Había
una vez una casa destartalada situada en lo más profundo del
pueblo, donde todos los días el sol pintaba el amanecer con sus cálidos
rayos por las ventanas. En ese lugar vivía un hombre conocido por todos
como el piripi.
El piripi era un hombre de buen corazón, pero tenía una debilidad: le encantaba el sabor del vino. Cada noche, sin falta, se encontraba en la taberna del pueblo, achispado o borracho como una cuba, rodeado de amigos y conocidos, disfrutando de su bebida favorita. Era un hombre feliz en su estado de embriaguez, aunque eso le causara problemas con su salud y su trabajo.
Un día, el piripi se despertó con un fuerte dolor de cabeza y una resaca en memoria de su excesiva noche anterior. A medida que caminaba por las calles del pueblo, con el aire fresco de la mañana, sintió que algo estaba sucediendo y que esa mañana no era como las demás.
Llevaba ya andado un buen rato y vio que la gente se paraba entorno a una valla que rodeaba el terreno de una obra, en la cual habían pegado un cartel.
Curioso, el piripi se acercó hasta la obra y se encontró con que el cartel anunciaba el programa de las fiestas patronales y que entre otras cosas había un concurso de cuentos. El premio, aunque solo eran mil euros, para él era una generosa suma de dinero que podría solucionar, durante un tiempo, muchos de sus cotidianos problemas económicos, como el recibo del agua o el de la luz. Aunque el piripi nunca antes había escrito un cuento, la idea de ganar el premio le animó a probar suerte escribiendo un chascarrillo picante de los que el era muy bueno y sino ganaba el premio por lo menos se reirían todos.
Inspirado por el reto y aún con un poco de resaca, el piripi decidió que escribiría un buen chascarrillo picante sobre un borrachín, tomando su propia experiencia para dar vida al protagonista. y así que curó su resaca con el primer botellín de la mañana, sentado en su esquina del mostrador del bar de la sagrado, pidió que le dejaran un papel y un lápiz, y comenzó a escribir.
La historia tomó forma rápidamente en la mente de nuestro autor. pero cuando el quería escribir un divertido chascarrillo, de los que inventaba para animar a sus amistades y conseguir unas invitaciones gratis, el lápiz sobre el papel empezó a escribir otra cosa . El protagonista de la historia era un borrachín llamado Germán, que vivía en un pueblo muy similar al suyo. Germán era un hombre solitario, cuyo único amigo era su vaso de licor. Pasaba los días y las noches en la taberna, riendo y bebiendo sin preocuparse por lo injusto que era el mundo que le rodeaba y tratando de agradar a los demás porque le daba vergüenza que se viera su desgracia.
Una mañana como está, sin embargo, Germán se encontró con una niña pequeña que había perdido a su madre. La niña estaba asustada y sola, y Germán, a pesar de su estado, sintió una conexión instantánea con ella. A partir de ese momento, decidió que ya no podía ser solo un borrachín.
Germán hizo todo lo posible por cuidar de la niña, dejando de lado su adicción al alcohol y luchando contra sus propios demonios. Aprendió a cocinar y a limpiar su casa, convirtiéndose en un verdadero padre para la pequeña. Con el tiempo, su amor y dedicación transformaron sus vidas por completo.
Cuando leyeron esta historia, los miembros del tribunal del concurso de cuentos, capitaneados por la concejala de cultura, que era matrona en el hospital, todos coincidieron que este era el cuento que se debía premiar y leer en publico el día de la fiesta.
El día del concurso de cuentos finalmente llegó, y se leyó la historia ante una audiencia cautivada. El público escuchó con atención el cuento premiado con mil euros, mientras se narraba la transformación del protagonista y cómo el amor y la responsabilidad lo habían ayudado a superar su alcoholismo y a cambiar su forma de vida.
Cuando terminó la lectura del cuento, abrieron ante el publico presente el sobre que contenía el nombre del autor y, al leerlo en voz alta, todo el mundo se quedó en silencio sin saber quien podría ser, hasta que alguien gritó que ese nombre era el nombre del piripi y entonces, ante el asombro de los jueces, el publico le rindió una fuerte ovación.
Desde ese día, el piripi dejó de ser conocido como "El Borrachín" y se convirtió en "El Escritor del Pueblo" y aunque su cuento hablaba de la posibilidad de cambiar y encontrar un propósito claro en la vida, incluso en los momentos más extraviados de nuestra existencia, el piripi siguió cogiendo unas curdas tremendas, en las que encontraba la felicidad por muy difícil que pareciese.
mvf.
a jose de quiroga y a su amigo mario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario