En el banco de la parada de autobús esperaban sentados Garbancito y una joven de unos veintidós años de edad, aproximadamente, y como no tenían teléfono se pusieron a hablar.
- ¿Tu no me conoces, Garbancito? ¿Verdad que tú no sabes quién soy yo?
Garbancito se quedó mirando para la mujer, sin saber quién era.
- Yo soy la hija de Luisa, la prima de tu madre. ¿Te das cuenta quién soy?
- ¡Ah. Si! - respondió - me acuerdo bien de cuando eras pequeña.
Mira que pasan los años, estás hecha toda una mujer. Si no me dices nada no te habría reconocido.
-¡Ya!
- ¿Y qué haces?
- Voy al cementerio.
- ¿A ver a tu madre?
- No. Voy al cementerio de animales.
Garbancito la miró sorprendido.
-¿Es verdad que tú sueñas con los muertos? - preguntó la joven.
Garbancito asintió con la cabeza.
- ¿Sería mucho pedir, si podías saber que tal está mi perrita Perla?
-Tendría que saber cómo era tu perrita, ver una foto de ella ...
-!Si, tengo una foto conmigo¡- la joven abrió su bolso y de un bolsillo de la cartera, donde guardaba el carnet y las tarjetas de banco, sacó una foto de la perrita y se la entregó a Garbancito.
Perla era una perrita de lanas, de mirada inteligente y pelo blanco.
- Bueno, si pudiese saber algo de tu perrita te lo digo- dijo después de ver la foto.
- Gracias.
Llegó el autobús y los dos subieron a el. Se sentaron en asientos diferentes y vieron como la marquesina del autobús, donde estuvieron esperando quedaba atrás.
En la habitación blanca, sentado con zapatillas y en bata, arrellanado en el sillón, Rosendo, el que fuera conserje del ayuntamiento, leía el periódico. Al terminar de leer el último artículo de la página le dio la vuelta a la hoja y continuó la lectura por la otra cara. Perla sacudió una de sus orejas y se levantó para cambiar de posición, estaba recostada encima de la alfombra, con la cabeza y la mirada puesta en el hombre que continuaba su lectura sin prestarle atención.
Después de unos minutos Perla irguió su cuerpo para rascarse el cuello con una de sus patas traseras, del cayeron unos minúsculos insectos; eran pulgas blancas que no tardaron en regresar al calor del cuerpo blanco. Bostezó, terminó de levantarse y se desperezó ladeando la cabeza a los lados; después anduvo hasta la puerta de salida de la casa y se detuvo frente a ella.
Aunque sus ojos no podían ver más allá de la puerta, su mirada veía la extensión blanca de los campos del exterior; así estuvo un rato hasta que arañó la puerta con una de las patas delanteras para decir que quería pasear. Pero Rosendo continuaba absorto, leyendo el periódico, sin prestarle atención.
Perla se apartó de la puerta y se dirigió a una de las habitaciones blancas de la casa. Izó su cuerpo y apoyándose en ella se abrió la puerta de la habitación. Desaparece en el interior y regresa llevando en su boca una correa para ir a pasear. Se acerca junto a Rosendo y sin soltar la correa, con el hocico, le da unos golpes en una de sus piernas para que baje la hoja de periódico y vea que está preparada para dar un paseo. Pero Rosendo continua indiferente con la lectura del periódico. Entonces, molesta con la falta de atención, deja caer la correa al suelo y da dos fuertes ladridos para que le oiga, y tras unos instantes de silencio se oye una voz que lo llena todo, tal vez enfadada por los ladridos que han osado interrumpir la paz de la mañana:
- - ¡Rosendo! ¿Es que no ve que Perla le pide que la saque a pasear?
Entonces Rosendo se levanta del sillón, y en
zapatilla y en bata, los dos salen a dar un paseo por el cielo.
mvf.
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