lunes, 26 de diciembre de 2016
no son como nosotros 4
Roberto no tardó en mostrar sus grandes aptitudes para que los problemas se arreglasen solos. Avanzaba su mandato y como los asuntos del ayuntamiento iban yendo a mejor la gente empezó a agradecerle que las cosas no se agravasen con la intervención de terceros.
Viendo como la peculiar gestión publica del laissez faire de nuestro amigo engordaban los donativos para las arcas del partido, los mandamases decidieron que se le invitase al reparto de la tarta, para que se manchase las manos y tenerlo cautivo como estaban todos, y así empezaron a llegarle las mordidas.
Tan grande era la tarta que a Roberto empezaron a sobrarle las mordidas y como el dinero no se podía guardar en el banco, ni se podía cambiar el ritmo de vida gastandolo a manos llenas; por no destacar sobre sus vecinos, casi todos pensionistas de la agraria, Roberto decidió guardar el dinero en un lugar bien seguro. No tardó en dar con el lugar apropiado en el desván de la casa, debajo de unas tablas del piso del suelo y allí fue escondiendo el sobresueldo que sacaba hasta que llegó el final de su mandato.
Roberto volvió a ganar las siguientes elecciones.
Como en Galicia superando el segundo mandato en cualquier cargo publico se convierte uno en cacique de por vida, Mariví aconsejó a su hermano no desaprovechar la ocasión y para ello debería tener contenta a la familia.
Nada mejor que comenzar con una buena fiesta.
Aprovechando la ocasión de que la bisabuela iba cumplir ciento cuatro años decidieron hacer un cocido por todo lo grande en la casa de la tía abuela y la hija, donde vivía la anciana, y reunir allí a todos los Menciños.
Y la comilona se organizó.
Se comieron de entrantes: tortilla de patatas con huevos de gallina de mos, torreznos de cerdo celta, jamón de la cañiza, y pulpo de la ria; después: ternera cocida y cabrito asado hasta hartar; y para finalizar de postre: filloas* crepes a las que se añade una cuchara de sangre, cañas fritas rellenas de crema, brazo de gitano y tarta de Santiago.
Los vinos tintos los trajeron de monforte, de las mejores bodegas de la ribera del sil. Y esto porque alguien de los Menciños fue a trabajar a la Teixeira, municipio vecino de Castro Caldelas, y allí conoció los vinos tintos de Galicia; que los señoritos de la Coruña son muy dados a hablar gallego y beber Ramón de Bilbao.
Durante la tertulia hasta la hora de la cena; donde no faltó café, coñac y tabaco rubio de la ría; los Menciños renovaron sus alianzas familiares haciendo memoria de los lazos de parentesco por los que estaban unidos, acordandose también de los familiares ausentes de este mundo: de los que estaban en el más allá y de otros que estaban en el nuevo mundo, y en especial se acordaron de un tío abuelo que había marchado a la Argentina y no se tenía muchas noticias de esa parte de la familia.
Ya hace años este tío abuelo había mandado una carta y un libro encuadernado en cuero, preguntando por los de acá, titulado el gaucho Martín Fierro, de José Hernández, que había pasado por distintas manos de los Menciños, sin que nadie leyera una poesía de su interior porque estaba en argentino; y había un número de teléfono por detras de una de las pastas.
mvf
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