mvf
viernes, 8 de diciembre de 2023
el lago de cristal
martes, 28 de noviembre de 2023
Al lado del cielo
Al lado del cielo
hay una casa escondida
En la entrada
una mecedora de hiedra
en el interior
una cama vacía
y el olor de nuestros cuerpos
entre sabanas sucias.
un jardín de azucenas
un almendro que quiere brotar.
y una linea que une
el cielo con la tierra
y la sombra de un ruiseñor
que canta bajo el arco iris.
Amor estaremos de nuevo
juntos algún día
aunque las lagrimas
afloren a los ojos
por lo que es sin poder ser.
Nos daremos los besos
a escondidas
en nuestro atardecer.
una casa escondida
y una mecedora de hiedra
bajo la sombra de un ruiseñor.
mvf.
lunes, 20 de noviembre de 2023
Un carrito sobre ruedas
Llevo mi vida
en un carrito sobre ruedas
y una poesía
que no pudo ser,
que hace tiempo
que no encuentro.
Llevo algunos besos
envueltos en papel,
mis sueños
en una lata de sardinas
Las sonrisas
que me quedan
envueltas en celofán
Las palabras que me distes,
algún día que no recuerdo,
en una entrada del cine.
Llevo como me llamo
apuntado en una nota
de la compra,
Llevo el cielo
que hacía aquel día
ahogado
de una botella de vino.
y una estrella que tenia
para darte y no quisiste.
y todo ello llevo
y lo arrastro donde voy.
mvf
lunes, 13 de noviembre de 2023
Perdido.
Que culpa tiene el campo
de que no llueva en la tierra.
Que culpa tiene la muerte
de que no haya un volver
Que culpa tiene la niña.
de que nadie se fije en ella
Yo sueño despierto,
con los ojos abiertos
solo veo tinieblas.
Cuando cierro los ojos
me lleno de luz.
Que culpa tiene el cuervo
de que sus alas sean negras.
mvf.
domingo, 12 de noviembre de 2023
En la memoria
Llevo en la memoria
una poesía
que me rompe el corazón.
Un dolor escrito en secreto,
y el vacío que siento.
Guardo un pedazo
de alma de mujer.
Una sonrisa
marcada en una foto.
Y todas las estrellas del cielo
de las promesas que me hiciste.
Y una locura
que creció día a día,
andando en tu ausencia.
miércoles, 25 de octubre de 2023
La perrita Perla
En el banco de la parada de autobús esperaban sentados Garbancito y una joven de unos veintidós años de edad, y como no tenían teléfono se pusieron a hablar.
- ¿Tu no me conoces, Garbancito? ¿Verdad que tú no sabes quién soy yo?
Garbancito quedó mirando para la mujer, sin saber quién era.
- Yo soy la hija de Luisa, la prima de tu madre. ¿Te das cuenta quién soy?
- ¡Ah. Si! - respondió - me acuerdo bien de cuando eras pequeña.
Mira que pasan los años, estás hecha toda una mujer. Si no me dices nada no te habría reconocido.
-¡Ya!
- ¿Y qué haces?
- Voy al cementerio.
- ¿A ver a tu madre?
- No. Voy al cementerio de animales.
Garbancito la miró sorprendido.
-¿Es verdad que tú puedes soñar con los muertos? - preguntó la joven.
Garbancito asintió con la cabeza.
- ¿Sería mucho pedir, si podías saber que tal está mi perrita Perla?
-Tendría que saber cómo era tu perrita, ver una foto de ella ...
-!Si que tengo¡- la joven abrió su bolso y de un bolsillo de la cartera, donde guardaba el carnet y las tarjetas, sacó una foto de la perrita y se la entregó a Garbancito.
Perla era una perrita de lanas, de mirada inteligente y pelo blanco.
- Bueno, si supiese algo de tu perrita te lo digo- le dijo después de ver la foto.
- Gracias.
