Cuando viene el pescadero de la furgoneta es recibido por todos los gatos del pueblo, quienes le acompañan persiguiendo el vehiculo por todo el recorrido que hace por el pueblo vendiendo pescado; así con los maullidos y el claxon de la furgoneta sabemos que vino el pescadero. Entre patadas y una vara que trae con él el pescadero, a los gatos les caía alguna sardina que se les tiraba apartada en las paradas para entretenerlos mientras vendía el pescado.
Después de salir del ayuntamiento a primera hora de la mañana, Quasimodo coincidió con el pescantin en el bar del pueblo y estuvo hablando con él de la desaparición de los gatos, por que a falta de algún otro censo, el pescantin era el que mas podía saber de la comunidad gatuna. El pescadero no dio mucha información y quedó libre de sospechas a pesar del contento que mantenía este sobre la desaparición de los gatos, por que pensaba en que si desapareciesen todos los gatos del pueblo no había necesidad de hacer todo el recorrido volando, y que podría pararse más tiempo en cada parada pudiendo doblar la venta de pescado y restar las perdidas de sardinas del pago a los gatos
La desaparición de los gatos, denunciada por las vecinas, podía ser debida a un montón de causas, entre ellas la de hacer el vino, pues había la costumbre de echar un gato despellejado del vecindario a la cuba del vino cuando esta fermentando la uva, por que aquí se dice que da propiedades anti reúmaticas al vino y el jamón era mejor comerlo en lonchas* .
* hay la costumbre, en algunos lugares, que dice que es bueno echar a la cuba un hueso de jamón a la fermentación de la uva en su conversión del azúcar en alcohol.
Tenía que ser gato, o eso creo, por que las mujeres en mi comarca tienen prohibida la entrada en la bodega para que no se se pique el vino; pero en la elección del minino podía haber multiples razones: podía ser cualquier gato, o exigiéndosele responsabilidades algún animal en concreto por robar en la cocina, cantar a altas horas de la noche, o para tener alguna vecina un par de meses preguntando por su gato uy, uy ,uy
Quasimodo abrió su libreta y leyó en letras muy grandes lo que tenia anotado: "hablar con el tío eulogio ". Levantó la cabeza y repasó con la vista la barra de la taberna donde estaban las visitas del alcalde que empezaban a primera hora de la mañana tomando una copita para que se les soltase la lengua antes de ir hacer la visita al ayuntamiento; después volverían de nuevo con aires de importancia para decir que venían de hablar con el alcalde; casi siempre sin conseguir nada.
Quasimodo salió de la taberna del pueblo, con un par de cafes frios en el cuerpo y marchó en dirección a la casa del tío eulogio con el vehículo municipal.
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