Ya sabéis que todos los años al llegar estas fechas es costumbre que las personas vanidosas sientan que tienen obligación decir algo a los demás sobre el año que terminamos y sobre el año que viene.
Hoy en día los libros no se venden si no es con una buena foto en la
portada ... y los blogs ... De los blogs no digamos. La gente cuando visita un blog espera ver la estructura visual de un catalogo de juguetes ... o de alguna revista donde pasas las paginas y te encuentras los productos rodeados DE NÚMEROS QUE HABLAN DE UNA BUENA OFERTA. aunque lo que
vendan sea malo y caro.
En este blog no hay ni imagenes ni ofertas, y a veces leer hasta es dificultoso - me doy cuenta cuando al cabo de un tiempo se me ocurre leer algo y veo
lo mal que están colocadas las comas, o que hay que recortar o
trasponer frases ... - Ya lo tengo dicho, es gratis y no se admiten
quejas.
A todos los que venís por aquí, y llegaís hasta el final de lo que se escribe, OS QUIERO mostrar mi agradecimiento, mi cariño y mi respeto, por que a parte de vuestra amistad sois personas que de alguna manera le dais más importancia a la letra que a las imágenes en está sociedad que se ha vuelto tan multimedia. Pinta bien si no fuera que empezamos a no entendernos los unos con los otros.
Bueno, sin que sirva de precedente y exclusivamente por animaros, he decidido poner algo de multimedia en el blog. Espero que sepáis perdonarme las faltas cometidas durante todo el año, y os deseo que tengaís un buen año nuevo.
Ah, y sobre el año 2015 tengo que decir que lo comencé con la resaca y las sobras del día anterior.
La herrera abrió la puerta del establo. Montó en la
vieja furgoneta y dando un portazo cerró la puerta del coche. Las
ovejas dentro del vallado del establo levantaron la cabeza aguzando
el oído preguntándose que pasaba. Un chasquido salió del motor de
arranque del coche y se encendió el motor. El rebaño de la mujer del herrero tendría,
entre ovejas, borregas y carneros una treintena de cabezas; entre los carneros, la mayoría que aún no se separaban de su madres, destacaba un mardano * un
carnero bravo y feo que tenía un aparato reproductor tan bien dotado
que alguna vez su visionado inocente por el genero femenino había
terminado en el confesionario. El carnero sorprendido por la
ausencia de los ladridos del perro empezó a balitar fuertemente para
que las ovejas se espabilaran y salieran rápidamente del vallado
para ponerse a correr delante del coche que las conduciría, como de
costumbre, a pastar al prado. Llegaron al trote en un santiamén a un prado
cercano al cementerio por la aparte de atrás de la iglesia que
estaba cercado por viejas piedras, cubierto por la maleza en algunos
puntos. Tenía una entrada abierta por la que entraron todos
los animales. Cuando estaban todos dentro del prado la herrera
bajó del coche sin apagar el motor y corrió una viejo palo
que hacía de tranca cerrando el lugar por donde habían entrado los
animales; después volvió a montar en la furgoneta, y se marchó a
hacer otras cosas; dejando el rebaño solo, por que tenía la
confianza de que ninguna de las felices ovejas se iba alejar más de
dos pasos de su macho. Hacía sol en el campo. Se oía el cuchichí de una
perdiz que llamaba a su pareja. Desde el campanario se oía el
crotorar del pico de una cigüeña. El mardano no tardó en detectar las dos ovejas
solitarias que pastaban libremente en los alrededores de la iglesia. Las dos amigas nocturnas de Melquíades hacía rato
que se habían despertado y continuaban su ronda de siega de la
hierba. Las ovejas enseguida notaron la mirada lasciva del mardano y
sus corazones empezaron a latir apresuradamente. Bajo esa mirada
libidinosa no tardaron en sentirse abandonadas por la vigilancia
protectora de su pastor canino; entonces decidieron aproximarse
amenazadoramente al jardincito que Arcadia tiene al lado del
campanario para que apareciese ladrándoles. Pero Melquíades no
aparecía. No queda del todo claro, para que yo las
describa, que tipo de plantas tenía Arcadia la campanera en el
pequeño jardincillo que había hecho con un cerquillo de piedras,
pero así que le hincaron el diente a esas plantas las ovejas se
pusieron a balar alegremente como si estuvieran borrachas. El viejo mardano no cesaba de mirar desde el prado a
las dos ovejas reandoscas, de cuatro a cinco años, sin macho que las
cubriese, que balaban como unas ovejitas histéricas al lado del
campanario, de la iglesia, achacándoselo sin lugar a dudas a la
prestancia de su naturaleza. También las miraban con malos ojos las
ovejas de su harén por que no era el caso que dos extrañas viniesen
a alterar las relaciones que tenían en el rebaño.
Hay compañías que aunque esten con nosotros toda la vida no llegamos a saber su
verdadero nombre y nos referimos a ellas, nosotros y todo el mundo,
con un mote que se les ha puesto por alguna
acción, por alguna caracteristica física o por el comportamiento inusual que en
algún tiempo se realizó delante de los demás.Y así les ha quedado para siempre el llamarse Chino, Duque, Dylan, King, Rasta, Toby o simplemente Palleiro;
pero el perro de los de la labrada se llamaba Bruno. Bruno era el sexto de una
camada de perros que un buen día aparecieron en el establo de los
labrada, sin que nadie hubiera sospechado del embarazo de la vieja
perra pastor; y después de que se hizo un reparto de la prole, entre
esta vida y la otra, Bruno quedó en la casa de los labrada. De esa camada, solo quedó en este mundo también, Melquiades, que acabó de pastor cuidando el rebaño de la mujer del herrero. Al encontrarse los dos, con otros congeneres que también seguía tras el rastro del olor menstrual de la hembra en
celo, se aproximaron para olerses y dar vueltas uno alrededor del otro, y dieron unos saltos el uno sobre el otro mostrando encontrarse
claramente emocionados, al encontrarse; finalmente, después de olerse debidamente en sus partes, se ignoraron el uno y el otro, por que el interés de los dos era competir
por la hembra. En el campo se había reunido media docena de perros de distintas ascendencia, y
salvo los dos hermanos, todos eran primos y se apellidaban palleiros. La perra aún tenia
reciente la última copulación y no deseaba de momento que la
montara ningún macho, así que hacía burla de ellos, provocándoles
cuando estaban quietos y gruñendoles cuando se aproximaban; de tal
manera que los perros ansiosos por satisfacer sus deseos naturales
enloquecían de amor y acababan gimiendo y llorando; terminando su excitación en peleas entre ellos, para demostrar quien era el mejor merecer los favores de la perra; produciendo así en el lugar una algarada difícil soportar.
Cuando menos se esperaba se escucharon en el aire dos tiros: era el amo del animal en celo que había disparado con
una escopeta de cartuchos para ahuyentar a los perros, que huyeron en desbandada
por los campos advirtiéndose en su lejanía la falta de decisión de
cada cual. Mientras escapaban asustados por los tiros de la escopeta, los dos pastores recordaron cada uno
sus obligaciones. Bruno llevaba en su retina la imagen de sus
dos protegidas, pegadas al muro de la iglesia, como las había dejado, sospechando que no estarían durmiendo la siesta; su hermano, igualmente
apurado, se alejaba pensando en que llevaba desaparecido desde primera hora del día desatendiendo sus obligaciones de llevar a pastar el rebaño de la
mujer del herrero. Aunque esta memoria les duraría bien poco.