Llegó el autobús y los dos subieron a el. Se sentaron en asientos diferentes y vieron como la marquesina del autobús, donde habían estado esperando quedaba atrás.
En la habitación blanca, sentado con zapatillas y en bata, arrellanado en el sillón, Rosendo, el que fuera conserje del ayuntamiento, leía el periódico. Al terminar de leer el último artículo de la página le dio la vuelta a la hoja y continuó la lectura por la otra cara. Perla sacudió una de sus orejas y se levantó para cambiar de posición, estaba recostada encima de la alfombra, con la cabeza y la mirada puesta en el hombre que continuaba su lectura sin prestarle atención.
Después de unos minutos Perla irguió su cuerpo para rascarse el cuello con una de sus patas traseras, del cayeron unos minúsculos insectos; eran pulgas blancas que no tardaron en regresar al calor del cuerpo blanco. Bostezó, terminó de levantarse y se desperezó ladeando la cabeza a los lados; después anduvo hasta la puerta de salida de la casa y se detuvo frente a ella.
Aunque sus ojos no podían ver más allá de la puerta, su mirada veía la extensión blanca de los campos del exterior; así estuvo un rato hasta que arañó la puerta con una de las patas delanteras para decir que quería pasear. Pero Rosendo continuaba absorto, leyendo el periódico, sin prestarle atención.
Perla se apartó de la puerta y se dirigió a una de las habitaciones blancas de la casa. Izó su cuerpo y apoyándose en ella se abrió la puerta de la habitación. Desaparece en el interior y regresa llevando en su boca una correa para ir a pasear. Se acerca junto a Rosendo y sin soltar la correa, con el hocico, le da unos golpes en una de sus piernas para que baje la hoja de periódico y vea que está preparada para dar un paseo. Pero Rosendo continua indiferente con la lectura del periódico. Entonces, molesta con la falta de atención, deja caer la correa al suelo y da dos fuertes ladridos para que le oiga, y tras unos instantes de silencio se oye una voz que lo llena todo, tal vez enfadada por los ladridos que han osado interrumpir la paz de la mañana:
- - ¡Rosendo! ¿Es que no ve que Perla le pide que la saque a pasear?
Entonces Rosendo se levanta del sillón, y en
zapatilla y en bata, los dos salen a dar un paseo por el cielo.
mvf.
domingo, 17 de septiembre de 2023
Min, el chino del todo a cien.
Si alguien en el pueblo estableció una amistad peculiar con el piripi, ese era Min, el chino del todo a cien. Min escapaba con frecuencia de su negocio, a últimas horas de la tarde; y después de hacer lo que se hubiese inventado como motivo de excusa de su salida, para que quedara sola dejar sola a su mujer en la tienda, se acercaba al bar del pueblo, donde tomaba un vaso de vino, o dos ... ; y allí fue donde conoció al piripi.
Su esposa era sabedora de la costumbre, de su marido, por que al llegar de regreso Min olía a vino, pero ella no le decía nada.
Los
días de lluvia
aparecía una gotera en el techo de la tienda, que caía encima de las estanterías
e inundaba el local, estropeando las mercancías del todo a cien, y
Min, en una de sus visitas a la cantina, pidió al piripi que cuando
pudiera ser viniese a reparar el tejado. Pero que de ninguna manera diera señales de que se conocían, ni que se enterase su mujer de tomaban vinos juntos.
Una mañana, cuando la esposa de Min, Anna, estaba sola atendiendo la caja del negocio, apareció el piripi con una escalera de aluminio y su gorra de trabajo calada, en el todo a cien
-¡A mi nadie me dijo que
hoy iba a venir un hombre para arreglar el tejado!- le dijo, con su cara redonda y sus ojos rasgados - ¡Yo no saber nada!
Pero al ver que la escalera daba media vuelta para irse, se lo pensó y cambio de idea.
- ¡No marchar! - dijo, señalando con su mano para el lugar del techo donde asomaba la gotera - ¡Tu arreglar gotera!
