lunes, 17 de abril de 2017
La desaparición de María Gabriela 14
Como dijimos iban para las seis de la tarde cuando después de los cafés, los fillados* tortitas semejantes a las creppes que se hacen con maiz y huevo en una sartén untada de manteca de cerdo , las copas, y una larga tertulia la gente empezó a aburrirse y comenzaron a marchar de regreso a su casa.
Roberto, después de despedirse de todo el mundo, llegó a su casa pasada la medía tarde y al entrar se extrañó de que nadie le estuviese esperando.
Según se entraba en el interior de la casa, había un pequeño recibidor de paredes blancas; en una de las paredes colgaba un enorme espejo de nogal, en el que se podía verse uno de cuerpo entero como iba conjuntado con la vestimenta, antes de salir.
En el interior del espejo se podía ver la pared de enfrente y un tresillo blanco con cojines de rayas, que alternaban el verde con el color marrón acaramelado de la tela; al lado del tresillo una pequeña mesa ovalada sobre la que descansaba una lampara cromada; y junto a ella, y entre la esquina de la misma pared, la puerta. Fuera del alcance de la visión del espejo, había un perchero de color marrón.
Roberto se quitó la chaqueta y la colgó en uno de los ganchos del perchero de pie.
Llamó por su mujer.
- ¡María Gabriela!
Al no recibir respuesta; pensó que María Gabriela se habría acostado para echar una siesta y aún no se había levantado. Subió a la planta de arriba de la vivienda y entró en el dormitorio. La cama estaba hecha y su mujer no estaba allí.
- ¡María Gabriela! - gritó un par de veces, pero ahora ya más fuerte
para que pudiese oirle donde estuviese.
Continuó sin recibir respuesta; entonces Roberto se puso en lo peor y pensó que tal vez habrían raptado a su mujer para pedirle un rescate.
Subió corriendo al desván y levantó las tablas del piso, en el lugar donde tenía el escondite, para contar cuanto dinero tenía acumulado y poder pagar el rescate. Para su sorpresa allí dentro solo había un sobre blanco dejado por Maria Gabriela, con una carta en su interior.
Con sus manos temblorosas leyó lo que decía la carta:
Roberto, cariño,
con lo feliz que me has hecho, me parecía una injusticia
muy grande que te tuvieses que morir para que pudiera
coger el dinero .
María Gabriela.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario