lunes, 6 de enero de 2025

Yearning

 

Winter is coming, or almost.

 The cold air was beginning to be felt, and the fallen leaves from the trees crunched under my feet as I walked. Today, Raquel called me at work to invite me for coffee, and I didn’t hesitate; I put on my jacket and went out to meet her. She was on the other side of the street. She waved at me. When I saw her crossing the street and approaching with a wide smile and a colorful coat that contrasted with the gray day, I knew our meeting would be special.

“Hi! Ready for some coffee?” she said enthusiastically. Her energy was contagious, and her presence always brought with it a mix of joy and nostalgia. But today, I also noticed a hint of melancholy in her eyes. As we walked toward our café near the office, Raquel began to talk about her days since leaving work.

“At first, it was exciting,” she confessed. “But now I feel like something is missing. I miss chatting with my coworkers and the daily routine. Although I enjoyed my free time, now that I'm retired after forty years of working, I can’t help but feel the lack of routine and companionship.”

As we entered the café, the aroma of freshly brewed coffee enveloped us. We sat at a table by one of the windows where we could see people passing by on the street, and we started talking. It wasn’t long before steaming cups of coffee were placed in front of us.

“I miss the quick chats in the office and the laughter during meetings,” she confessed while stirring her coffee. “Life at work had its own rhythm.”

“And you? How’s everything going at work?” she asked. I couldn’t help but notice how her eyes lit up when she heard me talk about office gossip. It was clear that she still longed to be part of that world. Retirement had brought with it a void that she didn’t know how to fill.

I told her about new projects we were working on and how everyone remembered her fondly. “You will always be part of the team,” I said, even though I knew I was lying. I tried to convey a sense of belonging that had, deep down, disappeared. Her absence had been filled by another face, and meetings continued without pause as tasks multiplied constantly. In the midst of everyday hustle, her memory had faded in just a few days.

Then I decided to change course and propose something: “How about we organize one or two get-togethers each month? We could do something fun together and meet up with other girls from the office for lunch, go to the movies, or just take a walk in the park.”

The idea seemed to excite her; her eyes sparkled as if she had found something she was missing. “I’d love that,” she replied sincerely. “Sometimes all I need is a little company to remember how much there is to enjoy.” Her words resonated within me; I understood perfectly how disconnected she felt.

 

mvf

Añoranza

 

Nostalgia

Llega el invierno o casi.

El aire frio comenzaba a hacerse sentir, y las hojas caídas de los arboles, en la acera, crujían bajo mis pies al caminar. Hoy, Raquel me llamó al trabajo para que fuéramos juntas a tomar un café y yo no me hice de rogar, me puse mi chaqueta y salí a su encuentro.

Estaba al otro lado de la calle. Me saludo con la mano. Cuando la vi cruzar la calle y acercarse con una sonrisa amplia y un abrigo colorido que contrastaba con el gris del día, supe que nuestra encuentro sería especial. “¡Hola! ¿Lista para un café?” dijo con entusiasmo. Su energía era contagiosa, y su presencia siempre traía consigo una mezcla de alegría y nostalgia. Pero hoy también noté un atisbo de melancolía en sus ojos.

Mientras caminábamos hacia nuestra cafetería, cerca de la oficina. Raquel empezó a hablar sobre sus días desde que dejó el trabajo. “Al principio fue emocionante”, confesó. “Pero ahora siento que me falta algo. Echo de menos las charlas con mis compañeros del trabajo y la rutina diaria.

Aunque disfrutaba de su tiempo libre, ahora que estaba jubilada, después de cuarenta años trabajando, no podía evitar sentir la falta de rutina y compañía.

Al entrar en la cafetería el aroma del café recién hecho nos envolvió.

Nos sentamos en una mesa al lado de una de las ventanas de la cafetería, por la que se veían pasar la gente por la calle, y empezamos a hablar. No tardaron en ponernos unas tazas humeantes de café. 

 “Echo de menos las charlas rápidas en la oficina y las risas durante las reuniones”, confesó mientras removía su café. “La vida en el trabajo tenía su propio ritmo”

.“¿Y tú? ¿Cómo va todo en el trabajo?” preguntó.

No pude evitar notar cómo su mirada se iluminaba al escucharme hablar mientras le contaba chismes de oficina. Era evidente que aún anhelaba ser parte de ese mundo. La jubilación había traído consigo un vacío que no sabía cómo llenar.

Le hablé sobre los nuevos proyectos en los que estábamos trabajando y cómo todos la recordaban con cariño. “Siempre serás parte del equipo”, le dije, aunque sabía que estaba mintiendo. Intentaba transmitirle un sentido de pertenencia que, en el fondo, había desaparecido. Su ausencia había sido ocupada por otro rostro, y las reuniones se sucedían sin pausa, mientras las tareas se multiplicaban constantemente. En medio del ajetreo cotidiano su recuerdo se había desdibujado en apenas unos días.

Entonces decidí salir del paso y proponerle algo: “¿Qué te parece si organizamos uno o dos encuentros al mes? Podríamos hacer algo divertido juntas y quedar con otras chicas de la oficina para comer, ir al cine o simplemente pasear por el parque”. La idea pareció entusiasmarla; sus ojos brillaron como si hubiera encontrado algo que le faltaba.

“Me encantaría”, respondió con sinceridad. “A veces solo necesito un poco de compañía para recordar lo mucho que hay por disfrutar”. 

Sus palabras resonaron en mí; entendía perfectamente como se sentía desconectada.

 

 mvf