El piripi se echó la mañana para hacer la reparación y cuando terminó apareció de regreso, junto a la china, con la visera de la gorra, para atrás, y la escalera al hombro.
-¡Ya está !- dijo y después de explicarle que el motivo por el que entraba el agua era un par de tejas rotas en el tejado; por el precio de las tejas y su trabajo le pidió sesenta euros.
La china abrió la caja y sacó el dinero para pagarle.
- ¡Si vuelve a caer agua, tu devolver todo el dinero!
- No tenga duda, señora. El piripi
y el agua se llevan desde hace muchos años - le respondió.
Cuando vio salir la escalera del todo a cien, Anna continuó con su trabajo, sentada detrás de la caja registradora, hasta que le pareció que oía ruidos en le parte de atrás de la tienda y que había llegado su marido. Entonces pegó un grito llamando por él.
-¿Donde encontraste ese hombre?
Preguntó en su extraño idioma chino, wu, de la zona de Zhejiang, de donde eran originarios. Y su marido, con voz de no conocer al piripi, le contó que en sus salidas dejó recado en varios sitios, para que vinieran a arreglar una gotera en el techo, al todo a cien.
- ¡Ya veremos. Ya veremos, si hay gotera cuando llueva. Como caiga una gota le voy a reclamar que devuelva todo el dinero!
Pero dos días después llovió y no apareció una sola gota donde había estado la gotera del tejado.
La china quedó contenta con la reparación pero no quedó contenta con no poder recuperar el dinero que pagó por la reparación; como le dijo a su marido que pensaba hacer. Entonces sintió curiosidad por saber quien era el piripi, y cuando salía del todo a cien, para hacer las compras de la casa, empezó a indagar quien era el hombre que apareció en la tienda con la escalera y la gorra calada.
La china, no era tonta, y para nada le engañó su marido cuando le dió a entender que no conocía al piripi, y el día que escuchó en el supermercado que el piripi se desmayó bebiendo en la cantina y fue llevado en una ambulancia al hospital, decidió aprovechar este hecho para criticar las salidas de su marido, que terminaban con frecuencia en el bar, y regresó al todo al cien con la bolsa de la compra y le dijo a su marido:
-¡Lo llevaron al hospital. Tu amigo seguro que esta muy mal y se muere por culpa de la bebida. Un hombre echado a perder!
Pero el Piripi regresó del hospital y continuó bebiendo.
- ¡Tu amigo es una cigarra que canta mientras los otros trabajan! ¡Ya veras que le va a ocurrir, cuando llegue el invierno, con la vida tan mala que lleva!
- ¿Y que te dijo el medico, piripi ?
- ¡ El vino que tiene asunción, no es blanco ni tinto ni tiene color!
El piripi volvió al hospital. Y la china volvió a reprender a su esposo.
- ¡No vuelve. Esta muy mal. De está se muere por la bebida!
Volvió a repetir a su marido, mientras este se escondía limpiando estanterías en la tienda, al arrancar la letanía.
Pero el piripi regresaba del hospital y el mismo día cogía una curda de aúpa celebrando el regreso con sus amigos.
Y un día la china, se cansó de todas las veces que vaticinó la muerte del piripi y sus resurrecciones; y al volver de la compra le dijo a su marido - ¡De está no sale! Lleva muy mala vida - y decidió no volver a hablar más asunto.
Pasado un tiempo, Anna, mientras esperaba su turno en la panadería, escuchó que hablaban del piripi, y aguzó el oído para oir la conversación. Y se enteró que desde hacía un par de semanas no se tenían noticias del piripi, y que en el pueblo ya todos le daban por muerto. Y con toda seriedad espetó a las presente:
- ¡Cá. El piripi está vivo!
- ¡El piripi está vivo!
- ¡Es china, que va saber! - se encogieron de hombros las mujeres en la panadería.
- ¿Y como lo sabes? - preguntaron.
