El tiempo trajo la rutina y la costumbre en el corral, hasta que una tarde, cuando Pilar bajó a cerrar la puerta del gallinero, se encontró en el patio una oveja que vino de regreso, acompañando a las gallinas de su salida por la carretera. La oveja estaba preñadisima y en vez de espantarla para que marchase, decidió darle cobijo y que durmiera en el cobertizo. No fuera que si la echaba a pasar la noche en la carretera, le ocurriese alguna desgracia.
Después de la cena se sentó al lado del teléfono y comenzó a hacer llamadas a sus amistades, preguntando si sabían de quien podría ser la oveja para que viniera a recogerla.
Al día siguiente, cuando la despertó el quiquiriquí del trovador del chalet vecino, Pilar se levantó de la cama para tomar su desayuno y desde la cocina escuchó unos pequeños balidos. Extrañada, terminó su tazón de leche con galletas, y en vez de marchar de regreso a la cama para continuar durmiendo hasta las diez, como tenía por costumbre, se puso su mandil amarillo y sus botas de goma y fue a mirar al cobertizo, y se encontró que durante la noche la oveja dio a luz un hermoso borreguito negro.
Y echando cuentas, que necesitaba traer hierba para alimentar a la oveja y su cría, se dijo:
- El gallinero no da tantos huevos para que compense alimentar tanta tropa.
Pasados unos días sonó el timbre de la casa. Pilar abrió la puerta y allí estaba su vecino, el sin palabras, y sujetado por una soga de esparto, le acompañaba su burro negro.
Pilar, que era muy perspicaz, se dijo para si:
- el sin palabras viene a reclamar la oveja y su corderito negro.
Así que aprovechando la ocasión, era el momento de resolver el problema de la baja rentabilidad del gallinero. Mandó pasar a su vecino al patio de la casa y le condujo al cobertizo para que viera a su oveja y la cría, y después de muchos rodeos le ofreció las dos gallinas viejas que quedaban para que las matase e hiciera unas buenas sopas con ellas.
-De paso que llevas las ovejas, puedes llevar dos gallinas viejas que tengo - le dijo.
- ¡Son bien hermosas las gallinas! - exclamó el sin palabras cuando las vio - ¿ Como es que no las matas tu para hacer unas buenas pepitorias?
- Es que les tengo cariño, pero cuando las mates que no se enteren que lo sabía yo.
y cuando aceptó el regalo, para cerrar el trato, Pilar invitó al sin palabras a tomar varias tazas de chocolate con bizcocho.
mvf.
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