martes, 10 de marzo de 2015

La vida natural 8


El dueño de la perra en celo regresó con el animal a casa y la dejó atada, con una cuerda al cuello, en el cobertizo donde se guardaba la paja para el ganado. Así que el amo desapareció, tras pasar un tiempo, el instinto del animal le empujó a mordisquear la cuerda para liberarse y regresar lo antes posible con sus amantes; finalmente consiguió soltarse.
Con su cuerpo pegado al suelo y sin apenas levantar la cabeza, fue arrastrándose hasta fuera del cobertizo; allí, estuvo un rato simulando estar dormida,  moviendo los ojos de un lado al otro del patio, mirando si había alguien. Cuando se cercioró que su amo no volvería a aparecer continuó arrastrándose, lentamente, hasta llegar al corral de las gallinas que estaba en el otro extremo del patio. El corral de las gallinas tenía un gallinero de color oscuro, con unas aberturas por las que entraban y salían las gallinas, y estaba adosado a un pequeño muro que hacia de cierre del recinto del patio.
 

Al ver a la perra que se movía sigilosamente sin levantar su cuerpo del suelo, el gallo, un ave campera fuerte y vigorosa, de plumaje de color leonado oscuro, sospechando que tuviese malas intenciones, echó a correr hacia ella cacareando amenazadoramente. La perra al verlo correr hacía ella lo miró enseñandoles sus dientes, rosmando* gruñendole, y el gallo al ver que le enseñaba sus dientes, cambió de dirección y se apartó aleteando, alejándose de su destino, deteniendose a una distancia prudente. Cacareando, arañó la tierra con su pata; y estiraba su cuello, excitado; miró de lado con uno de sus ojos verde amarillo, donde acababa de escarbar había algo que parecía comestible. El gallo levantó su cabeza, pero tras su descubrimiento se olvidó de la perra, dio unos golpes al aire sacudiendo sus crestas rojas, y apuntando con su pico al cielo cantó un sonoro kikiriki; al oírlo las gallinas aparecieron corriendo, cacareando, y empezaron a picotear en el suelo, en el lugar que les terminaba de señalar su macho.

La perra si inmutarse de la escena que terminaba de ocurrir, continuó moviéndose hasta llegar a un pequeño muro, que hacía de linde, y al ver libre el camino, saltó escapándose en dirección a dos encinas centenarias, que se veían a lo lejos, donde estaba el prado en que había estado con sus amantes, antes de que apareciese su amo.



mvf.



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