Y la china respondió con su acento foráneo, sin que nadie le creyese
- El piripi llamó a las doce de la noche, a la tienda.
-¡Llamaría al chino desde el más allá! - dijo una sarcásticamente.
Y cuando la panadera, metiendo el pan en la bolsa, preguntó porque el piripi llamó a medianoche al todo a cien.
La china respondió:
- El piripi llamó a mi marido, para que fuera a recogerlo por la mañana a Coruña. Que perdió la cartera y no tenía dinero para pagar un taxi.
- ¡Ah! - exclamaron en la panadería.
Min y el piripi llegaron de la Coruña a las cinco de la tarde y cuando se despidieron, Min le dió al piripi, cincuenta euros para que se arreglase.
- ¡Y cuando me los devuelvas, me los das a mi. Que no se entere mi esposa! - le dijo.
mvf.
viernes, 28 de julio de 2023
El hitus
La mañana del dos de mayo, cuando las zarzas bajaron en la parada del bus, media hora antes de que empezara a llegar la gente para oír la misa, se encontraron que su banco estaba ocupado por un indigente que esperaba la hora de la misa para extender su mano pidiendo limosna. Tenía a su lado un pequeño atado con ropa y algunos enseres, y un pequeño recipiente de plástico, para recoger las monedas que le daban.
Hacía sol y el banco de las zarzas era el que mejor sombra tenía.
- ¡Ese hombre está sentado en nuestro banco! - dijo una de las zarzas. Se miraron entre ellas y decidieron ignorarlo, apretando el paso para entrar en la iglesia y sentarse en su interior.
A la salida de misa, las zarzas se sobrecogieron al verlo de nuevo, el hombre no se había movido del sitio y seguía sentado en su banco. Se acercaron a él e hicieron intento de sentarse; pero el hombre, que no se había bañado desde hace tiempo, olía y además puso ante ellas su recipiente pidiéndole limosna.
Una de las zarzas abrió su bolso para quitar su monedero y le dio unas monedas.
Después con sus brazos entrelazados, continuaron en dirección a la parada del autobús.
- Y encima tenemos que pagarle, dijo Adelina, la más callada de las tres mujeres.
Ese día, por la tarde, a Adelina le vino un fuerte dolor de cabeza. Pidió que le dieran un vaso de agua y una aspirina, pero cuando parecía que el dolor se iba calmando y se sentía mejor, sintió un calor dentro de la cabeza y se desmayó.
Cuando despertó estaba en el hospital rodeada de sus dos compañeras.
- ¿Como te encuentras? - preguntó, Josefa.
- ¿Que hago aquí? - fue la respuesta de Adelina a su amiga, mostrándose sorprendida.
- Te desmayaste. Llamamos una ambulancia y te trajeron al hospital. Dijeron que tuviste un hitus, y que tendrías que pasar la noche en urgencias, en observación; pero finalmente te ingresaron en el hospital.
Cuando vino la enfermera a ponerle la medicación, en la bolsita de plasma que colgaba al lado de su cama, Adelina empezó a hablar ....
- Es usted muy habladora. - le dijo la enfermera, cuando ya le había preguntado por toda su familia
- Al contrario - respondió Josefa, es la más callada de las tres, pero eso si, se acuerda de todo lo que escucha.
- ¡Pues muy callada no lo parece!
Cuando vino el medico a verla, Adelina empezó de nuevo, y le preguntó al medico por su familia y una tía, de la que nadie se acordaba, que había casado en Valladolid ...
- ¡Es uds muy habladora! - le dijo el medico.
- A nosotras nos tiene sorprendidas también- dijeron Josefa y Luisa, las otras dos zarzas - porque no nos ha dejado decir palabra, en todo el rato que estamos en la habitación.
Al día siguiente, cuando sus amigas la fueron a buscar, se encontraron que su compañera de habitación tenía la televisión muy alta.
-¿No tiene la televisión muy alta ? - preguntó, Josefa.
