El capitán gruñía por
tener que estar al frío, a altas horas de la noche, en la cubierta,
mirando toda la operación. Tenía un viejo mapa, de origen
desconocido, oculto en un bolsillo de su chaqueta, y en sus
intenciones estaba el marchar, sin más tardar, rumbo a las islas
tropicales; para él le estaban haciendo perder el tiempo, y deseaba
que se los tragase el océano a todos. Sin parar de gruñir le hizo
una seña al erizo y llevó a nuestro amigo a un camarote de proa,
proximo al puente de mando. Una vez dentro, del interior de un
mueble, sacó dos vasos y una botella de ron; bajo la atenta
mirada de su loro, que subido a su hombro no quitaba ojo de la
bebida, llenó de liquido los recipientes y después de cogerse él,
uno de los vasos, le ofreció el otro al erizo para que bebiese y
entrase en calor con el alcohol.
El erizo, no podía faltar
a la hospitalidad marina y de un solo trago vació el vaso, pero la
bebida le amargó la garganta, porque nuestro amigo no acostumbraba a
beber aguardiente de caña; entonces, salió del camarote yendo a
asomarse por la borda para ver el trabajo que iban haciendo.
El submarino emergió lo
suficiente para abrir una compuerta por la parte posterior, donde
habían estado las puertas de atrás de lo que había sido
anteriormente un vehículo. Y mientras los marineros del barco
empezaban a bajar la mercancía, que habían venido a recoger
nuestros amigos, y se iba distribuyendo en el interior del
sumergible siguiendo las instrucciones de la rusa, a fin de conservar
la estabilidad del sumergible. El erizo llamó a su hermano,
cienfuegos, para que subiese y trajese con él una botella de licor
café.
Regresando al camarote,
junto al capitán del barco, los dos hermanos le ofrecieron que
probase el liquido de la nueva botella . Y mientras intercambiaban
los marineros sus bebidas, en el mini submarino, se terminaba la
operación de distribución de las cajas con su misterioso contenido.
No tardó en vaciarse la
botella de nuestros amigos, y la conversación entre ellos y el
capitán se había animado bastante, cuando un marinero del barco
abrió la puerta del camarote y les dijo que ya habían terminado.
Entonces nuestros amigos
se despidieron para regresar a su navío.
La rusa terminaba de
supervisar las baterías y los motores eléctricos, por si tenían
necesidad de ir de regreso los veinte mil metros bajo el mar, cuando
regresaron los dos hermanos.
El capitán, que por
efecto del licor, había mudado su opinión sobre ellos salió para
despedir a sus amigos, y desde la borda les dijo que esperaba verlos
de nuevo algún día con una caja de licor café, deseándoles, ante
el estupor de su tripulación acostumbrada a sus gritos y malos
modos, buena suerte y que no se hundieran en medio del mar.
Los marineros empujaron el
sumergible con unas pértigas para separarlo del casco del barco, y
nuestros amigos no tardaron en alejarse y comenzar su regreso.
El loro, después de
recibir un manotazo del capitán, para que dejara de meter el pico y
mojarlo en el licor café, en el vaso que aún llevaba en la mano con
restos de bebida, se había encaramado nuevamente en el hombro de su
dueño, y mientras desaparecían en la noche, después de dar unos
chasquidos con su pico, les despidió con la siguiente canción :
Quince hombres en el cofre
del muerto…
¡Ja¡ ¡Ja¡ ¡Ja¡ ¡ Y
una botella de licor café ¡.
Eran casi las cuatro de la
noche cuando en la lejanía se comenzó a ver una luz que fue en
aumento. La luz giraba como una espada segando la obscuridad; era la
del faro que les serviría de guía, para su regreso.
Como calculan los marinos
expertos en las cosas del océano, el horario de partida y de
regreso, se había hecho coincidir con las mareas, de tal manera que
si las aguas de la bajamar, en su ida al océano, les había
facilitado la salida de la ria, ahora la pleamar les facilitaba el
regreso con la entrada de nuevo de las aguas al interior de la ria;
esta vez a la playa que habían elegido para descargar la mercancía
y donde el furgo les estaba esperando con una camioneta.
Ya estaban entrando en la
ria cuando se metieron dentro de un banco de niebla. El erizo asomaba
la cabeza por la escotilla, de repente el viento cambio y el banco de
niebla se hizo más espeso. Al cabo de un rato, sin apenas visión
dentro de la niebla, oyeron el sonido de los motores de una
embarcación, y ruidos y voces de hombres gritando. Nuestros amigos
decidieron navegar silenciosamente con los motores eléctricos para
pasar desapercibidos. El erizo se metió dentro y decidieron cerrar
la escotilla y sumergirse para pasar cerca de la otra embarcación,
que pensaban que sería de la guardia civil, que estaría patrullando
por la costa.
Ahora navegaba
silenciosamente, con los motores eléctricos, … Ya llevaban quince
minutos, y cuando calculaban que habían pasado, dejando atrás la
otra embarcación, se dieron cuenta que está había girado y ahora
parecía perseguirles por encima de ellos; de repente la onda de una
explosión en el agua sacudió el submarino, después vino otra más
fuerte.
Nuestros amigos se
asustaron y la rusa, abriendo unas llaves, llenó de agua los
depósitos, para descender a más profundidad y salvar la situación,
pero se produjo nuevamente una tercera explosión y el sumergible se
fue al fondo de la ria, a unos veinte metros de profundidad.
y su hermano asintiendo con él, le decía haciendo alusión a la situación : - ¡ si, y ha de ser un santo bien milagrero ! -
Habían sido hundidos en
medio de la ría, confundidos con un banco de sardinas, por una
embarcación que pescaba con dinamita.
;)
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