia del pobre.

- Ese hombre era un santo. Se marchó y nos ha dejado con un milagro - dijo Josefa - ¿Verdad Adelina?

Adelina, asintió con la cabeza sin decir palabra, y las zarzas, dando por bien empleada la pequeña fortuna entregada al pobre, se sentaron de nuevo en su banco, para ver y criticar a la gente al pasar para ir a misa.

mvf.

lunes, 10 de julio de 2023

El piripi

Había una vez una casa destartalada situada en lo más profundo del pueblo, donde todos los días el sol pintaba el amanecer con sus cálidos rayos por las ventanas. En ese lugar vivía un hombre conocido por todos como el piripi.

El piripi era un hombre de buen corazón, pero tenía una debilidad: le encantaba el sabor del vino. Cada noche, sin falta, se encontraba en la taberna del pueblo, achispado o borracho como una cuba, rodeado de amigos y conocidos, disfrutando de su bebida favorita. Era un hombre feliz en su estado de embriaguez, aunque eso le causara problemas con su salud y su trabajo.

Un día, el piripi se despertó con un fuerte dolor de cabeza y una resaca en memoria de su excesiva noche anterior. A medida que caminaba por las calles del pueblo, con el aire fresco de la mañana, sintió que algo estaba sucediendo y que esa mañana no era como las demás. 

Llevaba ya andado un buen rato y vio que la gente se paraba entorno a una valla que rodeaba el terreno de una obra, en la cual habían pegado un cartel.

Curioso, el piripi se acercó hasta la obra y se encontró con que el cartel anunciaba el programa de las fiestas patronales y que entre otras cosas había un concurso de cuentos. El premio, aunque solo eran mil euros, para él era una generosa suma de dinero que podría solucionar, durante un tiempo, muchos de sus cotidianos problemas económicos, como el recibo del agua o el de la luz. Aunque el piripi  nunca antes había escrito un cuento, la idea de ganar el premio le animó a probar suerte escribiendo un chascarrillo picante de los que el era muy bueno y sino ganaba el premio por lo menos se reirían todos.

Inspirado por el reto y aún con un poco de resaca, el piripi decidió que escribiría un buen chascarrillo picante sobre un borrachín, tomando su propia experiencia para dar vida al protagonista. y así que curó su resaca con el primer botellín de la mañana, sentado en su esquina del mostrador del bar de la sagrado, pidió que le dejaran un papel y un lápiz, y comenzó a escribir.

La historia tomó forma rápidamente en la mente de nuestro autor. pero cuando el quería escribir un divertido chascarrillo, de los que inventaba para animar a sus amistades y conseguir unas invitaciones gratis, el lápiz sobre el papel empezó a escribir otra cosa . El protagonista de la historia era un borrachín llamado Germán, que vivía en un pueblo muy similar al suyo. Germán era un hombre solitario, cuyo único amigo era su vaso de licor. Pasaba los días y las noches en la taberna, riendo y bebiendo sin preocuparse por lo injusto que era el mundo que le rodeaba y tratando de agradar a los demás porque le daba vergüenza que se viera su desgracia.

Una mañana como está, sin embargo, Germán se encontró con una niña pequeña que había perdido a su madre. La niña estaba asustada y sola, y Germán, a pesar de su estado, sintió una conexión instantánea con ella. A partir de ese momento, decidió que ya no podía ser solo un borrachín.

Germán hizo todo lo posible por cuidar de la niña, dejando de lado su adicción al alcohol y luchando contra sus propios demonios. Aprendió a cocinar y a limpiar su casa, convirtiéndose en un verdadero padre para la pequeña. Con el tiempo, su amor y dedicación transformaron sus vidas por completo.

 Cuando leyeron esta historia, los miembros del tribunal del concurso de cuentos, capitaneados por la concejala de cultura, que era matrona en el hospital, todos coincidieron que este era el cuento que se debía premiar y leer en publico el día de la fiesta.

El día del concurso de cuentos finalmente llegó, y se leyó la historia ante una audiencia cautivada. El público escuchó con atención el cuento premiado con mil euros, mientras se narraba la transformación del protagonista y cómo el amor y la responsabilidad lo habían ayudado a superar su alcoholismo y a cambiar su forma de vida.

Cuando terminó la lectura del cuento, abrieron ante el publico presente el sobre que contenía el nombre del autor y, al leerlo en voz alta, todo el mundo se quedó en silencio sin saber quien podría ser, hasta que alguien gritó que ese nombre era el nombre del piripi y entonces, ante el asombro de los jueces, el publico le rindió una fuerte ovación.

Desde ese día, el piripi dejó de ser conocido como "El Borrachín" y se convirtió en "El Escritor del Pueblo" y aunque su cuento hablaba de la posibilidad de cambiar y encontrar un propósito claro en la vida, incluso en los momentos más extraviados de nuestra existencia, el piripi siguió cogiendo unas curdas tremendas, en las que encontraba la felicidad por muy difícil que pareciese.

mvf.

a jose de quiroga y a su amigo mario.