- ¡Es para no oír a su amiga, que habla por los codos!
Cuando Adelina salió del hospital se despidió de todos los pacientes que había en la planta del hospital, donde estaba su habitación y les prometió a las enfermeras que les mandaría unas magdalenas que hacía en el horno de su cocina.
Dos días después de su regreso a casa, cuando las vecinas fueron a visitarla para ver que tal estaba, dijeron que en el hospital, a Adelina le debían de haber cambiado la cabeza porque no paraba de hablar ni dejaba decir palabra alguna. Que le debían de haber puesto la cabeza de otra persona, un locutor de la radio o algo así.
La semana siguiente, al bajar las zarzas en la parada de la iglesia, el pobre estaba sentado de nuevo en el banco.
- ¿Y como sabemos que es un pobre y no un indigente? - preguntó Adelina
- ¡Vaya cosa que tienes! - le respondieron sus compañeras.
- Ya sabéis que los santos viven en la más extrema pobreza y hablan con dios.
- ¿Adelina, no estarás pensando que es un santo y se nos aparece para comprobar si somos caritativas ?
- Mira; vamos hacer una cosa. ¿A ver, cuanto dinero tenemos entre todas?
Abrieron sus bolsos y entre las tres juntaban ciento veintitrés euros con setenta y cinco céntimos.
-¿Que os parece si le damos cien euros y a ver que pasa?
Después de una pequeña controversia, las tres decidieron darle sesenta y tres euros con setenta y cinco céntimos.
El pobre abrió sus ojos, llenos de estupor al ver la cantidad depositada en su taza de plástico y no paró de dar muestras de agradecimiento a sus donantes hasta que desaparecieron en el interior del autobús de regreso. Por la tarde cogió una habitación en una pensión del pueblo, donde se ducho, se afeitó, y gastó el resto del dinero en el bar. Al día siguiente montó en un camión, con el camionero que se había emborrachado por la noche, y marchó en dirección a Bilbao. Y el domingo, cuando volvieron las zarzas se encontraron su banco liberado de la presencia del pobre.
- Ese hombre era un santo; se marchó y nos ha dejado con un milagro - dijo Josefa - ¿Verdad Adelina?
Adelina, sin decir palabra, asintió con la cabeza y las zarzas, dando por bien empleada la pequeña fortuna entregada al pobre, se sentaron en su banco, para ver y criticar a la gente que empezaba a venir para la misa.
mvf.
lunes, 10 de julio de 2023
El piripi
Había
una vez una casa destartalada situada en lo más profundo del
pueblo, donde todos los días el sol pintaba el amanecer con sus cálidos
rayos por las ventanas. En ese lugar vivía un hombre conocido por todos
como el piripi.
El piripi era un hombre de buen corazón, pero tenía una debilidad: le encantaba el sabor del vino. Cada noche, sin falta, se encontraba en la taberna del pueblo, achispado o borracho como una cuba, rodeado de amigos y conocidos, disfrutando de su bebida favorita. Era un hombre feliz en su estado de embriaguez, aunque eso le causara problemas con su salud y su trabajo.
Un día, el piripi se despertó con un fuerte dolor de cabeza y una resaca en memoria de su excesiva noche anterior. A medida que caminaba por las calles del pueblo, con el aire fresco de la mañana, sintió que algo estaba sucediendo y que esa mañana no era como las demás.
Llevaba ya andado un buen rato y vio que la gente se paraba entorno a una valla que rodeaba el terreno de una obra, en la cual habían pegado un cartel.
Curioso, el piripi se acercó hasta la obra y se encontró con que el cartel anunciaba el programa de las fiestas patronales y que entre otras cosas había un concurso de cuentos. El premio, aunque solo eran mil euros, para él era una generosa suma de dinero que podría solucionar, durante un tiempo, muchos de sus cotidianos problemas económicos, como el recibo del agua o el de la luz. Aunque el piripi nunca antes había escrito un cuento, la idea de ganar el premio le animó a probar suerte escribiendo un chascarrillo picante de los que el era muy bueno y sino ganaba el premio por lo menos se reirían todos.
