miércoles, 17 de diciembre de 2014
la vida natural 5
Hay compañías que aunque esten con nosotros toda la vida no llegamos a saber su verdadero nombre y nos referimos a ellas, nosotros y todo el mundo, con un mote que se les ha puesto por alguna acción, por alguna caracteristica física o por el comportamiento inusual que en algún tiempo se realizó delante de los demás.Y así les ha quedado para siempre el llamarse Chino, Duque, Dylan, King, Rasta, Toby o simplemente Palleiro; pero el perro de los de la labrada se llamaba Bruno.
Bruno era el sexto de una camada de perros que un buen día aparecieron en el establo de los labrada, sin que nadie hubiera sospechado del embarazo de la vieja perra pastor; y después de que se hizo un reparto de la prole, entre esta vida y la otra, Bruno quedó en la casa de los labrada. De esa camada, solo quedó en este mundo también, Melquiades, que acabó de pastor cuidando el rebaño de la mujer del herrero. Al encontrarse los dos, con otros congeneres que también seguía tras el rastro del olor menstrual de la hembra en celo, se aproximaron para olerses y dar vueltas uno alrededor del otro, y dieron unos saltos el uno sobre el otro mostrando encontrarse claramente emocionados, al encontrarse; finalmente, después de olerse debidamente en sus partes, se ignoraron el uno y el otro, por que el interés de los dos era competir por la hembra.
En el campo se había reunido media docena de perros de distintas ascendencia, y salvo los dos hermanos, todos eran primos y se apellidaban palleiros.
La perra aún tenia reciente la última copulación y no deseaba de momento que la montara ningún macho, así que hacía burla de ellos, provocándoles cuando estaban quietos y gruñendoles cuando se aproximaban; de tal manera que los perros ansiosos por satisfacer sus deseos naturales enloquecían de amor y acababan gimiendo y llorando; terminando su excitación en peleas entre ellos, para demostrar quien era el mejor merecer los favores de la perra; produciendo así en el lugar una algarada difícil soportar.
Cuando menos se esperaba se escucharon en el aire dos tiros: era el amo del animal en celo que había disparado con una escopeta de cartuchos para ahuyentar a los perros, que huyeron en desbandada por los campos advirtiéndose en su lejanía la falta de decisión de cada cual.
Mientras escapaban asustados por los tiros de la escopeta, los dos pastores recordaron cada uno sus obligaciones. Bruno llevaba en su retina la imagen de sus dos protegidas, pegadas al muro de la iglesia, como las había dejado, sospechando que no estarían durmiendo la siesta; su hermano, igualmente apurado, se alejaba pensando en que llevaba desaparecido desde primera hora del día desatendiendo sus obligaciones de llevar a pastar el rebaño de la mujer del herrero. Aunque esta memoria les duraría bien poco.
mvf.
un saludo y feliz navidad ...
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