La Fina, fue a Huelva de excursión y vino de regreso con un montón de fotos de casas blancas y de la iglesia de la virgen del rocío, de color blanco sobre cielo azul. Y durante varios meses no paró de hablar de su viaje, hasta que las fotos estuvieron muy vistas; pero al año siguiente, al hijo de la Fina le tocó ser el mayordomo de las fiestas patronales del pueblo. Y entonces la Fina, que siempre pinchaba por detrás a su hijo porque tenía que hacer lo que a ella le parecía mejor, volvió al ataque y le dijo que tenía que pintar de blanco la iglesia del pueblo.
- ¡Tú lo que tienes que hacer, ahora que eres el mayordomo de las fiestas patronales, es pintar la iglesia de blanco para que entre bien la luz y así todos los vecinos se acordaran de ti!
El hijo de la Fina, que era uno de esos jóvenes modernos de pueblo que sin saber de nada se saben que valen para gobernar a los demás, no tardó en convencer a la comisión de las fiestas patronales para hacer como decía su madre. Y del pueblo vecino, donde todos tenían una buena amiga, llamaron a un albañil para arreglar los desconches de las paredes de la iglesia y encalar todo de blanco.
El albañil llegó un lunes con un furgón destartalado del que descargó los andamios, la arena y el cemento, y unos botes grandes de pintura blanca.
- ¿Va estar todo preparado para el día de la fiesta? - preguntaron los de la comisión.
El hombre no parecía muy listo y en pocos minutos los convenció a todos, de que terminaría su trabajo con tiempo de sobra para las fiestas.
A los dos días el albañil desapareció y como acabó
la semana sin aparecer, decidieron ponerse en contacto con él, para saber que
pasaba; después de varias llamadas consiguieron que les cogiera el teléfono y
dijo que no podía venir porque tenía la mujer en el hospital.
- ¡Vaya, que le vamos a hacer, si tiene la mujer en el hospital pues habrá que esperar! - se dijeron.
No pasaron dos semanas cuando el furgón regresó de nuevo, venían en el, el albañil y un chico joven que le acompañaba y que hacía de pinche; trabajaron por la mañana en la iglesia, marcharon a comer al mediodía, y a la tarde no volvieron.
Como no había trazas de que apareciese, llamaron de nuevo por teléfono. Después de mucha insistencia el albañil respondió a la llamada lo justo para decir que estaba en el dentista, que le estaban arreglando la boca.
- Bueno, pues no va venir con la boca anestesiada.
¿Y cuánto tardará?
Y tardó, pero esta vez, aunque le llamaron para reclamar su presencia, no cogía
el teléfono. Tuvieron que recurrir a la famosa amiga de los miembros de la
comisión, que también era amiga del albañil, para que volviera a aparecer. Solo
lo justo para volver a desaparecer.
- ¡Vamos tener que pedir a la virgen que haga un milagro si queremos que esté preparada la iglesia el día de las fiestas patronales!
Y la virgen afortunadamente decidió tomar cartas en el asunto y un día que vino
el pintor a escondidas para coger una escalera que necesitaba para ir a otro
trabajo, la imagen de la virgen milagrosamente le cayó encima de un pie.
El albañil, que no tenía seguro, por temor a que la virgen le cayese otra vez, vino a trabajar con el pie escayolado y terminó, de arreglar la iglesia antes de las cuentas que había echado la comisión.
A la hora de pagar, como ayuda a las fiestas patronales de la santa, el pintor pidió por su trabajo la mitad de lo que pensábamos que tendríamos que pagarle. Y el hombre no paraba de preguntar si gustaba como había quedado todo y si nos parecía muy caro lo que cobraba.
Al final para deshacernos del albañil decidimos invitarlo con su pie escayolado a venir a bailar el día de la fiesta.
Yo no entiendo porque hubo tantas protestas por arreglar las paredes de la iglesia y pintar todo de blanco donde solo había desconches y las viejas pinturas de unas mujeres planas y estiradas, con un plato en la cabeza y ropas de carnavales.
La gente del pueblo protesta solo por maldad, porque como el día de la virgen
cuadraba a jueves, los vecinos de la parroquia se dividieron en dos grupos: los
que querían la fiesta el propio día de la santa y los que la querían el sábado;
Y como habían ganado los que querían que se hiciera la fiesta de la santa
durante el fin de semana para que pudieran venir los familiares de fuera del
pueblo, porque durante la semana trabajaban; los que perdieron la votación,
aprovecharon para criticar que el hijo de la Fina y sus amigos de la comisión
de fiestas trajeran un pintor, para que la vieja iglesia de piedra pudiera
salir en las fotos, blanca sobre nubes blancas.
mvf
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