Inspirado por el reto y aún con un poco de resaca, el piripi decidió que escribiría un buen chascarrillo picante sobre un borrachín, tomando su propia experiencia para dar vida al protagonista. y así que curó su resaca con el primer botellín de la mañana, sentado en su esquina del mostrador del bar de la sagrado, pidió que le dejaran un papel y un lápiz, y comenzó a escribir.
La historia tomó forma rápidamente en la mente de nuestro autor. pero cuando el quería escribir un divertido chascarrillo, de los que inventaba para animar a sus amistades y conseguir unas invitaciones gratis, el lápiz sobre el papel empezó a escribir otra cosa . El protagonista de la historia era un borrachín llamado Germán, que vivía en un pueblo muy similar al suyo. Germán era un hombre solitario, cuyo único amigo era su vaso de licor. Pasaba los días y las noches en la taberna, riendo y bebiendo sin preocuparse por lo injusto que era el mundo que le rodeaba y tratando de agradar a los demás porque le daba vergüenza que se viera su desgracia.
Una mañana como está, sin embargo, Germán se encontró con una niña pequeña que había perdido a su madre. La niña estaba asustada y sola, y Germán, a pesar de su estado, sintió una conexión instantánea con ella. A partir de ese momento, decidió que ya no podía ser solo un borrachín.
Germán hizo todo lo posible por cuidar de la niña, dejando de lado su adicción al alcohol y luchando contra sus propios demonios. Aprendió a cocinar y a limpiar su casa, convirtiéndose en un verdadero padre para la pequeña. Con el tiempo, su amor y dedicación transformaron sus vidas por completo.
Cuando leyeron esta historia, los miembros del tribunal del concurso de cuentos, capitaneados por la concejala de cultura, que era matrona en el hospital, todos coincidieron que este era el cuento que se debía premiar y leer en publico el día de la fiesta.
El día del concurso de cuentos finalmente llegó, y se leyó la historia ante una audiencia cautivada. El público escuchó con atención el cuento premiado con mil euros, mientras se narraba la transformación del protagonista y cómo el amor y la responsabilidad lo habían ayudado a superar su alcoholismo y a cambiar su forma de vida.
Cuando terminó la lectura del cuento, abrieron ante el publico presente el sobre que contenía el nombre del autor y, al leerlo en voz alta, todo el mundo se quedó en silencio sin saber quien podría ser, hasta que alguien gritó que ese nombre era el nombre del piripi y entonces, ante el asombro de los jueces, el publico le rindió una fuerte ovación.
Desde ese día, el piripi dejó de ser conocido como "El Borrachín" y se convirtió en "El Escritor del Pueblo" y aunque su cuento hablaba de la posibilidad de cambiar y encontrar un propósito claro en la vida, incluso en los momentos más extraviados de nuestra existencia, el piripi siguió cogiendo unas curdas tremendas, en las que encontraba la felicidad por muy difícil que pareciese.
mvf.
a jose de quiroga y a su amigo mario.
miércoles, 7 de junio de 2023
La iglesia blanca
La Fina, fue a Huelva de excursión y vino de regreso con un montón de fotos de casas blancas y de la iglesia de la virgen del rocío, de color blanco sobre cielo azul. Y durante varios meses no paró de hablar de su viaje, hasta que las fotos estuvieron muy vistas; pero al año siguiente, al hijo de la Fina le tocó ser el mayordomo de las fiestas patronales del pueblo. Y entonces la Fina, que siempre pinchaba por detrás a su hijo porque tenía que hacer lo que a ella le parecía mejor, volvió al ataque y le dijo que tenía que pintar de blanco la iglesia del pueblo.
- ¡Tú lo que tienes que hacer, ahora que eres el mayordomo de las fiestas patronales, es pintar la iglesia de blanco para que entre bien la luz y así todos los vecinos se acordaran de ti!
