lunes, 20 de agosto de 2012

una tarde de verano 21


Donde está el bar de la sagrado hay un viejo carballo * roble, ya centenario. Ya hace tiempo algunos vecinos lo habían tratado de cortar y convertirlo en leña, más por maldad que por necesidad, pero mi madre con buena vista compró los derechos de poda del árbol que tenía una casa* la casa hace mención a todas las personas que viven allí alrededor de un cabeza de familia, y se los regaló a la sagrado. Desde aquellas el carballo se había convertido en sagrado, y sus años en que había llegado incluso a ser diana para las practica de tiro con escopeta de posta y otras malandrinadas, habían pasado.
El carballo lucía ahora una gran cabellera de ramas y hojas de color verde brillante que marcaba el lugar desde la lejania, y daba cobijo entre sus ramas a la pajarería del lugar además de dar sombra a los bancos y a las mesas que había a la entrada del negocio de la sagrado. Asi, en el verano, cuando apretaba el sol la vida se acercaba hasta allí para tomar el frescor de la tarde: los pajaros se posaban entre las ramas del árbol y las personas se sentaban en los bancos que había fuera del local. Después no se sabe quien empezaba primero pero unos y otros acababan montando una algarada de trinos y voces en sus discusiones tratando de ver quien destacaba sobre quien.

La sagrado salía para fuera del local, apoyaba la espalda contra el marco de la puerta y con los brazos cruzados, saludaba y tertuliaba con los presentes, a la vez que estaba pendiente de traer las bebidas y raciones de comida que pedían los clientes para tomar.


Mis padres y yo veníamos de dar un paseo por el campo, y al pasar por el lugar de la sagrado, oímos su voz, que gritaba:

 - !Dolores de Marise ¡ - , como ya se sabe mi madre se llama así.

La sagrado, estaba echando un caldero de agua al pie del árbol. Nos acercamos hasta ella, y después de saludarnos decidimos sentarnos en una mesa que estaba bajo la sombra del árbol y tomar alguna bebida, mi padre y yo,  mientras mi madre y la sagrado hablaban un rato de sus cosas. 
En el interior del bar había una joven que ayudaba atender el negocio. La sagrado la llamó, le dijimos lo que queríamos y no tardó en traernos unas cañas de cerveza y unas tapas de tomate con sardinas de lata, para acompañar.

 Al terminar la joven regresó para el interior y se puso a andar de aquí para allí, dentro del mostrador, colocando las botellas, ordenando los vasos. Bajo la atenta mirada de los clientes del local que no paraban de mirarla. Tenía unos pechos generosos y por el escote de su blusa se insinuaba la carne turgente y nueva de sus senos que enloquecía a los hombres del lugar.

El herrero estaba sentado en una silla pegado al mostrador; al vernos por la ventana desde el interior, se levantó y salió fuera para saludarnos. Estuvo un rato hablando con mi padre pero no tardó en despedirse y volver a su puesto en el mostrado.

La joven había cogido fama de vestal y los vecinos frecuentaban el local por la tarde para verla por el modico precio de una o dos consumiciones. Algunos, los que venían más temprano llegaban a pedir una jarra de cerveza de litro y se quedaban embobados riendo con alguna simpleza toda la tarde

Allí estaba toda la artillería del lugar haciendo chistes y bromas entre ellos, dedicándose sonrisas y miradas picaras mientras trataban de encontrarse con los ojos de la joven.

Estaba hasta el abuelo de los de la labrada que había venido aprovechando que un vecino que bajaba con el coche al pueblo, - aunque realmente los dos se pusieron de acuerdo para venir a ver a la joven lozana que tanta fama iba cogiendo en el lugar -
El abuelo de los de la labrada había decidido ordeñar la vaca a media tarde, tres horas antes de lo habitual . La vaca terca y sorda de los de la labrada no estaba para cuentos ni para cambios de su horario y mientras el vecino esperaba fuera, desde dentro del establo se oía como el abuelo gritaba a la vaca que se espabilara:

- ¡ Vas mugir o no, que te vas quedar sin ordeñar. Eh!-

La sagrado al ver aquella hambre de los hombres decidió ponerles pipas de tapa, y allí estaban rillando aquellos roedores, de unas fuentes distribuidas a lo largo del mostrador las pipas que cogían por puñados; y así, de una en una,  iban llevando la pipas a la boca y las cascarillas iban cayendo al suelo, ensuciándolo todo, mientras los hombres esperaban suplicantes alguna mirada perdida de la joven.


De repente, cuando mi padre limpiaba con el pan los restos de aceite que quedaban en el plato de la tapa se le escapó disparado el pan hacia la blusa de mi madre.

Mi madre se pone roja, mi padre se pone pálido.
Mi madre mira para la mancha de la blusa, y de sus ojos salen fuego, echa una mirada fulminante y ...

A mi padre no se le entiende lo que dice que tiene que hacer, se levanta precipitadamente de la mesa y ahueca el ala con rapidez.

Pasaron unos minutos embarazosos mientras mi madre trata de limpiarse la blusa, con una servilleta y un poco de agua, para disimular la mancha.

-Mira mama - , mi madre miró para mi .
-Te parecerá una tontería pero yo de pequeña quería tener una escoba eléctrica y barrer toda la casa. Un día soñé que la casa estaba patas arribas y yo aparecía con mi escoba barriéndolo todo, todo, todo ...  Cuando terminé, apareció papa. Al ver todo recogido y ordenado me levantó del suelo, me dio unos sonoros besos en las mejillas y me dijo que cuando viese mama todo ordenado se iba poner muy contenta.
Hice una pausa, mientras mi madre me miraba con los ojos abiertos preguntandome:  - ¿ y qué ? 

Tomé un trago del refresco que había pedido, y continué :

- Reconocelo mama. Aunque te enfades, tu que eres tan escrupulosa y ordenada, hubieras sido tremendamente infeliz si papa fuera ordenado y se dedicara a andar buscando por entre las esquinas de las puertas y por encima de los armarios, una motita de polvo, porque entonces te impediría ejercer tu ordenada tiranía.

Mi madre me miró sonriendo, entonces añadí: 

- Además mama, con lo "exagerao" que es papa imaginatelo de limpio. 


La tarde seguía su rumbo perseguida por el sol.



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