Morirse es más probable a
que te toqué la lotería, pero sin embargo, entre todas las personas hay alguien
que consigue que por azar, consecutivamente, uno después del otro le cuadren los números, y acierte por muy difícil que se vayan poniendo las probabilidades.
La probabilidad que te
caigas al agua en carrilana, pero además de que te caiga la carrilana encima;
la probabilidad de que hubiese un manzano cerca y no un castaño con el doble de
altura, para practicar un salto con paraguas; la probabilidad de que te muerda una serpiente y está sea venenosa; la probabilidad de que te bajes del coche y tengas un accidente de coche ...
y todo ello coincida en la misma persona, va siendo cada vez más pequeña y rayante a lo imposible, pero de todas formas
igual que alguien consigue acertar los números consecutivos de la lotería, por
muy imposible que se lo pongan, hay personas que consiguen que le pasen todas
las desgracias por muy improbable que sea: esas personas son declaradas gafes y
todas las personas que le conocen tratan de rehuirle.
Cuando el furgo le dio el
recado al sisa, a través de la alambrada de la huerta de la casa y le dijo : - " contamos contigo para hacer un viaje submarino "- ; el sisa no preguntó nada; sabía
que no podía fallar a sus amigos y empezó a prepararse concienzudamente en
espera del día en que le fuesen a buscar.
Al día siguiente del recado, al mediodía, después de que terminaran de comer, el sisa le dijo a su madre que iba coger el reloj de la
cocina y subirlo a su habitación para hacer una prueba. La señora asintió con
la cabeza, y al salir su hijo de la
cocina, se puso a recoger la mesa y a meter los platos en el pilón para
lavarlos, como hacía todos los dias; entonces le dio por preocuparse para que querría el reloj de la
cocina su hijo; se quitó el mandil y subió despacito a la planta superior de la casa donde estaban las habitaciones de la vivienda. Al llegar junto a la habitación de su hijo, esperó un poco para asegurarse que no la había oido subir, entonce comenzó abrir la puerta, sin hacer ruido, para mirar por el resquicio, y al ver a su hijo tirado en la cama, con la piel de la cara azulada y los ojos vidriosos, mirando fijamente el reloj de pared de la cocina para ver cuanto aguantaba la respiración; la madre del
sisa pensando que a su hijo le había dado algo, entró precipitadamente en la
habitación, asió el reloj de la cocina, que descansaba encima de la mesilla de la cama, y empezó a darle golpes en el cuerpo para
reanimarlo.
La reanimación no tardó en llegar cambiando del color azulado al color amoratado de los hematomas.
La reanimación no tardó en llegar cambiando del color azulado al color amoratado de los hematomas.
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