El hijo de la Fina, que era uno de esos jóvenes modernos de pueblo que sin saber de nada se saben que valen para gobernar a los demás, no tardó en convencer a la comisión de las fiestas patronales para hacer como decía su madre. Y del pueblo vecino, donde todos tenían una buena amiga, llamaron a un albañil para arreglar los desconches de las paredes de la iglesia y encalar todo de blanco.
El albañil llegó un lunes con un furgón destartalado del que descargó los andamios, la arena y el cemento, y unos botes grandes de pintura blanca.
- ¿Va estar todo preparado para el día de la fiesta? - preguntaron los de la comisión.
El hombre no parecía muy listo y en pocos minutos los convenció a todos, de que terminaría su trabajo con tiempo de sobra para las fiestas.
A los dos días el albañil desapareció y como acabó
la semana sin aparecer, decidieron ponerse en contacto con él, para saber que
pasaba; después de varias llamadas consiguieron que les cogiera el teléfono y
dijo que no podía venir porque tenía la mujer en el hospital.
- ¡Vaya, que le vamos a hacer, si tiene la mujer en el hospital pues habrá que esperar! - se dijeron.
No pasaron dos semanas cuando el furgón regresó de nuevo, venían en el, el albañil y un chico joven que le acompañaba y que hacía de pinche; trabajaron por la mañana en la iglesia, marcharon a comer al mediodía, y a la tarde no volvieron.
Como no había trazas de que apareciese, llamaron de nuevo por teléfono. Después de mucha insistencia el albañil respondió a la llamada lo justo para decir que estaba en el dentista, que le estaban arreglando la boca.
- Bueno, pues no va venir con la boca anestesiada.
¿Y cuánto tardará?
Y tardó, pero esta vez, aunque le llamaron para reclamar su presencia, no cogía
el teléfono. Tuvieron que recurrir a la famosa amiga de los miembros de la
comisión, que también era amiga del albañil, para que volviera a aparecer. Solo
lo justo para volver a desaparecer.
- ¡Vamos tener que pedir a la virgen que haga un milagro si queremos que esté preparada la iglesia el día de las fiestas patronales!
Y la virgen afortunadamente decidió tomar cartas en el asunto y un día que vino
el pintor a escondidas para coger una escalera que necesitaba para ir a otro
trabajo, la imagen de la virgen milagrosamente le cayó encima de un pie.
El albañil, que no tenía seguro, por temor a que la virgen le cayese otra vez, vino a trabajar con el pie escayolado y terminó, de arreglar la iglesia antes de las cuentas que había echado la comisión.
A la hora de pagar, como ayuda a las fiestas patronales de la santa, el pintor pidió por su trabajo la mitad de lo que pensábamos que tendríamos que pagarle. Y el hombre no paraba de preguntar si gustaba como había quedado todo y si nos parecía muy caro lo que cobraba.
Al final para deshacernos del albañil decidimos invitarlo con su pie escayolado a venir a bailar el día de la fiesta.
Yo no entiendo porque hubo tantas protestas por arreglar las paredes de la iglesia y pintar todo de blanco donde solo había desconches y las viejas pinturas de unas mujeres planas y estiradas, con un plato en la cabeza y ropas de carnavales.
La gente del pueblo protesta solo por maldad, porque como el día de la virgen
cuadraba a jueves, los vecinos de la parroquia se dividieron en dos grupos: los
que querían la fiesta el propio día de la santa y los que la querían el sábado;
Y como habían ganado los que querían que se hiciera la fiesta de la santa
durante el fin de semana para que pudieran venir los familiares de fuera del
pueblo, porque durante la semana trabajaban; los que perdieron la votación,
aprovecharon para criticar que el hijo de la Fina y sus amigos de la comisión
de fiestas trajeran un pintor, para que la vieja iglesia de piedra pudiera
salir en las fotos, blanca sobre nubes blancas.
mvf